La jornada de liga habrá calmado las aguas en el Real Madrid y el Barcelona, vencedores de Bilbao y de Granada respectivamente, pero no han acallado los ecos de las dos fulminantes derrotas días atrás de los dos mejores equipos españoles en la Euroliga, el Madrid en Mónaco y el Barça en Estambul contra ese Efes que venía del histórico partido de las cuatro prórrogas en el WiZink madrileño.
Los altibajos en las últimas semanas de los dos más potentes equipos españoles han llamado la atención, y en algún caso como la derrota del Real Madrid en Murcia quedaba patente el efecto de las bajas por lesión acumuladas: los campeones europeos llegaban con la ausencia de cinco hombres, que habían aportado la mitad de los puntos anotados por el equipo en cada una de sus dos anteriores victorias. Pero los traspiés europeos llegaban la pasada semana en condiciones menos extremas: el Barcelona, sin Nico Laprovittola ni Álex Abrines; el Madrid, sin Edy Tavares ni Sergio Llull. Ambos equipos, con una evidente insuficiencia defensiva, perdían por más de 20 puntos de diferencia.
Estamos en esa parte de la temporada en la que los esfuerzos iniciales suelen llevar a esos relativos bajones antes de una recuperación de cara a la Copa del Rey y la fase final de las competiciones. Pero da la impresión de que los altibajos tradicionales se están acentuando por dos motivos: cada vez más bajas por lesión de larga duración en los equipos, y ello está favorecido por unas desigualdades de calendario bastante exageradas.
A día de hoy, los cuatro equipos españoles participantes en la Euroliga llevan -y enero no ha acabado- 41 partidos, más la propina de la Supercopa. Es casi lo mismo que llevan los equipos de la NBA a estas alturas, restando los encuentros -de cuatro a seis- que aquéllos han disputado en su nueva versión de la Copa, el In-Season Tournament. Pero si repasamos el resto de las formaciones de la ACB, vemos diferencias palpables: las que disputan la Eurocup llevan 34 partidos, las de la ignorada FIBA Champions League, 25, y la mayoría que sólo disputan la liga española, 19.
Agreguemos el peso de las ventanas de selecciones que el mes próximo regresan, en las que los jugadores de la NBA no participan, y la diferencia de carga de trabajo de unos jugadores a otros se vuelve abrumadora. El baloncesto es hoy un canto a la desigualdad.
Baloncesto
IRIA OTERO
@IriaOtero_
Madrid
Actualizado Martes,
4
julio
2023
-
15:24El alero ha atendido a EL MUNDO tras la consecución del Mundial sub-19...
Los Boston Celtics conquistaron este lunes el título de la NBA tras derrotar a los Dallas Mavericks por 106-88 (4-1 en la serie) y sellar su anillo número 18.
Los Celtics son ahora el equipo con más títulos de la historia de la NBA ya que este nuevo éxito les permitió desempatar con sus eternos rivales: Los Angeles Lakers (17).
Los de verde no ganaban un anillo desde 2008 cuando Paul Pierce, Kevin Garnett y Ray Allen alcanzaron el número 17 venciendo precisamente a los Lakers.
Dieciséis años después, la legendaria franquicia de Bill Russell, Larry Bird, Red Auerbach y muchos otros mitos del baloncesto ya tiene a nuevos dioses para su panteón con un conjunto liderado por Jayson Tatum y Jaylen Brown (MVP de estas Finales) que, del principio al final de la temporada, ha sido el imparable dominador de la liga.
Primeros del Este con el mejor balance de la NBA (64-18), los de Joe Mazzulla aplastaron a todos sus rivales de conferencia y tampoco dieron opción en las Finales a los muy meritorios Mavericks de un Luka Doncic con un físico tremendamente castigado.
El anillo supone además la ansiada redención de los "Jays", que habían llegado cinco veces a la final del Este y una a las Finales -sin contar esta- quedándose siempre al borde de la gloria, sobre todo en aquellas perdidas ante los Golden State Warriors en 2022.
Nunca más tendrán que escuchar las críticas que aseguraban que no estaban preparados para brillar en los momentos más importantes.
Quinteto
Al lado de Tatum y Brown, los Celtics han disfrutado del quinteto más completo y apabullante de la temporada.
Kristaps Porzingis -quien regresó este lunes tras perderse dos partidos por lesión- y Jrue Holiday fueron dos fichajes de lujo y un Derrick White multiusos redondeó ese heroico quinteto ya inolvidable.
Desde el banquillo, el primero en salir siempre fue otro de los grandes protagonistas de esta velada apoteósica: el dominicano Al Horford, que a sus 38 años y tras 17 temporadas por fin tocó el cielo de la NBA.
Ese espléndido juego colectivo apareció en su plenitud en el definitivo encuentro : Tatum rozó el triple-doble en su mejor partido de las Finales (31 puntos, 8 rebotes y 11 asistencias); Brown consiguió 21 puntos, 8 rebotes y 6 asistencias; Holiday aportó 15 puntos y 11 rebotes; White sumó 14 puntos y 8 rebotes; Horford logró 9 puntos y 9 rebotes. Y también el rebote de equipo (51 por 35) y la defensa estuvieron a la altura (29,7 % en triples de Dallas).
Los Mavericks, que extendieron a 0-157 el balance histórico en la NBA de equipos con 3-0 en contra (nadie jamás lo ha remontado), acabaron con sabor amargo una campaña por otro lado fantástica en la que Doncic e Irving volaron de la mano, Dereck Lively destacó como novato y los fichajes de Daniel Gafford y P.J. Washington les permitieron reinar en el Oeste.
Rotundamente inferiores a estos majestuosos Celtics a lo largo de la serie, los Mavericks contaron en su despedida con 28 puntos, 12 rebotes y 5 asistencias de Doncic mientras que Irving volvió a apagarse en Boston con solo 15 puntos y 9 asistencias.
Gloria de verde
Como niños temblorosos el primer día de escuela entraron al partido los dos conjuntos. Los nervios, las imprecisiones y los errores se acumularon sin pausa en un primer cuarto más emocionante que brillante.
El TD Garden, con un ambiente extraordinario, era un volcán verde desde mucho antes del salto inicial. Pero su erupción llegó al máximo con la entrada de Porzingis, recibido ya como un auténtico héroe de Boston pese a estar claramente mermado.
Sin apenas rastro de Doncic (5 puntos) y con Irving perdido en combate (0), Josh Green dio oxígeno a los Mavericks con dos triples.
Pero en medio de la incertidumbre y las manos vacilantes emergieron Brown y Holiday, con 6 puntos cada uno y un rabioso compromiso defensivo. Precisamente esa dureza atrás y varios contraataques seguidos propulsaron a los locales con un sensacional parcial de 9-0 para cerrar el primer cuarto con la moral en alto (28-18).
El segundo periodo fue el de ajustar cuentas pendientes: si Boston no había brillado en los triples hasta ahora y a Tatum le faltaba explotar en anotación ambas cosas se dieron la mano en ese cuarto.
Tatum se lució con 12 puntos y un tramo pletórico y los Celtics maravillaron desde el perímetro con un gran 7 de 11 en triples hasta anotar 39 puntos solo en ese segundo capítulo.
Los Mavericks empezaron a derretirse sin que sus estrellas pudieran remediarlo y la puntilla la puso Payton Pritchard en uno de esos momentos mágicos de la NBA: el pequeño base deslumbró con un triple sobre la bocina y desde el centro del campo, exactamente idéntico al alucinante tiro que ya había clavado en el segundo partido en esas condiciones imposibles.
Con 67-46 y todo a favor se fueron los Celtics al vestuario. Tatum (16 puntos y 9 asistencias), Brown (15 puntos) y Holiday (11) marcaron el paso mientras Derrick Jones Jr. (10 puntos) era el sorprendente máximo anotador de unos Mavericks huérfanos de Doncic (9 puntos) e Irving (5).
No había indicios de que los Mavericks pudieran orquestar una remontada ni que pudieran acercarse a su magnífico nivel del cuarto partido.
Ni siquiera un mal tercer cuarto de los Celtics (29,2 % en tiros) les permitió estrechar una diferencia que ya no bajó de los 17 puntos por mucho que Doncic lo intentara con 9 puntos en ese periodo.
El último cuarto arrancó con un incontestable 86-67 y los fans de Boston ya solo tuvieron que descontar los segundos para lograr el anillo 18 en una memorable noche de gloria verde.
El pívot Bill Walton, ganador de dos anillos de la NBA y miembro del Salón de la Fama, falleció este lunes a los 71 años a causa de un cáncer, informó la NBA.
"Bill Walton era realmente único. Como miembro del Salón de la Fama, redefinió la posición de pívot", describió el comisionado de la NBA, Adam Silver, en un comunicado. "Como querido miembro de la familia de la NBA durante 50 años, Bill será profundamente extrañado por todos aquellos que llegaron a conocerle y a quererle".
Elegido en el primer puesto del draft de 1974, Walton conquistó un anillo de campeón con los Portland Trail Blazers (1977) en unas finales de las que fue nombrado MVP (Jugador Más Valioso).
El pívot, de 2,11m de altura, fue un año después elegido MVP de la temporada de la NBA y en 1986 alcanzó otro campeonato en un rol más secundario con los Boston Celtics.
Walton, que ingresó en el Salón de la Fama en 1993, era más grande que la vida, dentro y fuera de la cancha. Tras jugar 10 temporadas en la NBA (Portland Trail Blazers, San Diego Clippers, Los Angeles Clippers y Boston Celtics), Walton se retiró de las pistas con promedios de 13,3 puntos, 10,5 rebotes, 3,4 asistencias y 2,2 tapones. Sus cifras no batieron ningún récord pero su impacto en el juego fue muy importante.
Todo ello, tras una carrera universitaria en la que fue dos veces campeón en UCLA y tres veces jugador nacional del año. Su partido más famoso fue el del título de la NCAA de 1973, UCLA contra Memphis, en el que encestó un increíble 21 de 22 en tiros de campo y llevó a los Bruins a otro campeonato nacional.
"Uno de mis jugadores dijo: 'Vamos a intentar otra cosa' ", contó su entrenador de entonces, John Wooden, a The Associated Press en 2008 para una retrospectiva con motivo del 35º aniversario de aquel partido. La respuesta de Wooden durante ese tiempo muerto: "¿Por qué? Si no está roto, no lo arregles". Siguieron dándole el balón a Walton, y él siguió cumpliendo en una actuación para el recuerdo.
"Es muy difícil expresar con palabras lo que ha significado para el programa de UCLA, así como su tremendo impacto en el baloncesto universitario", ha dicho el entrenador de UCLA Mick Cronin este lunes. "Más allá de sus notables logros como jugador, es su energía implacable, su entusiasmo por el juego y su franqueza inquebrantable lo que ha sido el sello distintivo de su personalidad más grande que la vida".
"Como apasionado ex alumno de la UCLA y locutor, le encantaba estar cerca de nuestros jugadores, escuchar sus historias y compartir su sabiduría y consejos. Para mí, como entrenador, era honesto, amable y siempre tenía el corazón en su sitio. Le echaré mucho de menos. Es difícil imaginar una temporada en el Pabellón Pauley sin él", ha manifestado Cronin.
"Bill trasladó su entusiasmo contagioso por el juego a las retransmisiones, donde compartió comentarios llenos de conocimiento y de color que entretuvieron a generaciones de aficionados al baloncesto", ha destacado el comisionando de la NBA, Adam Silver, sobre la trayectoria de Bill Walton como comentarista.