En septiembre de 2021, Joel Domínguez acababa de cumplir 17 años y ni siquiera había debutado en Tercera RFEF con el equipo C de la UD Las Palmas. Por entonces, este canterano, una de las promesas con más talento del club amarillo, inició una relación con una adolescente de 15 años que aquí llamaremos Eva, fanática del balón desde pequeñita y sobrina-nieta de un histórico del fútbol canario. Lo que podría haber sido un amor candoroso, tan impregnado de la magia de la primera vez, pronto se fue envileciendo hasta degenerar en una relación de maltrato. Hoy, pese a una condena firme y otras dos causas pendientes con la Justicia, Joel se dispone a iniciar la pretemporada con la UD Las Palmas, recién ascendida a Primera, mientras Eva -que no se llama Eva- lucha por salir del infierno y seguir con una vida ya desgajada para siempre.
El pasado 5 de marzo, 24 horas después de jugar 35 minutos con el equipo juvenil de Las Palmas, el destino de Joel también se torcería fatalmente. Aquel domingo fue detenido en su casa de Tamaraceite, donde vive con su madre, tras propinar una brutal paliza a Eva. Aquella noche, como la siguiente, dormiría en el calabozo. Hasta que el martes 7, el Juzgado de Violencia sobre la Mujer nº1 de Las Palmas, le condenó, por un delito de violencia de género, a 40 días de trabajo comunitario, un año de alejamiento y dos más sin permiso de armas. Él mismo había confesado los hechos, pero la UD no ejecutó contra él ninguna medida disciplinaria.
La entidad se limitó a subrayar que la agresión se había producido en el «ámbito de su vida privada», así que en el comunicado no incluyó ni una sola mención o mensaje de apoyo a Eva. El presidente del club, Miguel Ángel Ramírez, tampoco hizo alusión a la víctima el pasado 9 de junio, cuando confirmó a Domínguez entre los futbolistas que comenzarán a trabajar a las órdenes de Francisco Javier García Pimienta. «Si no lo hemos echado es porque creemos deportivamente en él y entendemos que es un jugador con un potencial importante», argumentó el máximo accionista amarillo, que ya ingresó 41 millones de euros entre 2017 y 2019 por los traspasos de Roque Mesa (Swansea), Jonathan Viera (Guoan) y Pedri (FC Barcelona).
«Algo terrorífico»
A la luz de estos hechos, el ambiente en la isla se ha venido caldeando durante las últimas semanas. Y en el fuego cruzado, entre denuncias explícitas y silencios atronadores, surgen algunas preguntas: ¿Necesita Joel otra oportunidad para rehabilitarse? ¿Cuál debería ser el compromiso de la UD Las Palmas contra la violencia de género? ¿Normaliza el club la presencia de un agresor condenado y con otros dos procesos abiertos, por quebrantamiento de la orden de alejamiento y por violencia psicológica?
Ante estas cuestiones, Margarita Alejo, abogada de Eva, ofrece a EL MUNDO la perspectiva de su defensa. «La convocatoria de Joel para la pretemporada es algo terrorífico, porque parece que lo están premiando», explica la letrada, que define el carácter del futbolista como «controlador y muy celoso». «Alguien dominante, capaz de hacer cosas muy salvajes». De hecho, los psicólogos que trabajaron en la investigación diagnosticaron a Eva shock traumático, distorsión de la realidad, dependencia emocional y síndrome de Estocolmo. «Al comienzo, lo que más me sorprendió fue que nos dijera que no quería fastidiarle su carrera futbolística», añade Alejo sobre la lucha de la menor para huir de la pesadilla. Superada aquella etapa, hoy Eva ha abierto los ojos y no para de repetirse: «¿Cómo podía ser tan sumisa?». Nada infrecuente en las víctimas de maltrato.
Domínguez, por su parte, también vislumbra otros horizontes. Acaba de cumplir un curso sobre violencia de género y no ve el momento de entrenarse con los mayores. «Desde los cuatro años, la vida de Joel es el fútbol y su ilusión es jugar en el primer equipo. Por un error puntual no vamos a tirar el futuro del chaval por la borda. Porque él, si no juega, no hace nada con su vida», asegura a este periódico Víctor Brito, el hombre que a finales de abril asumió su defensa en sustitución de José María Aranda. «Tras el bombardeo de mentiras y medias verdades hemos decidido cambiar de estrategia. No nos vamos a callar. Vamos a poner a cada uno en su sitio», advierte.
«Cometió un error y fue juzgado»
A este tono de reproche se suma Alicia Pérez, representante de Domínguez y cabeza visible de la agencia Lilium by APS. «Estamos tan cansados de todo esto… Pero no te puedo decir más. Sólo hablaremos cuando consigamos limpiar nuestra imagen», zanja Pérez, muy próxima a los pasillos de poder del Nuevo Insular.
Según su propio entorno, el chico también ha sufrido episodios de ansiedad. Tiene miedo de salir a la calle y recibir insultos. O debutar con el primer equipo y ser abucheado por su afición. «Cometió un error y ya fue juzgado por ello. Ahora pretende seguir adelante con su vida, aunque quieran destruirle civilmente. Es consciente de lo que pasó y su arrepentimiento es sincero. Ya está bien de linchamientos. Déjenlo tranquilo, porque ha tomado nota y no lo va a volver a repetir», proclama Brito. De lo prematuro de esta valoración cabe preguntar a la familia de la víctima.
No voy a hablar por venganza, sino para dar visibilidad a un problema muy grave que se está intentando blanquear.
Mara López, madre de Eva, atiende a EL MUNDO tras «dos días llorando y sin fuerzas para ver a nadie». «Pero no voy a hablar por venganza, sino para dar visibilidad a un problema muy grave que se está intentando blanquear», arranca López, criminóloga de formación y trabajadora en un centro de menores. Por un trágico guiño del destino, Mara ha entregado su vida a educar a menores en riesgo de exclusión. Entre ellos, maltratadores. Hoy, después de un año de baja laboral, sigue sin fuerzas para volver al día a día. Y ni siquiera puede pronunciar el nombre de Joel. Así que cuando se refiere a Domínguez opta siempre por la misma muletilla. «Desde el club y desde su entorno han impulsado una campaña para victimizar al joven, que no ha cometido una equivocación, sino un delito. Ellos hablan de reinserción, pero el joven ni ha estado preso ni tiene un problema de inserción con su entorno. El joven tiene que ser tratado y la directiva debería haberle obligado a pedir disculpas», abunda López.
Cuando este periódico le pregunta sobre el arrepentimiento del agresor, la madre de la víctima desgrana un rosario de estremecedores episodios. De vídeos recientes en los que Joel se burla de los malos tratos a otros, en plena fiesta, donde desliza turbias acusaciones sobre los hábitos nocturnos de la primera plantilla de Las Palmas. «El 16 de mayo apareció por casa de mi madre, de 83 años, que vive en un pueblo cercano, a grito limpio con la cabeza fuera del coche. Y no he visto que se haya disculpado», revela Mara.
El clima de fractura que se palpa en Las Palmas en nada se asemeja al de una ciudad que aún debería nadar entre la euforia del ascenso. Tras intentar recabar, de manera infructuosa, la versión oficial del club, este diario realizó una docena de llamadas entre sus peñas. Sólo tres fueron atendidas. Dos de ellas, para excusarse, y la otra, para cargar con dureza contra el resto. «Únicamente te voy a decir dos palabras: tolerancia cero», revela J.M.R., presidente de Sentimiento Amarillo. Abonado desde hace 36 años, con el escudo de la UD tatuado en la piel, este peñista considera que el resto de agrupaciones se limitan a «seguir tranquilitas», al son que marca el presidente. Ramírez, un tipo humilde que empezó vendiendo fruta en un furgón y se hizo millonario con el negocio de la seguridad privada, jamás ha dejado a nadie indiferente. El caso de Joel supone el último ejemplo.
«El pasado verano nosotras también quisimos hablar con el club, pero no nos recibieron. A través de un conocido común les pasamos los mensajes que tenía mi hija en su móvil, pero nos dijeron que era menor de edad y no podían hacer nada», rememora Mara. «Es evidente que Ramírez no tiene ningún interés por la víctima, pero tampoco por el joven. Me da mucha pena que él tenga que estar tan expuesto a las pitadas cuando reciba balón», finaliza López.
«Empujones, patadas y sujeción con fuerza»
Ayer mismo, Domínguez habló por primera vez de los hechos, en una entrevista para el diario Tiempo de Canarias. En ella, se mostró «muy arrepentido» y aseguró haber «aprendido» del error. Asimismo, pidió perdón a su víctima, a la que admitió haber dado un «empujón». Una versión algo edulcorada de lo que puede leerse en la sentencia firmada por el juez Luis Fernando Ocaña García, a la que ha tenido acceso este periódico.
En sus hechos probados, Ocaña declara que el futbolista, «movido por el propósito de causar un menoscabo en la integridad física de la víctima», le propinó «varios golpes en forma de empujones, patadas y sujeción con fuerza por los hombros». Asimismo, el magistrado sostiene que la menor «no quiso denunciar, no declaró contra su pareja en el Juzgado de Violencia, no quiso ser reconocida por el médico forense ni emprender acciones penales y civiles contra el encausado».
Si desde un referente como la UD se blanquea este asunto, ¿qué reacción podemos esperar entre la ciudadanía?
«Mi hija no quiso ser explorada porque en ese momento seguía defendiendo a su agresor», apunta López. «Si finalmente podemos recuperar las conversaciones borradas de sus móviles, en una podrá leerse: “Por tu culpa me rompí un dedo”», revela la madre, con vívida memoria, sin perder jamás de vista el la decisiva intervención, como testigo, de un policía de paisano. Y de las patadas de Joel, con ella en el suelo, «levantándola por los pelos, empujándola contra los telefonillos y metiéndola para dentro».
El relato de la madre causa algo más que indignación entre los colectivos feministas de la isla. «Todo esto nos causa muchísimo asombro y rechazo», sostiene Mey Ung, presidenta de la Asociación Mujeres Jóvenes de Gran Canaria, Ágora Violeta. «No entendemos que un gran generador de valores, como la UD, premie a un jugador condenado, ascendiéndole al primer equipo y retire cualquier muestra de apoyo a la propia víctima. Si desde un referente de esta magnitud blanqueas este asunto, ¿qué reacción podemos esperar entre la ciudadanía?», inquiere Ung.
A las críticas contra su gestión, Ramírez habrá de añadir el enmarañado horizonte judicial que le aguarda las próximas semanas. Asediado desde octubre de 2020, cuando la Fiscalía le pidió 21 años de prisión y una multa de 105,4 millones de euros por cinco delitos contra la Hacienda Pública y tres más contra la Seguridad Social, el presidente de la UD Las Palmas deberá sentarse en el banquillo el 4 de julio. Sólo seis días después, Joel se ejercitará por primera vez con el primer equipo en la Ciudad Deportiva.