Un accidente en Montmeló el año pasado le descubrió el miedo. “Empecé a pensar si me compensaba tanto riesgo”, confiesa
«Fue en agosto de 2021. Justo el día anterior había firmado un contrato para subir por fin a Moto2. Pero en un entrenamiento en Montmeló me quedé sin frenos y, al final de la recta principal, a 300 kilómetros por hora, me tuve que tirar de la moto. Ahí cambió todo. Empecé a plantearme qué valor daba a mi vida, a pensar si me compensaba tanto riesgo. Y sólo aguanté una temporada más como piloto».
A los 26 años, Gabri Rodrigo está empezando ahora una nueva vida. Desde que era un niño, todo había sido ir más rápido, más rápido, más. A los 13 debutó en competición y a los 17 ya estaba en Moto3 dando vueltas por el mundo, compitiendo contra Álex Márquez, Álex Rins o Jack Miller. En ocho temporadas, subió dos veces al podio. Y justo cuando ascendía a Moto2 su trayectoria como piloto se torció. Fue el miedo. El descubrimiento del miedo.
«Realmente mi mentalidad empezó a cambiar en la cuarentena. Hasta ese momento, desde que era un niño, había estado metido en la rueda: entrenar, correr, entrenar, correr, no me interesaba otra cosa, no pensaba en el peligro. Pero en la pandemia vi que había más cosas en la vida, abrí los ojos, tomé consciencia», recuerda Rodrigo que el septiembre pasado, después de una lesión de hombro, dijo basta. Pese a su juventud y al contrato en vigor, decidió retirarse, aparcar la moto.
«No quería arrastrarme, correr sin ganas, pero se me hizo bola explicárselo a mi entorno. A mi entrenador, mi manager, mi equipo. No sabía cómo se lo tomarían, por suerte todos me apoyaron muchísimo», apunta el ex piloto de Barcelona, crítico con la precocidad que exige su ya antiguo deporte: «Cuando empiezas eres un niño, pero todo el mundo te trata como un adulto. Vives fuera de casa, tienes mucha presión y no te ofrecen mucha ayuda. Debes madurar muy rápido. No creo que a los 16 o 17 años deba permitirse ese ritmo».
Su nuevo negocio
La mayoría de sus ex colegas de profesión, de hecho, apenas aprueban la ESO, a veces ni la terminan. Rodrigo aguantó el Bachillerato y hasta aprobó la Selectividad, lo que ahora le ha ofrecido otro camino. Estudia Marketing y Gestión de Restaurantes en la escuela Hofmann mientras se prepara para abrir su propio negocio el próximo mes. Será una hamburguesería al lado de la parada de Sant Gervasi con una peculiaridad: en el menú sólo habrá una hamburguesa, sólo una. «Tenemos claro el pan y la carne, pero seguimos haciendo pruebas del resto. Queremos afinar mucho», comenta el ya ex piloto de biografía curiosa.
Nacido y formado en Barcelona, siempre corrió como argentino, por la procedencia de su familia, especialmente de su padre, Ricardo Rodrigo, argentinísimo, prácticamente un personaje de novela. Combatiente en Cuba al llamado del Che Guevara, a su vuelta a su país fue perseguido por la dictadura de Alejandro Lanusse por lo que huyó a España, donde encontró trabajo en la Editorial Bruguera. Acabó editando a Gabriel García Márquez, entre otros, y fundando la editorial RBA, que aún preside. Quizá ese conocimiento empresarial fue el que le llevó a ofrecerle un pacto a su hijo Gabri cuando éste le dijo que le gustaban las motos.
«Mi padre siempre ha sido anti-motos. Cuando le dije que quería correr, aceptó con la única condición de que nunca me subiera a una moto de calle. A día de hoy todavía no me he subido y cumpliré con la promesa aunque ya esté retirado. Mi padre es una persona muy humilde, que ha vivido una vida muy dura y gracias a él tengo los valores que tengo. Él me enseñó a ser consciente de lo difícil que es conseguir algo», resume Rodrigo que seguirá el próximo Mundial de MotoGP que empieza en marzo con una actitud muy distinta.
Cuando corría, seguía su deporte, pero si había un accidente miraba hacia otro lado. Ahora ya no tendrá que hacerlo. «Antes si pasaba algo no quería saber en qué curva había sido, los detalles de la lesión… esas cosas no te pueden venir a la cabeza cuando estás encima de la moto. Ahora seguiré las carreras sin problemas. He conseguido mantener el amor hacia el motociclismo, no estropear esa pasión que tenía desde niño. Recordaré mi época como piloto con mucho cariño», finaliza.