Caso Negreira
El presidente azulgrana, que compareció durante dos horas y cuatro minutos, aceptó 34 preguntas de entre los 70 medios acreditados
Apareció Joan Laporta en el escenario del Auditori 1899 del Camp Nou tres minutos antes de las 11 de la mañana de este lunes, hora fijada para el inicio de esa publicitada comparecencia pronunciada 61 días después de que estallara el caso Negreira. Le gusta al presidente del Barcelona ser puntual. Pero antes de que tomara el atril para ofrecer sus explicaciones quienes tomaron el protagonismo fueron otros. Porque mientras los 110 periodistas de 70 medios acreditados comenzaban a tomar asiento en la sala, de una puerta trasera salieron el Compliance Officer del Barcelona, Sergi Atienza, acompañado del jefe de los servicios jurídicos de la entidad, Pere Lluís Mellado, además del abogado Marc Molins. Portaban cuatro cajas, tres granates y una algo más roja y grande. Una escenografía apropiada para fijar la atención de los asistentes. Dentro del cartón estaba la defensa. Su barricada. Qué ironía.
Laporta, que venía con unos cuantos folios que pocas veces atendió -sus íntimos siempre alabaron su capacidad memorística-, sí que echó no pocas miradas a las cuatro cajas. Porque ahí estaban esos “629 informes técnico-arbitrales, 43 CDs y cuatro informes diversos” elaborados entre 2014 y 2018 por Javier Enríquez Romero, el hijo del ex vicepresidente del Comité Técnico Arbitral José María Enríquez Negreira. Ninguno, eso sí, que perteneciera a su primera etapa presidencial (2003-2010). Tampoco que tuviera la firma del padre, Enríquez Negreira, que es quien aseguró ante la Agencia Tributaria que su asesoría era “verbal”. Aunque Laporta se encargó de repetir que si no había informes anteriores era porque estos eran “destruidos”. “Caducaban”, zanjó.
Durante esa comparecencia que se alargó durante dos horas y cuatro minutos, y con su junta directiva sentada en primera fila dispuesta al aplauso final, Laporta comenzó con una exposición en la que se apoyó brevemente en un power point con cinco puntos, elaborado entre su departamento de Compliance y el letrado Andreu Van den Eynde. Durante ese primer tramo de discurso, que duró 35 minutos, el presidente azulgrana se gustó porque sabía de memoria lo que decir: “No se han identificado conductas con relevancia penal vinculadas con el delito de corrupción deportiva”; “se trata de servicios de asesoramiento deportivo habituales en el sector del deporte profesional”; “hay evidencias de la prestación de servicios y documentación oficial de facturas y pagos”; y “el importe de las facturas es variable en función del número de competiciones que se analizaban”.
Pero una vez comenzó el turno de preguntas, que duró hora y media, Laporta se alejó del atril para buscar cobijo sobre el taburete. Micrófono en mano, como en los viejos tiempos. Aceptó el departamento de comunicación del Barcelona 34 preguntas, turno al que este medio no pudo acceder, como también ocurrió con otros medios. Y fue BarçaTV -subcontratada a Telefónica y cuyos trabajadores viven pendientes de conocer su futuro más allá del próximo 30 de junio- quien comenzó yendo al grano: “¿Por qué el Barça pagó a las empresas de Negreira?”.
Directivos y ejecutivos de Laporta se mostraban complacidos antes las explicaciones de su presidente. Sonreían y buscaban la aprobación de los periodistas. Laporta, mientras guiñaba el ojo a la UEFA de Ceferin y a la Federación Española de Rubiales, se fue al rincón de seguridad del ataque a Tebas (LaLiga), pero endureció el gesto al referirse a la personación en la causa del Real Madrid. Sin citar a Florentino Pérez, eso sí, su arremetida fue una de las más feroces que se le recuerdan: “El Madrid ha sido considerado el equipo del régimen, un club que ha sido favorecido por decisiones arbitrales históricamente y en la actualidad”.
Titubeó Laporta cuando le cuestionaron qué hacía realmente en este asunto José María Enríquez Negreira, dado que todo el protagonismo de la comparecencia lo tuvo su hijo Javier, “el prestador de servicios”. Cuando al presidente le preguntaron por declaraciones concretas de Enríquez Negreira ante Hacienda, Laporta respondió sistemáticamente que no iba a hablar “en boca de terceros”.
Así que después de abrir una de las cajas y ponerse a hojear los informes, “de calidad y hechos por personas con trayectoria”, Laporta ya no tuvo mucho más que responder, confiado como está en que los pagos hechos a las empresas de Negreira durante su mandato están prescritos y que él sólo debe acudir al juzgado como testigo.
Encontró Laporta en el fuerte aplauso de sus directivos un buen diván.