Mundial de Ajedrez
Ju Wenjun y Ding Liren se convierten en campeones absolutos masculino y femenino gracias a la renuncia de Carlsen
Lo más salvaje que hizo Ding Liren después de proclamarse campeón fue sonreír como un niño. Fue el único signo exterior de alegría que se permitió el gran maestro chino, extremadamente educado y modesto, pero no por ello menos ambicioso. “Me siento aliviado”, admitió justo después de derrotar al ruso Ian Nepomniachtchi en una partida final trepidante, en la que el nuevo rey del ajedrez se jugó la vida, como venía haciendo desde el 9 de abril.
“El momento en que Ian se rindió fue muy emocionante. No podía controlar mi estado de ánimo y mis sentimientos. Me conozco: voy a romper a llorar. Ha sido un torneo muy duro”, afirmó Liren ante la prensa destacada en Kazajistán.
China, que ya mandaba en el ajedrez femenino, suma ahora la corona masculina (o absoluta). Ju Wenjun y Ding Liren son los emperadores, en un dominio por aplastamiento demográfico, que sin embargo no pierde cierto enfoque espiritual.
La otra gran potencia actual tiene características parecidas. En 1988, Vishy Anand fue el primer ajedrecista indio que lograba el título de gran maestro. Hoy son 80, un ejército que aumenta casi cada mes, frente a los 49 grandes maestros chinos. Rusia todavía manda con 191, pero la tendencia no deja lugar a dudas, con un único ruso en el top 10.
Ding aprendió a jugar a los 4 años y lleva 26 jugando sin parar. “He intentado mejorar mi habilidad de muchas formas. Creo que lo he probado casi todo”, cuenta el fundador de la ‘dinastía Ding’. “A veces juegas torneos en los que no estás tan contento. Otras me cuesta encontrar aficiones que me hagan feliz, pero siempre intento aprender de los mejores. Este campeonato refleja lo más profundo de mi alma”, añadió Ding Liren, quien ha demostrado que se puede ganar sin miedo y sin especular, a corazón abierto.
“Quiero ser el número uno”
El gran maestro chino, de 30 años, también es la prueba de que se puede ser suave en las formas y un voraz competidor. “No basta con ser campeón. Quiero ser el mejor. El título no es tan importante”, explicó mientras todos pensaban en Magnus Carlsen.
Algunos recordarán también que Anatoly Karpov ya vivió algo parecido cuando se proclamó campeón en 1975, tras la espantada de Bobby Fischer. ‘Tolia’ decidió demostrar que era un rey legítimo. Ganó más torneos que nadie y el respeto de la comunidad.
Carlsen, por su parte, ha dicho en alguna entrevista que no piensa intentar recuperar la corona. Cree que las posibilidades no llegan al 1%. El gran maestro Alex Colovic, presidente de la Asociación de Ajedrecistas Profesionales, piensa que esa cifra es incluso optimista y que el noruego no volverá a luchar por el título de ajedrez clásico.
Sus últimas apariciones no han sido alentadoras, no solo por su afición al póker. Magnus es una máquina de ganar dinero, haga lo que haga. Incluso fue número uno de la Fantasy Premier League. Se agradece que haya sido el campeón más activo, si se suman las partidas en internet y todas las velocidades de juego. También defiende a ultranza una reforma profunda del formato del Mundial. Cree que incluso en su versión tradicional debería incluir partidas rápidas, no solo para los desempates.
Entretanto, sigue pendiente de juicio la demanda multimillonaria que presentó contra él Hans Niemann, estadounidense al que Carlsen acusó de hacer trampas. Son muchos frentes abiertos y pocas ganas de acometer los mayores esfuerzos.
En esta nueva era que empezó ayer, incluso los gustos futbolísticos del nuevo campeón son distintos. Carlsen es hincha del Real Madrid y Ding ha dicho que le gustaría ver un partido de la Juventus. Es casi un exceso, dados sus gustos. En Astaná solía “dar paseos por el parque, cerca del río”. “A veces me sentaba en la hierba y pasaba tiempo allí. Hice muchas fotos y disfruté”, contó como quien recuerda una noche de farra.
Con Ding Liren es tentador pensar que todo estaba escrito. No se clasificó para el torneo de Candidatos, pero participó como sustituto del ruso Karjakin, castigado por su apoyo a Putin. No ganó luego el torneo, pero quedó segundo y pudo jugar el Mundial, por la renuncia de Carlsen. En Kazajistán no fue por delante en el marcador ni una vez, hasta el instante final, cuando ganó la última partida y sintió que todo cobraba sentido.