Tour de Francia
Cada etapa, ocho bicicletas, incluida la del líder, se someten al escáner de la UCI, que busca motores o imanes que ayuden a los corredores.
El ciclismo convive con sus sospechas, intrínsecas a un deporte que hace años se empeñó en dispararse una y otra vez al pie y que desde entonces no le queda otra que luchar por ser vanguardia de la limpieza. Las exhibiciones de Jonas Vingegaard se aplauden, asombran, pero también se le ponen asteriscos. Y el danés responde con paciencia, incluso entiende a los escépticos, pero se defiende del dopaje poniendo a su hija por delante.
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El Tour también hace bandera del juego limpio, de los controles continuos por una agencia independiente. “Esto no es como hace 20 años”, dicen todos. Y va más allá. Para ir por delante del dopaje tecnológico, algo que jamás se probó todavía, invierte en tecnología. Más vale prevenir.
Todos los días, la UCI (Unión Ciclista Internacional) revisa por protocolo al menos ocho bicicletas del pelotón, incluida siempre la del líder da la carrera. Lo hace tras cada etapa, con un escáner de rayos X de última generación. Suelen coincidir con los corredores que ese día pasan el control antidopaje.
Michael Rogers
El responsable de esta misión es un viejo conocido del pelotón. Michael Rogers, tres veces consecutivas campeón del mundo contra el crono (de 2003 a 2005), ganador de dos etapas en el Giro y una en el Tour de 2014, con final en Bagneres-de-Luchon, se retiró hace siete años y es ahora el responsable de los departamentos Road, Innovation y Esports del organismo internacional.
L’Equipe fue testigo el pasado martes de una sesión de análisis de las bicicletas en Courchevel. Se cuelgan, se pesan, se etiquetan y se pasan por el escáner. Se buscan imanes, motores ocultos, cualquier cosa sospechosa. Relataba el periódico francés que si sobre una bicicleta persiste la duda y se detecta “alta densidad material” de una posible trampa mecánica, los equipos de la UCI activan la fase 2: “El desmontaje de la bicicleta”.
“Estamos en contacto con varias universidades para asegurar que no haya nuevas tecnologías. También hablamos con otros deportes, como la Fórmula 1 y los sistemas de almacenamiento de energía que son demasiado pesados para los coches y por tanto para las bicicletas», afirma Rogers. Desde 2016 se utilizan tablets que analizan las bicis y el año pasado se hicieron más de 1.000 pruebas, aunque no tan exhaustivas como las actuales, con la tecnología mejorada y otros dispositivos portátiles con tecnología de retrodispersión y transmisión.
De momento, nunca han encontrado nada. Más allá de sospechas virales, ninguna como aquella de 2010, cuando Fabian Cancellara dejó de rueda a Tom Boonen en el Kapelmuur durante el Tour de Flandes. Tal fue su potencia que parecía un acelerón artificial. O las acusaciones directas de Jean Pierre Verdy, ex jefe de la agencia francesa antidopaje, quien en su libro de 2021 afirmó a Lance Armstrong de usar, además del dopaje declarado, también un motor en su bici. El único caso detectado fue en el ciclocross, donde ocurrió el primer positivo durante el Mundial 2016: la ciclista belga Femke Van den Driessche. Era la favorita para llevarse la prueba Sub23: fue sancionada por seis años y multada con 20.000 francos suizos.
En un comunicado previo al Tour, la UCI explicó que la tecnología móvil de rayos X proporciona una imagen de alta resolución de una bicicleta completa en solo cinco minutos. Mientras tanto, la tecnología de retrodispersión y transmisión proporciona imágenes instantáneas de alta resolución del interior de las secciones examinadas que pueden transmitirse, de forma remota, directamente a los Comisarios de la UCI.