El central del Valencia denunció insultos racista de un jugador del Cádiz en el nuevo Mirandilla hace dos años. En el último partido de Liga recibió insultos que reflejó LaLiga
Mouctar Diakhaby fue el único jugador del Mallorca-Valencia que no sujetó la pancarta ‘Racista, fuera del fútbol’. El central valencianista no quiso sumarse a la campaña de LaLiga y la RFEF ideada tras los insultos racistas recibidos por Vinicius Jr. y la razón es que él mismo sufre y nadie ha sido sancionado por ello. Ni agresores ni gradas.
En la jornada 31, en el partido entre el Cádiz y el Valencia en el Nuevo Mirandilla el pasado 30 de abril, el informe sobre incidentes del público de LaLiga recoge que unos 400 aficionados locales del grupo “Brigadas Amarillas “entonaron un cántico insultante al inicio del choque dirigido al valencianista Diakhaby y luego al portero visitante, Giorgi Mamardashvili”.
La hostilidad hacia el defensa nace de la denuncia que hizo en 2021 acusando a Juan Cala, entonces jugador del Cádiz, de haberle llamado ‘negro de mierda’ durante el partido. Entonces todo el equipo, capitaneado por Gabriel Paulista, se retiró del campo incluso antes de que el colegiado activara el protocolo contra el racismo. Después, y ante la posible represalia de perder los tres puntos en juego, volvieron al césped, ya sin Diakhaby.
El jugador hizo una denuncia pública y LaLiga abrió una investigación interna para esclarecer lo ocurrido porque «algo pasó». «Hay versiones contradictorias pero, por la conducta del jugador del Valencia, algo pasó. Estamos recabando todas las imágenes», reconoció entonces Javier Tebas. La Federación, por su parte, reunió al Comité de Ética, que finalmente archivó el expediente al no poder acreditarse de manera feaciente con imágenes y sonido que Cala profiriera insultos racista. En la palabra de un jugador frente a otro, se creyó al cadista.
Ese episodio creó un profundo desasosiego en Diakhaby, que este domingo dio su apoyo a Vinicius Jr. “Y sí, por supuesto que apoyo a Vinicus contra los insultos racistas que recibió de algunos aficionados . Y espero que mi club haga lo necesario para sancionar fuertemente a los que cometieron estos actos .. no decir nada es ser cómplice”.
Sin embargo vio cómo Cala reaparecía en redes sociales para comentar el incidente con Vinicius y llamarle “payaso”. “Hoy Paulista y el amigo no se han ido del campo dolidos no? Hoy no hay comunicados, ni videos, hoy la afición ejemplar no sale a culpar no? El tiempo y solo el tiempo pone a cada payaso en su sitio”, escribió en Twitter.
Nada de lo que ocurrió en las entrañas del Arena AufSchalke desde que Georgia puso un pie en los octavos de la Eurocopa es casual. Todo tiene, buscado o no, un simbolismo que va más allá del balón. Estos futbolistas son un emblema para las nuevas generaciones de un país orgulloso que quiere, como en el campo, conquistar a Europa. El aldabonazo en Alemania, venciendo a Portugal y enfrentándose a España, es una metáfora de que quieren colocarse en todos los mapas.
Cuando Saba Lobjanidze enfiló, altavoz en mano, el largo pasillo de la zona mixta, lo seguían Mekvabishvili, Kvekveskiri y se fueron sumando jugadores al grito 'Sakartvelo'. No era un cántico de jugadores eufóricos que, hasta hace apenas un año, casi eran desconocidos si los encontraban por las calles de Tiflis. Era un grito patriota. Para los georgianos no existe Georgia sino Sakartvelo, «la tierra de los kartvelianos», los habitantes del Reino de Kartli que ocupó parte del actual territorio hasta el siglo XV. Allí hunden sus raíces estos jugadores que ni siquiera superan la treintena y que, por eso, han establecido un vínculo directo con la juventud del país.
Comparten inquietudes, sueño europeísta y orgullo nacional, porque como quienes salen a las calles a manifestarse, ellos tampoco se esconden. «El camino de Georgia pertenece a Europa. ¡El camino europeo nos une! ¡Hacia Europa!», afirmaba Kvaratskhelia en febrero cuando la UE abrió las puertas a la adhesión de Georgia. «¡El camino y el futuro de Georgia pasan únicamente por Europa!» decía Giorgi Mamardashvili, el nuevo ídolo, que ya es imagen de marcas como Emporio Armani o Pepsi.
«Como tres Champions»
«No he conocido un jugador con más sentimiento patriótico que él, lo lleva muy dentro», cuenta José Manuel Ochotorena, entrenador de porteros del Valencia y formador del mejor guardameta del torneo. «Cada cosa buena que hace piensa en lo importante que es para su país. Con la clasificación era el hombre más feliz del mundo. Como si hubiera ganado tres Champions. Cuando volvió a Valencia me contó que la noche del partido ante Grecia que les llevó a la Eurocopa casi no puede entrar en su casa de la gente que le esperaba», relata a EL MUNDO.
Y es que este grupo que dirige Willy Sagnol es mucho más que una suma de deportistas. Son ídolos por lo que hacen en el campo, donde sólo el luchador Ilia Topuria en el ring les gana en popularidad, y fuera. Pocos tienen un recuerdo de la invasión rusa que les arrebató dos provincias, Abjasia y Osetia, pero todos saben que no quieren vivir bajo la suela de esa bota de la que se libraron tras la caída de la URSS. «Cuando yo llegué en 2011 había aún ambiente de guerra y estos chicos conocen las dificultades que ha vivido su gente, la pobreza y las condiciones de vida que aún están muy por debajo de las de Europa occidental. Para todo el mundo era impensable que consiguieran esto», cuenta Carles Coto, que fue jugador del Dinamo de Tiflis durante tres temporadas. Fue junto a Xisco Muñoz, Alex García o Andrés Carrasco uno de los pioneros en «españolizar» el fútbol en Georgia. Ellos pusieron una semilla que luego germinó. «Jugadores como Kvaratskhelia, Mamardashvili o Mikautadze son un ejemplo de que tener lazos con Europa hace crecer», apunta el ex futbolista.
Eso es precisamente lo que piensa buena parte de la población y de los jugadores, a los que les gusta mostrarlo. En el vestuario entonaron 'Samshoblo' (Patria), una canción folk publicada después de la guerra con Rusia y hoy himno proeuropeo.
«dejadnos mostrar nuestra fuerza»
Después, en esa especie de conga por los pasillos del estadio de Gelsenkirchen a la que se unió Mikautadze -pero no el tímido Kvaratskhelia ni Mamardashvili, en el control antidopaje-, siguieron lanzando mensajes en el mismo sentido: «Estamos aquí, dejadnos mostrar nuestra fuerza, estamos juntos».
Mientras, las banderas de Georgia seguían ondeando en manos de los aficionados que, desde las escaleras de acceso a la grada, esperaban a ver salir a su héroes. Ellos les responden. Algunos se posicionaron contra la Ley de Transparencia sobre la Influencia Extranjera, la llamada 'Ley rusa' que pretende controlar la actividad de «agentes extranjeros» en el país, lo que supone de hecho una restricción de libertades, entre ellas las de expresión y todas las que posee en colectivo LGTBI.
Esa propuesta viene avalada por el partido Sueño Georgiano, liderado por el oligarca Bidzina Ivanichvili, considerado el dirigente en la sombra del país, que ayer anunció que donará más de 10 millones de dólares al equipo nacional de fútbol por la proeza de la clasificación para octavos. Se trata de una prima mayor que la que recibiría España si termina campeona. Falta saber si estos jugadores la aceptan o queda en los fondos de la Federación, menos beligerante.
Ahora espera España, pero ellos disfrutan y hasta unen a su fiesta en su base de Velbert, cerca de Dortmund, a otro conocido luchador, Merab Dvalishvili. Eso sí, con el corazón a 4.000 kilómetros. «Me han enviado vídeos de cómo está celebrando la gente y es increíble», contaba Giorgi Kochorasvili tras el partido. Antes de la Eurocopa, el anhelo del jugador del Levante era darle una alegría su pueblo, «que lo está pasando mal». Ya lo han conseguido.