Quienes custodian la caja del Barça sonríen, incluso ensayan una carcajada, cuando se les acusa de ser unos exagerados por decir que, a su llegada en marzo de 2021, el club estaba en quiebra. «Claro, siempre podríamos haber vendido el estadio y todos los jugadores. Pero cualquier empresa hubiera entrado en liquidación con una deuda de 1.350 millones», advierte uno de los pocos dirigentes con rango real, no ficticio, que quedan en un club donde Joan Laporta gusta de rodearse de apóstoles y familiares. Aquel Barça en la ruina deportiva, económica, institucional y moral que dejó Josep Maria Bartomeu ha resucitado, al menos, en el césped. Como tantas otras veces en la historia del club, el balón se impregnó de lejía para negar la mancha. Y Xavi Hernández, que ha explorado los límites de la cordura, puede llorar en paz tras construir un equipo solidario, competitivo, fiable y, por fin, ganador.
Pocas cosas han torturado tanto al entrenador que ver su obra ninguneada en una Liga conquistada con enorme solvencia y después de cuatro años de destierro. Xavi, mientras sus enemigos lo convertían en un meme agarrándose al delirio declarativo del estado del césped o la intensidad del sol, logró apartar al equipo de los líos gubernamentales en una temporada en que hubiera sido sencillo dejarse arrastrar por la marea.
El caso Negreira estalló el 15 de febrero. Pedri, el futbolista que, según el cuerpo técnico, «aguanta todo el invento», se lesionó un día después, en la ida del playoff de la Europa League frente al Manchester United. No esquivó el equipo la derrota posterior en Old Trafford que suponía la cuarta eliminación europea en dos años. Pero ese Barça que parecía malherido, y que ya había visto reventar otra vez a Dembélé el 28 de enero, no solo resistió en una Liga que había dejado encarada antes del Mundial, sino que amplió su ventaja frente al Real Madrid y contuvo al Atlético voraz de la segunda vuelta. En la jornada 21, con el fútbol español preguntándose el motivo del pago de los 7,5 millones de euros al ex vicepresidente de los árbitros, los azulgrana aventajaban en ocho puntos al Madrid; en la 34, la distancia alcanza los 14, con la victoria en la jornada 26 en el clásico del Camp Nou definida por dos actores de reparto (Sergi Roberto y Kessié) como momento culminante.
En un Barcelona en el que Xavi tuvo éxito en la gestión de los temas más espinosos del vestuario –Piqué se despidió en noviembre evitando todo conflicto, y el comportamiento de Jordi Alba fue impecable como suplente de un Balde fijado en la élite-, nada ha definido mejor a este grupo que un marcado instinto de supervivencia. Sin piezas que pusieran malas caras ni en los esfuerzos de la presión avanzada ni en el repliegue, pero también sin futbolistas talentosos suficientes entre líneas para reforzar el relato estético, el Barcelona encontró el placer en los ejercicios defensivos.
De las, por ahora, 27 victorias, cinco fueron por 1-0 y seis por 0-1. Entre tanto, Ter Stegen, una vez superados los problemas físicos que llegaron incluso a poner en duda su posición de privilegio hace un año, ha completado la mejor temporada de su carrera logrando mantener hasta ahora su portería a cero en 25 encuentros. Frente a él, Araujo, que pese a acudir al Mundial lesionado resistió la tentación del riesgo, ha reforzado su estatus como corrector único. En ese centro de la zaga se ha distinguido el danés Christensen, fichaje a coste cero que Xavi se atribuye, y que ha arrastrado a un futbolista con más caché como Koundé a ese lateral derecho donde no hay solución.
Porque, además de las certezas que deja esta Liga para el Barça, son también muchas las incertidumbres que tocará afrontar a partir de ahora a un Laporta que ha visto cómo uno de sus arquitectos más preciados, Mateu Alemany, prefiere huir al Aston Villa mientras el ex futbolista Deco, todavía agente de Raphinha, aguarda turno para oficializar su ingreso en el club. Los constantes intentos de injerencia por parte de los asesores del presidente, y el papel cada vez más importante de agentes como Jorge Mendes (Ansu, Balde y Lamine Yamal, debutante con 15 años) multiplican las dudas. También las de Jordi Cruyff, al que cada vez le gusta menos lo que le rodea.
Tiene el Barcelona una deuda bruta de unos 1.225 millones de euros. Acaba de firmar, además, la financiación del Espai Barça con 20 inversores liderados por Goldman Sachs, que le prestan 1.450 millones. La mochila, pues, es de 2.675 millones. Se mudará hasta noviembre de 2024 al Estadio Olímpico de Montjuïc, donde caben 49.472 espectadores, aunque sólo 27.385 de los 83.500 abonados podrán acceder. Eso sí, previo aumento de precios (entre el 30% y el 40%). Con todo, la entidad azulgrana está pendiente de que la Liga le apruebe un plan de viabilidad para las dos próximas temporadas por el que se compromete a reducir 200 millones en gastos, sin palancas de por medio, pero con el compromiso de ejecutar ventas y dejar tiritando las secciones. BarçaTV, por lo pronto, tendrá que cerrar porque, según los dirigentes, tiene un agujero de 12 millones. Tampoco ayuda a sus trabajadores que ejercieran de periodistas, no de propagandistas.
Así, un Barcelona que perderá tras 15 temporadas a Sergio Busquets -jugador sin réplica y cuyo agujero pretende llenar Mendes con Rúben Neves pese a que Xavi prefiere a Zubimendi-, tendrá que resolver la reformulación de un equipo infalible con sus titulares -ahí queda la extraordinaria final de la Supercopa ganada al Real Madrid-, pero inestable con su segunda unidad.
No ha habido manera aún de presentar oferta alguna a Messi, gran obsesión de Laporta, pero que compite contra la generosa teocracia saudí. Y el Barcelona, antes de oficializar el fichaje del central Iñigo Martínez y de convencer al cityzen Gündogan -ambos acaban contrato- necesita validar las renovaciones de Gavi, Araujo, Marcos Alonso, Sergi Roberto e Iñaki Peña, además de cerrar las de Balde y Yamal.
Lewandowski ha sido más que rentable a sus 34 años. El gol ha sido cosa suya (31 en la temporada, 21 en la Liga hasta la fecha). La cifra impone. El amago de crepúsculo tras el Mundial, sin embargo, se enhebra a un contrato creciente hasta 2026 que le aseguró otra de las bisagras de Laporta en el territorio de los mercaderes, el agente Pini Zahavi. Aubameyang (34 años en junio) suspira por volver ahora que Deco toma posiciones. Ambos ya coincidieron en la selección de Gabón. Ansu y Ferran Torres, decepcionantes en un deporte en que nadie espera (cuatro goles en Liga cada uno), están en venta -a su pesar- junto al contradictorio pero eficiente Raphinha, y también Kessié, un cuerpo extraño en la estructura. Nada pudo crecer Eric García, ni como quinto central de la plantilla ni como pivote. Tampoco Pablo Torre, consumido por la expectativa.
Si bien el futuro perturba, el Barça tiene una base de jugadores sobre la que crecer, un entrenador al que sus superiores ya no podrán decir que necesitaba aprender en el banquillo del filial, y una Liga que reivindicar en un momento crítico en la historia del club. El fútbol es bello porque es retorcido.