Miguel Mateo, el español que domina el voleibol en Islandia: "Desde mi ventana veía las focas que había en mi puerta"

Miguel Mateo, el español que domina el voleibol en Islandia: “Desde mi ventana veía las focas que había en mi puerta”

«En uno de mis primeros días en Islandia, en Neskaupstadur, un pueblo de apenas 1.500 habitantes, aparecieron renos por las calles y trabajo hubo para que se marcharan. Era un lugar increíble, los paisajes eran una salvajada. El club me dejó un apartamento que estaba en primera línea de mar y desde mi ventana veía las focas que estaban abajo. No era habitual que hubiera deportistas extranjeros y me invitaban a hacer de todo, a ir en moto de nieve, a pasear en barco...», comenta Miguel Mateo y la pregunta es: ¿Por qué Islandia?

Para responder habría que hablar de la eterna crisis del voleibol en España, de su desplome con la construcción en 2008 o de la mala gestión de su Federación, pero resume mejor un dato que aporta él mismo: «Aquí mi sueldo es muchísimo más alto».

Mateo fue el máximo anotador español de la Superliga en 2015, sólo superado en la lista por el brasileño Guilherme Pereira Maxon, pero poco después se quedó sin contrato y no le quedó más remedio que emigrar. Antes que él unos técnicos españoles se habían lanzado a la aventura allá arriba, le llamaron y las condiciones de su contrato no se podían ni comparar. Acompañado de su pareja, Paula del Olmo, de repente se encontró entre renos y focas.

Doble campeó de Liga

Hoy, casi una década después, allí continúa, convertido en emblema del Akureyri. Entrena y juega en el equipo masculino, vigente campeón de Liga, y dirige al equipo femenino, donde juega Del Olmo, también dominador nacional. «Es curioso porque aquí el voleibol es un deporte de moda entre los padres cuarentones. El fútbol y el balonmano son los reyes, no hay duda, pero hay muchos torneos y muchos equipos para veteranos. Digamos que es como el pádel en España», cuenta y expone una prueba. En un país de 300.000 habitantes, el pasado fin de semana se disputó una competición senior con más de 2.000 jugadores inscritos.

Lo peor, imagino, será el frío.
Soy de Valladolid y allí lo paso peor cuando voy en Navidad. Aquí en Islandia el frío es seco, no tiene humedad, y los sitios están muy bien aclimatados, siempre se mantienen a unos 23 grados. Akureyri está muy al norte, cerca del círculo polar ártico, pero en el fiordo está protegida de los vientos. Incluso en invierno no hay tantos días que bajemos de -5 grados. Es una ciudad pequeña [20.000 habitantes, la cuarta mayor del país], pero muy curiosa, vive mucho del mar.

Como ocurre en tantas y otras vivencias, Mateo fue a Islandia a probar durante un año y ha acabado echando raíces hasta el punto de que junto a Del Olmo han sido padres y han aprendido el idioma. Según comenta, las ayudas a la crianza son «brutales», aunque el impuesto medio sobre la renta ronda el 39%. Pese a que casi todos los productos del supermercado son importados y carísimos, la relación con su sueldo le compensa. Su adaptación ha ido tan allá que ha tenido que moldear su carácter para encajar con los jugadores y jugadoras que dirige.

«En España y muchos otros países latinos los entrenadores se dirigen a su equipo con agresividad y aquí eso no funciona. De hecho, está muy mal visto. Yo era un poco así, pero tuve que cambiar. Aquí no vale eso de gritar '¡Venga, cojones!'. Aquí hay que poner siempre una sonrisa, ser positivo, proponer una mejora en lugar de subrayar un error», analiza Mateo al que empezaron apodando «matador», por su capacidad anotadora, pero al que ahora todos dicen «cari», porque así le llama su pareja.

"Aquí entre tres y cinco años más"

De Valladolid, a los 17 años ya se trasladó a Elche para perseguir su sueño de vivir del voleibol y luego pasó por varios destinos: Soria, Cabezón de la Sal, Lugo o Castellón. Antes de marcharse a Islandia llegó a tener una oferta para jugar en el Barcelona, una sección del club de fútbol que pese a ello nunca ha ganado la Liga, pero la salida era mucho mejor opción.

«El nivel deportivo no es muy alto, pero las condiciones económicas sí lo son. De hecho, ahora hay ocho jugadores españoles en la Liga islandesa. Cuando hablo con mis amigos que siguen en la Superliga veo que es muy complicado ser profesional del voleibol en España. Algunos se marchan a Francia o Alemania, pero Islandia es un gran lugar», proclama y finaliza: «Estaremos aquí entre tres y cinco años más. Todo el mundo nos trata muy bien».

La historia del ex piloto Iñaki Mujika, una "hostia" con la moto, un regalo de la familia Nieto y el sueño de la Titan Desert: "Al caer supe que se acaba el juego"

La historia del ex piloto Iñaki Mujika, una “hostia” con la moto, un regalo de la familia Nieto y el sueño de la Titan Desert: “Al caer supe que se acaba el juego”

«¿Sabes cuánto vale una handbike de éstas? 22.000 euros. Las hacen en Estados Unidos, tan sólo el envío ya te cuesta 1.000 euros».

Hace cuatro años Iñaki Mujika, un piloto navarro de motocross, sufrió un accidente en el circuito de Tierz, en Huesca. En el entrenamiento previo a una prueba de la Copa de España, apenas llevaba tres vueltas cuando saltó por los aires. «Pensé: '¡Qué hostia me voy a pegar!'. Y cuando me caí supe que se había acabado el juego. Tenía la espalda partida, ya sabía que era algo serio. No me sorprendió, no me pregunté por qué. Todos los que amamos el motociclismo hemos perdido a alguna persona cercana o a dos. Con suerte estaba vivo», recuerda en conversación con EL MUNDO quien se rompió ocho costillas, se perforó un pulmón, se dañó la médula espinal y perdió la movilidad en las piernas.

«No me pudieron fijar la espalda porque, con el problema del pulmón, había riesgo de asfixia. Tampoco me podían intubar porque había probabilidades de que el órgano explotase. Tenía que recuperarme por mis medios», cuenta quien estuvo una semana en la UCI del Hospital Lozano Blesa de Zaragoza, un mes en planta, y luego pasó por el Hospital de Parapléjicos de Toledo y el Instituto Guttmann de Barcelona. Al final, podía valerse por sí sólo con la ayuda de una silla de ruedas, pero no podía volver a su trabajo, mecánico de motos en su taller M86 de Alsasua, y por supuesto no podía volver a su deporte, el motociclismo. Su consuelo fue el ciclismo, como le enseñaron en la Guttmann, aunque siempre en carretera o en casa con un rodillo porque las bicicletas a mano o handbike de montaña son carísimas.

Hasta que hace un par de años recibió una llamada. Alguien quería regalarle una 'handbike' y quería hacerlo a través del arte. ¿Cómo?

Una llamada a medianoche

«Fue de película. A las 12 de la noche, me llama un número privado, lo cojo de casualidad y resulta que era un médico que me había tratado y que había propuesto mi nombre a la Fundación Ángel Nieto. Estaban organizando un acto benéfico, la subasta de cuatro cuadros del pintor Manu Campa, y buscaban un proyecto de un motorista con una lesión medular para ayudarle con ese dinero. La handbike era una opción, pero pensé que no saldría adelante y me olvidé. Un mes después recibí otra llamada desconocida y era Gelete, el hijo de Ángel Nieto, que me dijo que sí, que me iban a ayudar con el tema de la bicicleta», relata Mujika con gratitud hacia la Fundación Ángel Nieto.

Con la ayuda del Instituto Guttmann, el ex motorista empezó a manejar su nueva bicicleta de montaña a mano y su regreso al deporte culmina esta semana: el jueves tomará la salida de la Titan Desert, la prueba ciclista que en seis etapas recorre 550 kilómetros por el desierto de Marruecos. Lo hará junto a otro lesionado medular, Pablo Montoia, dos lesionados cerebrales, José Antonio Bugarin yCristian Casals, y un equipo de cinco profesionales sanitarios del Guttmann.

«Pero no seremos un equipo de pacientes y cuidadores. Para todos es un desafío de verdad y hay lesionados que están muy fuertes», explica Alejandro del Arco, doctor especializado en neurorrehabilitación e impulsor del proyecto que cuenta con la ayuda de KH-7. Aficionado a la bicicleta, ya ha completado la Titan en dos ocasiones, y asegura que teme por las dunas porque las 'handbikes' pesan 50 kilos y no pueden superar según qué cuestas. Cuentan con ayuda eléctrica, algo que obliga a una excepción en el reglamento de la prueba -los lesionados no aparecerán en la clasificación-, pero superar las paredes de arena será igualmente complicadísimo.

«A mí me preocupa más que las baterías se puedan cargar en los campamentos y no sufrir una úlcera porque pasaré muchas horas sentado. Pero si está en mi mano, acabaré seguro por mucho que haya que pelearlo», proclama Mujika que guarda un sueño para el final. Si supera la Titan se lanzará a por lo imposible, recuperar su pasión, aunque sea parcialmente. De desierto en desierto, quisiera volver al Dakar, donde ya trabajó, para ayudar a algún equipo con sus conocimientos de mecánica. «Pero sólo si puedo aportar algo, no ir allí para molestar o estar allí aparcado», reivindica.

Pablo Ibáñez, el corredor que perdió una carrera de 185 km en el sprint final y acabó en el hospital: "Me dolía el contacto con la cama"

Pablo Ibáñez, el corredor que perdió una carrera de 185 km en el sprint final y acabó en el hospital: “Me dolía el contacto con la cama”

La escena da mucha pena. Pablo Ibáñez se acerca dando tumbos a la meta de la Camí de Cavalls, una carrera de 185 kilómetros que da la vuelta a toda Menorca. Ha liderado la prueba durante horas, ha contado con más de 45 minutos de ventaja y apenas le quedan 100 metros para llegar al arco de la Plaça des Pins de Ciutadella. Pero está exhausto. Le cuesta avanzar, incluso mantenerse en pie, y si sigue corriendo es porque ya queda muy poco. Las cámaras de la retransmisión le enfocan y, de repente, alguien aparece atrás. Ahí viene, a toda velocidad, su rival, el francés Antoine Guillon que se acerca, se acerca y se acerca.

«Le está pasando, le está pasando», grita la narradora y, en efecto, Guillon le adelanta y le arrebata la victoria. Ibáñez se para y se rompe. A moco tendido y ya caminando acaba la carrera en segunda posición con un tiempo de 19 horas y 19 minutos. Durante mucho rato seguirá llorando, primero abrazado al propio Guillon, después tendido sobre el asfalto y al final en brazos de su madre, que le esperaba para celebrar. La escena da mucha pena.

Y pese a ello, el próximo viernes 2 de mayo, sólo un año después del drama, Ibáñez volverá a Menorca para rodear nuevamente la isla y tratar, esta vez sí, de proclamarse ganador de la XIII Trail Menorca Camí de Cavalls ConectaBalear.

¿Por qué?
Casi desde el primer momento tuve claro que quería volver para acabar de otra manera. No sé si ganaré, pero tengo que acabar mejor. Al día siguiente de la prueba ya le dije a mi madre que volvería, en el mismo hospital.

Porque sí, Ibáñez acabó en el hospital. En este tipo de pruebas, la deshidratación a veces obliga a una visita a urgencias que se suele resolver con suero, pero esta vez fue distinto. El corredor vasco de 33 años sufrió una rabdomiólisis severa, una dolencia que en el argot médico se suele acompañar de otro apellido más claro: rabdomiólisis dolorosa.

«Durante la carrera se me cerró el estómago y en las últimas seis horas no pude ni comer ni beber. A la meta llegué en un punto de vacío absoluto, desorientado, mareado, y en el hospital me diagnosticaron rabdomiólisis. Según me explicaron, mi cuerpo empezó a comerse mis músculos y esas células musculares acabaron en mi sangre. El dolor al tacto era increíble, me dolía el contacto con la cama. Y mi orina se volvió negra. Me tuvieron que dar morfina», recuerda Ibáñez, que luego estuvo pagando las consecuencias durante semanas.

«Al mes siguiente, estaba en Madrid por un viaje de trabajo, tenía un poco de tiempo libre, intenté volver a salir a correr y me asusté porque no sabía. Me había olvidado. Me acercaba a un bordillo y no levantaba la pierna. Lo consulté con un médico y me confirmó que la enfermedad provoca ciertos problemas neuronales. Me dio mucho miedo. Tardé tiempo en volver a correr con normalidad», narra.

Buena relación con su verdugo

De Bilbao, era un aficionado al ciclismo más hasta que empecé a leer el blog del corredor Anton Krupicka, tantas veces rival de Kilian Jornet, y le picó la curiosidad por el trail. Durante años compaginó ambos deportes, hasta que hace apenas tres años, cuarto en la Canfranc-Canfranc, se centró en correr y saltó a la ultradistancia. La cruel Menorca Camí de Cavalls del año pasado era, de hecho, su estreno en una prueba de 100 millas. Y estuvo muy, muy cerca de ganar.

«Me faltó experiencia, pero también información. Todo el mundo pensaba que tenía mucha ventaja y no me daban información de qué pasaba detrás para no preocuparme. Me relajé y cuando quise volver a arrancar ya estaba muerto. Entrando a Ciutadella, un cámara me dijo: 'Está en la rotonda'. Y yo justo había pasado por allí. Si me hubieran ido diciendo, lo podría haber gestionado de otra manera», cuenta Ibáñez que ha entablado relación con su verdugo.

En los días posteriores a la prueba del año pasado, Guillon le preguntó por su estado de salud por Instagram y desde entonces hablan de vez en cuando. «Es un tío curioso porque sólo sigue a 10 personas. No sigue a Kilian y me sigue a mí», finaliza.

Sebastián Álvarez, el hombre que alcanzó los 550 km/h con un traje con alas: "Cuando me preguntan qué sentí en el vuelo no sé qué decir"

Sebastián Álvarez, el hombre que alcanzó los 550 km/h con un traje con alas: “Cuando me preguntan qué sentí en el vuelo no sé qué decir”

«¿Sabes qué? Cuando me preguntan qué sentí en pleno vuelo no sé qué decir. Estaba superconcentrado. Tenía tantas cosas que hacer a la perfección, estaba preocupado por tantos detalles... Todo tenía que salir bien. Cuando aterricé, ya lo disfruté, sentí una explosión de felicidad. Estaba agotado, pero entonces festejé».

El pasado 22 de marzo, en el centro de paracaidismo de West Tennessee, en Estados Unidos, el chileno Sebastián Álvarez se subió a un avión de hélices, ascendió a 12.670 metros de altitud y decidió saltar sin paracaídas. ¿Quería matarse? Todo lo contrario. Era el culmen de su carrera en el aire, la celebración de toda una vida. Álvarez batió todos los récords de los vuelos con los peligrosísimos trajes de alas: alcanzó una velocidad máxima de 550 km/h, recorrió 53,45 kilómetros -una distancia similar a la que separa Madrid de Guadalajara- y planeó durante poco más de 11 minutos. Cualquier plusmarca anterior no tiene comparación. En lugar de volar desde un lugar elevado, como había hecho tantísimas veces en el Montblanc o en el edificio Burj Khalifa de Dubai, decidió hacerlo desde más allá de las nubes, más alto que cualquier avión comercial.

¿Qué fue lo más difícil?
En el vuelo lo más difícil fue mantenerme rígido para coger más velocidad y planear más tiempo. Digamos que tenía que ser como la ala de un avión, tan duro como el metal. Con tanta velocidad debía hacer la máxima fuerza posible, tensar mi cuerpo al máximo y mantener eso durante 11 minutos supuso un desgaste supergrande. Aunque creo que la mayor dificultad del salto estaba en la logística, en la tecnología, en la preparación.

Por la altitud inicial, Álvarez, de 39 años, al que apodan Ardilla, tenía que enfrentarse a dos obstáculos que parecían insuperables: las bajísimas temperaturas y la falta de oxígeno. «El tema del oxígeno fue el que nos llevó más tiempo», reconoce el especialista en conversación con EL MUNDO desde Múnich, donde estos días participa en varios actos de la marca que le patrocina, Red Bull.

El frío como obstáculo

A tantísima altitud corría el riesgo de perder la conciencia antes de llegar al primer minuto de vuelo, necesitaba una botella de oxígeno, pero el peso le jugaba en contra. Al final lograron adaptar un arnés para llevar una ampolla en el pecho, aunque eso le obligó a adelgazar cuatro kilos. «Luego nos dimos cuenta que a estas temperaturas la válvula de exhalación de la máscara se congelaba así que diseñamos un casco especial para cubrirla», recuerda quien también utilizó como abrigo un sistema de capas calefactadas eléctricamente que le permitió soportar un frío de hasta -70 grados.

¿Y en el aire había diferencia al ir a 200, a 300, a 400 o a 550 kilómetros por hora?
No exactamente. Yo llevaba un audífono con GPS, una cajita chiquitita, que me iba diciendo la velocidad y la distancia recorrida. Por eso sabía que iba acelerando, pero es verdad que físicamente no sentía ningún cambio a partir de cierta velocidad, de los 300 a los 550 km/h.

Cuenta Álvarez que la preparación le llevó dos años por los desafíos que le presentaba el material, pero también por la necesidad de saberse preparado. Durante horas practicó en el túnel del viento que hay en el aeropuerto de Bromma, en Estocolmo, y siguió un programa de fuerza específico centrado en la espalda, el pecho, los hombros y los brazos. «Aunque en realidad creo que la parte más importante del entrenamiento fueron los muchos años que llevo practicando con el traje de alas y los más de 1.050 saltos que ya había completado en mi vida», apunta.

Su salto en Montserrat

«Mi profesión es piloto militar, estuve años en las Fuerzas Aéreas de Chile. En mi formación para volar aviones y helicópteros, me enseñaron a saltar en paracaídas y me encantó. Durante muchos años estuve dedicándome al paracaidismo hasta que probé el wingsuit hace 15 años en el centro Lodi, en California, que entonces era uno de los mejores lugares del mundo. Desde entonces no he parado. La tecnología ha mejorado mucho y cada vez es más seguro».

Antes de su vuelo de todos los récords hace unas semanas, Álvarez ya había completado saltos muy recordados como cuando se mantuvo un paralelo al lado de una avioneta, llegando a tocarla, sobrevolando Montserrat. Según cuenta, el Skydive Empuriabrava, en la Costa Brava, es uno de los mejores lugares para practicar el paracaidismo en Europa. «Me encanta España y me encanta conocer el mundo desde el aire, aunque en los últimos años ya me pesan tantos viajes. Para mí es el lado malo de dedicarme al paracaidismo. Estoy en constante movimiento por el mundo, es sacrificado», finaliza Álvarez.

'Litus' Ballbé, olímpico en Londres 2012, ahora sacerdote: "Mis rivales pensarán que es imposible que ahora sea cura porque era lo peor"

‘Litus’ Ballbé, olímpico en Londres 2012, ahora sacerdote: “Mis rivales pensarán que es imposible que ahora sea cura porque era lo peor”

Un cura al que llaman 'Litus', empezamos bien. En la parroquia de la Bonanova, en plena zona alta de Barcelona, Carlos Ballbé, 'Litus', se presenta con un hábito clerical bastante 'urban', un stick de hockey hierba y mucho, mucho humor. Explica que este año ha empezado a entrenar con los veteranos de su club de siempre, el Atlètic Terrassa, y que ya teme el día que le toque jugar porque él en el campo siempre fue «tremendo» y a ver si va a blasfemar. «Estoy acojonando con el debut, a ver si me comporto. Por suerte, los domingos trabajo», bromea en conversación con EL MUNDO.

Ballbé combinó el hockey hierba con el seminario y llegó a disputar los Juegos Olímpicos de Londres 2012 con España, pero después se retiró, se ordenó sacerdote y hasta hace poco no había vuelto a tocar un stick. Ahora, a los 40 años, además de jugar de nuevo, es vicario en la parroquia de la Bonanova y coordina la Pastoral del Deporte, una comisión de la Conferencia Episcopal Española que busca mezclar goles con fe.

No es habitual que un deportista español admita que cree en Dios. Que uno se meta a cura ya es una rareza absoluta.
Pero en otros países es lo más normal del mundo. En Estados Unidos, hay deportistas de la NBA o la NFL que hacen retiros religiosos; en Brasil, muchísimos futbolistas muestran su fe abiertamente; en los países balcánicos, también es muy habitual. En España cuesta más, es verdad. Hay más deportistas creyentes de los que se piensa, pero hay pocos que lo expresen, quizá por vergüenza. Lo comprendo, por supuesto.
¿A usted le avergonzaba?
Ser creyente nunca me dio vergüenza y tampoco ir a misa. Si viajaba con el Atlètic o con la selección española, preguntaba en la recepción de los hoteles por la iglesia más cercana y me iba a misa los domingos por la mañana antes de los partidos. Mis entrenadores y mis compañeros siempre me lo pusieron fácil, aunque me caían todas las bromas del mundo. Cuando volvía de misa, le decían al míster que ya no hacía falta charla técnica porque Dios iba con nosotros. Yo me reía, siempre era de buen rollo.
Pero cuando entró al seminario se lo comunicó a sus compañeros del Atlètic por email.
No era por vergüenza, era por miedo al rechazo. Un cura me lo dijo: «Prepárate porque puede haber quien lo acepte y puede haber quien no lo acepte». Pensaban que algunos compañeros me rechazarían por friki y que los más íntimos me rechazarían por no habérselo explicado antes. Pero no pasó ni una cosa ni la otra. Todos me aceptaron y fue un regalo para mí. Alguno, de cachondeo, me preguntó qué estaba fumando y por qué no lo compartía. Pero siempre me mostraron su apoyo. Empecé en el seminario cerca de Pamplona y a jugar en el Atlético San Sebastián.

David RamírezAraba Press

¿Por qué quería ser sacerdote?
Siempre fui creyente, como mi familia, también iba a un colegio religioso [Viaró de Sant Cugat], pero aquel año sentí que ése era mi camino. Coincidió con el fallecimiento de mi abuela y con una peregrinación a Medjugorje, en Bosnia, que me marcó mucho.
Sus excompañeros cuentan que antes era un fiestero de manual.
Salía de fiesta, no te lo voy a negar. De hecho, algún domingo fui a misa con resaca. Si ahora entrase en la iglesia un chaval como yo le pediría que se fuese a casa, que para estar así mejor no estar. Recuerdo una vez que ganamos la Liga con el Atlètic y mientras todos mis compañeros seguían de celebración, yo me fui a misa. Para mí no era una obligación, iba porque quería. Era consciente de mis debilidades, nunca me he visto como un buen cristiando, pero siempre quería ir a misa porque me ayudaba.
¿Sus compañeros le cuestionaban sobre su fe?
Constantemente y yo lo agradecía, incluso lo incentivaba. Compaginé el hockey hierba con el seminario durante cuatro años, algunos en San Sebastián y otros de vuelta a Terrassa, y en ese tiempo mantuve conversaciones realmente interesantes en los vestuarios, en los hoteles y en los desplazamientos. Había coñas, pero también preguntas existenciales, mucha curiosidad. Me ayudó a ahondar en mi fe.
Al escribir «Carlos Ballbé hockey», Google sugiere «expulsado». ¿Realmente era tan peleón en el campo?
Algunos rivales pensarán que es imposible que ahora sea cura porque yo era lo peor. Me encantaría decir que fui un ejemplo en el campo, pero no fue así. Era muy pillo, protestaba mucho, era tremendo. Aunque cuando entré en el seminario ya cambié un poco. Empecé a pensar en el deporte como filosofía, en mi crecimiento como persona, en la solidaridad, en el trabajo en equipo... muchos conceptos relacionados con la fe.
Ballbé, en acción, durante los Juegos de Londres 2012.

Ballbé, en acción, durante los Juegos de Londres 2012.EFE

Para prepararse los Juegos Olímpicos de Londres 2012 aparcó el seminario y se fue a Bélgica a jugar. ¿Por qué?
Necesitaba coger aire. Había crecido en el Atlètic, había jugado en San Sebastián, había vuelto al Atlètic y, antes de los Juegos de Londres, quería alejarme un poco de todo y decidir realmente qué hacer con mi vida. Estuve una temporada en Bélgica, pero a finales me costaba entrenar, ya pensaba que realmente quería acabar el seminario, que tendría que estar en la iglesia, que quería ayudar a los demás. Así que poco después de los Juegos Olímpicos colgué el stick.
Entre los deportistas creyentes hay muchos que piden ayuda a Dios para ganar o incluso para jugar bien o marcar. ¿Cómo lo ve?
Para ganar un partido no hay que rezar, hay que entrenar. Igual que para aprobar los exámenes no hay que rezar, hay que estudiar. Dios te ayuda, te acompaña, te hace mejor persona, pero tiene cosas más importantes que hacer que seguir un partido. Cuando jugaba recuerdo que antes de los partidos rezaba para portarme bien, para no liarla, para no montar algún número, pero Dios no siempre me hacía caso.
¿Ha conseguido que alguno de sus ex compañeros de equipo se haga creyente y vaya a misa?
Qué va, ni uno. Pero desde que era niño mis padres me enseñaron la fe y la libertad. Yo era libre para creer y ellos, por supuesto, también lo son. Me consuelan dos cosas. La primera, que muchos me han acompañado en misas largas, misas importantes para mí que igual duraban dos horas y media. Eso es un tesoro que guardo. Y la segunda que, aunque no vayan a misa, quizá reflexionan más sobre determinadas cosas y ahondan en su bondad gracias a conversaciones que mantuvimos durante aquellos años.
La confesión de Ronnie O'Sullivan, leyenda del snooker: "Rompí el taco por un ataque de ira, he perdido el amor al juego"

La confesión de Ronnie O’Sullivan, leyenda del snooker: “Rompí el taco por un ataque de ira, he perdido el amor al juego”

Qué difícil es sentir la fragilidad de un gigante. Ronnie O'Sullivan (Wordsley, Reino Unido, 1975) es el mejor jugador de la historia de snooker, la modalidad más popular del billar. Nadie duda de su talento, mucho menos de su palmarés: siete Mundiales, 41 títulos, 389 semanas como número uno... Pero lleva unos años peleado con su propio deporte. No sólo pierde, es que lo pasa mal, se cabrea, se frustra. En enero rompió un taco y decidió apartarse de la mesa, no jugar, ni tan siquiera entrenar, durante unas semanas. Ahora el snooker está en vilo por su presencia en el próximo Mundial, que empezará el sábado 19 de abril y emitirán Eurosport y Max en España, pero él no suelta prenda. En conversación con EL MUNDO asegura que se quiere «dar margen» para ver si está preparado. Cualquier otro pensaría en la retirada, pero O'Sullivan de momento prefiere luchar contra sus demonios. Qué difícil es sentir la fragilidad de un gigante.

¿Cuándo decidirá si juega el Mundial o no?
Lo decidiré el 17 o el 18, antes de que se haga el sorteo. Me estoy dando tiempo. Realmente me encantaría sacar mi taco y simplemente jugar al snooker, pero no sé si lo haré.
¿Qué se lo impide?
Llevo sin jugar bien desde el 2020, llevo cuatro años jugando fatal. Ha habido destellos [fue campeón del mundo en 2022], momentos en los que pensaba que mejoraba, pero en general estoy sufriendo una racha horrorosa y eso me está pasando factura. Me he sentido exhausto, he llegado a perder el amor por el juego. Por eso rompí el taco a principios de año, fue un ataque de ira, pura frustración. Después de eso, me asusta volver a jugar ante el público, la idea de hacerlo es demasiado para mí. Me alejé de la mesa y ahora llevo tres semanas entrenando, pero todavía no sé cómo irá.
En 2020 ganó el Mundial y luego perdió cinco finales seguidas. ¿Ahí empezó todo?
No fueron las derrotas, tampoco fue una lesión. Antes que todo eso, hace seis o siete años, quise perfeccionar algunos aspectos de mi juego, ciertos entrenadores me dieron consejos y me fueron realmente mal. Pensaba que me ayudarían, pero no fue así. Ahora estoy deshaciendo todo eso y es un proceso lento. Me doy dos años para ver si puedo volver a disfrutar del juego.
Va a cumplir 50 años. Con su palmarés... ¿Qué le empuja a seguir?
El amor por el snooker. Lo amo con locura. El problema es que cuando amas tanto algo y no te devuelve nada, te desesperas. Pero he jugado a snooker desde que tenía ocho años y sé que cuando todo va bien, es lo mejor del mundo. Ahora que todo va mal necesito paciencia. Si hace 10 años me hubieran dicho que estaría así, me hubiera parecido una absoluta locura. Nunca pensé que podría tener tan mala relación con el snooker. Por eso no quiero dejarlo ahora, no de esta manera.
¿Se está preparando para la vida después de la retirada?
Es difícil hacerlo. Este año, desde que pasó lo del taco, casi no he jugado al snooker y me he aburrido muchísimo. Me he pasado los días pensando: «¿Y ahora qué hago?». Ya me pasó en 2012, cuando me tomé un año sabático. Pensaba que iría a correr, que iría al gimnasio, que tendría mucho tiempo para mí y en realidad no hice nada. Me aburrí muchísimo. Me di cuenta que los seres humanos necesitamos un propósito, tener siempre algo que hacer. Cuando lo deje quizá trabaje como entrenador de snooker, puedo empezar un podcast o dedicarme al automovilismo, que me encanta.

JAMES RUDLANDEUROSPORT

"El ejemplo de Djokovic me ayuda"

Es amigo de Novak Djokovic, que está viviendo un proceso similar.
Para mí es un ejemplo. Tiene un deseo tremendo de ser el mejor de todos los tiempos, está trabajando con Andy [Murray] y quiere seguir superándose. Eso me ayuda. Para él, lo más importante no es ganar otro Grand Slam, sino recuperar la motivación, vivir el proceso. Novak tiene el mismo desafío que yo: volver a disfrutar. He ido un par de veces a verle a Wimbledon y es fenomenal.
Suelen nombrar a ambos entre los mejores deportistas de la historia.
Uf. Pienso en Novak, también en Nadal, Federer, Woods, Verstappen, Hendry... ha habido grandes deportistas en la historia. Para mí, de todos, lo más importante no siempre es el palmarés. ¿Qué pasaría si Messi no hubiera ganado el último Mundial? Igualmente sería el mejor futbolista de la historia. Para mí, la clave es la constancia y la determinación. Eso la gente no lo valora suficiente. Muchas veces se habla de talento natural y es muy injusto. Pienso en Bolt. Lo hacía muy fácil, pero si ves su documental verás cómo se machacaba en los entrenamientos.
En una entrevista reciente comentaba que los jóvenes de ahora no tienen esa determinación.
El nivel ha empeorado en el Top 10. Creo que ahora hay más talento que nunca si miramos el cómputo global, los jugadores entre el 10 y el 50 del ranking mundial son mejores que antes. Pero en la parte alta de la lista no es así. Ahí seguimos Higgins, Williams o yo, que tenemos 50 años. Hay jóvenes que me gustan, podría ver cada día jugar a Luca Brecel, por ejemplo, pero creo que el nivel ha bajado respecto a hace 10, 15 o 20 años.
Decía Mark Williams, rival suyo desde siempre, que todavía es usted quien vende entradas para los torneos y atrae a los patrocinadores.
Hay jugadores muy interesantes en el circuito. Brecel, como decía, Judd Trump, KyrenWilson, Ding Junhui... Supongo que habla de mí porque siempre he tenido claro que el deporte es para los aficionados, que se vayan a casa pensando: «¡Cómo me lo he pasado!». Quiero volver a disfrutar porque es la única manera de dejar a los fans con esa sensación. A mí me gusta el boxeo y hay boxeadores bastante aburridos, aunque ganen. ¿Voy a trasnochar y pagar 20 libras por ellos? No, necesito emoción.
Ju Wenjun, impasible y despiadada, gana su quinto Mundial de ajedrez y se equipara a las grandes de la historia

Ju Wenjun, impasible y despiadada, gana su quinto Mundial de ajedrez y se equipara a las grandes de la historia

Actualizado Miércoles, 16 abril 2025 - 14:05

El Mundial Femenino de Ajedrez ha terminado en Chongqing con la victoria de Ju Wenjun, que revalida su título por cuarta vez y puede compararse ya con las mejores de la historia. Con solo 34 años, es una de las cuatro ajedrecistas que han logrado cinco coronas o más de ajedrez absoluto. Es la primera vez, además, que lo logra con gran ventaja sobre su oponente. El 6,5 a 2,5 final recuerda a grandes jugadoras del pasado, como Vera Menchik, primera campeona de la historia, que solía ganar sus títulos con enorme ventaja.

El duelo jugado en China y con dos representantes de aquel país se presentaba igualado. Las dos rivales pertenecen a la misma generación (Tan Zhongyi tiene 35 años), tienen experiencia como campeonas y se conocen a la perfección. La aspirante se adelantó en la segunda partida, lo que daba aún más emoción al campeonato, pero luego Ju Wenjun se encargó de liquidar sus esperanzas por la vía rápida.

Ju Wenjun, campeona desde 2018, igualó el marcador en la siguiente partida, sin permitir que Tan consolidara su ventaja, luego resistió de forma heroica en la cuarta y ahí encadenó una racha de cuatro victorias seguidas. Cada día que pasaba, el Mundial estaba más sentenciado. El 6,5 a 2,5 final es de los resultados más contundentes de las últimas ediciones, por la ventaja final de cuatro puntos y, más aún, por el altísimo porcentaje de victorias. Son cinco partidas ganadas, frente a tres tablas y una única derrota, lo que da idea de su dominio, como mínimo matemático. Como suele ocurrir, la realidad fue algo más igualada, al menos al principio, cuando la campeona tuvo la «suerte» de salvarse en un par de partidas críticas.

Solo en la última partida del Mundial, este miércoles, Ju Wenjun ha estado conformista, sabedora de que las tablas le daban el título de forma automática. Pese a todo, los cronistas presentes en China aseguran que se podía percibir cierta tensión, con Tan Zhongyi dispuesta a dejarse la piel en su última oportunidad, sin nada que perder. La campeona exhibió su pragmatismo y se dedicó a ir cambiando piezas, sin comprometer su seguridad. No le costó demasiado lograr el medio punto definitivo.

El poder de la concentración

Más allá de su excelente estado de forma, el triunfo de Ju Wenjun es el de la seriedad en el tablero. Algo menos espectacular que su oponente, solo cuando servía para rematar las partidas se permitía algún sacrificio, concesiones necesarias al espectáculo que servían para rematar las partidas. Uno de sus características en este Mundial ha sido también la concentración, rasgo que ella misma resaltaba hace unos días. Apenas se levantaba de la silla en las cuatro o cinco horas de lucha. No se ha permitido la menor distracción, con una actitud que se ha demostrado rentable.

Ju Wenjun se une así al selecto grupo de ajedrecistas que han ganado el Mundial Femenino cinco veces o más: Vera Menchik, Nona Gaprindashvili y Maia Chiburdanidze fueron las anteriores. Susan Polgar es otra pentacampeona, aunque sumando otros títulos diferentes al de ajedrez clásico. La húngara, sin embargo, no se puede considerar inferior a las citadas, dado que solo quiso participar en el Mundial Femenino para callar a sus críticos, que decían que era la número uno del mundo porque jugando contra hombres era más sencillo ganar puntos Elo. En su única participación, ganó con enorme claridad, con otro 6-2, además de cinco tablas, frente a la china Xie Jun.

Con las hermanas Polgar retiradas, en cualquier caso, el ajedrez chino mantiene su hegemonía, aunque las jugadoras indias ganaron la Olimpiada y parecen el relevo natural. La última campeona del mundo de otro país fue la ucraniana Mariya Muzychuki, en 2015.

El milagro de Paulina Biegun, la alpinista que sobrevivió a una caída de 650 metros en los Pirineos: "Me reventé de la mejor manera posible"

El milagro de Paulina Biegun, la alpinista que sobrevivió a una caída de 650 metros en los Pirineos: “Me reventé de la mejor manera posible”

En el valle de Arán crece una leyenda: cuentan los bomberos que la rescataron y los sanitarios que la atendieron que es imposible, que tendría que estar muerta. Pero Paulina Biegun no sólo vive, también disfruta. Ha vuelto a la montaña pese a que el pasado 26 de diciembre la montaña casi acaba con ella. Desde lo más alto del corredor Milhomes que sube a la Forcanada, un pico de los Pirineos de poco menos de 3.000 metros, sufrió un resbalón, cayó, cayó y cayó y la encontraron 650 metros más abajo.

«Dentro de la tragedia, he tenido mucha suerte porque no me han quedado secuelas», celebra en conversación con EL MUNDO quien tiene una relación muy profunda con el alpinismo. Polaca de nacimiento, residente en España desde hace 20 años, apenas había pisado el monte cuando una desgracia la empujó a buscar lo que ahora considera su «refugio».

¿Qué recuerda del día del accidente?
Casi todo. Iba con un compañero, Jonatan García, y el día era malo, la nieve estaba transformada, pero nos confiamos porque la Forcanada no es una montaña de mucha altitud. Hicimos la subida muy rápido y, en la bajada, destrepando, sin llegarnos a encordar, empecé a caer. Al principio no sabía qué pasaba. Luego quise agarrarme a Jonatan que estaba más abajo. Y al final empecé a rodar, y rodar, y rodar cada vez más rápido. De hecho, salté un repechón y bajé hasta el ibón, así que descendí toda la montaña. Quería decirle a Jonatan que estaba bien, que no me había matado, pero no podía levantarme. Luego estuve dos horas sobre el hielo, semidesnuda, sintiendo cada vez más frío y más sueño. Recuerdo escuchar el helicóptero y pensar: «Ya está, ya estoy salvada».
La trasladaron a la UCI del Hospital Arnau de Vilanova en Lleida. El parte médico allí es terrible.
Llegué en hipotermia, estaba a 32 grados, y estuve cinco días en la UCI. Me rompí cinco vértebras, lo que me obligó a llevar un corsé durante dos meses, ocho costillas, la muñeca derecha, los pómulos y la nariz y sufrí muchas quemaduras y muchísimos hematomas. Perdí la cuenta de las transfusiones que me hicieron.
Y con todo eso fue un milagro.
Completamente. Es raro decirlo, pero la caída me reventó de la mejor manera posible. Además, hubo muchos factores a mi factor: era mediodía, el cielo estaba despejado para que pudiera volar el helicóptero, las piedras eran redondas, no me metí en el ibón... y así muchas. Jonathan se acababa de comprar un nuevo iPhone, de los que pueden conectarse al satélite, y gracias a eso pudo enviar el mensaje a Emergencias. Tuve mucha suerte por muchas razones; alguien me protegió desde arriba.

MUNDO

Su marido.
En 2017 lo perdí por culpa del cáncer. Teníamos muchos planes de futuro, acababa de nacer mi hija pequeña y todo se fue al traste. Hubo un momento que, para hacer algo, empecé a ir al gimnasio, conocí a gente que me invitó a probar la escalada deportiva, luego la escalada en roca, el alpinismo, fui por primera vez al Nepal... En la montaña encontré mi refugio, la tranquilidad que necesitaba. También descubrí que se me daba bien y que podía hacer rutas súper largas con mucho desnivel.
¿Antes no hacía nada de montaña?
Hacía senderismo como mucho. Nací en 1985 en una zona minera muy pobre de Polonia, recuerdo ir con mi padre a tirar pintura a un monumento de Stalin. Vine a España con 19 años para trabajar de aupair para una familia de Sant Cugat. Me gustó y decidí quedarme. Trabajé en tiendas de lujo en el Paseo de Gracia de Barcelona, en la inmobiliaria Engel&Volkers... nada que ver como la montaña. Ahora sí, vivo en Benasque y me dedico a la distribución por toda Europa de varias marcas polacas de alpinismo.
¿Ha vuelto a La Forcanada, la montaña del accidente?
No, pero quiero hacerlo. Quiero estudiar por dónde caí y recuperar mi casco, que lo perdí en el descenso. De momento no he podido hacer mucha montaña por culpa del tobillo. Curiosamente no me lo rompí, pero es lo que me está dando más problemas. Sufrí un desgarro muscular y todavía me baila. En verano espero estar ya recuperada del todo porque en julio quiero unirme a una expedición para subir al Pico Lenin, en el Pamir, una cima de 7.100 metros.
¿No le ha cogido miedo?
La mente es muy poderosa y no me quiero hundir. Si me hubiera venido abajo cuando caí no sé si hubiera sobrevivido. La caída me ha cambiado la visión de la vida, porque estoy decidida a vivir el ahora, pero también me ha supuesto un aviso. No me puedo volver a confiar en la montaña, tengo que ser más precavida. Tengo un hijo de 17 años y una hija de 10 años que ya no tienen padre y casi les dejo también sin madre. Eso no puede pasar, debo mantener el respeto a las alturas.
Las zapatillas españolas que pueden aprovechar el derrumbe de Nike: "Aquí nos falta creer en nosotros mismos"

Las zapatillas españolas que pueden aprovechar el derrumbe de Nike: “Aquí nos falta creer en nosotros mismos”

Le tiemblan los pies al gigante. La estadounidense Nike, empresa que desde hace décadas domina el mercado de las zapatillas, luce sus peores números de ventas desde la pandemia, ha dejado de marcar la vanguardia y sufre por los aranceles impuestos por su Gobierno a China o Vietnam. Es el momento de la competencia. Las alemanas Adidas y Puma lo están aprovechando, también la japonesa Asics, la suiza On, las chinas Anta o Kailas, las francesas Salomon y Kiprun y hasta las también yankees Hoka, New Balance, Brooks, Saucony o Altra. En una época de cambio y con la producción interna en el centro del debate, surge la pregunta: ¿Se puede competir en esa jungla desde España?

Tres empresas lo están intentando, aunque no es fácil. Desde Portillo de Toledo, Inca y Arnedo, poblaciones de menos de 40.000 habitantes, Joma, Nnormal y Atom intentan calzar a corredores de todo el planeta con una desventaja en común: «Nos damos poca bola a nosotros mismos».

"Estaríamos mejor vistos si fuéramos franceses"

«En muchos países defienden sus marcas, pero en España cuesta, nos falta creer en nosotros mismos. Joma tiene zapatillas maravillosas y aquí no se le da valor; en otras partes del mundo se la considera una marca excepcional. Estaríamos mejor vistos si fuéramos franceses o alemanes», considera Antonio Sáenz, responsable de Fluchos, que desde hace unos años ha desarrollado una línea deportiva, Atom, la más modesta de las tres españolas. En el último año vendieron unos 70.000 pares en 12 países con una facturación de cerca de 2,5 millones de euros gracias a su apuesta por las tiendas locales, por los precios contenidos y por la especialización. En lugar de batallar con Nike o Adidas por equipar a los maratonianos más rápidos del planeta, buscan otro tipo de corredor, como aquel que trota por la montaña o por el campo de manera ocasional.

«Si te metes en la competición debes invertir una locura en I+D. Es más fácil hacerte un hueco en la montaña, donde hay más dispersión», analiza Sáenz, parte de una tradición familiar. En La Rioja su abuelo creó una empresa, que luego heredaron su padre y sus tíos y finalmente su generación. Al ver que los zapatos clásicos perdían terreno, hace unos años apostaron por las zapatillas de calle y finalmente se sumergieron en el deporte. «La guerra arancelaria puede ser hasta positiva para nosotros. Las empresas americanas van a tener aranceles más altos para importar de Asia, que al final es donde produce todo el sector», comenta sobre los últimos vaivenes políticos.

Fabricar en España, misión imposible

Porque todas las empresas, de Nike para abajo, tengan donde tengan sus oficinas y sus centros de diseño, fabrican mayoritariamente en los mismos países: China o Vietnam. El desarrollo se hace en casa, pero el montaje se deriva a Asia. «Nosotros hacemos los prototipos en Mallorca, pero no podemos traer toda nuestra producción aquí por dos motivos. En primer lugar, por el conocimiento sobre materiales que tienen en Asia y en segundo por el volumen. Es muy difícil llegar al número de unidades de zapatillas que llegan allí. Quizá en el futuro alguien fabrique en Estados Unidos o en Europa, Salomon lo está intentando montar en Francia, pero es muy difícil», explica Sito Luis Salas, CEO de NNormal, con una historia parecida a la de Atom.

Otra empresa familiar, en este caso la mallorquina Camper, quiso dar el salto al calzado deportivo y en el camino se encontró a una leyenda: Kilian Jornet. El mejor corredor de montaña de siempre quería emprender y entre las dos partes crearon una marca que en poco tiempo se ha hecho un nombre. Con sólo dos modelos, el año pasado vendieron más de 100.000 pares en 40 países, especialmente en España, Francia y Estados Unidos. «No tenemos producción en China, pero sí en Vietnam. Si suben los aranceles tendremos que valorar cómo repercute en el consumidor estadounidense», apunta Salas, que admite que Jornet es una llave para todas las puertas. Tener un embajador así es ventaja.

"Cada año aumentamos un 25% la inversión"

Como bien sabe Joma. La compañía deportiva más grande de España, con más de 3.000 empleados, distribución en 140 países y más de 200 millones de facturación anual, patrocina al equipo olímpico portugués, a las selecciones española, italiana o croata de atletismo y a varios deportistas. También empresa familiar, con un nombre que es la unión de José María, el hijo mayor del fundador, Fructuoso López, es la única que se enfrenta a las grandes multinacionales del running con modelos de asfalto de alta gama, con placa de fibra de carbono y demás innovaciones.

«Es un mercado muy competitivo y el I+D es clave. Cada año aumentamos nuestra inversión en tecnología en un 25%», aporta Marina López, directora de Marketing de Joma, que sabe que para estar en la élite el desembolso debe ir más allá del desarrollo. Hace unos días, la empresa anunció el fichaje de cuatro atletas, los kenianos Dorine Jepchirchir, Teophilus Kipsang Yator, Reuben Mosin Mosip y Mercy Jebet Kibor, para ganar visibilidad internacional a base de victorias y récords. ¿Se puede competir en la jungla del calzado deportivo desde España? Se puede, pero no es fácil.

El téxtil 'made in Spain'

En el mercado de las zapatillas deportivas es muy difícil encontrar un modelo ‘made in Spain’, pero eso no pasa en el téxtil técnico. Hay varias empresas, de Lurbel a Taymory, de Ternua a Hoko, que producen material dentro de nuestras fronteras aprovechando la tradición de puntos como Ontinyent o Mataró.

"Nosotros hacíamos lencería pero cuando ese sector murió por los productos llegados desde Asia, nos centramos en el mercado deportivo con tecnologías propias. Ahora lo celebramos porque en situaciones de incertidumbre siempre salimos reforzamos. Producimos aquí y el 60% de nuestras ventas son aquí", explica Javi Lurbe, de Lurbel, una empresa familiar radicada en Valencia conocida por sus calcetines para correr.

"A igualdad de precio, es posible que el cliente valore que somos una empresa Española, pero como sector deberíamos ser más fuertes. Vas a las ferias y ves a los otros países ir a una, con más sinergias entre las empresas, como hacen en Francia o Italia", finaliza Lurbe.

Así es el 'Torpedo', el bate revolucionario creado por un ingeniero eléctrico con el que los Yankees asombran al béisbol mundial

Así es el ‘Torpedo’, el bate revolucionario creado por un ingeniero eléctrico con el que los Yankees asombran al béisbol mundial

Para alcanzar los límites del deporte, batir récords y enganchar todavía más a la audiencia, hay que exprimir cada aspecto del mismo, desde el cuerpo de los atletas a las herramientas que utilizan en los partidos. Botas de fútbol, zapatillas de baloncesto, tecnología en camisetas... Y en Estados Unidos ahora las miradas están puestas en el béisbol y en el nuevo e innovador diseño de un bate llamado Torpedo que ha revolucionado la primera semana de la mayor competición del país y del mundo, la Major League Baseball.

La idea del béisbol es sencilla: un jugador, denominado pitcher, lanza una pelota al bateador del equipo rival y éste debe enviarla lo más lejos posible. En esa acción, más allá de la fuerza, elasticidad y talento de ambos deportistas, el bate y la pelota son los elementos extra. La pelota tiene poco en lo que evolucionar, pero los expertos, y en concreto uno que pertenecía a los New York Yankees, han descubierto que un cambio en el diseño del bate ha terminado transformando los números de varios bateadores, que acumulan récords de golpeo en los primeros encuentros del curso.

¿En qué consiste este cambio revolucionario? Normalmente, el bate de los jugadores va creciendo en diámetro desde el mango hasta el extremo, teniendo la mayor cantidad de masa al final. Durante los más de 100 años de vida del béisbol, y salvo alguna excepción, ha sido así. Han cambiado los colores o el tipo de mango, pero la idea de ir de menos a más en cuanto al peso y la masa del palo siempre ha estado ahí. Hasta ahora.

El creador

El año pasado, Aaron 'Lenny' Leanhardt, analista de los Yankees, licenciado en ingeniería eléctrica en la Universidad de Michigan y doctor en física por el Instituto Tecnológico de Massachusetts, se inventó el bate Torpedo. La idea nació hace tres años tras algunos comentarios de los jugadores. Estudió el tipo de golpeo de sus bateadores y vio que la mayoría impactaba la pelota desde la mitad del palo y no desde el extremo, así que decidió probar algo bastante simple: si golpean desde la mitad, ¿por qué no ponemos más masa en esa zona? Así nació el Torpedo, denominado así por su forma y porque a los americanos todo lo suene bélico les enamora.

El Torpedo es legal, confirmada su validez por la propia liga. Sigue siendo «una sola pieza de madera maciza, lisa y redonda», como manda a artículo 3.02 de las normas de la MLB (Major League Baseball). Pesa lo mismo que el modelo anterior, entre 900 gramos y un kilo, y no supera el límite máximo de 6,6 centímetros de diámetro y de 106 de longitud máxima (los bates que utilizan los profesionales miden entre 85 y 90 centímetros). Lo que cambia es la zona que pesa más y tiene más madera.

«Se trata simplemente de hacer el bate lo más pesado y gordo posible en la zona donde intentas golpear la pelota de béisbol en la mayoría de ocasiones», explicó recientemente Leanhardt, la persona más famosa de la liga ahora mismo. «Es un proyecto que ha tardado dos años en hacerse realidad», insistió,

Los datos

La idea de 'Lenny', que durante el cambio de temporada ha dejado los Yankees y se ha convertido en coordinador de campo de los Miami Marlins, ha situado a los Yankees como el equipo con más home runs de la primera semana. Acumulan 19 en sólo cinco partidos, llegando hasta nueve, récord histórico de la franquicia, en el duelo contra los Milwaukee Brewers, el cuarto de la temporada. Ese día batieron el récord de home runs en las primeras cuatro jornadas de competición. Tienen el mejor ratio de bases conseguidas por bateo y su promedio de home runs por encuentro es de 3,80. Para que se hagan una idea, los Dodgers, segundos en este apartado, acumulan 2,25 y los Cardinals, terceros, 1,83. Es decir, los Yankees consiguen el doble de home runs cada noche que la mayoría de franquicias de la liga.

Los récords van contagiando poco a poco al resto de la liga, donde ya se va probando el Torpedo. Algunos se niegan, contentos con sus números con el modelo anterior, pero para otros es una revolución. «Lo están empezando a usar en toda la liga», aseguró Cody Asche, el entrenador de golpeo de los Baltimore Orioles. «Es horrible, aunque veremos lo que dicen los datos. Nunca he visto algo así», aseguró Trevor Megill, pitcher de los Brewers.

De momento, las estadísticas van cargando de razón a Leanhardt. El Torpedo puede revolucionar el béisbol, y apenas parece cuestión de tiempo que el nuevo artilugio termine siendo moneda de uso común para todos los equipos.