Los olímpicos ucranianos traen de París orgullo e inspiración a un país en guerra

Los olímpicos ucranianos traen de París orgullo e inspiración a un país en guerra

Ucrania terminó los Juegos Olímpicos de París con un botín de doce medallas, logros en los que los ucranianos encuentran inspiración y orgullo por la resistencia y determinación de sus atletas, que han sabido competir al más alto nivel y sobreponerse al lastre que supone para su rendimiento la destrucción causada por la invasión rusa.

Aunque los ataques de Rusia contra zonas residenciales y los combates a lo largo de la línea del frente continuaron durante los Juegos Olímpicos, el evento, que finalizó el domingo, ha hecho que muchos ucranianos se sintieran representados en el mayor escenario deportivo del mundo.

"Cada vez que los ucranianos conseguían subir al podio, sentía orgullo y admiración. Se me llenaban los ojos de lágrimas de alegría y orgullo", declaró a Efe Mariana Sujnatska, de 34 años y natural de Leópolis (oeste).

Junto con sus hijas, Kvitka, de 8 años, y Zoriana, de 6, intentó seguir todas las actuaciones de los atletas ucranianos, especialmente en las finales.

A pesar de las frecuentes alarmas de ataques aéreos, sus niñas asisten a una escuela local de gimnasia y entrenan tres horas al día.

Ver a las mejores gimnastas ucranianas y de otros países en los Juegos Olímpicos les ha aportado "una enorme motivación para seguir progresando", subrayó la madre.

Ganar pese a la guerra

Ucrania ganó tres oros en París, más que en los anteriores Juegos Olímpicos de Tokio, mientras que su botín total, doce medallas, incluidas también cinco platas y cuatro bronces, fue mejor que su resultado en Río en 2016.

Junto a miles de ucranianos, Sujnatska vivió por televisión cómo la esgrimista Olga Kharlan, natural de Mikoláiv, ganaba la primera medalla de Ucrania, un bronce, antes de liderar al equipo femenino hacia el primer oro en unos combates dramáticos.

Oleksandr Khyzhniak, boxeador, y Yaroslava Maguchij, saltadora de altura, también ganaron el oro para su país, mientras que otras medallas llegaron en lucha, tiro, atletismo, remo y gimnasia.

"Es un resultado increíble, sobre todo teniendo en cuenta todas las dificultades por las que han pasado", declaró a Efe Vladyslav Heraskevych, miembro del Comité Olímpico Nacional de Ucrania y dos veces participante en los Juegos Olímpicos de Invierno.

Unos 500 campos de entrenamiento y estadios, donde solían entrenar y competir muchos de los olímpicos del país, han sufrido graves daños en los 900 días que, hasta el momento, ha durado la invasión.

Aunque se han reanudado los entrenamientos en algunos campos dañados de los territorios controlados por Ucrania, gran parte del material ha quedado destruido y muchos jóvenes atletas han abandonado el país junto con sus familias, declaró a Efe Vitaliy Parshukov, director de la escuela de esquí de la Reserva Olímpica de Cherníhiv.

Casi 500 atletas han muerto, ya sea con armas en las manos o en los ataques rusos contra zonas residenciales, mientras que miles luchan ahora en las Fuerzas Armadas.

Una fuente de inspiración

Muchos de los que vivieron los ataques y la ocupación rusos han participado o ganado medallas en París.

En total, Ucrania contó con la representación de 140 deportistas en París.

"La historia de Iryna Kolyadenko, que se escondió de las bombas rusas durante mucho tiempo en un sótano de Irpin, es especialmente conmovedora. Verla ganar la plata olímpica en París es increíblemente inspirador", declaró Heraskevych.

Koliadenko, luchadora de 25 años, vivió y entrenó en este suburbio de Kiev, situado junto a Bucha, y sobrevivió a una batalla clave durante el intento ruso de capturar la capital de Ucrania.

"No teníamos agua, gas, electricidad ni comida. Estábamos en el sótano todo el tiempo, bajo bombardeos constantes", recordaba tras huir de la ciudad.

El apartamento que había recibido tras ganar el bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 fue destruido, así como la escuela deportiva local, donde solía entrenar y donde un entrenador de boxeo local, Oleksiy Dzhunkivskyi, fue ejecutado por soldados rusos.

Al igual que otros medallistas ucranianos en París, Koliadenko subrayó el papel desempeñado por el Ejército ucraniano para que pudieran representar a Ucrania, al tiempo que reconoció la carga psicológica que supone seguir las noticias tras cada ataque ruso.

"La mayoría de los atletas cumplieron la misión más importante: hablaron de Ucrania y recordaron al mundo que la guerra continúa aquí", concluyó Heraskevych.

Un sable de bronce para la redención de Ucrania

Un sable de bronce para la redención de Ucrania

Entró en el palacio de cristal como si fuera un caballero medieval, con su sable y su armadura, agitando su larga melena rubia, antes de colocarse la visera. Sobre la máscara de protección, los colores de su bandera: azul y amarillo. Sobre su espalda, su nombre, jaleado por parte de la grada cada vez que conseguía tocar a su contrincante y anotar un punto: Kharlan. Acabó logrando la primera medalla olímpica para Ucrania.

Olga Kharlan (Mykolayv, 33 años) era ayer uno de los focos de atención en el majestuoso palacio de cristal donde se están celebrando las pruebas de esgrima,el Grand Palais. La atleta ucraniana, además de en lo deportivo, fue protagonista porque, con su sable, ha hecho bandera de la batalla para impedir la presencia de los deportistas rusos en estos Juegos Olímpicos de París.

La campeona olímpica fue eliminada del mundial de esgrima de Milán el año pasado tras haberle negado el saludo a su contrincante, la atleta rusa Anna Smirnova, de 23 años. Esta representaba al país bajo el estatus de «atleta individual neutro».

Después de la prueba, como es habitual, la rusa se le acercó, pero Kharlan la apartó con su sable antes de girarse y marcharse. La guerra en el país, el debate sobre la relación entre la geopolítica y el olimpismo, se escenificó en aquella pista aquel mes de julio, a través de dos mujeres vestidas de blanco y espada en mano.

La rusa protestó ante la federación de esgrima, que descalificó a Kharlan. Esta no ha dejado de defender su causa: «Nunca le daré la mano a un atleta ruso», reivindicó. El destino de la campeona ucraniana en estos Juegos estuvo en el aire hasta que el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, le envió una carta invitándole a participar en el evento olímpico y se le retiró la sanción. Kharlan tiene cuatro medallas olímpicas y 60 podios mundiales.

«Me resulta imposible imaginar cómo te sientes en estos momento: con la guerra en tu país, el sufrimiento de la población en Ucrania, la incertidumbre sobre tu participación en el Mundial de Milán (...) Es admirable cómo has gestionado esta increíble situación y quiero expresarte mi apoyo», le decía Bach en la misiva.

En el Grand Palais de París, bajo su impresionante cúpula, Kharlan fue batiendo ayer a sus contrincantes. Empezó por la mañana imponiéndose a su rival japonesa. Cada punto anotado, la ucraniana gritaba. Después, eliminó a la de Azerbaian y a la italiana. La eliminó la francesa para llegar a la final, pero consiguió imponerse a la coreana y lograr el bronce, la primera medalla para Ucrania.

Últimos juegos

Estos de París pueden ser sus últimos Juegos, pues ella misma ha ya ha dicho que quiere tomarse un tiempo de descanso. La guerra rusa en su país y su combate para denunciar la participación rusa, la han desgastado.

Kharlan dijo que, tras la guerra, pensó en dejar el esgrima. «En la competición tenía muchas ganas de demostrar algo y ganar para mi país y para mis padres, porque el deporte da esperanza y emociones positivas. Pero durante medio año no tuve fuerzas para un mínimo resultado individual o de equipo», dijo cuando fue descalificada en el mundial de Milán.

En estos Juegos no han participado esgrimistas rusos ni tampoco bielorrusos. Podían hacerlo pero no con su bandera, sino bajo el estatus de atleta individual neutral. Ninguno de los que podrían haber competido se inscribió.

La que quedó eliminada en su debut olímpico fue la esgrimista española Lucía Martín-Portugués. La deportista, que aspiraba a lograr medalla, fue abatida a la primera. «Qué vergüenza, he perdido a la primera cuando venía a por medalla. No me he encontrado», dijo la atleta, llorando, en declaraciones a la prensa. En la grada la arroparon las infantas Leonor y Sofía, así como por presidente el del Comité Olímpico Español, Alejandro Blanco. La española ha devuelto el esgrima español a la competición olímpica tras 16 años sin participación.

Alegría y tristeza entre los olímpicos ucranianos en París: "Luchamos por los que, por desgracia, no pueden venir"

Alegría y tristeza entre los olímpicos ucranianos en París: “Luchamos por los que, por desgracia, no pueden venir”

Para los competidores ucranianos que participan en los Juegos Olímpicos de París, la alegría va de la mano de la tristeza.

Los atletas se esfuerzan por disfrutar del sueño de competir en uno de los acontecimientos deportivos más prestigiosos del mundo, al tiempo que cargan con el peso de la guerra en su país.

"Cuando leemos las noticias, nos sentimos muy disgustados", declaró Polina Buhrova, una jugadora de bádminton de 20 años que participa por primera vez en unos Juegos.

Los alojamientos de los atletas de todo el mundo están adornados con banderas y lemas en la villa olímpica. En la casa ucraniana hay dibujos de niños con mensajes como: 'Los resistentes no se rinden y luchan por la victoria' y 'Gloria a las Fuerzas Armadas Ucranianas'. Estos dibujos, una tradición para apoyar a los soldados ucranianos en el frente, se han extendido a los vítores a sus atletas.

"Me alegran el corazón", declaró la esgrimista Olga Kharlan, sonriendo al ver los dibujos. Y añadió: "Queremos terminar esta temporada con éxito, porque lo hacemos por nuestro país".

Kharlan tuvo un camino único hasta los Juegos de París. En los campeonatos del mundo del año pasado quedó emparejada con la esgrimista rusa Anna Smirnova.

Smirnova protestó después de que Kharlan se negara a estrecharle la mano, y la ucraniana fue descalificada. De todas formas, el Comité Olímpico Internacional concedió a Kharlan una plaza en París. La esgrimista declaró que la preparación para los Juegos de este año fue todo un reto, no sólo por la agotadora rutina típica de un atleta olímpico, sino porque tuvo que entrenarse en el extranjero debido a la guerra de Rusia y hacía mucho tiempo que no veía a su familia. Pero está decidida, y afirma que su demostración va mucho más allá de cualquier ámbito deportivo.

"Luchamos y actuamos por aquellos que, por desgracia, no pueden venir aquí porque fueron asesinados por Rusia", declaró.

Este año, Ucrania estará representada por el menor número de atletas en su historia de participación en los Juegos de Verano, con 140 competidores en 26 deportes. El mayor número está en atletismo, con 25, mientras que sólo hay uno -Buhrova- en bádminton. El Comité Olímpico Internacional prohibió a rusos y bielorrusos participar en los deportes de equipo en París, y aquellos que superen un procedimiento de selección en dos fases pueden competir individualmente como neutrales. No deben haber apoyado públicamente la invasión rusa de Ucrania ni estar afiliados a organismos militares o de seguridad del Estado.

"Me sentiría mucho mejor si no estuvieran aquí", declaró la remera ucraniana Anastasiya Kozhenkova en una rueda de prensa celebrada el viernes en París. En Ucrania, Buhrova afirmó que la guerra socavó la importancia del deporte y la accesibilidad para muchos, y que conoce a muchos atletas que dejaron de practicarlo tras la invasión rusa. "Cuando intentas elegir entre la vida y el deporte, eliges primero la vida", afirmó. "Si el gobierno puede elegir, es comprensible que elija salvar primero nuestras vidas y luego apoyar el deporte".

Buhrova, originaria de la ciudad oriental de Járkiv, sometida a intensos bombardeos rusos desde hace tres años, dijo que tuvo que ser evacuada al extranjero para seguir entrenándose.

El trauma de la guerra aún la afecta profundamente. Incluso después de salir de Ucrania, los fuertes ruidos le recuerdan a menudo los bombardeos de su país. A pesar de estas dificultades, está entusiasmada y decidida: «Estoy muy contenta de tener la oportunidad de mostrar mi rendimiento, lo mejor de mí», afirma.

Kozhenkova, una remera ucraniana que ganó una medalla de oro con su equipo en los Juegos Olímpicos de verano de 2012, dijo que es un logro significativo para Ucrania incluso estar representada en medio de la guerra: "En invierno, hubo muchas explosiones, y fue muy aterrador, porque a pesar del entrenamiento, no sabías si ibas a llegar a los Juegos Olímpicos o no", dijo.

Kozhenkova dijo que el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, se dirigió al equipo el miércoles por Internet, deseándoles éxito y señalando que su participación ayudaría a la nación a tomarse un respiro de la dura realidad de la guerra.

La ucraniana espera que haya menos cortes de electricidad y que no se produzcan atentados graves para que los ucranianos puedan disfrutar de las competiciones: "Será un pequeño alivio para nuestra gente", afirmó. "Tal vez si hay electricidad y la gente puede animar, experimentará emociones (positivas)".

Los aficionados empapados por la lluvia que asistieron a la ceremonia inaugural vitorearon a los atletas ucranianos, encabezados por la superestrella del tenis Elina Svitolina y el nadador Mykhailo Romanchuk, abanderados del país, mientras los olímpicos desfilaban por el río Sena en un barco.

"Es un gran honor, y una responsabilidad aún mayor", escribió Svitolina a AP poco antes de la ceremonia. "Ahora compito por la conciencia y la atención del mundo, lo cual, en el contexto de la guerra, es una recompensa mucho mayor", declaró una de las atletas más queridas de Ucrania, propietaria de un fondo benéfico y embajadora de la plataforma estatal de recaudación de fondos UNITED 24.

Mientras los atletas ucranianos se preparan para competir, Svitolina afirmó que su país necesita urgentemente el apoyo del mundo, ya que "sin él, ésta podría ser la última vez que vean el azul y el amarillo en los Juegos Olímpicos y otros acontecimientos deportivos".

Los Juegos de París en un mundo sin tregua: Ucrania, Gaza y la frustración del olimpismo

Los Juegos de París en un mundo sin tregua: Ucrania, Gaza y la frustración del olimpismo

Los Juegos Olímpicos no pueden cumplir con uno de los mandatos que daban sentido a su creación: la tregua olímpica. La razón es que el evento que arranca con un homérico y desafiante recorrido por el Sena, lo hace en un mundo sin tregua, rotos los equilibrios geopolíticos del pasado, en el periodo más inquietante desde la Guerra Fría y con la crecida de movimientos y dirigentes populistas y radicales. Francia no es ajena al fenómeno, pese al 'No Pasarán' con el que la izquierda ha evitado el triunfo de la extrema derecha, aunque ello no puede convertir a París, la Atenas del olimpismo moderno, en la Olimpia que detenía las guerras.

Los conflictos en Ucrania y Gaza continúan en paralelo a las hazañas de sus atletas, incluso un puñado de rusos que lo harán sin bandera. Tras las sanciones occidentales, el Comité Olímpico Internacional (COI) decidió apartar de los Juegos a Rusia y Bielorrusia, hecho que rompe, asimismo, lo más parecido al equilibrio geodeportivo del pasado, entre Estados Unidos y la extinta URSS. Rusia no llegó a igualar el viejo poder soviético, por la pérdida de repúblicas, Ucrania entre ellas, y la caída del comunismo, en el que el deporte era una de las pocas vías para cambiar una vida. Pero se mantenía como vértice del nuevo orden, hoy destruido como consecuencia de la política y cargado de interrogantes. El Equipo de los Refugiados, creado en 2016 y formado en París por 37 deportistas, es el reconocimiento del olimpismo de su propio fracaso, de su incapacidad de pacificar menos de un mes un mundo en convulsión.

Biden, Putin y Trump

El presidente ruso, un nostálgico de la gran Rusia que conecta con el dominio soviético, tiene una orden de detención de la Corte Penal Internacional. El de Estados Unidos acaba de quebrar y dejar expedito el camino del regreso a la Casa Blanca a Donald Trump, convertido en un mártir tras el atentado sufrido en Pensilvania. Joe Biden era el símbolo de la debilidad que urge cambiar a los miembros del Partido Demócrata, y Vladimir Putin es el de la amenaza para el mundo. Entre ambos gravita un Trump peligrosamente cerca del ruso en su mandato anterior.

El poderoso equipo de Estados Unidos, que colocará a LeBron James, un Ulises de su deporte, en el mascarón de proa de su barcaza en el Sena, está llamado, pues, a dominar el medallero, mientras que los escasos rusos o bielorrusos competirán bajo la bandera olímpica, la bandera de la vergüenza para Putin, que hace sólo seis años mostraba al mundo la eficacia de su Mundial de fútbol. En Tokio ya tuvieron que hacerlo, entonces por las sanciones por dopaje al estado ruso, y escucharon a Tchaikovsky en el podio. China aparece como el contrapoder americano, heredera del deporte de Estado de las antiguas potencias del Este, otra vez entre acusaciones de dopaje.

Los israelíes, como jefes de Estado

En el país occidental con las mayores comunidades musulmana y judía, además de haber sufrido sangrientos atentados islamistas, desde Charlie Hebdo a Bataclan, la presencia de las delegaciones de Palestina e Israel redobla el desafío de seguridad que ya propicia el contexto mundial y la novedosa ceremonia, con una grada de kilómetros a orillas del Sena. Los deportistas hebreos se mueven a los centros de entrenamiento con medidas propias de jefes de Estado. Como ocurrió en Eurovisión, aguardan protestas en sus competiciones, después de que miembros de la Francia Insumisa dijeran que los israelíes no son bienvenidos en París. El ministro de Interior, Gérald Darmanin, intervino para decir lo contrario y evitar un conflicto diplomático.

El recuerdo del atentado de Múnich, en 1972, en el que murieron 11 miembros de la delegación israelí, además de varios terroristas del grupo palestino Septiembre Negro, es inevitable y mantiene en alerta a la fortificada seguridad en una ciudad abandonada por muchos parisinos. Los agentes están en cada esquina, en cada puente, aunque sin que, por ahora, se perciba tensión.

La huida parisina y los visitantes

Los Juegos no seducen del mismo modo a los habitantes de las grandes metrópolis del mundo, que ya viven todos los días el olimpismo de las finanzas, la cultura o la alta política. No son lo mismo París o Londres que Barcelona o Atenas. Las visitas, sin embargo, compensarán la huida local. París espera unos 15 millones de personas a lo largo de estos 19 días. Barcelona'92, cuya cosecha de 22 medallas aspira a superar la delegación española, con más mujeres que hombres, también se celebró en un mundo cambiante, por primera vez sin la URSS. Cambiante pero menos inquietante que el actual.

Ucranianos, palestinos o israelíes, y hasta rusos sin bandera, no competirán liberados de los conflictos de sus países, como hacía Milón de Crotona, el mejor luchador que recuerdan los Juegos de la antigüedad, en Olimpia, casado con la filósofa Myia, hija de Pitágoras. Entonces dejaba la guerra sin temores para competir por el pacto entre todas las ciudades-estado. Ni París ni Francia ni el mundo, representado por la ONU en la Resolución 118 por una nueva tregua olímpica, lo han conseguido esta vez. El oro es su objetivo, la paz es el oro imposible de un mundo que pone sus ojos en los Juegos, pero les niega su razón de ser.