El español venció por 7-6 (1), 5-7 y 7-6 (5) después de una batalla de tres horas y cuatro minutos
“No sé ni qué hora es. Deben de ser las tres de la mañana. Sólo quiero deciros: gracias, gracias, gracias”. Era Alejandro Davidovich Fokina dirigiéndose al público de la Caja Mágica tras imponerse a Holguer Rune, sexto cabeza de serie, por 7-6 (1), 5-7, y 7-6 (5) en el gran partido de la jornada y clasificarse por primera vez para los octavos de final del Mutua Madrid Open.
El español se rehizo de una rotura en el juego inicial del tercer set y mantuvo el tipo en una lucha cruenta, brillante por momentos, plagada de alternativas, en la que no faltaron las controversias debido a la actitud beligerante del danés con el juez de silla, Carlos Bernardes, tras un feo gesto a raíz de una decisión del Foxtenn que perjudicó al español y soliviantó a la grada.
Finalista en Montecarlo el pasado año, Davidovich logró en la Caja Mágica una de las victorias más importantes de su carrera ante el reciente campeón en Múnich y subcampeón este año en el Principado. Irregular, pero valiente en los trances decisivos, ayudado también por el tenis a menudo temerario de su oponente, el malagueño se medirá con Borna Coric por una plaza en cuartos.
“Sin vosotros no lo hubiera conseguido”, prosiguió el vencedor, 29º, en su mensaje de gratitud, poco después de saltar encorajinado en el centro de la pista Manolo Santana, convencido de haber conseguido una de esas victorias que pueden ser un punto de inflexión en la carrera de un tenista.
Madrid ya no espera a Rafael Nadal. Quedaron las lágrimas en su palco, donde le acompañó, como es habitual toda su familia. Quedan las lágrimas de Diego Pablo Simeone, uno de los testigos privilegiados de su última gran noche, pues lo fue, poco importa que esta vez no lograse sumar una victoria más a las 58 obtenidas a lo largo de sus 20 participaciones en el torneo, ningún título más a los cinco que deja entre su legado. Más triunfos que nadie. Más títulos también.
Es el final de una larga historia, el momento en el que ninguno de los 12.5000 aficionados que llenaron la pista Manolo Santana hasta la madrugada del miércoles para acompañarle hasta que su silueta desapareció hacia los vestuarios quería siquiera imaginar.
El chico, aquel que empezaba a construir su carrera casi en los albores del torneo, ya había dado muestras de ser un aventajado, con su brillante contribución a la conquista de la segunda Copa Davis de España ante Estados Unidos, en la final de Sevilla, derrotando a Andy Roddick con tan sólo 18 años. La temporada siguiente ganó en Montecarlo, Barcelona, Roma y su primer Roland Garros.
Nadal había debutado en el Masters de Madrid en 2003, en la segunda edición del torneo. Perdió de entrada con Álex Corretja. En 2004, poco antes de su eclosión en la Copa Davis, ganó a Davide Sanguinetti y cayó frente a Vincen Spadea. Fue en 2005 cuando logró el primero de sus cinco títulos, cuando aún se jugaba en otoño, en pista rápida y bajo techo, en el Rockódromo de la Casa de Campo, antes del convulso cambio a la primavera y a la arcilla, que se produjo en 2009 y de entrada no contó con su respaldo.
Gloria y dolor
La final contra Ivan Ljubicic fue uno de los episodios en los que se empezó a forjar su leyenda de extrema combatividad. Irreductible, superó al croata, entonces número 12 del mundo y un especialista en la superficie, por 3-6, 2-6, 6-3, 6-4 y 7-6 (3), en tres horas y 53 minutos. No le bastó a Ljubicic con los dos sets de ventaja y los 32 saques directos, alguno de los cuales alcanzó los 239 kilómetros por hora. Espoleado por el público, en la atmósfera cuasifutbolística que ha caracterizado el Masters 1000 de Madrid desde su nacimiento, Nadal se sobrepuso a los problemas físicos y dio a la gente aquello que pedía: una victoria con sangre, sudor y lágrimas. Fue su último partido hasta el torneo de Rotterdam. Ahí se empezaron a manifestar los problemas crónicos en el escafoides tarsiano del pie izquierdo, el síndrome de Müller-Weiss que tanto daño le ha causado a lo largo de su trayectoria. Toni Nadal, entonces su entrenador, llegó a comentar entonces sus dudas respecto a que pudiera seguir compitiendo al más alto nivel. No volvió a jugar hasta febrero de 2006, en Marsella.
«La final de 2005 fue el principio de muchos de los males que he tenido en mi carrera deportiva, pero es uno de los recuerdos más bonitos. Me partí el escafoides por la mitad durante el partido y al día siguiente no podía andar», recordaba tras el partido frente a Jiri Lehecka.
Madrid, que se había quedado sin final en su primera edición, en 2002, por la baja de Jiri Novak, lesionado, contra Andre Agassi, necesitaba consolidarse de la mano de una gran figura nacional, después del triunfo de Juan Carlos Ferrero en 2003. Venían los mejores, pero hacía falta un valor seguro que desatase el sentimiento de identidad. Ion Tiriac, propietario del torneo antes de su venta hace dos años a la multinacional IMG, mantenía en vilo a los aficionados con sus exigencias al ayuntamiento y las amenazas de llevárselo a otro lugar del mundo donde el negocio le fuera más rentable.
Además de su malestar por el cambio de fechas y por tener que jugar en altura a pocas semanas de Roland Garros, también lideró las protestas contra el fugaz experimento de la tierra azul, en 2012.
Pero más allá de puntuales controversias, Nadal será recordado como la mejor bandera de esta competición, testigo que ahora toma Carlos Alcaraz. En su hoja de servicios, queda también la semifinal frente a Novak Djokovic, en el estreno en el escenario que ahora acoge el torneo. Nadal se impuso por 3-6, 7-6 (5) y 7-6 (9), en cuatro horas y tres minutos, tras salvar tres match points. Sigue siendo el más largo de en todos los Masters 1000. Aquel duelo fue elegido en 2022, en la conmemoración del vigésimo aniversario, tras la votación de más de 90.000 aficionados a través de las redes sociales, como el mejor de la historia del torneo.
Casi simultáneamente al primer gol de Robert Lewandowski ante el Young Boys llegó el tanto de Gündogan en Bratislava. El Manchester City instaló el campamento cerca del área del Slovan y apenas se movió de allí. Circulaba bien la pelota con el alemán al mando de las operaciones y Doku percutiendo por la banda derecha. Al cuarto de hora los de Pep Guardiola ya ganaban por 0-2, gracias al tanto de Phil Foden. Pudieron ser tres antes del descanso si el palo no se hubiera entrometido en un fino disparo de Doku.
Después del empate en casa ante el Inter de Milan y tras las dudas generadas por la igualada frente al Newcastle, el equipo británico necesitaba demostrar que puede ofrecer garantías tras perder a Rodri para el resto del curso. Refrendó su autoridad con un nuevo tanto de Haaland y otro del debutante McAtee, tras una entrega mimosa de Foden: 0-4. También rotó el campeón de la Premier: Ederson, Ruben Dias, Bernardo Silva y Walker empezaron desde el banquillo. Sólo Dias y Walker tuvieron algunos minutos.
Derrota del PSG ante el Arsenal
El Paris Saint Germain pasó más que un mal rato en su visita al Arsenal. Havertz adelantó a los gunners con un cabezazo que dejó bajo sospecha a Donnarumma. Aún con el runrún de la ausencia de Dembélé por motivos disciplinarios, el equipo francés, que pudo empatar con un remate de Nuno Mendes rechazado por el poste, vio cómo una falta botada por Saka desde la derecha se deslizaba por un bosque de piernas hasta convertirse en el segundo tanto local.
En el minuto 63 entró Mikel Merino, en su debut con la camiseta del Arsenal. Casi de inmediato Joao Neves se topó con el travesaño. Los de Arteta habían dado un paso atrás y lograron administrar su ventaja. Al Borussia Dortmund se le cayeron los goles ante la debilidad de un Celtic que se fue al descanso con un 5-1 y acabó recibiendo siete. Adeyemi hizo tres. El Bayer Leverkusen de Xabi Alonso derrotó por 1-0 al Milan (Boniface, minuto 51), que sale de la segunda jornada sin un solo punto.