El choque vivió tres expulsiones nada más comenzar y ya es la segunda que sufre Green en lo poco que llevamos de temporada en la NBA
Que Draymond Green tiene la mecha muy corta lo sabe todo el mundo en la NBA. Que no es el tipo indicado con el que meterse, también. Pero la última ‘locura’ del jugador de los Warriors la vivió el francés Gobert sin ni siquiera haber cruzado una mirada con Green.
El pívot de los Timberwolves sufrío una especie de ‘mataleón’ del bueno de Draymond en el primer minuto del choque entre Minnesota y Golde State después de que su compañero Klay Thompson tuviera un encontronazo con Jaden McDaniels. Gobert, que acudió a separar a los jugadores para que la cosa no fuera a más, ni vio como por detrás, cual portero de discoteca con un mal día, apareció Green y le hizo una llave en el cuello totalmente desproporcionada y sin venir a cuento.
Algo debían de tener pendiente, si no no se entiende una ‘ida de olla’ de tal calibre. Es cierto que Green es un sospechoso habitual que no rehuye una pelea y si puede la provoca él mismo, pero tal ataque al francés sólo puede significar que ya le tenía entre ceja y ceja.
Draymond, evidentemente, fue expulsado. Y ya van dos esta temporada. Los otros dos jugadores que lo empezaron todo, Klay Thompson y Jaden McDaniels, también fueron expulsados tras el tumulto.
El resultado es lo de menos, pero los Timberwolves acabaron llevándose el duelo por 104-101. La ausencia de Curry por problemas en la rodilla y el gran partido de Karl-Anthony Towns, quien anotó 33 puntos, decantaron un aburido choque entre Minnesota y Golden State que comenzo como un combate de kárate.
En Belgrado, allá donde el Unicaja inauguró su palmarés europeo -la Copa Korac de 2001-, Alberto Díaz levantó al cielo para el club malagueño la Basketball Champions League, otro título continental, el tercero de su historia, para consolidar el estupendo proceso de renacimiento en el que transita el equipo que dirige Ibon Navarro. El 'Plan de Ibon' se impuso a la experiencia del Lenovo Tenerife (no pudo ampliar su cuenta, campeón del torneo en 2017 y 2022), repitiendo el guion de la Copa del Rey 2023 en Badalona. [75-80: Narración y estadísticas]
Pase lo que pase, histórico será ya este 2024 para Unicaja. Líder de la Liga Endesa a estas alturas y con una corona europea en sus vitrinas (y los 600.000 euros de premio de la FIBA que se lleva el campeón). Un estado de euforia, de permanente tensión competitiva, de volver a las raíces de un club que siempre tuvo mucho que decir en el baloncesto español. Le costó sufrir (como en semifinales contra el UCAM Murcia), evidentemente, en la finalísima ante el Tenerife, ese querido enemigo de tantas batallas recientes. Pero la defensa y el temple en los minutos decisivos, cuando los aurinegros intentaban la remontada, con Kendrick Perry asumiendo la responsabilidad, le dio la gloria que tanto perseguía, esa que le esquivó en la Final Four del Carpena hace un año.
El Unicaja fue un roca 40 minutos. Ya se fue con la máxima ventaja al descanso (27-38), tras un canastón en jugada individual de Kendrick Perry. Era su noche y sería nombrado MVP. Su plan de partido empezaba ya a dar frutos, cuando la calidad de sus estrellas salía a relucir. Antes habían sido los destellos de Tyson Carter, pero la clave de todo fue la defensa ideada por Ibon Navarro, intensidad, agresividad en primera línea, asfixia sobre Marcelinho Huertas, que es el principio y el final del Tenerife.
La distancia había tardado en ponerse de manifiesto, pero ya daban pistas las recurrentes pérdidas del colectivo de Txus Vidorreta, algunas suicidas en primera línea, especialmente torpe en el amanecer Kyle Guy. Tras el desacierto inicial de ambos, llegaron los triples malagueños y el Unicaja se fue sintiendo cómodo en Belgrado, tan espectacular como desangelado el Stark Arena.
Los tres triples a la vuelta de vestuarios de Nihad Dedovic abrieron más la herida insular. Pese al ímpetu de Marcelinho, la sensación pronto comenzó a ser de frustración, de querer y no poder. Aunque hubo reacción, porque la experiencia y el ardor competitivo de los aurinegros no es baladía. Un parcial de 14-3 para volver a meterse en el duelo, encontrando a Shermadini en la pintura y aprovechando algunos resquicios en la concentración malagueña.
Siguió empujando Tenerife, con el ímpetu de un Guy en búsqueda de redención, de su versión de semifinales contra el Peristeri (34 puntos), pero cada vez que se arrimaba respondía con fiereza Unicaja. Ya en el último acto, Perry enhebró cinco punto seguidos de puro genio (un triple lejano y una contra tras otro robo), más otro triple después, asumiendo la responsabilidad en el momento más caliente y mostrándose como el tipo más decisivo de la noche en Belgrado. Lloraba después el base estadounidense, toda la emoción que conlleva estos cielos, los que alcanzó el histórico Unicaja.