La fiebre por Caitlin Clark, la jugadora de los récords que está revolucionado el deporte americano: “La sensación es que nadie puede pararla”

La fiebre por Caitlin Clark, la jugadora de los récords que está revolucionado el deporte americano: "La sensación es que nadie puede pararla"

A Caitlin Clark (Des Moines, EEUU, 2002) uno se puede aproximar desde los vídeos virales de highlights -esos triples desde ocho metros…-, desde sus insólitos récords de anotación, desde su impacto mediático y comercial y hasta desde un carisma único, ese que, por ejemplo, la llevó a reunir a sus compañeras en un bar cualquiera de Dallas y beber toda la madrugada tras perder la final de la pasada NCAA contra LSU. Son cientos los aspectos que la impulsan hacia la cima del deporte estadounidense, pero la chica de moda es algo más, es también la gran revolución del baloncesto femenino.

Partiendo de la base de que nadie ha anotado jamás tantos puntos. Ni ellos ni ellas. Caitlin despedazó consecutivamente las marcas históricas de Lynette Woodard (3.649 desde 1981) y los 3.667 de Pete Maravich que llevaban medio siglo vigentes. Acumulando expectación, audiencias millonarias y colas para cada partido de la Universidad de Iowa, que a partir de este fin de semana busca lo que nunca hizo, ganar su primer título nacional. Y alimentando una leyenda que viene de lejos. En su Des Moines natal, Clark empezó jugado en un equipo de chicos porque su padre no encontraba uno de chicas… y uno de los padres de un equipo rival se quejó por ello.

“La tengo controladísima. Me hace gracia, porque siempre estaba como a la sombra de Paige Bueckers (UConn), que es de su mismo año y fue portada de Slam, cuando para mí era claramente mejor. Me encanta. Principalmente, tiene un carácter espectacular. Parece que no, por su aspecto, pero es durísima. Y se está viendo ahora, su coco, su trash talking…”, relata Amaya Valdemoro sobre la que será sin duda número uno en el próximo draft de la WNBA, donde jugará para las Indiana Fever con una expectación semejante a la que hace un año despertó Victor Wembanyama.

A Caitlin le llueven las comparaciones y la de Steph Curry es la más recurrente. Incluso en boca de la estrella de los Warriors. “La he observado desde hace tiempo y me he dado cuenta de lo poderosa que es en la cancha. Lo curioso es que su forma de jugar, la distancia y el nivel de dificultad de sus tiros son, obviamente, muy parecidos a la forma en que yo juego”, dijo hace unos días en la CBS, donde habló de su capacidad de tiro como un “supepoder”. Pero los números de Curry también fueron triturados (los 162 triples en una temporada universitaria de 2008) por esta base de 1,83 que, como él, resulta indefendible. “Es que su juego recuerda al de Curry. Tirar desde el medio del campo si hace falta, jugar con libertad, dominar el bote y hacer lo que quiera en la pista sin que nadie pueda pararla, esa es la sensación”, cuenta al teléfono Xavi López, asistente del equipo femenino de Texas Christian University, un espectador de primera fila del fenómeno Caitlin: hace cuatro años, cuando trabajaba para Oregon, intentó reclutarla como sustituta de Sabrina Ionescu.

“Un animal”

Clark ha promediado 32,2 puntos y 8,7 asistencias esta última temporada, su cuarta con las Hawkeyes, firmando una progresión matemática (26,6 puntos el primer año, 27,0 el segundo, 27,8 puntos el tercero…) y cuando anotó (cómo no) el triple desde el logo para batir el récord de Maravich, su universidad cambió esa baldosa del pabellón desde donde lanzó por una con sus iniciales. Su rendimiento responde al talento natural, pero también al obsesivo trabajo. No hay día que, más allá de los entrenamientos a las órdenes de Lisa Bluder; no dedique una hora a sus rutinas de lanzamientos, 500 en total divididos en cinco fases: 100 tiros libres (de los que debe meter 100), 100 de media distancia (80), 100 triples (70), 100 tras dribbling (75) y 100 más desde el logo (50).

“La ves por la calle y no te llamaría la atención. Es normal. No es súper atlética, no es rápida, no salta más que nadie, pero en la pista es una auténtica animal. Muchas niñas se pueden identificar con ella. Su fenómeno está arrasando. Su juego expresivo y libre, es divertido. Hay gente que está pagando mucho dinero por ir a verla en directo, porque saben que van a ver un espectáculo”, admite López, ex canterano de la Penya y ex jugador ACB con el Bilbao. “Lo que hace con el tiro de tres es de locos. Pero se está obviando lo buena que es controlando los espacios, pasando, reboteando… Es muy buena en todo, en un cuerpo aparentemente endeble que es muy fuerte. Hay que tener mucha coordinación y estabilidad para ese rango de tiro”, admite Valdemoro, otra anotadora de leyenda, que habla de la dimensión de Caitlin Clark mucho más allá del juego. “Es increíble y está cambiando a nivel global el concepto que la gente tiene del baloncesto femenino, los que lo desconocen. Eso no lo ha conseguido nadie. Las audiencias, la reventa de entradas… Cuando bate el récord de puntos, lo hace un día después que Mike James batiera el de la Euroliga. Y la repercusión de uno y otro es incomparable”, relata quien sólo encuentra paralelismos con una leyenda única. “No la puedo comparar con nadie, ni siquiera con Curry, lo que está haciendo, en mujeres no lo ha hecho nadie. Ni dentro ni fuera de la pista. “Quizá con Larry Bird, por el trash talking, por el físico y porque no te lo esperas”, concluye.

Ese impacto la eleva al grado de “pionera”. “Cuando Jordan llegó a la NBA, muy pocos atletas afroamericanos tenían patrocinadores y él cambió eso. Hay miles de aficionados haciendo cola para ver a Caitlin (uno de los partido de Iowa batió esta temporada el récord de asistencia del baloncesto femenino con 55.646 espectadores)”, ha dicho la leyenda Nancy Lieberman sobre el impacto económico de Clark, cuyo NIL (name, image and likeness), la forma en que los deportistas NCAA ya cobran desde 2021, no tiene comparación. Se estima que por los 11 acuerdos que tiene firmados, entre ellos con Nike y Gatorade, ya cobra más de tres millones de dólares sin haber pisado aún la WNBA. Es más, apuró sus cuatro años universitarios porque, entre otras cosas, sus ingresos en la WNBA no iban a ser demasiado superiores (el salario para la número uno del draft es de 78.000 dólares…).

“Decidió crear su propia historia, en un sitio donde todavía no han conseguido ganar (Iowa). Eso habla de su carácter, no tiene miedo a nada, acepta cualquier reto. No quiso ir a UConn u Oregon”, reflexiona Xavi López, quien mesura su fenómeno en términos de expectación: “Lo más importante que ha conseguido es que se habla más del March Madness femenino que del masculino. Eso era impensable. Y es por su nivel de estrellato. Hay más entradas vendidas para la F4 femenina que la masculina”.

kpd