Isabel Sánchez-Arán, la española que desciende a 96 metros de profundidad: “Si no bajo más es porque me duelen los oídos”

Isabel Sánchez-Arán, la española que desciende a 96 metros de profundidad: "Si no bajo más es porque me duelen los oídos"

Cierren los ojos cuando acaben de leer esto. Imagínense en las profundidades del mar. En la más completa soledad, sin nadie alrededor ni artilugios como ayuda. Con toneladas de agua encima. ¿Seguirían bajando? Isabel Sánchez-Arán lo hace. Más abajo, más abajo, cada vez más abajo. En el pasado Mundial de apnea llegó hasta los 96 metros para colgarse dos bronces: uno en la modalidad de inmersión libre, donde se desciende sin aletas tirando de un cabo guía, y otro en la de peso constante, donde se usan aletas.

A sus 40 años es la plusmarquista española en varias categorías. Por ejemplo, puede dar casi cinco largos en una piscina olímpica —230 metros— sin salir a respirar. Y eso que, no hace tanto, era una profesora de instituto que pasaba los veranos en el desierto de Tabernas, en Almería. Unas vacaciones lo cambiaron todo.

¿Puede explicar lo que siente allí abajo?
Es difícil. Estoy en un estado absoluto de concentración, como en una meditación, muy presente en lo que estoy haciendo. La apnea es como cualquier otro deporte en el que no tienes margen de fallo, en el que dependes de un único intento. Es algo casi místico. Pero, al mismo tiempo, soy consciente del peligro. A 90 metros hay unos 10 bares de presión, cuatro veces la presión con la que se inflan las ruedas del coche. El cuerpo está al límite.
¿De qué depende bajar más o menos?
De muchas cosas, pero la más importante es la compensación de los oídos. Si no bajo más no es porque me ahogue, sino porque me duelen demasiado los oídos. Cuando te sumerges, el aire del interior de los oídos se comprime, se produce un efecto vacío: el tímpano se mete hacia dentro y duele mucho. Para compensar, debemos añadir aire utilizando todo el sistema orofaríngeo: la garganta, las amígdalas, la lengua. Es muy técnico. Y necesitas una relajación total. Si te pasa algo, no te va a salir.
¿Qué quiere decir?
Que en la apnea es imposible hacerlo bien si no estás bien. Puedes engañar a los demás, hacerles creer que estás perfectamente, pero a ti mismo no te puedes engañar. Si hay algo que te inquieta, si no estás alineada contigo misma, tu cuerpo no te va a dejar bajar.

Entonces, ¿no pasa miedo?
El miedo es completamente natural, es un mecanismo de defensa, pero debes tenerlo trabajado. Entreno para estar tranquila cada vez más abajo, para ampliar mi zona de confort. Pero es normal sentirlo, especialmente en la subida, cuando ya te empiezan a entrar ganas de respirar. Simplemente hay que integrarlo y no darle importancia. El miedo es un monstruo que crece si lo alimentas.
¿Hasta qué punto es peligroso?
Hay mucho riesgo, pero poco peligro, porque los protocolos de seguridad son muy estrictos. Hay situaciones difíciles en la descompresión, pero no es lo habitual. Tristemente, la gente relaciona la apnea con cosas extremas que se ven en YouTube, pero no son representativas. Me encanta la profundidad, pero no quiero jugarme la vida.

¿Cuál es el límite humano?
No lo sabemos. La apnea está muy relacionada con la ciencia. Antes se pensaba que el ser humano no podía bajar más de 30 metros; luego se amplió ese límite a 50; ahora estamos más allá de los 100 metros. Gracias a la apnea se han descubierto fenómenos como el reflejo de inmersión o la migración de la sangre. Seguimos bajando a profundidades donde nunca ha estado el ser humano.
¿Cómo empezó en la apnea?
De casualidad. Siempre me atrajo el mar. Me crié en Elche, aunque mi familia es de Almería, del desierto de Tabernas, y pasaba allí todas las vacaciones. Estudié Magisterio, era profesora de idiomas, pero en un viaje con unos amigos hice un bautizo de buceo y me encantó. Fue una experiencia orgásmica. Me hice instructora, luego probé la apnea y, al final, me acabé liando la manta a la cabeza: dejé el trabajo y me centré en competir.
¿Y ahora puede vivir de ello?
Estuve mucho tiempo peleando y la cosa funciona desde hace tres años. Combino la competición de alto nivel, el apoyo de mis patrocinadores y las clases como instructora en mi club, el club Apnea La Caretta, de L’Estartit, en la Costa Brava, que es también donde entreno. La apnea es un deporte minoritario, pero es lo que me apasiona.

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