El fenómeno social ideado por Gerard Piqué plantea incógnitas respecto al consumo del fútbol tradicional
Los organizadores de la Kings League, con el ex azulgrana Gerard Piqué al frente, repararon en un problema. Tenían streamers de éxito como presidentes y agitadores de los clubes. De acuerdo. Tenían las cartas de acción propias de los juegos de rol para reconstruir el guion de los partidos. También de acuerdo. Pero repararon en que, pese a la corta duración de los enfrentamientos (dos actos de 20 minutos), decaía el interés en la recta final de las primeras partes. ¿Qué hicieron? Pues de una jornada a otra decidieron que se tirara un dado gigante en el minuto 18, y que el número que saliera sirviera para delimitar cuántos futbolistas jugarían hasta el descanso. El frenetismo volvía a incrementarse con duelos breves de dos contra dos, tres contra tres, o lo que fuera. Algún equipo optó entonces por resguardarse y no atacar. ¿Qué hizo Piqué? Ordenó infracciones por pasivo. Nada debe frenar el show.
«Evidentemente, estamos ante una nueva generación sobreestimulada. El fenómeno de la Kings League, sin ninguna duda, es una consecuencia lógica de nuestro tiempo», asume Elena Neira, profesora de los estudios de comunicación e información de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y una de las expertas españolas más reputadas en cuanto al análisis del sector audiovisual. Y concreta: «Tiene que ver con la cultura del scroll y el swipe [deslizar y pasar a otra cosa]. Hay una suerte de núcleo de consumo para generar toda esta dopamina que proporciona la novedad. Cuanto tú estás, por ejemplo, en Tik Tok y de repente te salta un contenido nuevo, tienes esa descarga de dopamina. Hay una inclinación natural a que siempre haya cosas nuevas. Hacia evitar el aburrimiento».
La Kings League reunió el pasado domingo en su Final Four a 92.522 personas en un Camp Nou que agotó todas sus entradas. Los espectadores aguantaron más de siete horas en sus butacas mientras consumían tres partidos de fútbol-7 protagonizados en su mayoría por jugadores amateurs, actuaciones musicales, intervenciones estelares de generadores de contenido que lanzaron penaltis -el tiktoker Adri Contreras marcó el suyo en el encuentro que definió el título para El Barrio-, y ejecutaron con ritmo marcial la haka de Gerard Romero, que ha exprimido su capacidad para el espectáculo en su plataforma Jijantes después de abandonar los medios tradicionales. Uno de los gritos favoritos de Romero en su canal de Twitch lo condensa todo: «¡Están pasando cosas!».
«El formato de la Kings League tiene que ver con esa demanda de diversión instantánea», considera el antropólogo Alberto del Campo Tejedor, que además de ser catedrático en la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla fue futbolista en equipos de Tercera. Categoría de la que ahora se nutre esta Kings League. «Impera que ocurran muchas cosas. Que haya muchas sorpresas. Lo instantáneo es un elemento de nuestro tiempo. Lo quiero ya. Cuanto antes. Lo compro ahora en Amazon con un click. Quiero asistir a algo en que pasen muchas cosas y de manera inmediata. Con emociones cambiantes. Y acabado el partido, a otra cosa. Porque nada queda», considera Del Campo, que alcanza un paralelismo con el periodismo deportivo: «Por eso cada vez hay menos crónicas largas y sesudas».
“Las grandes cifras siguen en el canal tradicional”
En la final de la Kings League se alcanzó un pico de 2.163.069 dispositivos conectados a la vez. Un número que podría abrumar, pero que conviene poner en contexto ante la tentación de establecer comparaciones con el fútbol de siempre. «A pesar de la comunidad creada en torno a la Kings League, las grandes cifras siguen estando en el canal tradicional. Otra cosa es que la audiencia esté envejecida. Pero quienes están desembolsando grandes cantidades de dinero para asegurar los derechos siguen siendo los medios de comunicación tradicionales. Son un músculo sustancial para que el deporte siquiera exista. Si nadie quisiese pagar por los derechos de retransmisión, quizá no se podrían pagar esos salarios que se pagan», apunta Neira, autora del libro Streaming Wars.
Y completa la investigadora: «Lo que vendieron en el Camp Nou no fue solo unos partidos de fútbol, sino un evento. Tiene que ver con la necesidad de formar parte de algo colectivo. De crear una comunidad. Y la pieza que las televisiones no han conseguido desbloquear aún es la del engagement [la capacidad de crear relaciones sólidas y duraderas con la audiencia]. La gente que está al frente de la Kings League creo que es consciente de su propia, no fugacidad, pero sí necesidad de transformación. Esto tendrá que ir evolucionando. Si detectan que la fórmula se agota, podrán convertirla en algo diferente. Se trata de ser muy consciente de que tienen que transformarse para que sigan pasando cosas, que es la clave de la comunicación del siglo XXI».
Del Campo Tejedor, autor de la biblia antropológica El gran teatro del fútbol (La Esfera de los Libros), busca respuestas al éxito de la Kings League: «Hay mucho de reality show, con sus sorpresas, imprevistos y reglas cambiantes. No es de extrañar que los streamers, expertos en comunicar de manera muy directa y melodramática, hayan visto en el fútbol un contexto donde introducirse. Pero también al revés, con Piqué y los jugadores veteranos».
Pero Del Campo rechaza que, en algún momento, pueda ejercer de sustituto: «En el antiguo fútbol sobreviven cuestiones que no están sujetas al mercado. La gente no cambia de equipo. En la Kings League está por ver. Esa adhesión sentimental que tiene que ver con la familia, con la memoria, con un territorio o ideología lleva mucho tiempo conseguirla. Se puede ofrecer un espectáculo, eso sí. Pero dudo mucho que pueda compararse o sustituir al viejo fútbol. No tiene nada que ver. Son productos paralelos que pueden convivir».