En su continuo camino sin obstáculos, ni fronteras, Armand Duplantis volvió a batir su récord del mundo de salto con pértiga. A las primeras de cambio de una temporada presidida por los todavía lejanos Juegos Olímpicos, en la cita inaugural de la Liga de Diamante, en Xiamen (China), como quien no quiere la cosa, como siguiendo una rutina y obedeciendo a un deber autoimpuesto sea el día que sea, se elevó hasta los 6,24. Un centímetro más de su plusmarca anterior.
Todo empezó, con 6,17, en 2020. Hasta hoy, centímetro a centímetro, como es lógico. No va a ser de cinco en cinco. Y, una vez batido el récord, un objetivo supremo en sí mismo, el atleta se detiene y se reserva para la próxima ocasión.
Mondo no necesitó más que cuatro brincos para irse tan arriba, para encaramarse a un nuevo (y siempre provisional) cielo. Sobrepasó a la primera los 5,62. Un divertimento. Hizo lo propio con los 5,82. Un calentamiento. Y con los seis metros. Un convencimiento. Y luego con los 6,24. Un monumento.
Ahora mismo, dentro de su seguridad, se trata de un atleta a la búsqueda a tientas de sus propios límites. Para el aficionado, para el periodista, para el atletismo en su conjunto, irlos descubriendo juntos salto a salto, verso a verso, resulta un fascinante ejercicio exploratorio que compensa de sobra la ausencia de incertidumbre en la que se basa la competición deportiva. Continuará. Siempre continuará…