No tantas veces el ciclismo premia a los modestos. Aunque rebosen valentía. El equipo Kern Pharma fue una preciosa excepción, una Vuelta a España para reivindicar, fuegos artificiales con tres victorias de etapa como un tesoro y una lección a tantos aquellos que les rebasan en poderío económico. También resultó, claro, un acicate. No sólo fue Pablo Castrillo, ya en el Movistar. También besó el éxito Urko Berrade, quien ha inaugurado la temporada ciclista 2025 en Europa levantando los brazos, como si le impulsara hacia la meta de Estivella el colchón de la autoconfianza.
El joven navarro, que también fue cuarto en la última Vuelta a Burgos, amplió su palmarés, su segunda victoria profesional, en el renacimiento de una prueba con sabor añejo. La Clàssica Camp de Morverdre no se disputaba desde 1989. Allí ganaron grandes como Eduardo Chozas, hicieron podio otros históricos como Marino Lejarreta, Perico Delgado, Stephen Roche, Fede Echave o Laurent Jalabert y tomaron parte leyendas como Bernard Hinault o Vicente Belda, entre otros. Junto a todos ellos, ya está Urko Berrade.
Ganó a pesar de sus calambres finales -“he descuidado un poco la hidratación”-, a pesar de la persecución infatigable de Nicolas Breuillard (St Michel – Preference Home – Auber93) y Sergio Chumil (Burgos Burpellet BH), segundo y tercero en meta a 10 segundos, los únicos que pudieron reaccionar ante el ataque brutal y certero de Berrade. Que llegó donde lo había estudiado el día anterior con su director, Jon Armendariz, en la segunda ascensión al Alto del Garbí, una vez superados sus dos kilómetros más duros (por encima del 10%). En ese tramo algo más suave donde toda su potencia se podía desplegar. Aguantó su ventaja, de infarto, hasta levantar los brazos en Estivella.
El sábado Urko, que era el gran favorito para la prueba de Categoría 1.2 junto al francés Pierre Latour y que pasó el invierno en la altura de Sierra Nevada como gran novedad en su preparación, descansará merecidamente en el Gran Premio Castellón Ruta de la Cerámica, ya con equipos ProTour, con el UAE, el Movistar o el Bahrein. Allí donde el Kern Pharma, fiel a su ADN, volverá a tratar de ser protagonista. “Era un objetivo. He trabajado mucho, pero es complicado. Sólo había ganado una carrera en todos estos años de profesional (la etapa 16 de la pasada Vuelta, en el Parque Natural de Izki). Es un cambio que he pegado, la motivación, el creer en mí mismo”, aseguró en la meta.
La imagen será recordada. El temible Koppenberg bajo la lluvia, los adoquines húmedos, las ruedas patinando en la tortura de la rampa. Fue Iván García Cortina el primero en echar el pie a tierra, cuando retaba a sus sueños, escapado para apurar las opciones de esas clásicas que adora. Todos los que le perseguían le imitaron, incapaces de mantenerse sobre las bicicletas. Todos menos el nuevo dios de la primavera, imponente en el punto clave donde ya nadie iba a ser capaz de seguirle. Mathieu Van der Poel se encaminó entonces hacia Oudenaarde en solitario, más de 45 kilómetros para lograr su tercer Tour de Flandes.
La habilidad sobre el barro, la potencia, la inteligencia. Van der Poel ya es historia, igualando a los seis (Adrial Buysse, Eric Leman, Johan Museeuw, Tom Boonen, Fiorenzi Magni y Fabian Cancellara) con tres triunfos en De Ronde, aumentando su leyenda, siempre en años pares (2020, 2022 y 2024), cuarto en su debut en 2019 y segundo en 2021 y el año pasado por detrás de Tadej Pogacar. El primero en toda la historia en encadenar cinco podios seguidos. El más rápido también, pues completó los más de 270 kilómetrso desde Amberes a 44,5 kilómetros por hora, superando el récord del año pasado. Cuando coronó el Koppenberg, con Matteo Jorgenson a unos segundos que pronto fueron más de un minuto, fue un paseo de vatios y agonía hacia la gloria. Vacío mientras los demás le perseguían.
La ausencia, por la caída sufrida en A través de Flandes hace unos días, de Wout Van Aert, marcaba todo en la previa. "Ahora tendré más presión", confesaba el líder del Alpecin, el equipo que apostó todo a su dominio, dejando esta vez fuera a Jasper Philipsen, ganador en San Remo. Y tras un inicio algo calmado, con los valientes del día, pronto le llegaron balas desde todos los lugares al nieto de Poulidor, con Mads Pedersen y los Visma especialmente intensos.
Van der Poel, en acción en Flandes.DAVID PINTENSAFP
Pero no lograron aislarle, ni siquiera cuando en el Viejo Kwaremont, con Oier Lazkano en cabeza, se hizo un grupo selecto. No había ningún resquicio en Van der Poel, que pasea por los adoquines de Flandes como por el patio de su casa. Tan seguro de sí mismo que asusta. Sólo Gilbert en 2017 se marcó un 'solo' más largo que el suyo (entonces, el belga atacó a 56 de meta).
Ni siquiera le hizo falta insistir demasiado. En ese impás del Kopperberg, aceleró mientras todos trataban de mantenerse en pie. Sólo él, Jorgenson y Pedersen lo salvaron sobre la bicicleta. "No tenía nada de grip. No fui el único. Era imposible", confesaba un impotente García Cortina, que finalmente sólo pudo acabar 25º cuando por momentos tuvo tan cerca un puesto mucho más noble. El arcoíris hacia la meta, como lo hizo la última vez Peter Sagan (2016). Antes, otros míticos: Louison Bobet en 1955, Rik Van Looy en 1962, Eddy Merckx en 1975 y Tom Boonen en 2006. Es ya el quinto Monumento para Van der Poel, con sólo 29 años. A 1:02 llegó el grupo perseguidor, en el que sorprendió el velocista Luca Mozzato (Arkea), segundo por delante de Michael Matthews.
Sergio de Larrea mide 2,03 metros, es campeón del mundo júnior y plata en el Mundial sub 17 y este verano dejó a todos impresionados como invitado de la selección durante la preparación del Preolímpico (llegó a debutar en un amistoso). «Es un perfil de jugador muy diferente, que en España no se ha visto nunca. Un base muy grande, creo que a la larga puede ser un jugador generacional», dice de él Mario Saint-Supéry, otro director pura fuerza y desparpajo, perla del Unicaja y ahora desperezándose en la ACB con el Baxi Manresa. «Los dos tienen muchísimo talento y un futuro por delante increíble», les elogia Rafa Villar, también oro de Debrecen, clave con sus triples en la final mundialista, formado en el Barça y abriéndose paso en el Hiopos Lleida. España, país de bases, escapa del laberinto mirando al futuro. Los tres ya están a las órdenes de Sergio Scariolo en la absoluta, que se la juega en el doble enfrentamiento contra Eslovaquia (este viernes, el primero, en Bratislava, a las 18:00 h.) para poder defender oro el próximo verano en el Eurobasket.
El cuarto pilar, ya consolidado, es Juan Núñez, también 20 años, que no puede acudir a la ventana por jugar esta noche con el Barça en Euroliga. Él, quizá antes de lo que le tocaba, fue el recurso de urgencia del seleccionador en el Mundial 2019, cuando de repente España se quedó huérfana de lo que siempre presumió. Sin Ricky, sin Lorenzo Brown (nacionalizado como recurso a la carestía de directores...), apenas Alberto Díaz quedaba. Un país que una década atrás presumía de Calderón, Sergio Rodríguez, Cabezas, Raúl López... y el propio Ricky.
«Los veía en la tele. Todos los veranos veíamos a la selección en familia. Yo me fijaba en los bases. En Ricky y en el Chacho... Me fascinaban, la manera de leer el juego, de hacer disfrutar al espectador. Son mis ídolos», cuenta a EL MUNDO De Larrea, quizá el más avanzado en madurez del trío aunque le queden unos días para cumplir los 19 años. Un director nunca antes visto, de más de dos metros, al que Pedro Martínez moldea en el Valencia Basket. Aunque la llegada del vallisoletano a la elite no haya seguido el camino preestablecido.
Saint-Supéry, De Larrea y Villar.ALBERTO NEVADO / FEB
Hasta los 15 años, Sergio jugaba en su cole, el San Agustín de Pucela, desoyendo las ofertas de aquí y de allá (también de EEUU). «Decidimos quedarnos, lo primero porque estaba jugando con mis amigos. Y eso era lo más importante. Iba a clase con ellos, jugaba con ellos, mis amigos de toda la vida. Y lo segundo, porque éramos un grupo competitivo, siempre nos colábamos en campeonatos de España, entrenábamos a buen nivel. Y el sentido de pertenencia y de estar cerca de mi familia. Las ofertas que se presentaban eran un poco lejanas y salir de casa... Decidimos esperar un poco, a tener un punto de madurez mayor, para adaptarse al sitio y la situación cuando tocara. Es raro, lo sé, la gente sale pronto. Pero animo a la gente a pensarlo bien y , sobre todo, a disfrutar. Eso es lo primero. Ahora aquí en la elite disfrutamos, pero para ello hay que disfrutar antes», explica con una madurez llamativa.
«La suerte que tenemos los tres es que hemos jugado casi siempre juntos. Nos coordinamos bien. Somos capaces de estar juntos en pista, porque tenemos perfiles diferentes que permiten esa conexión», apunta De Larrea, que define a sus dos compañeros, novedades en una convocatoria en la que también destaca el pívot Izan Almansa. «Rafa es un tío súper competitivo. Defensivamente es top. Leyendo situaciones de juego es muy bueno. Y, sobre todo, el balón en los últimos segundos... Bueno, ya se vio en el Mundial, lo dejó bastante claro», apunta sobre el barcelonés, el mayor del trío con 20 años. «Mario es un muy muy físico. Y muy listo, con mucho talento. Puede aportar mucha energía en ataque y en defensa», cuenta sobre el malagueño.
"El siguiente Llull"
A Saint-Supéry le llaman, cómo no, el Principito (cuentan que comparte ancestros con el escritor francés) y en 2022, con 15 años y 11 meses, se convirtió en el jugador más joven en debutar con el Unicaja. El del Rincón de la Victoria jugó la pasada temporada cedido en Burgos (LEB Oro) y ahora derriba todas las barreras con Diego Ocampo en el Manresa: el pasado fin de semana, ante el Tenerife, firmó 24 de valoración (15 puntos), algo que a su edad sólo habían conseguido en ACB dos bases, Luka Doncic y Ricky Rubio. «He tenido siempre desde pequeño en Málaga a Alberto [Díaz] como referente. Ha sido mi tutor, el que me ha enseñado todo. Pero siempre me han dicho que me parezco a Calderón cuando era joven y a Sergio Llull. El siguiente Llull me dicen mucho», admite.
«Mario físicamente es un bicho. Muy luchador, lo da todo y es un guerrero. Y a la vez es bastante inteligente para ser de 2006 y lo está demostrando en ACB», le alaba Villar, quien encontró el trampolín del desarrollo en Lleida, donde el año pasado logró el ascenso y ahora sorprende a toda la Liga Endesa. «De pequeño siempre he sido muy de Ricky Rubio, ha sido mi jugador favorito. Aunque me parezco más a Alberto Díaz, los dos somos muy guerreros, muy luchadores, muy de darlo todo por el equipo», dice tras un entrenamiento de la selección en Guadalajara.
«Quizá es que estábamos muy bien acostumbrados, con bases tan top, de un nivel increíble. Son generaciones que van pasando, cada una destaca más en diferentes posiciones», razona Villar sobre la crisis del base, un discurso parecido al de Saint-Supéry: «Yo no diría que hemos tenido problemas. Nos acostumbramos al nivel de unos bases que eran increíbles, jugadores generacionales».
En la misma Fonteta que ocho años atrás había comprobado el éxtasis de la primera ACB del Valencia Basket y una de las mayores afrentas sufridas por el Madrid en los últimos tiempos, en la Fonteta que anoche se despidió para siempre del baloncesto después de 37 temporadas taronjas (a unos metros aguarda a su estreno el impresionante Roig Arena), el equipo de Chus Mateo alzó su Liga número 38, la segunda consecutiva, la tercera en cuatro años, para reivindicar a un colectivo sobre el que pendía la amenaza del año en blanco. [70-81: Narración y estadísticas]
Lo logró con un contundente 3-0 en la final, sin resquicio ni opción para el Valencia de Pedro Martínez y su juego frenético, completamente apagado en la final por un Madrid sólido como una roca, otro recital defensivo que dejó en 70 puntos a los que no es raro que pasen de 100. Un Madrid que no tuvo un héroe y sí muchos esta vez, mérito de un Chus Mateo que terminó logrando lo que no tuvo a principio de curso, una rotación amplia y de garantías. Y así, protagonistas de la final fueron Andrés Feliz o Bruno Fernando. Y no tanto pero también Hezonja (16 puntos y nueve rebotes), Campazzo, Llull, Tavares o un Musa que pudo jugar su último partido de blanco.
Al Valencia le sobró ímpetu y le faltó concentración y pausa defensiva. También acierto. Mucho (2 de 15 en triples en la segunda parte). Le ocurrió en el arranque y después. Lo emocional se agolpaba en la Fonteta, también el calentón del error arbitral en su contra en los minutos decisivos del segundo round. Y el Madrid, experto en estos terrenos y ambientes, fue todo lo contrario. Bajó la temperatura al juego, impuso la intimidación de Tavares y empezó a herir ofensivamente con demasiada facilidad. Su despliegue no iba a resultar brillante, pero sí muy efectivo.
Bien temprano se hizo con eso que llaman el tempo del choque. Dos triples de Llull estiraron la ventaja en el amanecer y el segundo dos más uno de Bruno Fernando, especialmente acertado e incisivo el angoleño -también en defensa con sus tapones-, pusieron la máxima por entonces (19-29). Ocurrió justo después de una antideportiva de Llull a la que siguió una técnica en la tangana para Garuba. Una primera alarma roja que el Valencia logró apagar antes del descanso, espoleados por Puerto y López Aróstegui. Un triple final, sobre la misma bocina, del alero vasco llevó incluso con ventaja a los locales a los vestuarios (40-39).
Bruno Fernando, ante el Valencia Basket.ACB Photo
El Madrid había echado de menos el protagonismo de Campazzo y Tavares, apenas un punto entre la pareja que no deja de ser el pilar de su baloncesto. Y de más sus pérdidas y sobre todo los rebotes ofensivos del Valencia.
Pero todo eso se iba a solucionar de un plumazo a la vuelta, cuando el Facu arrancó como mejor rinde, ritmo de vértigo para un tremendo 0-15 que dejó helada a la Fonteta y también a Pedro Martínez, quien tardó de más en parar el parcial con un tiempo muerto. Se estrenó Campazzo y también Tavares, ya en la batalla. En apenas tres minutos, al Valencia se le había plantado una montaña delante.
Llull celebra una de sus canastas, en la Fonteta.ACB Photo
Iba a resultar el momento clave del duelo, pues ya todo fue un querer y no poder taronja (nueve puntos en el tercer cuarto), un remar contra corriente contra un Madrid que no lograba romper del todo la noche, pero tampoco dejaba resquicios para la remontada local. Y que abrochó el título con un parcial de 2-12 en los últimos minutos en una Fonteta ya en silencio.