El squash, de entretenimiento de la jet set en los años 80 a deporte “en peligro de extinción”

El squash, de entretenimiento de la jet set en los años 80 a deporte "en peligro de extinción"

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Iker Pajares, el mejor jugador español de la actualidad, lamenta el estado en España de un deporte que será olímpico en los Juegos de Los Ángeles 2028.

Pajares (dcha.) en un Canary Wharf Classic, en Londres.PSA

En el ¡Hola!, a principios de los años 80, una foto: Merry Martínez-Bordiu, nieta de Franco, jugando a squash en casa de Antonio Sainz, padre y abuelo de Carlos Sainz y Carlos Sainz Jr., que había construido una pista privada. Era el boom del deporte en España. Había más de 500 pistas en todo el país, se contaban más de 10.000 federados y la jet set estaba entregada, con Juan Carlos I como practicante habitual. Cuentan que incluso retaba a un partido a mandatarios extranjeros que le visitaban en la Zarzuela. ¿Y ahora qué?

«El squash en España está en peligro de extinción, está desapareciendo. Hace años las pistas se convirtieron en el lugar ideal para montar una sala de spinning o de yoga o de crossfit y, poco a poco, nos hemos quedado sin. Tampoco hay torneos importantes, falta mucha estructura. Si gente como yo salimos adelante es porque todavía existen dos escuelas de squash, en Barcelona y en Santiago, que están entre las mejores del mundo», afirma Iker Pajares, el mejor jugador de squash en España, actualmente en el Top 25 del ranking mundial, cuyo ánimo es contradictorio.

Debería estar eufórico porque el squash será olímpico en los Juegos de Los Ángeles 2028 -junto al flag football, al críquet, al lacrosse, al béisbol y sóftbol-, pero le puede el contexto. Al fin y al cabo, apenas quedan unas pocas docenas de pistas en el país, el número de federados ha caído por debajo de los 2.000 y el squash ya está demodé: el año pasado, sólo el 0,7% de los españoles lo practicó, según la Encuesta de Hábitos Deportivos.

«Con lo poco que tenemos es un milagro lo que sacamos. Con los Juegos Olímpicos habrá un cambio grande, más presupuesto, pero se necesitará mucha inversión en infraestructuras y en popularizar el squash de nuevo», expone Pajares, que tiene 27 años y no viene de familia de jugadores.

Entonces, ¿Qué se le perdió en el squash?
Empecé a los ocho años. Era hiperactivo y me medicaba y me llevaron a muchos médicos, pero igualmente llegaba la noche y estaba como una moto. Un médico que jugaba a squash le recomendó el deporte a mi madre porque podía dejarme KO. Y funcionó. Empecé en el Club Malibú de mi ciudad, Sabadell, y fui subiendo de nivel. Justo al acabar el bachillerato me hice profesional.

Y, aunque sorprenda por el bajón del squash en España, como profesional se gana muy, muy bien la vida. En otros lugares, el deporte sigue siendo popular, el circuito mundial cuenta con unos 20 torneos al año y las ligas nacionales de países como Alemania, Francia, Suiza o Bélgica suelen contratar a jugadores extranjeros para partidos específicos. «Dentro del Top 80 ya te da para vivir y los mejores del mundo ingresan casi como un tenista. En muchos sitios hay mucho tirón», asegura Pajares.

Entre esos lugares, Estados Unidos, por ejemplo, donde el deporte ha vuelto a crecer y, sobre todo, Egipto. No hay país para el squash como Egipto: 5 de los 10 mejores jugadores del mundo son de allí, hay miles de pistas, torneos con premios cuantiosos… «En los últimos tiempos ha habido un boom allí que no te sabría explicar, pero es una pasada. Salen jugadores de debajo de las piedras”, comenta Pajares.

El squash, para quien no lo conozca -o para quien lo haya olvidado-, es un deporte de raqueta en el que dos jugadores deben hacer rebotar una pelota de goma en la pared frontal de la pista antes de que bote en el suelo dos veces. Tiene mucho de pelota vasca o valenciana y más bien poco de pádel o tenis. «Es muy divertido, muy rápido, muy agresivo. Quitando los deportes de lucha, diría que es el deporte más duro. Los movimientos son muy explosivos y te tienes que cuidar mucho porque los tobillos, las rodillas y la cadera sufren», analiza Pajares, que el año pasado alcanzó su mejor ránking, el puesto 19 del mundo.

«También es interesante que hay contacto. En los últimos años está muy regulado, hay que dejar pasar, pero en tu golpeo siempre puedes poner la pierna o el culo para molestar al contrario», finaliza el mejor jugador nacional de squash, un deporte ya olímpico, con éxitos en varios países y «en peligro de extinción» en España.

kpd