Mundial de atletismo
Introvertido, silencioso, busca en los 5.000 metros la gloria que se le escapó en los 1.500 metros
Mo Katir tiembla. La mano nerviosa, la voz cortada: no está cómodo. Tiene periodistas delante y no es lo suyo. Apenas contesta dos preguntas y se marcha cuando va a empezar la tercera. Acaba de clasificarse para la final de los 5.000 metros de este domingo (20.20 horas, Eurosport y Teledeporte) y la grabadora revela su tiempo en zona mixta: un minuto y 11 segundos. De hecho, días antes, cuando fue eliminado de los 1.500 metros de este Mundial, ya se fue a los vestuarios sin hablar, sin conceder ni una sola respuesta. No es desagradable, tampoco muestra antipatía hacia la prensa: es corredor. Sólo corredor. Y todo lo demás apenas le importa, apenas lo trabaja, apenas le influye.
“Es normal que no hable si las cosas no me salen. Prefiero estar solo, dándole vueltas a la cabeza y esperar a volver ser yo”, explica y no para de tocarse una pulserita negra que lleva en la muñeca izquierda. Katir es un enigma para todo el atletismo español. Es el referente en la pista, la mejor opción de medalla después del cuarto puesto de Adri Ben este sábado en los 800 metros, una estrella incipiente, pero cuesta saber cómo se encuentra, qué le mueve, qué le interesa cuando no corre.
“Estoy rodeado de gente muy buena, mi familia, mi novia, mi entrenador, mi manager. Si esa gente no duda de mí, yo no tengo que estar con la cabeza agachada, no tengo que dudar de mí”, comenta y entre líneas se entiende que en este Mundial lo ha pasado mal. Su adiós de los 1.500 metros -donde se colgó el bronce en el Mundial de Eugene el año pasado- fue un chasco. Quizá no está en su mejor forma -se supone que sí lo está-, quizá fue un simple resbalón o quizá realmente le afectó a la competencia que tiene en España, como argumentó Adel Mechaal, su adversario en casa.
Su vida en las alturas
Desde que llegó a la élite hace un par de años, finalista en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, Katir prácticamente vive en el Centro de Alto Rendimiento de Sierra Nevada donde puede entrenar a 2.300 metros de altitud y olvidarse de todo lo demás. Allí comparte sesiones con corredores cercanos como Mohamed Attaoui o Thierry Ndikumwenayo, pero también convive con otros con los que tiene menos feeling. Uno de ellos es Jakob Ingebrigtsen, que pasa temporadas en las alturas de Granada, a su bola, sin interactuar con casi nadie y otro es Adel Mechaal.
Cuentan que, aunque comen a las mismas horas y se entrenan a las mismas horas, Katir y Mechaal nunca se unen. Son rivales, los dos grandes fondistas españoles, y quieren seguir siendo sólo rivales. Si uno calienta por la pista para un lado, el otro lo hace al lado contrario. Y desde tan cercana distancia van alimentando una relación compleja. El propio Mechaal desveló que antes del Campeonato de España que se celebró en julio ambos bajaron la intensidad de sus sesiones: tenían que ganarse el uno al otro, era lo más importante. Una cuestión de orgullo, una mala idea con el Mundial tan cerca.
“Yo realmente estoy mejor que nunca. Y después de entrar en la final estoy más relajado, con ganas de lucharlo. Espero que salga una carrera lenta, pero con la gente que hay no creo que sea así”, contrarrestaba Katir que hoy en los 5.000 metros quiere seguir escribiendo la historia a su manera. Hacia dentro, apenas ha descubierto el vínculo con su entrenador, Gabi Lorente, que estos días tampoco ha hablado, sus inicios como futbolista -fue delantero, llegó a probar en el Huesca- y su gusto por la poesía. Hacia fuera, la ambición por correr más rápido, correr, correr, correr.
Quienes le rodean, quienes le cuidan, incluso quienes le pagan ya le han advertido que debe mostrarse más y atender a todo lo que ocurre más allá del atletismo. No puede ser que se le olvide firmar un documento esencial para estar en el Mundial, como pasó este año. No puede ser que su marca, Asics, quede con él para hacer una sesión fotográfica, se olvide y aparezca al día siguiente. De momento, Katir es corredor, sólo corredor, y todo lo demás apenas le importa, apenas lo trabaja, apenas le influye.