El "humor amarillo" del piragüismo que hizo llorar a Maialen Chourraut: "Un resultado así te hace sentir la máxima miseria"

El “humor amarillo” del piragüismo que hizo llorar a Maialen Chourraut: “Un resultado así te hace sentir la máxima miseria”

Cuatro piragüistas en una plataforma de salida suspendida a tres metros de las aguas bravas. Las puertas se abren y... ¡ya! Los dos primeros pasan de ronda y los dos últimos se van para casa. Tienen que recorrer 210 metros, superar 10 puertas, dos de ellas de remonte, y hacer un esquimotaje, es decir, una vuelta en el kayak metiendo la cabeza debajo del río, un rulo, una croqueta acuática. La modalidad, llamada kayak cross, se estrenaba este lunes en unos Juegos Olímpicos de París e hizo las delicias del público.

Con un llenazo en el Centro Acuático de Vaires-sur-Marne, los aficionados vibraban con cada choque de canoas, cada adelantamiento, cada hundimiento, cada sprint, más teniendo en cuenta que la francesa Angele Hug ganó la plata en categoría femenina. Pero otra cosa era los palistas. La Federación Internacional de Piragüismo se inventó la disciplina hace pocos años y, convertida ya en olímpica, había algunos encantados y otros, no tanto.

"Es como humor amarillo, pero a lo bruto, hay de todo. La salida es decisiva porque adelantar es muy complicado, depende mucho más de la suerte que el slalom", analizaba Xabi Etxaniz, el marido y entrenador de Maialen Chourraut, que este lunes se llevó un disgusto. Como el otro español en liza, Manuel Ochoa, la tres veces medallista olímpica cayó en cuartos de final y rompió a llorar.

"He salido desde la calle 4 y era casi imposible sacar la carrera adelante. Lo he peleado y no me puedo achacar lo que me achaqué en el slalom. Pero estos Juegos han sido muy duros, no os lo podéis imaginar, me he sentido la máxima miseria del mundo", reconocía Chourraut que después de su último puesto en el slalom, hace una semana, pidió a su equipo 24 horas de silencio, de no hablar de piragüismo, de apartarse de todo. Recuperó la ilusión con el bronce de su hijastro Pau Echaniz, pero precisamente por eso su eliminación del kayak cross fue un golpe duro. "Me esperaba otros Juegos, unos Juegos diferentes. Ahora tengo que hacer una reflexión con mi familia", comentaba quien asumía que la modalidad cross "seguirá adelante, tiene gancho".

"Hubo reticencias entre los deportistas

"Al principio hubo reticencias entre los deportistas, no te lo voy a negar. Es un deporte artificial, sin tradición, y el escamotage era algo polémico. Pero ahora poco a poco va gustando más. Es muy físico, te obliga a trabajar más el lactato, el sprint, y evidentemente hay un factor suerte importante", comentaba Mónica Doria Villarubla, española, de La Seu d'Urgell, pero internacional por la muy cercana Andorra.

Según explicaba, en canales como el Centro de Tecnificación del Segre de La Seu, los entrenadores están inventando la metodología para poder preparar esta especialidad. Hasta hace nada, sin ir más lejos, no había cierto material específico, como el gran listón bajo el que debe realizarse el esquimotaje.

Potencia en piragüismo, España también apunta a selección importante en el cross con especialistas como Manuel Ochoa. Este lunes, de hecho, era uno de los favoritos, ganó todas sus series, pero en los cuartos de final los jueces consideraron que no había pasado la puerta por el lado, que lo había hecho por abajo. Fue descalificado, para su disgusto.

"No he visto el vídeo, la verdad, y no puedo juzgar sin ver el vídeo. Pero en este deporte hay muchas decisiones incorrectas", aseguraba el gallego, que se formó en el kayak extremo y por eso era candidato a las medallas. "Había luchado mucho por estar aquí, metido muchas horas y la preparación había sido perfecta", finalizaba, aunque al final no pudo ser. En los Juegos de Los Ángeles 2028, donde el kayak cross volverá a aparecer y a hacer las delicias del público, tendrá otra oportunidad.

Pau Echaniz se cuelga por sorpresa el bronce en su debut en los Juegos Olímpicos

Actualizado Jueves, 1 agosto 2024 - 19:22

Durante casi una hora, Pau Echaniz estuvo sentado en una silla de plástico, al cobijo de una carpa de plástico, mirando la tele. A los 23 años, en su debut en unos Juegos Olímpicos, fue el primero en bajar a la final del K1 slalom, completó el recorrido del canal de Vaires-sur-Marne por una línea casi perfecta, a una velocidad vertiginosa, con la serenidad de los veteranos y se relajó viendo qué hacían sus rivales. Estaba tranquilísimo, una dulce tarde de verano en un pueblito floreado cerca de Disneyland. Ya no se jugaba casi nada. Si le superaban los rivales, chapeau, se podían marchar a casa con su diploma olímpico orgulloso del trabajo hecho, ¡menudo tiempazo! Y si nadie mejoraba su tiempo, ¡ay!

Poco a poco se acumularon los fallos, del vigente campeón olímpico, el checo Jiri Prsacek, del vigente subcampeón, el eslovaco Jakub Grigar, y así otro y otro y otro hasta que Echaniz miró abajo y descubrió que ahí, todavía sentado en la silla de plástico, aparecía un bronce colgado en su cuello. Sólo otros dos veteranos como el italiano Giovanni De Gennaro y el francés Titouan Castryck consiguieron superar su registro y lo hicieron por un pelo: los tres acabaron con los mismos segundos en el marcador, 88 segundos, y eso que Echaniz tocó una puerta.

Echaniz muerde la medalla de bronce.

Echaniz muerde la medalla de bronce.BERTRAND GUAYAFP

En otras circunstancias, con más experiencia, quizá en los próximos Juegos, Los Ángeles 2028, el español quizá hubiera maldecido la puerta 19, casi al final del recorrido de 23 puertas, que le costó el oro. Pero este jueves estaba eufórico. En cuanto acabó el último de los 12 participantes de la final, Echaniz se fue a abrazar a su padre, Xabi Etxaniz, y su madrastra, Maialen Chourraut, que no sólo le animaron durante todo el recorrido, también le gritaron, aplaudieron, enloquecieron. Tan tranquilos siempre en las tres medallas de Chourraut, con el pequeño Pau, vivieron una de las mayores alegrías de su vida, sin duda. En el pantalán del canal de Vaires-sur-Marne, bajo un sol de justicia, le abrazaron con todas sus fuerzas y recordaron cuando era un crío y cogía su primera pala, ¿Qué podía haber hecho si no?

En 2021, cuando ya había amasado un notable palmarés en categorías inferiores, Echaniz decidió mudarse a vivir al País Vasco con su padre, su madrastra y su hermanita, Ane, y desde allí impulsó su carrera. Estudiante de moda en la Escuela de Innovación Profesional de San Sebastián, de repente se sucedieron los logros: de clasificarse para los Juegos, a meterse a semifinales, cruzar a la final con el último tiempo y allí, un bronce. La medalla que no pudo conseguir Chourraut el pasado domingo ya es de Echaniz, todo queda en familia.

Miquel Travé, a un “centímetro” de la medalla: “Estoy jodido, ahora mismo duele”

Actualizado Lunes, 29 julio 2024 - 20:02

A un toque de la medalla, a un pequeño error de concentración en el frenesí de las aguas bravas del canal de Vaires-Sur-Marne. «Estoy jodido. No es fácil estar tan cerca y que se escape. Pero bueno, este es el juego y hemos venido a jugar». El sueño de Miquel Travé, un niño criado entre canoas, se quedó a 89 centésimas del bronce. Fue quinto en el C1 Eslalon, otra vez brillando España en piragüismo. Con un tiempo de 97,72 en la final, a la que acudió con la segunda mejor marca, de no haber sido por el golpeo de su pala en la puerta 14 tendría colgada la plata al cuello.

La segunda medalla de España en los Juegos se diluyó en las aguas parisinas. Travé, toda una perla del piragüismo (campeón del mundo júnior en 2018), violinista en su infancia, hijo de entrenador olímpico (seleccionador en Atlanta 96) -ahí estaba presente, con el resto de la familia del catalán-, compañero de entrenamientos de Ander Elosegui (dos veces cuarto en los Juegos), había desatado las expectativas en una mañana pletórica. En su tercera bajada por el recorrido del espectacular Estadio Náutico Vaires-Sur-Marne logró uno de los 12 billetes para los finalistas y con el segundo mejor tiempo (96.69), nada menos.

A sus 24 años, el chico de La Seu d'Urgell acometió el descenso con una asombrosa soltura. Iba superando todos los tiempos, directo a la medalla, vertiginoso, pero la fatalidad le aguardaba en la puerta 14. «Todas son peligrosas. Al final todas tienen dos palos, todas hay que pasarlas por el medio sin tocar, así que hay que estar atento de la primera hasta la última y hay 23», concedía después. Con el fallo y la penalización asumidas, zarpó hasta el final con todo y acabó con 97.92. Iba a ser, finalmente, el quinto mejor tiempo de la tarde. Un diploma que hubiera firmado antes, pero que ayer , «escasos centímetros que me alejan de la plata», aún dolía. «Cuando lo vea en perspectiva voy a ver que en los primeros Juegos Olímpicos pude estar ahí. Quinto es un buen resultado, pero bueno, ahora mismo duele», reconocía. «Es cruel, es así. No diría ni injusto ni justo. Al final el mejor del mundo puede perder y el peor del mundo puede ganar, esta vez me ha tocado bajarme a mí del podio», resumía.

Trevé, tras la final.

Trevé, tras la final.ALI HAIDEREFE

El oro fue un éxtasis en el canal, porque el ídolo local, Nicolas Gestin, logró la perfección y arrasó en el lugar en el que entrena habitualmente. Un descenso tremendo (91,36), cuatro segundos mejor que el británico Adam Burguess, para ser campeón olímpico de C1 de eslalon, con el eslovaco Matej Benus tercero.

A Miquel aún le quedan cosas por decir en París, pues participa en el kayak cross. «Aquí e intentaré sacar todas mis fuerzas y mi rabia para un buen resultado. Y después a pensar en Los Ángeles 2028 donde iré aún con más hambre», admitía el ilerdense, cuarto en el ránking mundial y que superó la decepción de no clasificarse hace tres años para los Juegos de Tokio.

La "maldita puerta 2" que amargó el último slalom olímpico de Maialen Chourraut: "No sé qué tenía, no lo entiendo"

La “maldita puerta 2” que amargó el último slalom olímpico de Maialen Chourraut: “No sé qué tenía, no lo entiendo”

Y en la última pregunta, Maialen Chourraut se rompió. A sus 41 años, en la que probablemente fue su última bajada en slalom en unos Juegos Olímpicos, tocó una puerta, "la maldita puerta 2", acabó última y pese a ello se animó para aguantar el tipo ante las cámaras y los micrófonos. Si tan serena mantuvo en todas sus victorias, su bronce en Londres 2012, su oro en Río 2016 y su plata en Tokio 2020, ¿Por qué no hacerlo en la derrota?

Durante más de media hora, desde que se bajó del kayak hasta que se marchó a los vestuarios, Chourraut sonrío para agradecer a todos los que le ayudaron, celebrar la notable presencia de público en las gradas e incluso elogiar la belleza del canal de Vaires-Sur-Marne, al este de París, cerca de Disneyland. "He vivido esta experiencia gracias a muchísimas personas que dan lo mejor para que yo esté aquí. No he sido capaz de poner la guinda al pastel y con eso me tengo que ir, pero estoy emocionada por toda la afición que ahí aquí, por haber competido en este canal tan bonito y volver a vivir la experiencia de unos Juegos", repitió y repitió, pero en la última pregunta, Chourraut se rompió.

Su hijastro de 23 años, Pau Echaniz, hijo de su marido y entrenador Xabi, compite martes y miércoles en su misma especialidad y al ser preguntada por sus opciones de medalla, se le enrojecieron los ojos y empezó a llorar. "Le deseo lo mejor. Estoy deseando verle en el agua, al pobre le ha tocado sufrir hoy conmigo...", comentó y su discurso se perdió.

Un paso imposible

Demasiado había contenido la decepción sufrida al perder la oportunidad, seguramente la última. A sus 41 años, aunque no se retirará todavía y aunque el próximo viernes disputará la nueva modalidad cross, Chourraut sabía que ya no volverá a vivir la emoción olímpica del K1, su prueba, y eso se notaba. "Estar aquí era un regalo que nos había hecho la vida, ya era suficiente, pero una vez aquí quieres hacerlo mejor. Ha sido una oportunidad perdida y, bueno, ahí se ha quedado", resumía el técnico Xabi Etxaniz que maldecía la puerta 2. "¡La maldita puerta 2!", gritaba.

Desde el día anterior, en las primeras rondas, Chourraut se enredó con la segunda puerta de las 25 que componía en el circuito y cada vez que pasaba por allí, un error, otro error, un error. En los entrenamientos practicó todas las trazadas posibles, buscó soluciones, estudié los detalles del movimiento del agua, pero igualmente esa puerta le amargó los Juegos Olímpicos. En las semifinales un fallo casi le cuesta el pase a la final y en el momento decisivo, un toque con la cabeza, el palo que se va por el otro lado y 50 puntos de castigo, la penalización máxima.

"No me salía, no me salía. A todo el mundo le salía y parecía que era sencilla, pero a mí no me salía, no sé qué pasaba. En algunos momentos parecía que ya la tenía, sabía lo que tenía que hacer, pero nada. Antes de la puerta miraba para abajo y el agua me afectaba mucho en la cola de la piragua y no sé por qué no encontraba la solución", analizaba Chourraut, que en ningún momento se despidió.

De retirada, nada

"No lo he vivido como mi retirada. Seguramente no podré volver a unos Juegos, pero el viernes tengo la prueba de cross y después ya veré qué haré", aseguraba la palista que después de los Juegos de Tokio 2020 pensaba en dejarlo, no lo hizo, y ahora disfruta el doble. De ahí que ahora vaya «día a día». En este ciclo olímpico se agudizó una lesión en el hombro izquierdo, tuvo que pasar por el quirófano y con su edad y su palmarés la rehabilitación parecía un tormento innecesario. Pero Chourraut encontró dos motivaciones para pelear este domingo cerca de París.

En primer lugar, la posibilidad de compartir unos Juegos con su hijastro Pau, de ahí su emoción, y en segundo lugar, la opción de disputar esa prueba de cross, que puede acabar en su cuarta medalla olímpica y, sobre todo, en un disfrute. Porque son carreras eliminatorias de cuatro palistas que bajan juntas por el canal y normalmente hay de todo, vuelcos, golpes... "Es como humor amarillo, divertidísimo", describía Etxaniz, aunque antes de poner gozárselo, Chourraut deberá rahacerse después de haberse roto.