El ex jugador del Valencia, Villarreal y Mallorca, Jaume Costa, pudo salir de la ratonera de la Pista de Silla poco antes de que se inundara por completo y, por eso, lanzó un duro reproche a los políticos. No recibió ni una sola alerta cuando se puso en carretera desde Valencia, donde viven sus hijos, a los que visitó porque una lesión le impide jugar con el Albacete, su club, el duelo de Copa del Rey.
“Me pilló en la A7 nada más salir de Valencia. Me iba sobre las 19:30h para Albacete. Nada más salir estaba todo cortado, estuvimos ahí sin saber qué pasaba, porque no llovía. Había gente que volvía andando y ya les preguntamos qué pasaba. Nos decían que un kilómetro más allá estaban los coches flotando, que habían salido por la ventanilla del coche y andaban hacia Valencia porque habían perdido los coches. Nos quedamos tres horas y pico, rodeados de camiones, hasta que llegó la policía y, por el arcén en dirección contraria, nos sacaron”, contó el lateral zurdo en una entrevista en Cope Mallorca.
“Cuando se alertó eran ya sobre las ocho de la tarde y estábamos en la carretera.Llevaba desde las ocho menos cuarto en la cola, cuando escuché la alerta a las ocho me asusté. Con toda la tecnología que hay…. me da rabia. Me gusta leer de política y están todo el día discutiendo, y cuando pasan este tipo de cosas, que es lo realmente lo importante, cuando pueden salvar vidas y realmente pueden ayudar a las personas, tardan en hacerlo”, aseguró.
“No soy ni de izquierdas ni de derechas, soy gris, y a mi Carlos Mazón me gusta mucho, pero aquí se ha equivocado. Tendrían que haber avisado mucho antes. Y luego leo a Irene Montero diciendo que condolencias por las fallecidas, ¿y los fallecidos qué? Quiero decir que la política hoy en día son la mafia de España, son unos mafiosos y unos corruptos y los perjudicados somos los ciudadanos. Cuando tienes que salvar vidas no las salvas. Gracias a Dios a mí por ahora no me ha afectado, tengo muchos amigos en Silla, pueden haber pasado cosas. He visto vídeos con gente con sus coches inundados. Para eso tienen que estar los que nos gobiernan, no para estar discutiendo, que si somos machistas que si somos de derechas o de izquierdas. Tienen que estar para las cosas importantes”, aseguró.
No fue el debut soñado en Primera División para Christian Rivero, pero ya podrá decir que jugó minutos con la camiseta del Valencia. A sus 26 años y tras cinco años en la primera plantilla, el canterano no había tenido ocasión de ponerse nunca bajo palos en Mestalla. El destino se lo ofreció a poco más de dos meses de que finalice su contrato y su futuro vuelva a estar en el aire. Por eso entendió Thierry Correia que debía cederle el brazalete para provocar una imagen sin precedentes: debut en Primera como capitán.
Fue en el minuto 31 del duelo ante el Alavés cuando supo que pisaría el césped. Jaume Domenech, guardameta y capitán del Valencia, ponía en juego un balón con la pierna izquierda y se echaba la mano al muslo. Había resistido al pisotón de Kike García en el primer minuto, pero se tenía que ir del campo entre lágrimas.
En ese momento, con Mamardashvili en la grada sancionado, le tocaba a Rivero volver a la portería y convertirse, pese a sus 26 años, en el jugador valencianista de más edad sobre el campo. El rendimiento del 'baby' Valencia de Baraja ha sido su grandeza y, en ocasiones, su condena.
Rivero recuperó sensaciones que no vivía desde el 27 de enero de 2021. Ese fue su último partido con el Valencia. Esa temporada, después de tres en el club, suya había sido la Copa del Rey y jugó ante el Terrassa, el Yeclano, el Alcorcón y el Sevilla, que le marcó tres goles y puso fin a su oportunidad. Aún así, no salió cedido hasta enero de 2022, cuando irrumpió el georgiano en la titularidad y decidieron enviarlo a Alcorcón.
En Segunda División jugó sólo tres partidos. El último el 24 de abril de 2022 ante el Real Oviedo (1-2). En total son siete partidos en los últimos cuatro años, un bagaje que puede antojarse pobre para el guardameta aún joven que nada pudo hacer en el gol del Alavés pero tuvo dos intervenciones ante Giuliano Simeone agradecidas por la grada de Mestalla.
Con la continuidad de Mamardashvili en manos de las ofertas que le lleguen a Peter Lim y los problemas físicos que lastran a Jaume pese a su reciente renovación, el futuro valencianista de Rivero se escribirá antes del 30 de junio.
Alemania ya sabe que tendrá que correr mucho ante España y, aún así, será difícil que pueda parar a Nico Williams. Georgia lo intentó, incluso le retó a un duelo de velocistas con Kvaratskhelia, pero sólo fue cuestión de tiempo que sus carreras no acabaran ante Mamardashvili. Su gol cerró el pase a cuartos que a España se le complicó. "En la primera parte he probado al palo largo y me la ha adivinado, así que he optado por tirar al corto", explicaba uno de los jugadores revelación de la Eurocopa, que no quiere protagonismo: "He venido del barro y soy humilde. Este equipo es invencible".
La virtud de surfear sobre la veintena es que nunca se ve el camino empinado, por eso ni Nico ni Lamine Yamal (que no está ni cerca de los 20) lo vieron en ningún momento e insistieron una y otra vez hasta que encontraron la forma de derribar el muro georgiano. Cuando acabaron el trabajo, se sacudieron las manos y se jugaron a 'piedra, papel o tijera', como en el patio del colegio, quién bebía agua primero. "Discutimos por el botellín, pero gané yo", confesaba entre risas Nico Williams, de quien su hermano, en la grada, se mostró orgulloso a través de X.
Aunque ellos huyan de la personalización, el resto del equipo sabe que ellos son un arma esencial. "Por eso necesitábamos tener calma y darles pelotas en el uno contra uno", aseguró Fabián, que volvió a marcar con una asistencia de Yamal. A ambos los elogió Luis de la Fuente, muy contundente en su análisis de la noche: "Hemos sufrido un poco, pero el partido era de ocho o nueve a uno". El otro seleccionador, Sagnol, tenía una visión diferente: "El primer gol es fuera de juego, es clarísimo. No entiendo los motivos por los que no se pita. El VAR es una herramienta maravillosa, pero no saben usarla", se quejó.
Reconoció el andaluz que no estaba acostumbrada España a ir por detrás en el marcador y menos después de un gol en propia puerta. Fue Le Normand el que temió a Kvaratskhelia y puso el pecho. Antes, la selección ya se había estrellado ante el portero del Valencia. Se puso Mamardashvili pegamento en los guantes para blocar balones, y eso fue lo que hizo cada vez que España tiró entre los tres palos.
El primero fue a Pedri, el segundo a Carvajal y después a Fabián y a Cucurella. No fueron ocasiones para el lucimiento que engorde su vitola de mejor portero del torneo, pero faltaba la de Nico Williams. Esta sí le forzó a un blocaje de emergencia y fue el primer aviso. Ante el zurdazo de Rodrigo ajustado al palo a 98 kilómetros por hora, nada pudo hacer. El centrocampista del City marcó su cuarto gol con España para provocar que el partido arrancara de nuevo para alivio de la grada.
Era justo lo que necesitaba la selección. Un tiempo muerto para reaccionar. Cuatro minutos antes el propio Rodri pedía calma porque se habían contagiado de la revolución que se empeñaban en forzar los georgianos empujados por su afición. "En el primer tiempo no éramos nosotros. Hemos tenido demasiada prisa", argumentaba Fabián.
Aunque Kvaratskhelia fue una pesadilla para Carvajal y, con pillería, quiso hacer pagar a Unai Simón su juego tan adelantado, le ganó Lamine Yamal para poner un centro a Fabián para ordenar el partido y sumara su segundo gol en esta Eurocopa.
Con la nube de la sorpresa despejada, el extremo del Barça buscó la forma de batir al meta valencianista y así poner su nombre en la historia de la competición. Hasta tres veces estuvo a punto y la pelota no quiso entrar. Tendrá que ser ante Alemania. "Estoy seguro de que su gol va a llegar", vaticinaba Nico.
La que sí entró fue la de Dani Olmo para tumbar los planes que Sagnol pudiera tener de intentar sobrevivir. Se los hizo llegar al capitán Kashia en un papelito a través de Davitashvili aprovechando un cambio.
El aviso de Inglaterra
España se sobrepuso, concienciados los futbolistas de que a estas alturas los errores se pagan caros. Nada más saltar al césped en Colonia se embobaron mirando por los videomarcadores cómo Inglaterra sufría con Eslovaquia. Los suplentes aún vieron la chilena de Bellingham para el empate y el gol de Kane en el arranque de la prórroga. Era el recordatorio de que ninguna selección concede en esta Eurocopa, por muchos quilates que tenga el rival.
Quizá fue eso lo que Pedro Rocha iba reflexionando en su visita en solitario por la mañana a la Catedral de Colonia. Algunos aficionados españoles le reconocieron y se fotografiaron con él; otros directamente huyeron. «No queremos saber nada de corrupción», explicaban. Se paseó como un turista más por toda la Seo, que cuenta desde hace siglos con un relicario que guarda los restos de los Reyes Magos. «Quizá les haya pedido que le traigan la victoria en las elecciones», bromeaban los aficionados.
El favor de la UEFA, por el momento, lo tiene. En el palco estuvo al lado del presidente, Alexander Ceferin, y escoltado por la ministra de Educación y Deportes, Pilar Alegría, que representó al Gobierno en esta eliminatoria. Esta vez no hubo ningún problema protocolario y, aunque se sufrió por momentos, el final fue feliz. Habrá que ver en Stuttgart el próximo viernes.
A España no sólo le costó doblegar el orgullo de Georgia, sino sostenerse en un césped en mal estado. Como en Frankfurt, Gelsenkirchen o en Dortmund, el verano alemán ha traído tormentas que han ablandado los campos. Y no sólo se levantan, sino que provocan los resbalones de los jugadores que lo eligen bien las botas. Uno de ellos fue Rodrigo. Por suerte España no lo pagó y él acabó como MVP.
A España no sólo la ha encaminado hacia la cuarta Eurocopa de su historia el desparpajo de chavales en el campo, también fueron ellos los que dirigieron los festejos. En el césped hubo lágrimas, abrazos, manteos a De la Fuente y fotos, muchas fotos, pero pareció una celebración contenida hasta que estalló en el vestuario. Música y baile bajo la batuta de, cómo no, de Nico y sobre todo Lamine Yamal. Fue el DJ, contagió a Álvaro Morata en calzoncillos e hizo bailar no sólo a su hermano Williams, MVP de la final, sino a los lesionados Rodri, Pedri, Ferran y hasta Gavi y Navas, que movió su dolorida cadera. No se quedaba atrás tampoco Fermín, otro del clan salvaje.
A sus 17 años, Lamine tuvo un momento de tranquilidad sobre el césped, jugando con su hermano pequeño, pero luego dio rienda suelta al festejo, primero con un sombrero y después con gafas de sol camino del autobús. "Es increíble poder estar aquí. ¿A Cibeles? No, a Madrid". Antes, una foto con la copa y dos checks: "La ESO. Campeón de Europa". La fiesta acababa de comenzar.
Ya había sonado Raphael, la Potra Salvaje y toda la playlist que ha acompañado las previas de los siete partidos y había quien empezaba a desesperarse. "¡Creo que ya me están llamando!". Cucurella no dejaba de apretar el claxon del autobús, rápidamente personalizado con la pegatina de campeones de Europa, mientras Rodri se emocionaba recordando su lesión, su MVP y su primera Eurocopa. "Cuando ha marcado Mikel, me he puesto a correr como un loco y se me ha olvidado la lesión hasta que el médico me ha dicho '¡eh, ojo!'. Estaba muy triste, pero chapeau por estos chavales".
A su lado, Nico Williams casi soltaba una lágrima recordando a su familia. "He hablado con mi hermano a través del móvil de mi madre porque yo no he podido ver el mío todavía. Me ha dicho que me quería y que está muy orgulloso, que el nombre de los Williams está en el cima del fútbol mundial", y casi se rompe al hablar de su madre: "Mis padres lo han pasado muy mal, especialmente mi madre. Esto es para ellos".
La fiesta en la zona mixta la puso Álvaro Morata, capitán y convertido en DJ de la selección por un ratito. Con un altavoz gigante en la mano con la bandera de España, el grupo caminó con por el pasillo de medios con una cerveza en la mano y al ritmo de una versión tecno del Viva España de Manolo Escobar. "Esto es tremendo", admitía Le Normand. "Algo único", reconocía Navas. "Dentro de nueve meses va a haber un boom de natalidad", vacilaba Cucurella. El lateral, uno de los hombres de esta Eurocopa que aún ayer escuchó pitos, tendrá que pensar si se tiñe la melena de rojo, como prometió. Antes pagó otro peaje: en la cena de los campeones, ya en el hotel con las familias, Morata le hizo subirse a la mesa, agarrar el micrófono y cantar la canción que le dedican en Inglaterra. "Cucurella se come una paella, se bebe una Estrella. Tiembla Haaland, que viene Cucurella", interpretó entre el júbilo de sus compañeros.
También tuvo tiempo el lateral del Chelsea para enviarle un recadito a Gary Neville en sus redes sociales. El comentarista de Sky Sport había dudado de él. "Pienso que Cucurella es una de las razones por las que España no puede llegar a la final", dijo. "Llegamos a la final. Gracias por tu apoyo", le contestó el catalán son sorna.
Era el momento de las risas, aunque a Oyarzabal, autor de un gol para la historia, le costó desatarse. "Lo primero que pensé al marcar fue en si había sido fuera de juego, porque era muy justo. Luego ya sólo escuchaba gritos", bromeaba. Alguno eran de Álex Remiro, el único jugador que no ha disputado un minuto en esta Eurocopa, pero que predijo el gol de su compañero en la Real. "En la merienda me dijo que hoy marcaba", confesó el vasco. No fue el único. "Le dije 'cómo te huele el pie a gol, niño', y he acertado. Igual me tengo que dedicar a eso", bromeaba Morata.
No salió el capitán con un balón bajo el brazo, pero sí Ferran, Pedri y Fabián. "Nos los vamos a llevar todos", decía el andaluz entre los gritos de Viva España del canario, enfundado en su bandera. A todos les costó anoche hacerse fotos en el césped con sus amigos y familiares. La seguridad del estadio impedía que bajaran al césped y Laporte o Dani Olmo tuvieron que acercarse a negociar.
Lo consiguieron Zubimendi, cuyos familiares llevaban la camiseta de la Real Sociedad, los de Ferran y los hijos de Morata, que lloraron de emoción tanto como su padre antes de comenzar a jugar con un balón en el césped ajenos al jolgorio en el que Lamine se había puesto un sombrero con los colores de la bandera y Luis de la Fuente volaba por los aires manteado.
Guardó el seleccionador un discreto segundo plano. Eso sí, se hizo una foto con sus sobrinos y la bandera de La Rioja con el nombre de Haro e hizo una piña con sus seres queridos, como si el partido fuera a comenzar. Quien fue corriendo a abrazarle fue el padre de Lamine, consciente de lo que la apuesta del seleccionador ha supuesto para su hijo. Lo llevaba en la mano: el trofeo de mejor joven. Apareció poco más De la Fuente, por los compromisos federativos y por su perfil. Salió del vestuario casi por la puerta de atrás y con la camiseta de Reyes de Europa en la mano.
La Copa fue del vestuario al autobús en un arcón, pero era imposible que permaneciera guardada. La sacó Morata, que le cantó el 'No puedo vivir sin ti' de Coque Malla y la manosearon todos. Hasta el Rey Felipe la alzó sobre el césped como si fuera un jugador más.
A la celebración sólo le faltó una traca, esa que el delegado Fernando Giner, valenciano, se quedó con ganas de tirar a las puertas del Olímpico.