Real Madrid – Bayern
Año y medio después de su polémica salida del Real Madrid, el vitoriano vuelve por primera vez con el Bayern. Llull pide una ovación y el que fuera su asistente dice que es una “leyenda”
Transcurrió un año y medio de un extraño y polémico adiós, la despedida de un entrenador que cambió para siempre al Real Madrid en los 860 partidos que dirigió (superando la marca histórica de Lolo Sainz), que le hizo reconciliarse con su glorioso pasado con 22 títulos en 11 temporadas, que retomó la ilusión perdida de las mismas tribunas que este jueves (20.45 h., Movistar) se rendirán en su vuelta. Pablo Laso regresa al WiZink Center a los mandos del Bayern de Múnich y cómo no, se sentirá «raro», más cuando reciba la ovación que demanda Sergio Llull -«recibámosle como se merece»-, aunque no haga falta.
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Será una tarde noche de reencuentros, pero no hay que olvidar que el vitoriano salió de mala manera del club. Una dolencia cardíaca que le hizo ausentarse durante la final de la Liga Endesa contra el Barça y un despido poco después en contra de su voluntad y de los informes médicos que avalaban su óptimo estado de salud. Un enfrentamiento con Juan Carlos Sánchez, el responsable de la sección que hoy observará desde el palco junto a Florentino Pérez cómo el madridismo sigue añorando al que fue su héroe, «la persona que nos enseñó a ganar, la que creó nuestro estilo de baloncesto», según el capitán Llull.
Después de una temporada sabática, valorando ofertas, Laso se embarcó el pasado verano en el interesante proyecto del Bayern. En Múnich pone en órbita a un club sin pedigrí continental (en baloncesto) pero con aspiraciones, que se presenta en el WiZink con un balance de seis victorias y siete derrotas y con otro ex madridista como líder. Serge Ibaka, de vuelta de la NBA, brilla con los alemanes (13,4 puntos, 7,1 rebotes), bien acompañado por Leandro Bolmaro, Devin Booker o Nick Weiler-Babb.
Pero también resultará extraño para quien ahora ocupa el lugar de Laso. En el banquillo local, Chus Mateo, el que fuera su asistente durante ocho temporadas. El elegido por la gerencia blanca, un entrenador de perfil bajo puesto en la tesitura de sustituir a su ‘jefe’. Que soportó el chaparrón de la crítica, de los silbidos iniciales del Palacio. Y que, finalmente, alcanzó la gloria en Kaunas, conquistando la Euroliga y reivindicando sin revanchismos su labor callada en mitad del tiroteo. «Merece una disculpa. Él ha sido el que ha creído en nosotros. Se lo merece más que nadie. Porque es una de las mejores personas que he conocido en la vida», le hizo llorar Tavares tras conquistar Europa.
Mateo habló ayer de Laso y lo hizo con la elegancia y humildad de siempre. «No me considero a su altura, él es una leyenda de este club». Sin rastro de rencor y con la seguridad en sí mismo de quien, además, está firmando un arranque histórico de temporada: el Real Madrid, líder de la Euroliga y de la ACB y campeón de la Supercopa, ha ganado 26 de los 28 partidos disputados en los que va de curso. «Es obvio que no es un partido normal para nadie. Pablo vuelve al Wizink y hay muchos sentimientos a flor de piel. Lo recordará con añoranza. Pero, desde el punto de vista de la competición, es un partido que se va a dar más de una vez si Dios quiere. La afición le va a recibir con cariño porque ha hecho muchas cosas buenas por este club y el reconocimiento será el merecido», pronunció Mateo, que mantiene a dos de los que también fueron ayudantes del vitoriano, Lolo Calin y Paco Redondo.
Además, por supuesto, de gran parte de la plantilla. Porque el técnico madrileño nunca ha escondido la herencia recibida, ni ha renunciado al estilo que construyó junto a Laso: «Los dos nos conocemos mucho. Hemos pasado más tiempo juntos que con nuestra familia. Nos conocemos muy bien, pero él era el que tomaba las decisiones cuando yo estaba a su lado. Él empezó con un estilo y eso no se le escapa a nadie que permanece. Lo mantenemos con cosas diferentes».