No es sobre fútbol en esa localidad de Córdoba. Sino sobre el Barça de basket en las dos últimas semanas. Todos los periodistas que trabajan sus fuentes y hacen largas horas de guardia en whatsapp dijeron que si el Gran Canaria de Lakovic ganaba a los azulgrana, Joan Peñarroya estaría en la calle.
En realidad el entrenador de Terrasa creció con mucha calle. Practicaba tenis, que es un deporte tan solitario como el de entrenador de élite, y también
Hazte Premium desde 1€ el primer mes
Aprovecha esta oferta por tiempo limitado y accede a todo el contenido web
Europa, lo que antaño parecía su paraíso, es ahora el dolor de cabeza del Real Madrid. Ganar en la pista del campeón es tarea siempre ardua, en ese OAKA que es una caldera, ante un Panathinaikos poderosísimo. Pero los blancos no sólo perdieron, fueron de nuevo retratados, tan lejos de sí mismos. Cayeron de principio a fin en la reedición de la última final de la Euroliga y las seis noches que les restan hasta el final de la temporada regular van a ser puro infarto. Está en un buen lío. [85-70: Narración y estadísticas]
La sensación es de impotencia. Ni siquiera en el triunfo en el clásico de hace una semana el Madrid pareció pleno. Es un grupo lleno de dudas -fallar 23 triples es un síntoma preocupante de falta de confianza-, con varios de sus referentes fuera mentalmente en este tramo tan decisivo. En Europa son cuatro derrotas seguidas a domicilio. Como en las dos de Estambul, en Atenas los blancos fueron un equipo siempre vencido, zarandeado por los caprichos de ese talento llamado Kendrick Nunn (18 puntos, cinco rebotes y cinco asistencias), bien acompañado por Jeremi Grant y Mitoglu, y también por la solvencia de Juancho Hernangómez, 12 puntos, seis rebotes del rey del OAKA, quien lo hubiera dicho.
En la búsqueda de rumbo y soluciones, Chus Mateo sorprendió con el quinteto. Garuba e Ibaka de inicio, dos de los interiores con menos protagonismo de su rotación. También Hezonja, habitual líder de la segunda unidad. Y el croata, que ya estuvo demasiado solo en el triunfo en Gran Canaria, acaparó todo el protagonismo, cómo no. Los siete primeros puntos blancos fueron suyos, pero no era suficiente.
Hezonja
El Panathinaikos tuvo dos minutos de dudas y luego fue ya un ciclón al que sólo algunas pequeñas desconexiones apartaban de la perfección. Juancho está en un momento pletórico, quizá el mejor de toda su carrera. En estabilidad y confianza, sin duda. Aquella final de Berlín le cambió la vida. Ahora es el mejor pretoriano de Ataman. Ese amanecer fue un duelo del español con Hezonja. Pero pronto emergieron dos grandes diferencias. El acierto y un demonio llamado Kendrick Nunn.
El Madrid no metía un triple. Desesperadamente sin puntería, igual daba que sus tiros lejanos fueran liberados o forzados, después de una jugada bien trabajada o tras el más embarullado de los ataques. Así, en la cancha del campeón de Europa, es imposible. Aunque Tavares volviera parecerse al mejor cinco de Europa. Con Nunn desatado, la ventaja local se llegó a disparar hasta los 14 puntos (33-19). Los blancos ya iban a ir a remolque toda la noche.
Campazzo, ante el Panathinaikos-PETE ANDREOUEFE
No ayudó que Andrés Feliz se borrara con dos faltas seguidas más una técnica por aplaudir a los árbitros. Ni que Musa tuviera otro partido más para olvidar. Su estado de forma es más que preocupante. Sí un parcial de 0-10, con el corazón de Llull evitando la rendición. Falló Hugo González (que antes había finalizado con un poderoso mate tras rebote ofensivo) solo en la esquina y contestó Lorenzo Brown en la siguiente jugada. Esa era la tendencia.
El Madrid volvió de vestuarios con ganas de arruinarlo todo (8-0), aunque a continuación lo arregló en parte (0-9). Hezonja y Tavares seguían sumando y sumando y Musa fallando y fallando. Pero la distancia parecía imposible de recortar y así iba a ser.
Toda la segunda mitad fue un tira y afloja, un querer y no poder blanco. En las cuatro derrotas consecutivas a domicilio ha mostrado síntomas idénticos. Por primera vez en años, ha parecido bastante inferior a sus rivales. Llegó a la recta de meta en el OAKA lejos de la rueda del Panathinaikos y pronto la perdió (un triplazo de Grant, la aparición de Mitoglu...). Ni una opción de victoria. Fallando 23 triples, lo más lógico.
El anhelo colectivo cuando llega la Copa (menos para dos clubes) es la alternancia, lo policromático, la alusión a la sorpresa noventera, esa década donde hasta ocho equipos distintos levantaron el trofeo. El tercer americano pilló a los grandes con el pie cambiado.
Tras unos 15 años donde Madrid y Barça han copado el triunfo, la bonanza inversora en Europa ha trastocado los estatus en España. El Barcelona pone más dinero en indemnizaciones de verano que en refuerzos tras la lesión de su creador clave, Laprovittola. Con estos bueyes hay que arar. Y el Real Madrid completa la plantilla y la alarga en la cuesta de enero. Bruno Fernando parece que tiene su papel claro, pero... ¿Denis Smith Jr. ha cambiado el uso horario en su teléfono o aún no? Sabremos si es tarde o temprano para él cuando sea domingo por la noche. Valencia llega en un momento valle, con alguna duda, el equipo más energético con el entrenador más innovador en lo táctico. Lo de entonces es lo nuevo. Su estilo marca también en cierta manera el baloncesto de Manresa, pequeña población de 80.000 habitantes que vuelve a vivir una época luminosa.
Pero el gran candidato a romper el poderío de madrileños y catalanes es Unicaja. En el primer semestre de 2022 ficharon a Ibon Navarro cuando el club estaba en el momento más bajo de las últimas décadas. Y ese semestre se nombró a José Manuel Domínguez presidente de la Fundación Unicaja, también en tiempos revueltos. Ambos desde sus puestos han aportado sentido común y conocimientos. Resultado: identidad reconocible, estabilidad y títulos. Pero el siguiente escalón es seguir ganando en España y qué quieren en Europa, ahora que todo está cambiando... Duro reto.
Habrá algún momento Txus Vidorreta, Llull romperá algún récord seguro (lo extraordinario es que su longevidad competitiva no nos lo parezca), la Penya y el Granca como tapados y todos los ojos y relojes pendientes de evitar exceso de instat replays.
La Minicopa, precioso torneo infantil en paralelo. Eso sí, recuerden que en dos décadas, solo cuatro MVPs se consolidaron como estrellas, sobre 20. Tienen 13 años y todo el derecho a jugar sin sentir presión. A esa edad si creciste pronto y eres fuerte, lo normal es que no llegues a profesional. La sobreexposición en redes sociales, asignatura pendiente.
Fue una noche de alivio, de esas que luego, con el paso del tiempo, los partidos y la llegada de la lucha por los títulos, se recuerdan. "Muchas veces en las temporadas hay un antes y un después...", deslizó Chus Mateo, bastante tranquilo pese al ruido que había antes a su alrededor, las llamadas a la crisis por un inicio de curso, bien es verdad, tan lejos de lo acostumbrado.
Porque sí, el Real Madrid de las cinco bajas y los cuatro fichajes había perdido cinco partidos y ganado sólo tres. Y todavía sigue sin saber lo que es imponerse a domicilio (tendrá que esperar). Venía de caer consecutivamente en Bilbao y Vitoria y ahí estaban sus porcentajes desde el perímetro, sus puntos encajados, los fallos desde el tiro libre y las pérdidas. También la imagen, mala en general, peor con las declaraciones siempre sin filtro (más vale que se acostumbren) de Mario Hezonja.
Pero llegó el Panathinaikos, el amenazante campeón de Europa, el de la final de Berlín, y todo cambió. Hubo ambiente de partido grande en el WiZink, sin atisbo de run run. Quizá ayudó el contundente comienzo (19-5). Y hubo "consistencia", capacidad de manejar la ventaja, de no venirse abajo con las embestidas griegas (tremendo Ataman, que borró a uno de sus fichajes estrella, Lorenzo Brown, tras su mal comienzo: no jugó más).
Hubo personalidad. Con, por supuesto, Campazzo a los mandos. Y con un reivindicativo Alberto Abalde, agresivo en defensa y al fin acertado, 12 puntos fundamentales tras el descanso. Rathan-Mayes no jugó demasiado, pero mostró su predisposición. Hezonja estuvo en segundo plano, pero anotó un triple tranquilizador al final. Tavares y Musa dominaron. Y quizá sólo Ibaka siguió lejos de lo que se espera de él.
Mateo habló de la "ambición, el carácter, el hambre y la concentración", destacando mucho "perder sólo cuatro balones". Habló de Abalde, cómo no. "Brillante", dijo primero. "No puedo pasar por aquí y no nombrar a un jugador que ha defendido como lo ha hecho él. Es un guerrero y siempre está ahí", destacó después.
Pero entre la balanza de las cosas buenas y de lo que toca mejorar para seguir creciendo, Mateo, que también mencionó la cervecita de después, quiso hacer un guiño cariñoso a esas cosas "que dan aire" más allá de lo puramente baloncestístico. A su lado, en la sala de prensa del WiZink, tenía un papel. "Es la carta de una niña y dice así: 'Me llamo Paula y tengo 11 años. Soy madridista y me encanta el baloncesto. Te quería decir que eres un entrenador buenísimo, que sois un equipazo. Que sepáis que vuestra afición siempre va a estar ahí para animaros. Hala Madrid'. Me ha dado un aire que no veas", admitió con emoción el técnico del Madrid.