El Valencia da oxígeno al Valladolid y sale de Zorrilla colista con Baraja en el alambre

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El peor Valencia de la historia salió de Zorrilla colista de Primera División y da pasos en firme para caer de bruces al abismo. Rubén Baraja no da con medicina que haga reaccionar a un equipo con 10 puntos, falto de calidad, romo y sin más recursos que el corazón. Cada partido acaba siendo un calvario y la primera víctima puede ser el entrenador, si es que Peter Lim muestra la más mínima preocupación. [Narración y estadísticas (1-0)]

Es imposible que el Valencia salga del infierno si comete errores que pesan como una losa. Espeso como el cemento en ataque y sin gol, no puede condenarse a remontar, pero lo hace una y otra vez. Da igual jugar con cuatro o cinco defensas, con un punta o un par. Es de cristal y el Valladolid se aprovechó de eso para hundirlo.

Cada temporada hay un equipo que se descompone camino de Segunda en un funeral larguísimo. Al primer síntoma de no puntuar se añade pronto otro muy evidente: sus desgracias no dejan de aumentar. Lesiones y carambolas siempre perjudican. El Valencia se plantó en Pucela sin Gayà ni Mamardashvili y, en un partido que comenzó serio e intimidando por la fe del desbocado Fran Pérez, cometió un solo error en los primeros 20 minutos que se convirtió en el gol del Valladolid.

Viviendo en el alambre

Se durmió Mosquera ante la presión de Marcos André, que mordió en el carril del lateral casi en el centro del campo para que apareciera Anuar pegado a la cal y enfilara área por una autopista. Sin complejos, recortó a Tárrega, mal perfilado, y fusiló a Dimitrievski. La bombona de oxígeno que estaba en juego se la colocó el Valladolid en su primera ocasión.

No se había sentido incómodo el equipo de Baraja después de abandonar los experimentos tácticos y soltando a Javi Guerra para que pisara área. Intenta el joven centrocampista mostrar su talento y catalizar el ataque. Alimentó en la derecha a Fran Pérez e incluso encontró a Hugo Duro, pero faltaba algo más.

Baraja, sin complejos porque vive en el alambre, buscó soluciones en el descanso para ajustarse algo más, con Yarek en el lateral zurdo, y horadar el muro que alzó el Valladolid confiando en André Almeida. Ayudó a pisar el área, aunque sin generar la más mínima inquietud en Hein. El portugués es lo poco diferencial que tiene en el banquillo junto a Rafa Mir, que entró en el 60 en el lugar de Javi Guerra. Con el crono corriendo y el Valladolid sobreviviendo, Baraja buscó un movimiento desesperado quitando un defensa, Foulquier, para acumular hombres en ataque con Sergi Canós. Desatar el caos como única alternativa.

La roja a Latasa

Si Baraja está cuestionado, para Álvaro Rubio era su último partido porque el argentino Diego Cocca ya ha llegado a Pucela. Sin nada que perder, mandó al campo a incomodar a Latasa y Machís. Si se desataba el rival, había que pillarles en otro error. Sin embargo, quien se sobreexcitó fue Latasa, que soltó un codazo en el pecho a Tárrega que el VAR cazó y Ortiz Arias le mandó al vestuario con una roja.

Desde ese momento, ya nada tuvo sentido. El partido se desordenó, con un equipo en inferioridad agarrado a un gol que le da vida y sin salir de su campo y otro absolutamente volcado, con dos defensas y el resto de jugadores alocados tratando de hacer un gol como fuera. Lo rozó Hugo Duro cabeceando cualquier balón que volara en el área, salvó bajo palos Juma Bah el remate de Tárrega y hasta Víctor Meseguer tuvo el segundo cuando pilló a Dimitrievski en una salida. No hizo falta. El gol de Aunar les sirvió.

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