Vuelta a España
El estadounidense consiguió arrebatarle el maillot rojo a Lenny Martinez después de que el francés no pudiera apenas luchar por la etapa
El Jumbo vigila, controla, manda y gana. En otra demostración impecable de estrategia y fuerza, dominó la carrera y le sacó doble fruto. Primoz Roglic ganó la etapa y Sepp Kuss se hizo con el jersey rojo. Jonas Vingegaard es un comodín que no saca la cabeza ni la pierde en medio de unas hostilidades que cada día designa más a los favoritos. Por orden alfabético, Ayuso, Evenepoel, Mas, Roglic y Vingegaard.
Cayó un diluvio antes de la salida. Luego se amansó en una breve lluvia que no tenía mucho empeño en aguar la fiesta y, finalmente, cedió paso al sol y, al final, a una grisura inofensiva. Una etapa, la octava, casi calcada, al comenzar, a la sexta, la del Pico del Buitre. Esta vez la escapada corrió a cargo de una treintena de hombres representando a 16 equipos en vez de una cuarentena. Pero unos cuantos repetían: Romo, Castroviejo, Lazkano, Kron, Bardet, Oliveira… Thomas de Gendt, que acostumbra a no dar un palo al agua reservando fuerzas para un único envite, se “fugó de la fuga”.
Atrás, en el gran grupo, apretaban el Jumbo y el Groupama, que no llevaba a nadie en la escapada. El primero pensaba probablemente en elevar a Kuss hasta el rojo y, el segundo, con seguridad, en mantener el color con el improbable Lenny Martinez. Después de todo, uno de los fugados, Cristian Rodríguez, estaba a 4:01 del líder y los guerrilleros habían llegado a poner 5:24 entre ellos y el pelotón principal.
Los fugados no marchaban bien avenidos y se fueron dando palos entre ellos en la subida al Benifallim, puerto de 2ª categoría y tercero de la jornada. Atraparon a De Gendt. Se separaban, se reagrupaban, se escindían, tornaban a juntarse, aunque ya no todos y con las mismas fuerzas. Se formaban claros en las filas. La Carrasqueta, también de 2ª, incrementó el castigo general.
El pelotón iba a lo suyo, que consistía en tragárselos a todos tarde o temprano. Y, lo lograse o no, dedicarse a dibujar la auténtica faz de la carrera, que no es otra que la que disputan entre sí los cinco favoritos. Por orden alfabético como cinco cartas de una baraja sin copas y bastos. Con espadas y oros.
De la fatigosa vorágine delantera de escaramuzas y refriegas surgieron Caruso, Rui Costa, Lazkano y Kron. Entre ellos, en tierra de nadie, en un empeño absurdo por condenado a la esterilidad, Camargo y Van Eelvelt. Ninguno de los seis tuvo posibilidad alguna de victoria. El pelotón entró a saco en las rampas del Xorret de Catí y se los tragó. Y luego las rampas entraron a sangre en el pelotón, deshaciéndolo, desmigándolo.
Xorret de Catí
El Xorret de Catí no es una ninguna broma. Es corto (3,9 kms.), pero cruel, con una pendiente máxima del 22% y una media del 11%. Arriba llegaron los cinco de rigor, además de Kuss, Soler. La etapa acababa tres kilómetros más abajo.
Evenepoel parecía el más rápido. Lo fue Roglic, pero el belga, con peor equipo que el Jumbo e incluso que el Movistar y el Emirates, se está labrando una reputación de héroe, no solitario, pero sí en desventaja. Tiene carisma.
Kuss, pues, es el nuevo líder. Una avanzadilla de Roglic y Vingegaard. Aguantan tras él Soler, Martínez, Poels y Landa. Pero están de prestado. Entre el sexto puesto y el décimo acechan los cinco de rigor. Y entre ellos, 21 segundos de diferencia. Pedalean en un pañuelo, bailan en una baldosa.