Giro sin tregua en las cumbres de los Dolomitas. Después del hundimiento de Juan Ayuso en Santa Bárbara y de las debilidades mostradas por Isaac del Toro en el ascenso a San Valentino, este miércoles continuó un nuevo y electrizante capítulo de esta espléndida Corsa Rosa. El mexicano, vestido de rosa (como Pogacar hace un año), se anotó su primer triunfo en un enorme ejercicio de coraje. Memorable su descenso en el puerto de Le Motte, donde derrotó a todos los enemigos que pretenden desbancarle de la primera plaza del podio.
Una victoria en una etapa en la que se ascendieron Tonale y Mortirolo, dos icónicos escenarios, en otra jornada de desgaste y eliminación. El italiano Antonio Tiberi fue el principal damnificado del día.
La nueva cita alpina, como era previsible, arrancó con otra macro fuga de 25 integrantes, entre ellos se colaron nombres de primer nivel, como Pello Bilbao, Dani Martínez, McNulty, Vacek, Bardet y lo que era más relevante, la presencia de tres corredores del Visma del Simon Yates: Kelderman, Kruijswijk y Lemmen. Una planificada escapada bidón para que Yates enlazara con ellos.
En el Passo Tonale, la ventaja de los fugados era de 3.40 sobre un pelotón en el que UAE no gobernó como en anteriores citas. Juan Ayuso, a su ritmo, se desentendió del grupo desde la misma salida de la etapa, Jay Vine abandonó. Con ese panorama, el Ineos de Egan Bernal asumió la responsabilidad de caza. En las primeras rampas del Mortirolo, Antonio Tiberi perdió contacto con el grupo de los mejores.
Por delante, apretaba el portugués Eulálio, que tuvo el honor de coronar primero el Mortirolo, puerto en el que Richard Carapaz volvió a desafiar al Del Toro con un ataque a falta de dos kilómetros para la cima y lograr una renta de 12 segundos, a 2.38 de los escapados. Todos iban con las orejas tiesas en el peligroso descenso camino de Bormio.
El ecuatoriano contactó con su compañero Steinhauser en el llano y intentó estirar la ventaja antes del último puerto de la jornada, Le Motte, de tercera categoría. Esfuerzo inútil del líder del grupo EF Education, con 1.50 para los escapados. A dos kilómetros de la cima saltó de Del Toro y tras él apareció Carapaz, ambos a la captura de Bardet, el único superviviente de la fuga.
En la cima, el líder logró un puñado de segundos, que aumentaron en el descenso, con unas trazadas soberbias, ganando segundos en cada curva. En el último kilómetro, el líder volvió a acelerar para desprenderse del ecuatoriano y del francés, que llegaron tres segundos después a la meta. A 15 segundos entró Simon Yates. El líder no ganó mucho tiempo, lo importante es el mensaje de confianza lanzado a todos aquellos que dudaban de sus condiciones.
“Quería imaginarme esto. Es realmente bueno. Este Giro está siendo increíble. Nunca me rendí, traté de estar un paso por delante. Siempre corro sin tener nada que perder. Hoy no fue más fácil que ayer, pero tuve una gran mentalidad”, comentó el mexicano, más líder, después.
Este jueves, prosigue la ronda con una etapa de 140 kilómetros entre Morbegno y Cesano Maderno, con una primera parte con toboganes y una segunda de descenso. Día propicio para las escapadas.
Tour de Francia
LUCAS SÁEZ-BRAVO
Enviado especial
@LucasSaezBravo
Moutiers
Actualizado Jueves,
20
julio
2023
-
10:16El belga, que ya avisó de que se iría en...
Antes y después de los festejos, de bañarse en una de las fuentes de la plaza Masséna, Tadej Pogacar pasó por la rueda de prensa oficial del Tour, la que cada año despide la carrera. Habló de su preparación, de sus rivales, de Pantani, de sus récords y del Galibier, la etapa en la que sintió que podía reconquistar la Grande Boucle. Y el esloveno también habló del dopaje, la sombra que nunca abandonará al ciclismo.
Lo hizo con tranquilidad y con argumentos cuando le cuestionaron si entendía las dudas que podían despertar sus exhibiciones, sus seis triunfos de etapa, su doblete Giro-Tour, sus casi siete minutos de diferencia con Vingegaard en la general. "Siempre habrá dudas. Porque el ciclismo se ha visto muy dañado en el pasado, antes de mi época", admitió el del UAE Emirates, que asumió que "siempre hay envidias, personas en contra y enemigos con los que ganan, en cualquier deporte o situación de la vida. Y en el ciclismo también es así".
"La UCI invierte mucho dinero para asegurarse que este deporte se mantenga limpio y creo que es de los más limpios del mundo por lo que sucedió hace muchos años. Se abusó en el pasado. Pero no merece la pena tomarse nada que pueda ir en contra de tu salud. Es estúpido hacerlo. A lo mejor puedes seguir hasta los 36 en el ciclismo, pero la vida es muy larga. Es estúpido arriesgar tu vida por una carrera. Esto es un juego, pero la vida no es todo eso. Lo importante es mantener en buena salud. Ya nos estamos empujando al límite [físico] y no hay que seguir ejerciendo presión sobre la máquina", explicó con detenimiento Pogacar.
Tadej dijo que sí, que aunque no lo pareciera, estaba "superagotado" y que aunque escucha hablar mucho sobre ir a la Vuelta, "me sale por el otro oído". Porque ahora le toca descansar y su siguiente gran objetivo es "ser campeón del mundo".
Tampoco estará en la ronda española Jonas Vingegaard, que un momento antes, en la misma silla que su rival, explicó lo que había supuesto para él este Tour. "El resultado puede ser más extraordinario que ganar en circunstancias normales. Es posible que en unas semanas esté más orgulloso de este segundo puesto que de las victorias anteriores", pronunció, recordando que su preparación había distado de ser "ideal" tras la caída en la Itzulia. "Ocho días en la UCI, 12 en el hospital... Se pierde mucho, no me dejaban salir de la cama. Me hace pensar que el año que viene lo puedo hacer mucho mejor", se animó.
«Me he caído muchas veces, tengo cicatrices por todo el cuerpo, pero nada iguala ese sufrimiento. Recuerdo una etapa del Tour. Me dolía tanto que no podía ni pedalear, se me saltaban las lágrimas». Ane Santesteban (Rentería, 1990) revive en voz alta su 2024, el que era el año de la vuelta a casa después de una década corriendo en equipos extranjeros, siendo una de las mejores ciclistas españolas de siempre, dos Juegos Olímpicos, Mundiales, top 10 en Giros y Tours... Un dolor tan insoportable como misterioso, una tortura mental también, hasta que en el lugar más improbable halló la solución. Una revisión ginecológica rutinaria iba a dar con el problema. «Tienes un quiste grande en el ovario y una endometriosis», le anunciaron. «Gracias a Dios. Qué liberación», respondió.
Ane cuenta lo que muchas otras callan, «por vergüenza o por miedo», por tratarse de salud femenina. Lo hace, una vez superado, para «normalizar, dar visibilidad y ayudar a otras mujeres». Las que le escriben en privado confesándole que su caso es el mismo, pidiéndole consejo. Detalla su experiencia, que es la de tantas deportistas, un tabú del que ahora escapa y se vuelve a sentir plena encima de la bici. Con los colores del Laboral Kutxa - Fundación Euskadi, el pasado fin de semana corrió la primera edición de la Milán-San Remo femenina. Acabó 35ª (a 1:25 de la ganadora, Lorena Wiebes), pero dejó un alarde. Como Pogacar en la masculina, la ciclista vasca marcó el mejor tiempo de siempre en la emblemática subida a la Cipressa, los 5,6 kilómetros en 11 minutos y 37 segundos (a de 29,1 km/h). «Este año quiero hacer las tres grandes, Vuelta, Giro y Tour», anuncia en conversación con EL MUNDO desde Rentería.
Es un renacimiento el de la menuda corredora errenteriarra. Porque, tal dolor le provocaba el problema ginecológico, que pensó hasta en dejarlo: «Al final dudas de todo». Hasta de sí misma, de si lo que le estaba ocurriendo no sería producto de su propia imaginación, porque ninguna prueba detectaba nada. «Le decía a Pablo (Rodríguez, también ciclista profesional, de mountain bike), mi pareja: '¿A ver si me estoy volviendo loca y me estoy inventando el dolor?' Entré en un bucle bastante complicado».
Ane Santesteban.Rosa GonzalezMUNDO
La temporada no arrancaba como las de antaño. No sólo era el malestar, tampoco los números salían. Tanto en entrenamientos como en competiciones, su rendimiento había bajado «entre 20 y 30 vatios». «Empecé el año pasado sin encontrarme bien en la bici. Estaba siempre con dolores, en las lumbares, hacia la espalda, me bajaba a una pierna. En ningún momento lo relacioné con los ovarios, claro. Y el Tour fue un calvario de dolor. Hablé con el médico del equipo y le dije los síntomas. Que no encontraba postura en la bici. Hicimos una resonancia en la espalda y no había nada. Yo decía: 'Algo tiene que haber'. Estaba en el sofá, sin entrenar, y no me podía ni mover, tenía muchísimo dolor», describe Ane.
Allí, en la Grande Boucle, donde en 2023 había finalizado octava de la general (fue séptima en el Tourmalet en la etapa reina), donde todo se hizo insoportable. «Recuerdo un momento durísimo. Día tras día, iba acumulando el dolor. En las últimas tres etapas... Sobre todo, hubo una, que se salía subiendo un puerto, donde yo mejor me defiendo. Lloraba. Pedía analgésicos para poder competir. Por mi experiencia, quería estar al lado de Usoa Ostolaza, aportar al equipo. Por intentar terminar, fue un sufrimiento bastante agónico», rememora.
Lo terrible para Ane era, sobre todo, no saber de donde provenía aquello. «No puedes empezar un tratamiento porque no sabes lo que es. Nuestros médicos están más acostumbrados a trabajar con resfriados, clavículas, dolores musculares...», explica. El calvario acabó el 31 de octubre en el sitio más insospechado, el ginecólogo, «en la revisión rutinaria de todos los años». Tenía un quiste en el ovario y sufría endometriosis, una enfermedad que se define por la presencia de endometrio (tejido mucoso que tapiza el interior del útero) fuera de la cavidad y musculatura uterinas y que afecta al 10% de las mujeres en edad reproductiva. «Me dijeron que lo mejor que podía hacer era tomar la píldora. El problema iba a seguir estando, pero iba a tener 'calidad de vida'. Desde que empecé, al poco ya empecé a sentirme muchísimo mejor», desvela, aliviada.
Pero no fue hasta el mes pasado que Ane quiso dar a conocer lo que le había ocurrido. Lo hizo con un sincero post en sus redes sociales en el que hablaba de «desesperación», pero también de que «las buenas sensaciones» habían vuelto. «No pensé que fuera a tener tanta repercusión. Llevaba tiempo dándole muchas vueltas. Venía guardando para mí todo lo que estaba sufriendo. Me daba un poco de miedo o vergüenza. Decidí que, como deportista, con el altavoz que tenemos, quería hablar de algo que muchas mujeres sufrimos en silencio. Darle visibilidad y contar mi experiencia por si podía ayudar a otras», proclama. Y tanto. La escribieron compañeras, ciclistas y de otros deportes. También ginecólogas y nutricionistas «para ofrecerme su ayuda».
«Es algo de lo que no se habla en el pelotón ni en el deporte femenino en general. Igual que hablas de una rotura de fibras, de una rotura de clavícula o de cualquier otra lesión o enfermedad. ¿Porque sea el ovario o el útero no se va a hablar? Es un tema tabú, da como vergüenza o respeto tratarlo», reflexiona Ane la escaladora, aquella niña a la que su padre, profesor de ciclismo en las escuelas del pueblo, inyectó en vena la pasión. Y a la que los puertos, en los que desde bien temprano se desenvolvió con facilidad, la hicieron profesional.
Ane Santesteban, en carrera con el Laboral Kutxa, esta temporada.Laboral Kutxa - Fundación Euskadi
Ane, que en diciembre cumplió 34, se siente ahora renacida. Dispuesta a aprovechar esta segunda oportunidad que le ha dado el ciclismo, a lograr su primera victoria después de tantos buenos puestos. «Creo que va a llegar, porque veo las cosas de diferente manera, porque vengo de pasarlo mal. He cambiado la forma de correr. Disfruto más y no tengo miedo de perder. Otros años me costaba más arriesgar, era más conservadora», explica, echando un vistazo a una carrera en la que transitó el camino del «cambio brutal» en el ciclismo femenino. «Ahora hay más equipos, más dinero, se retransmiten las carreras... En mis inicios, terminaba y tenía que escribirle a mis padres para decirles que estaba bien. Ahora hay salarios que son buenas cantidades, se ha conseguido tener un sueldo mínimo. Unos avances muy grandes», se sincera a quien le hubiera gustado nacer «un poco más tarde»: «Mi carrera hubiera sido diferente. Hubiese sido más sencillo. Cuando empecé era muy difícil tener un referente. Casi no podías soñar con ser profesional, porque no había ni estructuras. Tenías que ir al extranjero...».