Roland Garros
Se impuso por 4-6, 7-6 (0), 6-2 y 6-4, terminando con la dura resistencia del jugador ruso
El mejor Djokovic está de vuelta en las semifinales de Roland Garros. Tras un comienzo delicado, con un Karen Khachanov intratable con el servicio, el serbio puso toda su maquinaria en marcha y se metió por duodécima ocasión en la penúltima ronda del torneo parisino, cuadragésimoquinta en un torneo del Grand Slam. Se impuso por 4-6, 7-6 (0), 6-2 y 6-4, en tres horas y 38 minutos de lo que acabó siendo una auténtica exhibición.
Cada año, Djokovic trata de llegar de la mejor manera posible al torneo del Grand Slam que menos le gusta. Lo ha ganado en dos ocasiones y ha disputado otras cuatro finales porque es un tenista de un extraordinario talento, pero es evidente que la tierra no es una superficie que se rinda fácilmente a sus encantos. Sin Nadal en el cuadro podría pensarse que aumenten las posibilidades de que gane por tercera vez en Roland Garros y desequilibre la igualada que ambos mantienen a 22 grandes desde que Nole ganó el pasado enero su décimo Abierto de Australia. No está Nadal, pero sí Carlos Alcaraz, también un adversario de proporciones mayúsculas, a quien podría encontrarse este viernes en semifinales.
Khachanov entró en la Philippe Chatrier bajo el peso de ocho derrotas en nueve partidos contra Djokovic. Sólo había conseguido vencerle en la final del Masters 1000 de Paris-Bercy, bajo techo, en 2018. Después de levantar dos sets en la primera ronda ante el francés Constant Lestienne, el ruso venía realizando un buen torneo, en consonancia con los progresos en los últimos años. Es un jugador que se mueve mejor y ya no sangra tanto por el lado del revés.
Primer set perdido
Firme con el servicio, uno de sus golpes medulares, se llevó el primer parcial rentabilizando la única rotura, en el quinto juego. La conquista tenía mérito en sí misma, pues el balcánico encadenaba 29 parciales consecutivos ganados desde que había cedido el último, en la segunda ronda del Abierto de Australia, frente a Couacaud. Nadie le había tosido tampoco en este Roland Garros, pese a que hasta el partido de octavos ante el peruano Varillas, una de las sorpresas del torneo, no dio el salto de calidad.
Djokovic estaba ante la complicada empresa de romper el servicio de Khachanov, sin que lograse crear siquiera una pelota de break. En casi todas las ediciones del torneo se ha enfrentado a alguna situación límite, incluso cuando ha conseguido levantar la copa. Sucedió de nuevo hace dos años, cuando estuvo dos sets abajo frente a Musetti en cuartos de final y ante Tsitsipas en la final. A medida que avanzaba, el partido adquiría un carácter más que inquietante para el tenista de Belgrado.
Sin embargo, esta vez Djokovic encontró antes el camino. Lo hizo en el desempate del segundo parcial, en el que certificó la sensible mejoría que venía experimentando en su juego. Consciente de la situación, había metido una marcha más, desplegando lo mejor de sí, con esos reveses paralelos que señalan la temperatura de su tenis. Khachanov recibió un 7-0 que le dejó tocado y en el inicio del tercer set entregó por primera vez su saque. Perseveró el ruso, pero ya no hubo forma de detener a su oponente, que se hizo con el set y quebró con presteza en el cuarto. Salvadas dos amenazas sobre su saque en un cuarto juego de 11 minutos, a Nole aún le tocó volver a romper tras ceder su saque y ver la igualada a cuatro. Lo hizo en blanco, resuelto a poner fin a la disputa sin mayor gasto de energías.
“Él fue mejor durante buena parte de los dos primeros sets. Yo entré muy despacio en el partido y cometí muchos errores, pero hice el desempate perfecto”, comentó a pie de pista. “Ha sido una gran batalla. Karen es un gran jugador y le deseo lo mejor para el resto del año”.