La aventura de Nacho Baltasar para volar sobre el agua: “He ganado 22 kilos en dos años”
Los regatistas y sus cuerpos entregados al viento; todo levedad, deportistas finos como sus velas. ¿O no? Aparece Nacho Baltasar (Palma de Mallorca, 2004) y cambia el modelo: mide 1,83 metros, pesa 90 kilos de músculo y quiere ganar más, lo máximo posible. Hasta ahora los barcos olímpicos exigían a sus tripulantes que fueran ligeros para apenas tocar el agua y aprovechar las corrientes, pero algo ha cambiado en el mar. Se llama clase IQFoil y se estrenará en los Juegos de París 2024 con Baltasar, como representante español. Rompiendo la tradición de la vela, tanto él como el resto de aspirantes a medallas son grandes, fuertísimos, colosos.
- ¿Qué ha pasado?
- Yo era un tirillas como todo el mundo que hace vela, pero cambié cuando la clase IQFoil entró en los Juegos. Pesaba 68 kilos así que imagina. En dos años he ganado 22 kilos. Por suerte, lo he gestionado bien, con la ayuda de profesionales y todo lo he transformado en músculo. Me noto distinto, sobre todo la cara, pero ya está. Tengo compañeros que lo han hecho de otra manera y lo han pasado peor. Hay quien se come medio bloque de mantequilla para desayunar, es asqueroso. Por eso algunos lo han acabado dejando.
- ¿Y usted qué come en el proceso?
- Estoy de pasta hasta arriba, también arroz, huevo, pollo... Voy a hacer la compra semanal sólo para mí y me gasto 200 euros. En un día ingiero unas 6.000 calorías o más. Aunque lo más complicado es comer mucho durante los entrenamientos, unos 120 gramos de carbohidratos a la hora.
- ¿Por qué deben estar tan fuertes?
- Los barcos IQFoil tienen una aleta que los levanta. Aunque peses 150 kilos arrastras la misma cantidad de agua que alguien de 50 kilos, el barco apenas lo nota, vas por el aire y coges muchísima velocidad, hasta 30 nudos. Tienes que tener mucha fuerza para mantener la vela tensa, lo más plana posible, y por eso los regatistas de esta clase son tan grandes.
Una madre campeona del mundo
La historia de Baltasar con la vela la explica su árbol genealógico. De Sa Rápita, un pueblo marinero cerca de Palma de Mallorca, antes de que naciera, su familia ya navegaba, competía e incluso ganaba. Su madre, Silvia Summers, fue campeona del mundo en 1989 en clase 420 junto a Nuria Bover y, de hecho, el trofeo de aquella conquista descansa ahora junto a sus trofeos. «Siempre la he admirado mucho. En casa no ha hablado mucho de su Mundial y las pocas veces que lo ha hecho es para decir que el mérito fue de Bover, la patrona. Pero me gusta mucho dejar mis copas al lado de las suyas», comenta el regatista que la semana pasada venció en el Trofeo Internacional Bahía de Cádiz ante favoritos a las medallas olímpicas, como el polaco Pawel Tarnowski.
- Y todo aún con 19 años.
- Ni yo me lo esperaba. Empecé a entrenar con el IQFoil hace menos de dos años y me ha llegado todo de repente, de un día para otro. Mi objetivo realmente era estar en los Juegos de Los Ángeles 2028. En septiembre, cuando me dieron la noticia de la clasificación para los Juegos de París, estaba en el coche y aún me quedaban 40 minutos para llegar a casa. Iba conduciendo y alucinando.
- Antes hacía windsurf.
- Sí, eso es. No recuerdo cuando navegué por mi primera vez, seguramente sería un bebé, pero sí recuerdo cuando debuté en el Optimist. Tenía cinco años. He tenido suerte de crecer en Sa Ràpita en un ambiente muy bonito, muy marinero, todos mis amigos están relacionados con el mar. Uno de ellos trajo el windsurf al club cuando en Mallorca tradicionalmente se utilizaba el 420 y el Laser. Me fue perfecto.
- Ha tenido que dejar los estudios, eso sí.
- Me apunté a INEF e intenté hacer el primer año, pero la vela te exige mucho, muchos viajes, muchas horas de entrenamiento. Al final llegó un momento que era una cosa o la otra. Y nunca había sido un muy buen estudiante.