Barcelona 1 – Valencia 0
El líder, con Raphinha como goleador, sobrevive a una mala tarde en la que Araujo fue expulsado y Ferran falló un penalti. El Valencia, al límite, reclamó un penalti de Kessié a Fran Pérez.
Este Barcelona lo aguanta todo, incluso en las tardes más pobres. Frente a un Valencia que vive en la agonía y que dispuso de superioridad durante media hora por expulsión de Araujo, el equipo azulgrana volvió a apañárselas para sobrevivir. Aunque para ello tuviera que mirar al cielo y agradecer que el colegiado Alberola Rojas no interpretara como penalti un derribo de Kessié a Fran Pérez en el ocaso. [Narración y estadísticas (1-0)]
El Camp Nou, turbina emocional, es uno de aquellos campos en los que uno puede sentirse el más afortunado del mundo. Hasta que pestañeas y pasas a ser el más desgraciado. Rubén Baraja, a quien le han encargado que saque al Valencia de la fosa séptica deportiva y moral que su propietario lleva años alimentando, pudo haber vivido en este mismo escenario uno de los mejores momentos de su carrera. Marcó dos goles de cabeza en junio de 2001, ambos colosales. Pero esos dos episodios, únicos, fueron borrados del imaginario del aficionado porque fue aquella la tarde en que Rivaldo ejecutó la chilena de su vida. En todas las fotografías, junto a la histórica cabriola, quedó fijada la atormentada estampa de Baraja, frustrado esta vez por un motivo bien distinto.
Pocas cosas duelen más en el fútbol que la memoria. Por eso, cuando uno ve a Ansu Fati simular una sonrisa tras un error, resulta inevitable remover el recuerdo y preguntarse cuánto de aquello fue real y cuánto queda del sueño. Ansu comenzó el segundo tiempo resoplando, quizá tratando de entender por qué su cuerpo no responde con coherencia. No fue agradable verlo intentar un remate de cabeza, y que la pelota acabara picando a centímetros de la punta de sus botas.
Reordenando piezas
Aunque fueron pocos los que se libraron de la espesura que dominó a los futbolistas del Barcelona y el Valencia. Fue el de Baraja un grupo valiente pese a sus importantes limitaciones, sobre todo ofensivas, pero no supo cómo meter en un problema a su rival. Ni siquiera en superioridad. Xavi Hernández, sancionado, se pasó la tarde reordenando piezas mediante pantallazos telefónicos a sus ayudantes. Aunque no hubo mayor problema que el descontrol.
No aprovechó el Barcelona ponerse rápido en ventaja. Raphinha, al que se le dan mejor las vaselinas con la cabeza que con el pie, cazó por alto una caricia de Busquets para superar a Mamardashvili, a quien nadie debió hablarle antes de la curiosa especialidad del brasileño. Pero el Valencia, una vez Jesús Vázquez logró tomar la medida a las combinaciones de Raphinha con Ferran Torres, pudo crecer gracias al empuje de Lino. Éste, sin embargo, golpeó a la nada después de que Ter Stegen no pudiera endulzar un caramelo envenenado de Ferran.
Histrionismo
La calma tensa del primer acto mutó en histrionismo en el primer cuarto de hora del segundo, cuando Xavi ya había incrustado a Kessié en el campo por De Jong. Guillamón sacó la mano para protegerse, suficiente para que el videoarbitraje advirtiera penalti. Ansu quiso ahuyentar demonios asumiendo el disparo, pero Ferran Torres, que vive también por el control de sus miedos, se lo impidió. Ferran falló. Tiró la pelota fuera.
El primero en animarlo fue Ansu, al que ya poco le quedaría en el campo pese a estrellar después una pelota en el palo. Fue el hispano-guineano el sacrificado tras la expulsión de Araujo a media hora del final. Koundé había cabeceado hacia atrás con escaso tino, y al uruguayo no le quedó otra que derribar a Hugo Duro antes de que se plantara solo ante Ter Stegen.
Supo trampear el Barcelona con las urgencias, se empleó a fondo en lo que mejor se le está dando, la resistencia, y agradeció como nunca que la tarde se le aclarara después de que Kessié atropellara a Fran Pérez sin que desde el VAR corrigieran la percepción inicial del árbitro.
No está el Barça para renegar del agua bendita.