El club cierra el ejercicio con siete millones de pérdidas y destina el 60% de su cifra de negocio a pagar deuda, que ha rebajado un 13% de un ejercicio. Una mayor inversión en la plantilla deportiva no se contempla hasta al menos dos años después de tener operativo el campo
La foto económica del Valencia CF es tozuda y explica por qué el equipo camina por la zona media de la clasificación plagado de canteranos: cuando arranca una temporada, el Valencia parte con la necesidad de hacer frente a 96 millones de euros que no tiene. El club cerró el ejercicio que someterá a la aprobación de sus accionistas el próximo 14 de diciembre con una deuda de 335 millones de euros, de los cuales 134 son a corto plazo. En 12 meses tuvo que pagar 72 millones a entidades financieras y a clubes a los que compró jugadores. Sólo eso supone un 60% de su cifra de negocio. Para nutrir al equipo apenas queda margen.
El Valencia, pese como máximo accionista a un multimillonario, Peter Lim, vive en un bloqueo económico que le obliga a contener gastos y maximizar ingresos para alcanzar un equilibrio financiero en sus cuentas que, desde 2014, necesitan de manera sistemática que Meriton inyecte fondos a través de préstamos. En concreto, en diciembre de 2022 fueron 35 millones que permitieron pagar fichas y nóminas. En total han sido 190 millones en estos años, de los cuales 155, y sus correspondientes intereses, los ha capitalizado Lim y convertido en acciones.
En la temporada 22/23, las cuentas alcanzan ese equilibrio que le lleva a perder un millón de euros antes de impuestos, siete tras ajustes fiscales contables, frente a los 45 del ejercicio anterior. Los ingresos han crecido un 10%, de 110 a 121, pese a una temporada de coqueteo con el descenso, fundamentalmente por el incremento de los abonos (4), de las ventas (4) y de las competiciones (5). Sin embargo, registra un descenso en derechos de televisión, que ceden un 4%, tres millones, por la devolución de CVC, la clasificación y el desplome de las audiencias.
Pero donde está la clave de la sostenibilidad que se persigue es en los gastos. El club los ha reducido un 19%. En personal deportivo, se ha pasado de 84 a 75 millones, entre salarios (60’2) y amortizaciones (14’9). En las cuentas se refleja en positivo el impacto de la salida de Maxi Gómez, Cillessen o Gonçalo Guedes. La plantilla ahora es más barata y, pese a tener un margen en el fairplay de LaLiga en casi 10 millones de euros, no hay previsto hacer más fichajes.Y es que en el pago de jugadores es donde la deuda a corto plazo más ha descendido: de 53 millones a 40.
Un estadio para crecer
¿Por dónde pasa entonces el crecimiento? Por el nuevo estadio. Al Valencia le esperan al menos dos o tres años difíciles en los que no dejará de apretarse el cinturón, pero necesita cambiarse de estadio para poder aumentar ingresos en torno a unos 20 millones de euros, según la previsiones que, a día de hoy, hacen los ejecutivos comerciales, y sobre todo, para poder reestructurar su deuda. Los 134 millones que debe pagar todos los años son un lastre que, con la arranque del nuevo estadio, podrían aplazarse y enjugarse con la venta del suelo de Mestalla, sobre la que pesa una hipoteca de 90 millones, pero que es un activo hoy realizable por el que empiezan a interesarse empresas de primer orden, como ya avanzó EL MUNDO.
Para reactivar las obras, el Valencia está pendiente de la concesión de la licencia de obras por parte del Ayuntamiento de Valencia y, si no se retrasa más allá del primer trimestre de 2024, la previsión es que pudiera estar acabado para temporada 26 o 27. La inversión que el club sostiene que necesita para acabarlo son entre 160 y 170 millones de euros, que cubriría con 80 de CVC (cuyo tercer plazo recibirá en junio), la venta del terciario adyacente (ya analizada y elegida la propuesta de la valenciana Atitlán) y un crédito puente que Caixabank está dispuesto a conceder, pero que podría negociarse con otros operadores del mercado que están colaborando con otros equipos españoles, según fuentes del club. Podría ser el caso de Goldman Sachs.
Una vez operativo el Nou Mestalla, el impacto en las cuentas del club, y por tanto en la inversión en el equipo, no llegará hasta dos o tres temporadas después. La travesía por el desierto será aún larga para el valencianismo.
El presupuesto de la campaña 23/24 reflejará de nuevo esta realidad. Será de 99 millones de euros, siete menos que el pasado por un ligero descenso de los ingresos y de los gastos, y necesitará para equilibrarse la venta de jugadores por valor de 24 millones, algo que el club ya ha conseguido gracias al traspaso de Yunus Musah y de los remanente que le dejan otras operaciones de mercado que cerraron en ejercicios anteriores.
Sin embargo, en ese equilibrio financiero perseguido, al menos esos 24 millones volverán a aparecer en siguientes presupuestos hasta que el estadio genere ese volumen de ingresos, se reestructure la deuda o el Valencia se gane en el campo su regreso a Europa.