El Tour homenajeó a Poupou en Saint Leonard de Noblet, donde residió. El neerlandés lució una bici especial con la mítica foto de su abuelo junto a Anquetil
Mathieu Van Der Poel y su esposa, en la salida de la etapa.MARCO BERTORELLOAFP
El Tour honra a sus dioses, a los héroes que hicieron a esta carrera única. Antes de afrontar el Puy de Dome 35 años después, el pelotón partió en una mañana de sol amenazante desde Saint Leonard de Noblet, el lugar que fue residencia de Raymond Poulidor, fallecido en 2019, el hombre que dejó junto a Jacques Anquetil una estampa imperecedera en las rampas del Volcán.
Poupou es también el abuelo materno de Mathieu Van der Poel, presente y visiblemente emocionado en el podio. Sólo las gafas impedían ver las lágrimas del neerlandés, en busca todavía de su primera victoria de etapa en el presente Tour. “Ha sido muy bonito empezar el día en compañía de mi familia y mi abuela”, pronunció el corredor del Alpecin, acompañado de un bicicleta retro Mercier. En su propia Canyon lucía un recuerdo del hombro con hombro más famosos de la historia del ciclismo, Poulidor y Anquetil en 1964 jugándose en Tour en las rampas infernales del Puy de Dome. También en su culotte lució unas franjas moradas y doradas en el maillot de Alpecin-Deceuninck, una replica de los colores del Mercier, el histórico equipo del francés en su etapa de ciclista profesional.
La bici de Van der Poel.MARCO BERTORELLOAFP
Ese día inolvidable ganó Julio Jiménez, uno de los muchos españoles que pusieron su nombre en la mítica cima. También lo hizo antes Bahamontes en una cronoescalada es la que pulverizó a todos sus rivales, el momento en el que encarriló su primer y único Tour en 1959. Luis Ocaña repitió en 1971 y 1973 y Ángel Arroyo lo conquistó en 1983, por delante de Pedro Delgado.
El árbol genealógico de Lenny Martinez (Cannes, Francia, 2003) esconde un apasionante repaso por los últimos años de la historia del ciclismo francés. Estirpe de pequeños escaladores. Su abuelo, su padre, su tío fueron ciclistas profesionales, pero hasta los hermanos de su abuela disputaban carreras. Con su maillot de puntos rojos que atrapó en los puertos encadenados del lunes por el Macizo Central, se ha propuesto una misión, honrar a Mariano, el «francés de Burgos», el escalador con gafas ganador de la Montaña en el Tour de 1978.
Porque todo se remonta a Burgos, a los 60, a la emigración. Cuando tenía cinco años, la familia Martínez, que ya perdió el acentos en el apellido, puso rumbo a la Borgoña en busca de trabajo y oportunidades y en Nevers crecieron los pequeños Martín y Mariano, que encontraron la pasión en una bici que su padre guardaba pero que tampoco les dejaba usar. «A los 20 años ya había sido campeón de Francia júnior, pero trabajaba en la cadena de montaje de la fábrica de Fiat, reconstruyendo motores de camiones», rememoraba Mariano, todavía con el palmarés más lustroso de toda la saga, que a los 15 ya tenía la nacionalidad francesa, aunque siempre le iban a llamar «el francés de Burgos».
Martín llegó a ganar una etapa en la Vuelta del 74, pero Mariano, dos años más pequeño, fue mucho más allá. En el 78 conquistó la clasificación de la Montaña en el primer Tour de Bernard Hinault, aunque, curiosamente, él siempre pensó que no lo mereció, pues hubo varias irregularidades que acabaron por expulsar de la carrera a Michel Pollentier y Antoine Gutiérrez. Ese mismo Tour levantó los brazos en Pla d'Adet, su primer triunfo de etapa en la Grande Boucle, ya con 30 años. Dos después lo repitió en Morzine. También fue bronce en el Mundial del 74, donde compartió podio en Montreal con Merckx y Poulidor, nada menos. Y fue sexto en la general del Tour del 72, el cuarto de Merckx, uno de los logros que más valora.
A sus 78 años, desde su casa de Garchizy, sigue sin perder detalle a las andanzas de su nieto, como antes lo hizo con sus hijos Miguel, que disputó el Tour de 2002 con el Mapei y triunfó principalmente en el mountain bike, donde fue campeón olímpico en Sydney y del mundo, y Yannick. «Hablábamos de ciclismo constantemente y Lenny estaba harto de pequeño. No le gustaba. ¡Es un maldito Martinez! El hijo del profesor no puede ser el último de la clase», recordaba Mariano en L'Équipe.
«Es meticuloso y aprende muy rápido»
El pequeño Lenny, predestinado, se crio con su madre en Cannes y de niño no optó precisamente por la bici. Lo que le gustaban eran las volteretas en los edificios industriales en ruinas y practicando Urbex se rompió dos veces la clavícula. «Al final, lo inscribimos en una carrera, sin darle instrucciones, y ganó. Desde entonces, sólo ha mejorado. Es meticuloso y aprende muy rápido», contaba el abuelo. Fue cuando se trasladó con su familia paterna a Borgoña cuando el ciclismo le acabó conquistando.
Y, con sus 168 centímetros y poco más de 50 kilos de inquieto grimpeur no tardó en despuntar. Tras dar el salto al profesionalismo con el Groupama, ganó la clásica del Mont Ventoux. Y con poco más de 20 años debutó en la Vuelta, donde se convirtió en el líder más joven de la historia, arrebatando el honor nada menos que a Miguel Indurain. Puso su sello precoz en el Observatorio de Javalambre, donde sólo Sepp Kuss llegó por delante de Lenny.
Lenny Martinez, con el maillot de la Montaña del Tour.MARTIN DIVISEKEFE
Tras un 2024 en el que debutó en el Tour, el Bahrein le firmó un jugoso contrato y los éxitos no han tardado en llegar. Su temporada incluye ya tres triunfos parciales brillantes en París-Niza, Tour de Romandía (quedó, además, segundo de la general) y Dauphiné. Y ahora, la Grande Boucle le aguarda en sus montañas, donde lucirá el polka dot con pretensión de conservarlo hasta París (el último francés en lograrlo fue Romain Bardet, en el 2019), como Mariano en 1978.
«Me resulta raro llevar este maillot que mi abuelo ganó hace tanto tiempo... Se sentirá orgulloso de mí», admitía en Le Mont-Dore, donde resultó llamativo verle tirando de Pogacar y Vingegaard en los últimos metros de la etapa «sólo fue porque quería terminar entre los 10 primeros de la etapa». Hoy, en los Pirineos seguirá buscando puntos para honrar a Mariano: "La etapa es larga y las subidas están dispuestas en la parte final, pero aun así voy a intentar meterme en la escapada. Procuraré no quemarme en los primeros repechos. Necesito sumar el máximo de puntos para conservar este maillot el mayor tiempo posible. Lo haré lo mejor que pueda, y si un día estoy en condiciones de ganar la etapa, por supuesto que iré a por ella".
Entre la bruma de los recuerdos de infancia, Sergio Scariolo rescata nítida una tarde del año 1967, un niño siguiendo por el transistor un Mantua-Inter, jugueteando con una moneda entre sus labios. Cuando el locutor gritó el gol "de un tal Di Giacomo, tras clamoroso fallo del interista Sarti", aquel niño de seis años se tragó la monedita, "para pánico de los presentes".
La anécdota -el susto no fue a mayores- define el lado más pasional del seleccionador español de baloncesto, que esta noche estará en el Allianz Arena de Múnich dejando libre sus emociones, perdiendo la voz que ya trae tocada de los cambios de temperatura del pasado fin de semana en la Final Four de la Euroliga de Abu Dabi. Sufriendo con su Inter, el que se le quedó grabado en el corazón en su infancia en Brescia y al que ha seguido por toda Europa. El nerazzurro hasta en la pantalla de su móvil.
"Mi afición por el Inter empieza desde que tengo uso de razón. Los primeros partidos de los que me acuerdo fueron los del 67 (aquel Il Grande Inter que había conquistado dos Copas de Europa con Helenio Herrera), el final de temporada de liga y de la final de la Copa de Europa contra el Celtic. Dos derrotas, por cierto. Y hasta ahora", cuenta Scariolo a EL MUNDO antes de viajar a Alemania invitado por el Inter, que siempre mimó a uno de sus tifoso más fieles. A Sergio no le falta cada año su camiseta azul y negra.
Sergio Scariolo, durante una visita a las instalaciones del Inter en 2019.Inter
"Es algo que entra dentro de lo poco que tengo en la zona irracional. Realmente no responde a parámetros normales de lógica. Empezó con mi tío favorito, que era interista hasta la médula. Aunque ese recuerdo se pierde un poquito, estamos hablando de hace 60 años", explica el técnico, siempre sereno, analítico y lógico cuando se trata de canastas, balones de baloncesto y pizarras... "Provengo de una familia de profesores", suele presumir. Hasta que aparece el Inter y una locura "que se mantiene con mucha fe". "Va más allá de las personas. Tengo recuerdos muy lejanos de victorias y derrotas, a prueba de toda decepción y de ciclos negativos. Puro amor infantil", admite con orgullo.
Y hace repaso de sus jugadores preferidos. De "Mazzola, Zanetti, Roberto Boninsegna... Altobelli siempre fue de mis favoritos. Honestamente, aprecio a muchos. Pero sobre todo son los colores, que tienen un significado especial al margen de los nombres propios".
La vida de entrenador de Scariolo, que comenzó de la mano de su mentor Ricardo Sales en las categorías inferiores del Brescia, pronto le llevó a hacer las maletas. Con menos de 30 años ya era primer técnico del Scavolini de Pésaro. Luego Desio, Bolonia... Y en 1997, con 36, ya estaba en España (en Vitoria con el Baskonia), donde sigue residiendo, ahora en Marbella con su esposa Blanca Ares. A Italia volvería, pero Sergio entrenó (y entrena) por medio mundo, Moscú, Toronto... "He visto muchos partidos en directo. Pero también por la tele, por internet o en circunstancias raras, claro, porque mi trayectoria profesional pronto me alejó de Italia. También hubo algún viaje bastante curioso...", cuenta, para relatar una de las anécdotas que resumen su locura por el Inter.
Mayo de 2010. Scariolo, que ya se las había apañado para estar en el Camp Nou en la semifinal contra el Barça, la de Mourinho y los aspersores, de donde tuvo que marcharse "a toda prisa y con cierto nerviosismo", es seleccionador español y técnico del Khimki de Moscú. El día de la final contra el Bayern... "Entrené por la mañana, luego fui al aeropuerto, cogí un vuelo vía París y llegué al partido", rememora de los apuros en el Santiago Bernabéu. "Cuando acabó la final, sin tiempo para ver los festejos, me llevaron en scooter fuera de la zona vetada a los coches. Me recogió un coche y me trasladó a toda prisa al aeropuerto (el avión partía a las 23:30 horas). Seis horas de vuelo para Moscú de vuelta, un descansito, entrenamiento por la mañana y por la tarde el partido de semifinales de Liga contra el Lokomotiv Kuban. Una aventura para archivar con nostalgia en el cajón de los mejores recuerdos", pronuncia.
En la semifinal contra el Barça de hace unas semanas, Scariolo, que comentó para Movistar el partido de cuartos de Euroliga de los azulgrana contra el Mónaco, corrió para Montjuic desde el Palau para presenciar el apasionante 3-3 de la ida, aunque se perdió el primer gol de Marcus Thuram. También el año pasado estuvo presente en el palco del Metropolitano, aunque esta vez le tocó sufrir la eliminación nerazzurra en la tanta de penaltis contra el Atlético de Madrid. Esta noche estará en Múnich y "espero que pudiendo gritar".
En la terraza de uno de los museos de arte moderno más importantes del mundo, Mo Farah y Alex Roca, el atleta español con parálisis cerebral, intercambian canastas y bromas. En el Centro Pompidou, donde Nike ha establecido su cuartel general durante estos Juegos, la leyenda británica recibe a EL MUNDO para explicar con pasión su historia vital, mucho más impresionante todavía que una carrera deportiva única. Ese niño que una red ilegal de trata llevó al Reino Unido con nueve años desde Somalilandia iba a ganar cuatro oros olímpicos.
¿Siente nostalgia al ver los Juegos?
He visto todas las carreras. Claro que lo extraño, porque me encantaba representar a mi país ganando medallas. Pero lo que no echo de menos es el trabajo duro, los cientos de kilómetros de entrenamiento, cada semana, las concentraciones estando lejos de la familia... Eso no. Pero sí añoro colocarme en la línea de salida y la competición contra otros atletas. Viendo, por ejemplo, la carrera de 1.500 masculina. Fue tan emocionante y espectacular. Y los que alguna vez hemos sido los protagonistas, lo echamos de menos.
¿Cuántos kilómetros corre ahora a la semana?
Estoy disfrutando de la jubilación, ya no corro tanto. Sólo trato de mantenerme activo. Sigo moviéndome, esa es la clave. Tengo cuatro estupendos hijos y con ellos hago mucho deporte. Los animo, corro con ellos. Y hago carreras suaves para despejar mi mente. He tenido una larga y emocionante carrera y ahora es el momento de sentarme, mirar a otros deportistas y estar involucrado en el atletismo que es el deporte que amo.
Hace dos años, en un documental en la BBC, impactó al mundo desvelando que en realidad no era Mo Farah, sino Hussein Abdi Kahin. Que le separaron de su madre, que llegó al Reino Unido en una red ilegal de trata, que le obligaron a trabajar de niño...
Sinceramente, no fue sencillo para mi contar la verdadera historia de mi vida. Pero esa era mi vida y se trataba de saber quién soy yo. Lo que me llevó a convertirme en un gran deportista. Desde el tráfico ilegal infantil de un niño llevado hasta el Reino Unido y los problemas por los que pasé después. Si no fuera por un profesor de deportes del colegio yo no estaría aquí. Y el deporte fue una salida para ser libre. Y cuando me visteis correr con esa energía, esa determinación para cruzar la línea de meta, peleando, eso era la historia de mi vida. Si no fuera por el deporte y por la gente que me ayudó, nunca hubiera estado en esa posición.
Mo Farah celebra uno de sus oros en Londres 2012.EL MUNDO
Fue su salvación.
Es importante para todos, no importa quién seas, tener una vida propia. Si no fuera por el deporte, no estaría aquí. Salvó mi vida. Fue una salida para ser libre. Y, como pudisteis ver en mi carrera deportiva, lo hice divirtiéndome, fui muy feliz.
Su historia ha inspirado a muchas personas. ¿Qué mensaje les daría?
Cada ser humano merece ser un ser humano. Y yo sólo era un niño en ese momento. Pero, repito, el deporte fue lo que me salvó. Me dio algo en la vida que hubiera sido muy difícil de lograr. Y hay muchas personas con sus propias historias y problemas. Sólo le digo a la gente: "Cree en ti mismo. Eres fuerte, sigue adelante. Muchas veces dudo de mí mismo, no puedo hacerlo. Pero luego me levanto y voy al siguiente objetivo". Si estamos pasando por un problema de salud mental o de otro tipo, podemos superarlos. Hay que tratar de creer en ti mismo, ser fuerte, hablar con las personas adecuadas. Todos somos humanos y lo merecemos.
¿Guarda recuerdos de su infancia en África?
Sí, muchos. Cuando llegué de niño al Reino Unido fue un gran shock. Pero tengo grandes recuerdos de la gente, de ir creciendo. Cuando hice mi documental se trataba de llegar al fondo de todo eso, a cómo sucedió mi historia, por qué estaba aquí. Me alivió y me dio muchas respuestas sobre mí mismo. Descubrí nuevas cosas. Como mis hijos ahora, que crecen y te hacen más preguntas, eso me ocurría a mí. ¿Dónde estaba mi madre? ¿Dónde estaba mi padre? Se trata sólo de ser honesto. Siento alivio. Mucha gente de mi país me ayudó, me mostró valentía y apoyo. Sin mi familia no creo que lo hubiera podido hacer. Me siento feliz, relajado después de todo esto. Probablemente tú estás hablando con un nuevo Mo.
Alan Watkinson, el profesor de educación física que le acogió y le introdujo en el atletismo, fue su ángel.
Sin él hubiera sido muy difícil para mí unirme al club de atletismo. Descubrió mi talento, me dio los consejos adecuados y me guio hasta el club de corredores. Siempre me animó y nunca se rindió conmigo. En nuestras vidas necesitamos a personas en las que apoyarnos, que nos guíen, ayudarnos con esas millas extras que nos pone la vida por delante.
Llamó a su hijo Hussein.
Sí, quería mantener mis orígenes. Le llamé así porque era mi nombre de nacimiento, el que me dieron mis padres. Y después nunca nadie me llamó así, porque, obviamente se olvidó cuando me trajeron al Reino Unido. Cuando iba a nacer nuestro primer hijo, hablando con mi esposa, ella me dijo. "¿Por qué no le ponemos el nombre por el que nunca te han llamado?" Y por eso le llamé Hussein. Y su segundo nombre es Mo. Eso lo identificó con quién soy yo. Y eso demuestra lo importantes que son las personas y la familia en mi vida.
Mo Farah, en Río 2016.EM
¿Recuerda el sentimiento de la primera carrera que ganó en su vida?
De niño recuerdo un cross que gané para mi escuela. Y a partir de ahí fue como, wow. Luego viajé al condado de Middlesex. Y tampoco olvidaré nunca la primera carrera internacional que gané, en la pista de Gotemburgo, Suecia, en un Europeo sub 20. Fue increíble. Después, en mi primer cross como sénior en Italia...
De todos sus oros, ¿cuál es el preferido?
Honestamente, Londres fue especial. Esos Juegos fueron increíbles en su conjunto. En mi ciudad, donde crecí. Ganar las dos medallas allí (5.000 y 10.000, lo iba a repetir en Río), fue inolvidable, con todo el país apoyándome. Todos detrás de mí. Ese sentimiento que tuve allí me empujó a querer ser todavía mejor deportista en los siguientes años.
¿Quién sería ahora si no fuera por el atletismo?
Es difícil saber cómo sería mi vida ahora o qué estaría haciendo. Probablemente lucharía, porque soy una de esas personas que tiene mucha energía. Y es importante usar esa energía de una manera positiva. Y el deporte me ayudó a sacar lo mejor de mí mismo. Y seguir adelante.
¿Quién es su atleta favorito actual?
Si miro todo el panorama actual y lo que ha ocurrido en los Juegos, sin duda Keely Hodgkinson. Ha estado increíble. Mostró valentía, coraje, compromiso... Y trabaja muy duro. Viendo su carrera de 800 con mis hijos, fue inspirador. Si ella puede hacerlo, con lo joven que es, yo quiero ser como ella. Y creo que para todos es importante tener un modelo a seguir. O alguien en nuestras vidas que pueda darnos esa energía positiva, e influenciarnos. Y mostrarnos que, si él o ella puede hacerlo, yo también puedo.
¿Y en la historia?
Uf, es difícil. Usain Bolt es probablemente uno de mis favoritos. Por la forma en cómo llevó su carrera deportiva, lo que hizo una y otra vez. Pero hay otros ejemplos maravillosos. Paula Radcliffe, Sebastian Coe... tantos grandes atletas que hemos tenido en el pasado. Es difícil elegir sólo uno.
La última. ¿Qué espera de la temporada del Arsenal?
¡Vamos! Lo hicimos muy bien la temporada pasada, segundos por detrás del City. Acabamos de hacer un gran fichaje (Riccardo Calafiori) y tenemos esperanzas. Ya tengo todos los abonos de la temporada para toda la familia.