Nezza canta el himno de EEUU en español en el estadio de los Dodgers y se convierte en el nuevo símbolo de las protestas contra las redadas de inmigrantes de Trump

Nezza canta el himno de EEUU en español en el estadio de los Dodgers y se convierte en el nuevo símbolo de las protestas contra las redadas de inmigrantes de Trump

Actualizado Jueves, 19 junio 2025 - 12:08

La cantante Nezza interpretó el himno nacional de Estados Unidos en español el pasado sábado por la noche durante un partido de béisbol en el Dodger Stadium, un gesto que generó reacciones divididas entre los aficionados y abrió un nuevo capítulo en el debate sobre la representación de las comunidades inmigrantes en el deporte profesional.

La artista de pop latino y R&B, de 30 años, interpretó una versión oficial del himno —"El Pendón Estrellado", traducida en 1945 por la compositora Clotilde Arias— frente a una multitud vestida de azul Dodger. La presentación, de apenas 90 segundos, fue celebrada por muchos, pero también despertó cuestionamientos después de que Nezza compartiera un video en redes sociales donde un empleado del equipo le pedía cantarlo en inglés.

"Este es mi momento para mostrarles a todos que estoy con ellos, que tenemos una voz y que todo lo que está pasando no está bien. Estoy super orgullosa de haberlo hecho. No me arrepiento", declaró la cantante.

El equipo de los Dodgers no ha emitido una declaración oficial sobre el contexto migratorio ni las redadas recientes del ICE en vecindarios cercanos al estadio. Sin embargo, en respuesta a la polémica, un portavoz aseguró a AP que "no hubo consecuencias ni resentimientos por parte de los Dodgers respecto a su actuación. No se le pidió que se fuera. Estaríamos encantados de tenerla de vuelta".

Pese a ello, Nezza afirma que tras su presentación, su mánager recibió una llamada de un empleado no identificado indicando que ella y su equipo no eran bienvenidos nuevamente.

Numerosas celebridades, como Becky G, Kehlani, Chiquis, Ava DuVernay y Jason Mraz, salieron en defensa de Nezza. "Piensen en quién llena su estadio", expresó Becky G a través de Instagram, en un mensaje dirigido al equipo.

El jugador puertorriqueño Kiké Hernández también expresó su indignación por la situación migratoria en redes sociales. "No puedo soportar ver a nuestra comunidad siendo violada, perfilada, abusada y destrozada", escribió en una publicación en inglés y español.

El Dodger Stadium se encuentra en el histórico barrio de Chávez Ravine, donde cientos de familias —en su mayoría mexico-estadounidenses— fueron desplazadas en los años 50 para dar paso a la construcción del estadio. Aunque el equipo ha sido símbolo de inclusión en otras etapas, como al firmar a Jackie Robinson o Fernando Valenzuela, la relación con la comunidad latina ha sido ambivalente.

Actualmente, la franquicia cuenta con una base de aficionados mayoritariamente latina, ofrece transmisiones en español y celebra eventos de herencia hispana, como 'La Noche de Los Dodgers'. Sin embargo, algunos fans consideran que estas iniciativas no compensan el silencio del equipo ante temas sociales de relevancia.

Llamados al boicot y alegaciones de censura

Usuarios en redes sociales han llamado al boicot del equipo, señalando una aparente incoherencia en su postura pública. Citan, por ejemplo, que los Dodgers emitieron un comunicado en 2023 condenando los ataques de Hamas, pero han permanecido en silencio ante las redadas migratorias recientes.

También circulan en redes videos donde empleados de seguridad piden a los aficionados cubrir camisetas con mensajes políticos o retirar pancartas. Una de las afectadas fue Emeli Ávalos, quien portaba una camiseta con la frase "Abolish ICE" y afirmó que fue obligada a cubrir parte del mensaje.

Según las políticas del estadio, se prohíben "carteles o pancartas de cualquier tipo" y vestimenta considerada ofensiva o política a criterio exclusivo del club.

Nezza, aunque agradecida por el respaldo, asegura que no planea regresar al estadio. "Esto simplemente me ha mostrado cuánta fuerza hay en la comunidad latina", dijo. "Tenemos que ser la voz ahora mismo".

Beatriz Gómez, experta en Ciberdelincuencia condecorada por el Servicio Secreto de EEUU y campeona de España de tiro con arco: "Me ayuda en los momentos de tensión"

Beatriz Gómez, experta en Ciberdelincuencia condecorada por el Servicio Secreto de EEUU y campeona de España de tiro con arco: “Me ayuda en los momentos de tensión”

"La investigación se inició porque en Estados Unidos detectaron que una organización criminal se dedicaba a cometer fraudes entre su país y comercios de España, Grecia, Alemania o Austria a través de un cierto tipo de tarjetas bancarias. Realizaban compras por montantes muy altos en establecimientos cómplices en Europa y, cuando el pago ya había sido preaprobado, retiraban los fondos en Estados Unidos. Por un lado compraban, por el otro sacaban el dinero de esa compra y dejaban un vacío. A principios de 2021 se hicieron 88 registros simultáneos en todo el mundo, se detuvieron a 110 personas... la estafa había llegado a más de 20 millones de euros", recuerda Beatriz Gómez, inspectora jefa en la Unidad Central de Ciberdelincuencia de la Policía Nacional, que por aquel trabajo se convirtió en la primera agente española condecorada por el Servicio Secreto de los Estados Unidos (USSS).

En su casa ahora brilla un diploma con la estrella del USSS, y vaya si brilla, aunque de niña Gómez soñó con otro tipo de diploma. O mejor aún, con una medalla. Antes de ser agente de policía, lo suyo era el tiro con arco y ahora, a los 39 años, vuelve a serlo.

"Estuve en el equipo nacional que se preparaba para ir a los Juegos Olímpicos de Londres 2012 y nos quedamos muy cerca: éramos novenas y se clasificaban ocho", cuenta Gómez, con una historia llena de casualidades. De casualidad, por ejemplo, pasaba por las pistas de atletismo de su ciudad, Guadalajara, cuando un tirador practicaba y se ofreció a enseñarle cómo hacerlo. De casualidad, se presentó a un Campeonato de España absoluto a los 16 años para acabar ganando y recibiendo una beca para entrenar en el Centro de Alto Rendimiento de Madrid. Y de casualidad, después de ser siete veces campeona nacional, acabó en la lucha contra la ciberdelincuencia. Pero antes tuvo que sufrir el varapalo olímpico.

"Estuve cinco años volcada en conseguir el billete para aquellos Juegos de Londres y cuando no lo logré me planteé otras cosas. No podía dejar pasar otro ciclo olímpico, me tenía que poner a estudiar, así que empecé Periodismo. Me gustaba leer y escribir y me pareció buena idea", relata.

¿Y cómo acaba una licenciada en periodismo persiguiendo delitos informáticos?
Nunca había tenido vocación por el periodismo, mi vocación era ser policía y al acabar la carrera decidí opositar. Yo veía un coche de policía y notaba mariposillas en el estómago. Mi abuelo había pertenecido al Cuerpo, también mi tío. Empecé en policía judicial y cuando me destinaron a Torrejón de Ardoz, me ofrecieron entrar en el Grupo de Delitos Tecnológicos. Así empecé mi carrera.

El phishing, el rival a batir

Y así abandonó el tiro con arco. Hasta ahora. Después de muchos años de profesión y, de muchas otras cosas, entre ellas la maternidad, Gómez volvió a tirar a finales de 2024 y no lo hizo sólo por placer. Quiere competir, quiere ganar e incluso si puede volver al equipo nacional. Patrocinada por el Grupo Armora, especializado en ciberseguridad, el pasado fin de semana ganó en el Campeonato de España de Campo disputado en Segovia. "Siempre he sido muy exigente conmigo misma y me gusta ganar. Ahora no tengo el ritmo de entrenamiento de hace 20 años, pero sigo con el gusanillo de la competición y he conseguido acabar segunda en dos Grandes Premios. Los Juegos Olímpicos ya quedan lejos, pero la experiencia no me la quita nadie", asegura.

"Creo que el deporte me ha dado unos valores, una manera de enfocar las cosas, una serenidad, una concentración, un equilibrio. Todo eso me ha ayudado en mi profesión, especialmente en los momentos de tensión", analiza quien, además de perseguir delitos, suele ofrecer charlas en institutos, centros sociales o residencias de la tercera edad para concienciar sobre la seguridad en internet.

"Hay estafas por cuantías muy altas, como los llamados fraudes al CEO, pero lo que más daño está haciendo son los phishing en todas sus vertientes. Las llamadas telefónicas fraudulentas, los mensajes al móvil con enlaces, los correos electrónicos engañosos... Se hacen pasar por tu banco o se hacen pasar por un hijo en apuros. Ese tipo de estafas dirigidas al ciudadano son las más habituales", cuenta Gómez, implacable ante un ordenador o con un arco entre manos.

Andreu Blanes, el atleta que se quedó sin Juegos por una carrera mal medida y triunfa en la montaña: "Cuatro años se fueron al garete"

Andreu Blanes, el atleta que se quedó sin Juegos por una carrera mal medida y triunfa en la montaña: “Cuatro años se fueron al garete”

Andreu Blanes tenía un sueño: correr en unos Juegos Olímpicos. Menuda sorpresa. Es el sueño de todo atleta, de todo deportista, incluso de todo aficionado al deporte. Pero él estaba muy cerca de conseguirlo. El año pasado a estas alturas sólo necesitaba un puñado de puntos o una mejor marca para clasificarse para los 3.000 metros obstáculos de París 2024 y por eso se fue al meeting de Braga, en Portugal. Necesitaba una buena actuación, arañar unas décimas al reloj. Pero allí descubrió que la salida de la carrera no estaba donde tocaba, que estaba 20 metros detrás. Un error absurdo. Avisó a la organización, puso el grito en el cielo y nada, ni caso. La prueba empezó como si nada y él se retiró sabiendo que aquello no valdría para los Juegos.

«Fue un espectáculo. Cuatro años de esfuerzo que se fueron al garete. Luego sólo me quedaba el Campeonato de España de la semana siguiente y, sin descanso, allí pegué un petardazo increíble. Un desastre. No puedo decir que me quedé sin Juegos Olímpicos por eso, pero iba a Braga a conseguir el pase», recuerda Blanes, gran ejemplo de que no hay mal que por bien no venga.

Porque la decepción olímpica le llevó a alejarse de la pista para correr en la montaña y hace unos días...¡boom! Acabó segundo en la vasca Zegama-Aizkorri, la maratón de montaña más importante del mundo, después de liderar la prueba durante horas. Su llegada a meta, con toda la cara ensangrentada, quedará como un icono de la prueba por décadas.

¿Qué le ocurrió en la cara?
¿Puedes creer que no me di cuenta hasta la meta? En la última bajada iba muy cansado, me tropecé y, como ya no me quedaban reflejos, me fui de boca. Me dolían las costillas y yo sólo pensaba en eso porque me molestaba al respirar. Pero cuando llegué al pueblo, donde había más público, empecé a ver que pasaba algo. La gente me miraba y decía: «¡Hostia!». Alucinaban. En realidad no fue nada eh, una herida un poco fea.

El vía crucis por la vacuna

Blanes creció en Onil, en Alicante, y desde pequeño entrenó en el club de atletismo del pueblo junto a otros referentes en España como el combinero Jorge Ureña o el saltador Eusebio Cáceres. Su pasión era la orientación, donde destacó, pero la orientación no da para vivir y por eso se centró en los 3.000 metros obstáculos. Antes de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 apostó los ahorros familiares en la preparación sin llegar a clasificarse. Antes de París 2024, ya patrocinado por Hoka, su actual marca, lo volvió a intentar nuevamente sin éxito. A sus 33 años, para Los Ángeles 2028 ni tan siquiera lo probara.

«Lo he dado todo por el reto olímpico, me he dejado la vida en ello y no ha podido ser. Mi camino en la pista ha acabado. Ahora quiero ver qué puedo hacer en el trail», proclama Blanes, quien también debutó el diciembre pasado en un maratón de asfalto con un excelente resultado -2:09:18, entre los 25 mejores españoles de la historia-, y guarda otro lamento en su historial. Antes del incidente en Braga vivió un parón de casi un año por culpa de los efectos secundarios de la vacuna contra el covid.

En enero de 2022 se puso la tercera dosis y se apagó. Hasta agosto no pudo volver a correr. «Fue muy raro, todavía no se saben las causas, ni se están investigando. Se me inflamaron los ganglios, no sé. El caso es que no podía correr rápido, me ahogaba. Fui al médico, me derivaron al internista o al cardiólogo y nadie sabía darme una explicación, ya no te digo un remedio. Me daba una rabia... Me puse a buscar por mi cuenta y di con un estudio que decía que los antisépticos podían ayudar contra los efectos de la vacuna. Como son medicamentos seguros, que no dan positivo por dopaje, lo probé y funcionó. No sé si fue casualidad, pero me empecé a encontrar mucho mejor», cuenta Blanes que ya en esa primera crisis hizo una primera incursión en la montaña.

Por sorpresa ganó la suiza Sierre-Zinal, otra importante prueba, después de adelantar a toda prisa a Kilian Jornet en una imagen viral. Fue la primera señal de que lo suyo estaba en el monte, entre subidas y bajadas. La segunda llegó hace unos días en la Zegama-Aizkorri. Y a ésta sí le ha hecho caso.

Jason Koon: «El póker de élite exige un nivel de obsesión que la mayoría no soportarían»

Jason Koon: «El póker de élite exige un nivel de obsesión que la mayoría no soportarían»

Actualizado Viernes, 6 junio 2025 - 19:48

Jason Koon es una de las grandes estrellas del póker. El estadounidense nacido en Weston (Virginia) hace 39 años, ocupa la quinta posición histórica de ganancias en torneos en vivo. Son más de 60 millones de dólares acumulados (al cambio, apenas 54). Koon vivía en una granja y parecía que saldría de allí por piernas, porque el atletismo era lo suyo. Una lesión de cadera lo llevó a descubrir el juego. No lo culpen. Esa calle era más rápida en busca de una salida imprescindible. Vivía en una familia pobre, pero lo peor era tener un padre drogadicto y violento. Acostumbrado a esa presión, ahora soporta bien las grandes partidas y los torneos más exigentes, como el European Poker Tour de Montecarlo. En uno de sus descansos concede esta entrevista, como embajador de PokerStars.

Con un jugador que ha ganado tanto dinero, algunos solo esperan una pregunta: ¿Cuál es el secreto?
Te daré la respuesta larga. Hay tantos elementos necesarios... El principal, sin importar el nivel de talento, es la perseverancia. Necesitas aceptar cosas que escapan a tu control. El póker no recompensa a corto plazo. No puedes juzgar si eres bueno o malo por los resultados de una semana, un mes o incluso un año. Este es mi temporada número 20 como jugador y la 17 como profesional. Para los jóvenes, lo más importante es no quemarse. Si te va mal, respira hondo, tómate dos días y vuelve. La perseverancia es fundamental. Obviamente, también hace falta cierta habilidad natural, pero esta puede ser muy diferente. He visto triunfar a jugadores analíticos, artísticos, sociables.... Mi secreto ha sido rodearme de personas mejores que yo desde hace dos décadas. Sigo aprendiendo y aprendiendo y aprendiendo, con la mente siempre abierta. Este juego vive de eso, porque los problemas son tan complicados que nadie conoce la verdadera respuesta.
¿Estudiar finanzas influye en la forma de jugar?
En realidad, ya no recuerdo nada de esos estudios. Iba a clase y estaba más pendiente de mi portátil. Un día les dije a mis profesores: «Mirad, no es que tenga un problema; estoy ganando dinero». Y les mostraba cómo iba mi cuenta, que subía semana tras semana. Me apoyaron y el pensamiento analítico me benefició. Muchos jugadores talentosos quiebran justo porque no saben manejar el lado del negocio. A mí me ayudó a sentar las bases.
¿Cualquiera puede ser un buen jugador?
Absolutamente no. La mayoría de la gente no podría. Todo el mundo puede aprender a jugar y a disfrutar, pero para ser genial... Si observas en cualquier torneo de los caros, somos personas muy raras, incluyéndome a mí. Para jugar en los niveles más altos tienes que estar obsesionado. Debe ser lo único del mundo que te importe. Cuando tenía veintitantos, yo solo pensaba en el póker. Sé que los otros de mi nivel son iguales. La mayoría no soportarían ese nivel de obsesión. Ni deberían. No es la manera más saludable de vivir.
¿Cuándo pensó que podría estar entre los mejores?
Nunca, realmente... Cuando empecé, me gustaba la libertad, además de jugar. Podía despertarme cuando quería y estar donde me diera la gana. En diez años me convertí en un jugador de niveles altos muy competente, pero no sabía hasta dónde podría llegar hasta que conocí a mi mentor, Ben Tollerene. Él me llevó a otro nivel. Pero debes bajar la cabeza y trabajar muy duro. No piensas en ser genial, aunque es posible. Un día te despiertas y has llegado.

Danny MaxwellPokerStars

¿Su objetivo es ser el número uno?
Ese número es arbitrario, porque el mayor ganador es solo la persona que juega más torneos. Yo trato de mantener el equilibrio. Tengo dos hijos y un matrimonio fantástico. Ser buen padre y marido es mi prioridad número uno. También quiero trabajar duro y ser mentor de otros, pero no creo que llegue a ser el ganador número uno, a menos que logre algún premio enorme. Solo compito para ser la mejor versión de mí mismo. Cuando me vuelva para mirar atrás, quiero sentirme orgulloso.
Alguna vez ha dicho que nunca fue tan feliz como cuando estaba en la granja y pescaba. ¿Es verdad? ¿Planea un retiro así?
Es cierto. Mi gran objetivo es tener un terreno enorme, de cientos de acres, para que mis hijos y yo vivamos libres, rompamos cosas, pesquemos y hagamos lo que nos dé la gana. Siento eso en mi alma, necesito el aire libre, la naturaleza. Quiero que mis hijos crezcan así.
Podría haber triunfado en otras áreas. ¿Nunca se arrepintió del camino elegido?
No. Soy muy bueno en mantener la mente abierta y estoy listo para pivotar. Es lo que más me ha beneficiado en mi carrera. He ganado mucho dinero así. No he hecho otra carrera porque no he querido. Jugar nunca fue solo mi trabajo. Cuando lo deje, creo que tendré el coraje para superarlo.
Para un ganador tan consistentemente, ¿Qué supone ser embajador de una marca?
Abrí mi primera cuenta con PokerStars hace 20 o 21 años. Conservo un mensaje que les envié: «Hey, internet se fue cuando jugaba un torneo de 2 dólares. ¿Podrían devolvérmelos?». El primer gran torneo que gané fue con PokerStars. Pagué 11 dólares, había más de 20.000 participantes y me llevé 30.000. Así empecé mi banca, cunado estaba en la universidad. He vuelto al lugar donde empecé. Es un honor y espero representarlos bien.

Los límites en el póker

¿La vida de un jugador depende demasiado de la suerte?
La vida en general depende mucho de la suerte. Yo he tenido un éxito excesivo. El póker te ayuda a pensar en objetivos y he sido muy afortunado con mis resultados. Sé que si pudiera ver mil versiones de mi vida, la que he tenido es de las mejores. Un día comentaba con Phil Ivey lo afortunados que somos, porque ambos hemos pasado por momentos muy bajos. Él dice que la vida debe ser tomada con gracia e intento hacerlo cada día, porque sé que he trabajado muy duro y he tomado algunas decisiones buenas, aunque también cometí errores.
¿De qué tipo?
Al principio, cada decisión fue un error, básicamente. Perdí mi banca varias veces. La primera vez, cuando tenía 22 años y había reunido 700.000 dólares. Eso es mucho dinero para un chico tan joven. Y para cualquiera. Pasé de 700.000 a cero de golpe y aprendí la lección. Luego, cometí más errores, pero no tan graves.
¿Las habilidades del póker pueden ayudar fuera de las mesas?
Sí, creo que soy una persona muy empática y eso me permite leer mejor a los demás. Tengo conexiones profundas con la gente y creo que mis estimaciones son muy precisas, pero a veces confío demasiado y cometo errores, igual que en el póker. No puedes confiar siempre en tu instinto. Por eso es importante tener fundamentos.
¿Hasta qué punto el juego pone a prueba tu fuerza física y mental?
Sobre los límites mentales, ayer jugué 14 horas y por eso tuvimos que retrasar esta entrevista. Necesitaba dormir, estaba agotado. En Macao, a veces jugaba dos días seguidos. Eso causa estragos y me hizo mella en la salud física. No consideraría el póker un deporte, pero es una prueba absoluta de voluntad, coraje y resistencia física y mental.
Viene de una situación poco favorecida. ¿Alguna vez se siente mal por tener tanto dinero y ver que a la gente le cuesta sobrevivir?
Absolutamente, lo hago todo el tiempo, porque nací pobre. Mi madre, mi hermano, mi hermana y yo no tuvimos casa durante algún tiempo. Yo fui el primero de mi familia que fue a la universidad. Mi padre murió por una adicción a las drogas y mi hermana es adicta. Esa lucha es mi hogar y la entiendo. No doy las cosas por regaladas y peleo para enriquecer las vidas de la gente de mi entorno. No sé si siento vergüenza por tener dinero, pero soy consciente de la fortuna que tengo y las responsabilidades que ese privilegio acarrea.
Al ganar tanto, ¿pierde el sentido del valor del dinero cuando compra cosas sencillas?
Buena pregunta. La primera vez que muy dinero me veía a mí mismo más valioso, porque podía comprar cosas que nunca tuve. Lo hice y no me cambiaron nada. Si acaso, mi vida se volvió más complicada. Descubres que la vida no consiste en las cosas, sino en las personas y las experiencias. Te das cuenta de que lo material no vale nada. Me gustaría decir a los jóvenes que el dinero sirve por el tiempo que ganas y porque te da libertad.
¿Qué opina de Adrián Mateos y otros jugadores españoles?
A Adrián lo conozco muy, muy bien. Somos buenos amigos. También de Juan Pardo. Adrián es uno de los mejores de todos los tiempos. Hay muchas personas talentosas que no trabajan duro. Él sí y ama el juego como el que más. Quiere ganar y tiene muchísimo talento. Y es valiente. Si sigue así, creo que tiene posibilidades de ser, al final de su carrera, el mejor jugador de póker de la historia.
Alex Graneri, el nuevo Craviotto que salió de una heladería: "Mi madre trabajaba mucho todos los veranos"

Alex Graneri, el nuevo Craviotto que salió de una heladería: “Mi madre trabajaba mucho todos los veranos”

Alex Graneri es piragüista, y uno de los buenos, campeón del mundo júnior hace poco, sustituto ahora de Saúl Craviotto en el K4 500 español, gracias al helado. Concretamente, al Häagen-Dazs. Si no existiera el frío dulce, si la gente no se lanzase a por tarrinas cada verano, Graneri nunca hubiera tocado una pala, quizá ni tan siquiera hubiera disfrutado del mar. No hay que ser un genio del marketing para ver el patrocinio.

«Mi familia es de Logroño, pero mi madre se fue a Palma y por eso mi hermana y yo nacimos allí. Cuando yo tenía unos 10 años, ella empezó a llevar una heladería de Häagen-Dazs en el centro y tenía mucho trabajo en verano, así que estuvo buscando campamentos para nosotros. Una amiga suya le habló del que hacía el Real Club Náutico de Palma y allí acabamos mi hermana Cristina y yo. Era sólo una semana probando el piragüismo, pero nos encantó y un entrenador, Ismael Uali, nos ofreció seguir durante el curso. Y así hasta ahora», relata Graneri en conversación con EL MUNDO desde Szeged (Hungría), donde el pasado sábado fue cuartos en la final del K4 500 metros en la Copa del Mundo sprint como parte de uno de los equipos más brillantes de la historia del deporte español.

En los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 se colgaron la plata; en París 2024, el bronce; y por ello en Los Ángeles 2028 todo lo que no sea un podio sería un fracaso. Por eso la exigencia sigue siendo máxima. Con la continuidad de Craviotto todavía en el aire, ha entrado Adrián del Río como sustituto, pero los otros tres componentes de siempre, Marcus Cooper, Carlos Arévalo y Rodrigo Germade, no son fijos. Germade empezó la temporada post olímpica sintiéndose vacío, falló en los primeros selectivos y, ¡pum!, ahí está ya Graneri con sus 21 años. En el Europeo y el Mundial de esta primavera ocupará su asiento; luego ya veremos.

La competencia interna en España es una locura.
Es complicado para todos, pero es normal que sea así porque hay mucho nivel. Este año empezamos con un selectivo donde se escogió a los 12 piragüistas más rápidos, luego hubo otra cita para reducir el nombre a tres y después hicimos aún más pruebas internas. Al final acabé yo en el K4 500, que para mí es un sueño, llevo toda la vida viéndoles competir a ellos. Siempre he luchado por estar aquí. Es duro jugarte tu futuro en 300 metros, pero el deporte es así.
Y luego en este K4 sólo vale ganar medallas olímpicas.
Sí, pero estos compañeros te dan una sensación de seguridad absoluta. Yo agacho las orejas, escucho e intento aprender lo máximo posible. Saúl es un superhéroe, un súperhombre en el piragüismo, pero siempre me he fijado mucho en Marcus, por ser de Palma y por su estilo. Competir ahora a su lado es increíble.

El piragüismo, todo o nada

Después de aquel campamento de verano en Palma junto a su hermana -hoy entrenadora-, Graneri no tardó en destacar y en mudarse al Centro de Tecnificación Deportiva de Trasona, en Asturias, para alcanzar la elite. Luego llegaría su dominio de la categoría júnior, dos temporadas en Sevilla, una en Madrid y el desencanto de los Juegos de París, cuando pudo clasificarse en el K1 1000, pero Paco Cubelos le arrebató la plaza.

«Hay que hacer muchos sacrificios, pero vale la pena. Soy un chico muy familiar y no veo mucho a los míos desde que tengo 16 o 17 años, así que me he acostumbrado a convertir cualquier sitio en mi hogar. Allí donde voy, sea a un centro de tecnificación, a una concentración o a alguna competición me llevo algunas fotos y con eso me basta», cuenta Graneri, que lo ha apostado todo al piragüismo. De hecho, este año había estudiado para las pruebas de acceso a un grado superior de actividades físicas, pero el mismo día del examen le pusieron un selectivo y no pudo presentarse. Lo intentará en 2026, asegura, si el piragüismo se lo permite.

Ahora, más que nunca, el camino a una medalla olímpica en los Juegos de Los Ángeles 2028 está muy claro. Si lo logra tocará celebrar con un helado de Häagen-Dazs, por supuesto. «De niño era lo que comía después de cada entreno, pero ahora tengo que controlarme. Una medalla será una buena excusa», finaliza.

Miguel Mateo, el español que domina el voleibol en Islandia: "Desde mi ventana veía las focas que había en mi puerta"

Miguel Mateo, el español que domina el voleibol en Islandia: “Desde mi ventana veía las focas que había en mi puerta”

«En uno de mis primeros días en Islandia, en Neskaupstadur, un pueblo de apenas 1.500 habitantes, aparecieron renos por las calles y trabajo hubo para que se marcharan. Era un lugar increíble, los paisajes eran una salvajada. El club me dejó un apartamento que estaba en primera línea de mar y desde mi ventana veía las focas que estaban abajo. No era habitual que hubiera deportistas extranjeros y me invitaban a hacer de todo, a ir en moto de nieve, a pasear en barco...», comenta Miguel Mateo y la pregunta es: ¿Por qué Islandia?

Para responder habría que hablar de la eterna crisis del voleibol en España, de su desplome con la construcción en 2008 o de la mala gestión de su Federación, pero resume mejor un dato que aporta él mismo: «Aquí mi sueldo es muchísimo más alto».

Mateo fue el máximo anotador español de la Superliga en 2015, sólo superado en la lista por el brasileño Guilherme Pereira Maxon, pero poco después se quedó sin contrato y no le quedó más remedio que emigrar. Antes que él unos técnicos españoles se habían lanzado a la aventura allá arriba, le llamaron y las condiciones de su contrato no se podían ni comparar. Acompañado de su pareja, Paula del Olmo, de repente se encontró entre renos y focas.

Doble campeó de Liga

Hoy, casi una década después, allí continúa, convertido en emblema del Akureyri. Entrena y juega en el equipo masculino, vigente campeón de Liga, y dirige al equipo femenino, donde juega Del Olmo, también dominador nacional. «Es curioso porque aquí el voleibol es un deporte de moda entre los padres cuarentones. El fútbol y el balonmano son los reyes, no hay duda, pero hay muchos torneos y muchos equipos para veteranos. Digamos que es como el pádel en España», cuenta y expone una prueba. En un país de 300.000 habitantes, el pasado fin de semana se disputó una competición senior con más de 2.000 jugadores inscritos.

Lo peor, imagino, será el frío.
Soy de Valladolid y allí lo paso peor cuando voy en Navidad. Aquí en Islandia el frío es seco, no tiene humedad, y los sitios están muy bien aclimatados, siempre se mantienen a unos 23 grados. Akureyri está muy al norte, cerca del círculo polar ártico, pero en el fiordo está protegida de los vientos. Incluso en invierno no hay tantos días que bajemos de -5 grados. Es una ciudad pequeña [20.000 habitantes, la cuarta mayor del país], pero muy curiosa, vive mucho del mar.

Como ocurre en tantas y otras vivencias, Mateo fue a Islandia a probar durante un año y ha acabado echando raíces hasta el punto de que junto a Del Olmo han sido padres y han aprendido el idioma. Según comenta, las ayudas a la crianza son «brutales», aunque el impuesto medio sobre la renta ronda el 39%. Pese a que casi todos los productos del supermercado son importados y carísimos, la relación con su sueldo le compensa. Su adaptación ha ido tan allá que ha tenido que moldear su carácter para encajar con los jugadores y jugadoras que dirige.

«En España y muchos otros países latinos los entrenadores se dirigen a su equipo con agresividad y aquí eso no funciona. De hecho, está muy mal visto. Yo era un poco así, pero tuve que cambiar. Aquí no vale eso de gritar '¡Venga, cojones!'. Aquí hay que poner siempre una sonrisa, ser positivo, proponer una mejora en lugar de subrayar un error», analiza Mateo al que empezaron apodando «matador», por su capacidad anotadora, pero al que ahora todos dicen «cari», porque así le llama su pareja.

"Aquí entre tres y cinco años más"

De Valladolid, a los 17 años ya se trasladó a Elche para perseguir su sueño de vivir del voleibol y luego pasó por varios destinos: Soria, Cabezón de la Sal, Lugo o Castellón. Antes de marcharse a Islandia llegó a tener una oferta para jugar en el Barcelona, una sección del club de fútbol que pese a ello nunca ha ganado la Liga, pero la salida era mucho mejor opción.

«El nivel deportivo no es muy alto, pero las condiciones económicas sí lo son. De hecho, ahora hay ocho jugadores españoles en la Liga islandesa. Cuando hablo con mis amigos que siguen en la Superliga veo que es muy complicado ser profesional del voleibol en España. Algunos se marchan a Francia o Alemania, pero Islandia es un gran lugar», proclama y finaliza: «Estaremos aquí entre tres y cinco años más. Todo el mundo nos trata muy bien».

La historia del ex piloto Iñaki Mujika, una "hostia" con la moto, un regalo de la familia Nieto y el sueño de la Titan Desert: "Al caer supe que se acaba el juego"

La historia del ex piloto Iñaki Mujika, una “hostia” con la moto, un regalo de la familia Nieto y el sueño de la Titan Desert: “Al caer supe que se acaba el juego”

«¿Sabes cuánto vale una handbike de éstas? 22.000 euros. Las hacen en Estados Unidos, tan sólo el envío ya te cuesta 1.000 euros».

Hace cuatro años Iñaki Mujika, un piloto navarro de motocross, sufrió un accidente en el circuito de Tierz, en Huesca. En el entrenamiento previo a una prueba de la Copa de España, apenas llevaba tres vueltas cuando saltó por los aires. «Pensé: '¡Qué hostia me voy a pegar!'. Y cuando me caí supe que se había acabado el juego. Tenía la espalda partida, ya sabía que era algo serio. No me sorprendió, no me pregunté por qué. Todos los que amamos el motociclismo hemos perdido a alguna persona cercana o a dos. Con suerte estaba vivo», recuerda en conversación con EL MUNDO quien se rompió ocho costillas, se perforó un pulmón, se dañó la médula espinal y perdió la movilidad en las piernas.

«No me pudieron fijar la espalda porque, con el problema del pulmón, había riesgo de asfixia. Tampoco me podían intubar porque había probabilidades de que el órgano explotase. Tenía que recuperarme por mis medios», cuenta quien estuvo una semana en la UCI del Hospital Lozano Blesa de Zaragoza, un mes en planta, y luego pasó por el Hospital de Parapléjicos de Toledo y el Instituto Guttmann de Barcelona. Al final, podía valerse por sí sólo con la ayuda de una silla de ruedas, pero no podía volver a su trabajo, mecánico de motos en su taller M86 de Alsasua, y por supuesto no podía volver a su deporte, el motociclismo. Su consuelo fue el ciclismo, como le enseñaron en la Guttmann, aunque siempre en carretera o en casa con un rodillo porque las bicicletas a mano o handbike de montaña son carísimas.

Hasta que hace un par de años recibió una llamada. Alguien quería regalarle una 'handbike' y quería hacerlo a través del arte. ¿Cómo?

Una llamada a medianoche

«Fue de película. A las 12 de la noche, me llama un número privado, lo cojo de casualidad y resulta que era un médico que me había tratado y que había propuesto mi nombre a la Fundación Ángel Nieto. Estaban organizando un acto benéfico, la subasta de cuatro cuadros del pintor Manu Campa, y buscaban un proyecto de un motorista con una lesión medular para ayudarle con ese dinero. La handbike era una opción, pero pensé que no saldría adelante y me olvidé. Un mes después recibí otra llamada desconocida y era Gelete, el hijo de Ángel Nieto, que me dijo que sí, que me iban a ayudar con el tema de la bicicleta», relata Mujika con gratitud hacia la Fundación Ángel Nieto.

Con la ayuda del Instituto Guttmann, el ex motorista empezó a manejar su nueva bicicleta de montaña a mano y su regreso al deporte culmina esta semana: el jueves tomará la salida de la Titan Desert, la prueba ciclista que en seis etapas recorre 550 kilómetros por el desierto de Marruecos. Lo hará junto a otro lesionado medular, Pablo Montoia, dos lesionados cerebrales, José Antonio Bugarin yCristian Casals, y un equipo de cinco profesionales sanitarios del Guttmann.

«Pero no seremos un equipo de pacientes y cuidadores. Para todos es un desafío de verdad y hay lesionados que están muy fuertes», explica Alejandro del Arco, doctor especializado en neurorrehabilitación e impulsor del proyecto que cuenta con la ayuda de KH-7. Aficionado a la bicicleta, ya ha completado la Titan en dos ocasiones, y asegura que teme por las dunas porque las 'handbikes' pesan 50 kilos y no pueden superar según qué cuestas. Cuentan con ayuda eléctrica, algo que obliga a una excepción en el reglamento de la prueba -los lesionados no aparecerán en la clasificación-, pero superar las paredes de arena será igualmente complicadísimo.

«A mí me preocupa más que las baterías se puedan cargar en los campamentos y no sufrir una úlcera porque pasaré muchas horas sentado. Pero si está en mi mano, acabaré seguro por mucho que haya que pelearlo», proclama Mujika que guarda un sueño para el final. Si supera la Titan se lanzará a por lo imposible, recuperar su pasión, aunque sea parcialmente. De desierto en desierto, quisiera volver al Dakar, donde ya trabajó, para ayudar a algún equipo con sus conocimientos de mecánica. «Pero sólo si puedo aportar algo, no ir allí para molestar o estar allí aparcado», reivindica.

Pablo Ibáñez, el corredor que perdió una carrera de 185 km en el sprint final y acabó en el hospital: "Me dolía el contacto con la cama"

Pablo Ibáñez, el corredor que perdió una carrera de 185 km en el sprint final y acabó en el hospital: “Me dolía el contacto con la cama”

La escena da mucha pena. Pablo Ibáñez se acerca dando tumbos a la meta de la Camí de Cavalls, una carrera de 185 kilómetros que da la vuelta a toda Menorca. Ha liderado la prueba durante horas, ha contado con más de 45 minutos de ventaja y apenas le quedan 100 metros para llegar al arco de la Plaça des Pins de Ciutadella. Pero está exhausto. Le cuesta avanzar, incluso mantenerse en pie, y si sigue corriendo es porque ya queda muy poco. Las cámaras de la retransmisión le enfocan y, de repente, alguien aparece atrás. Ahí viene, a toda velocidad, su rival, el francés Antoine Guillon que se acerca, se acerca y se acerca.

«Le está pasando, le está pasando», grita la narradora y, en efecto, Guillon le adelanta y le arrebata la victoria. Ibáñez se para y se rompe. A moco tendido y ya caminando acaba la carrera en segunda posición con un tiempo de 19 horas y 19 minutos. Durante mucho rato seguirá llorando, primero abrazado al propio Guillon, después tendido sobre el asfalto y al final en brazos de su madre, que le esperaba para celebrar. La escena da mucha pena.

Y pese a ello, el próximo viernes 2 de mayo, sólo un año después del drama, Ibáñez volverá a Menorca para rodear nuevamente la isla y tratar, esta vez sí, de proclamarse ganador de la XIII Trail Menorca Camí de Cavalls ConectaBalear.

¿Por qué?
Casi desde el primer momento tuve claro que quería volver para acabar de otra manera. No sé si ganaré, pero tengo que acabar mejor. Al día siguiente de la prueba ya le dije a mi madre que volvería, en el mismo hospital.

Porque sí, Ibáñez acabó en el hospital. En este tipo de pruebas, la deshidratación a veces obliga a una visita a urgencias que se suele resolver con suero, pero esta vez fue distinto. El corredor vasco de 33 años sufrió una rabdomiólisis severa, una dolencia que en el argot médico se suele acompañar de otro apellido más claro: rabdomiólisis dolorosa.

«Durante la carrera se me cerró el estómago y en las últimas seis horas no pude ni comer ni beber. A la meta llegué en un punto de vacío absoluto, desorientado, mareado, y en el hospital me diagnosticaron rabdomiólisis. Según me explicaron, mi cuerpo empezó a comerse mis músculos y esas células musculares acabaron en mi sangre. El dolor al tacto era increíble, me dolía el contacto con la cama. Y mi orina se volvió negra. Me tuvieron que dar morfina», recuerda Ibáñez, que luego estuvo pagando las consecuencias durante semanas.

«Al mes siguiente, estaba en Madrid por un viaje de trabajo, tenía un poco de tiempo libre, intenté volver a salir a correr y me asusté porque no sabía. Me había olvidado. Me acercaba a un bordillo y no levantaba la pierna. Lo consulté con un médico y me confirmó que la enfermedad provoca ciertos problemas neuronales. Me dio mucho miedo. Tardé tiempo en volver a correr con normalidad», narra.

Buena relación con su verdugo

De Bilbao, era un aficionado al ciclismo más hasta que empecé a leer el blog del corredor Anton Krupicka, tantas veces rival de Kilian Jornet, y le picó la curiosidad por el trail. Durante años compaginó ambos deportes, hasta que hace apenas tres años, cuarto en la Canfranc-Canfranc, se centró en correr y saltó a la ultradistancia. La cruel Menorca Camí de Cavalls del año pasado era, de hecho, su estreno en una prueba de 100 millas. Y estuvo muy, muy cerca de ganar.

«Me faltó experiencia, pero también información. Todo el mundo pensaba que tenía mucha ventaja y no me daban información de qué pasaba detrás para no preocuparme. Me relajé y cuando quise volver a arrancar ya estaba muerto. Entrando a Ciutadella, un cámara me dijo: 'Está en la rotonda'. Y yo justo había pasado por allí. Si me hubieran ido diciendo, lo podría haber gestionado de otra manera», cuenta Ibáñez que ha entablado relación con su verdugo.

En los días posteriores a la prueba del año pasado, Guillon le preguntó por su estado de salud por Instagram y desde entonces hablan de vez en cuando. «Es un tío curioso porque sólo sigue a 10 personas. No sigue a Kilian y me sigue a mí», finaliza.

Sebastián Álvarez, el hombre que alcanzó los 550 km/h con un traje con alas: "Cuando me preguntan qué sentí en el vuelo no sé qué decir"

Sebastián Álvarez, el hombre que alcanzó los 550 km/h con un traje con alas: “Cuando me preguntan qué sentí en el vuelo no sé qué decir”

«¿Sabes qué? Cuando me preguntan qué sentí en pleno vuelo no sé qué decir. Estaba superconcentrado. Tenía tantas cosas que hacer a la perfección, estaba preocupado por tantos detalles... Todo tenía que salir bien. Cuando aterricé, ya lo disfruté, sentí una explosión de felicidad. Estaba agotado, pero entonces festejé».

El pasado 22 de marzo, en el centro de paracaidismo de West Tennessee, en Estados Unidos, el chileno Sebastián Álvarez se subió a un avión de hélices, ascendió a 12.670 metros de altitud y decidió saltar sin paracaídas. ¿Quería matarse? Todo lo contrario. Era el culmen de su carrera en el aire, la celebración de toda una vida. Álvarez batió todos los récords de los vuelos con los peligrosísimos trajes de alas: alcanzó una velocidad máxima de 550 km/h, recorrió 53,45 kilómetros -una distancia similar a la que separa Madrid de Guadalajara- y planeó durante poco más de 11 minutos. Cualquier plusmarca anterior no tiene comparación. En lugar de volar desde un lugar elevado, como había hecho tantísimas veces en el Montblanc o en el edificio Burj Khalifa de Dubai, decidió hacerlo desde más allá de las nubes, más alto que cualquier avión comercial.

¿Qué fue lo más difícil?
En el vuelo lo más difícil fue mantenerme rígido para coger más velocidad y planear más tiempo. Digamos que tenía que ser como la ala de un avión, tan duro como el metal. Con tanta velocidad debía hacer la máxima fuerza posible, tensar mi cuerpo al máximo y mantener eso durante 11 minutos supuso un desgaste supergrande. Aunque creo que la mayor dificultad del salto estaba en la logística, en la tecnología, en la preparación.

Por la altitud inicial, Álvarez, de 39 años, al que apodan Ardilla, tenía que enfrentarse a dos obstáculos que parecían insuperables: las bajísimas temperaturas y la falta de oxígeno. «El tema del oxígeno fue el que nos llevó más tiempo», reconoce el especialista en conversación con EL MUNDO desde Múnich, donde estos días participa en varios actos de la marca que le patrocina, Red Bull.

El frío como obstáculo

A tantísima altitud corría el riesgo de perder la conciencia antes de llegar al primer minuto de vuelo, necesitaba una botella de oxígeno, pero el peso le jugaba en contra. Al final lograron adaptar un arnés para llevar una ampolla en el pecho, aunque eso le obligó a adelgazar cuatro kilos. «Luego nos dimos cuenta que a estas temperaturas la válvula de exhalación de la máscara se congelaba así que diseñamos un casco especial para cubrirla», recuerda quien también utilizó como abrigo un sistema de capas calefactadas eléctricamente que le permitió soportar un frío de hasta -70 grados.

¿Y en el aire había diferencia al ir a 200, a 300, a 400 o a 550 kilómetros por hora?
No exactamente. Yo llevaba un audífono con GPS, una cajita chiquitita, que me iba diciendo la velocidad y la distancia recorrida. Por eso sabía que iba acelerando, pero es verdad que físicamente no sentía ningún cambio a partir de cierta velocidad, de los 300 a los 550 km/h.

Cuenta Álvarez que la preparación le llevó dos años por los desafíos que le presentaba el material, pero también por la necesidad de saberse preparado. Durante horas practicó en el túnel del viento que hay en el aeropuerto de Bromma, en Estocolmo, y siguió un programa de fuerza específico centrado en la espalda, el pecho, los hombros y los brazos. «Aunque en realidad creo que la parte más importante del entrenamiento fueron los muchos años que llevo practicando con el traje de alas y los más de 1.050 saltos que ya había completado en mi vida», apunta.

Su salto en Montserrat

«Mi profesión es piloto militar, estuve años en las Fuerzas Aéreas de Chile. En mi formación para volar aviones y helicópteros, me enseñaron a saltar en paracaídas y me encantó. Durante muchos años estuve dedicándome al paracaidismo hasta que probé el wingsuit hace 15 años en el centro Lodi, en California, que entonces era uno de los mejores lugares del mundo. Desde entonces no he parado. La tecnología ha mejorado mucho y cada vez es más seguro».

Antes de su vuelo de todos los récords hace unas semanas, Álvarez ya había completado saltos muy recordados como cuando se mantuvo un paralelo al lado de una avioneta, llegando a tocarla, sobrevolando Montserrat. Según cuenta, el Skydive Empuriabrava, en la Costa Brava, es uno de los mejores lugares para practicar el paracaidismo en Europa. «Me encanta España y me encanta conocer el mundo desde el aire, aunque en los últimos años ya me pesan tantos viajes. Para mí es el lado malo de dedicarme al paracaidismo. Estoy en constante movimiento por el mundo, es sacrificado», finaliza Álvarez.

'Litus' Ballbé, olímpico en Londres 2012, ahora sacerdote: "Mis rivales pensarán que es imposible que ahora sea cura porque era lo peor"

‘Litus’ Ballbé, olímpico en Londres 2012, ahora sacerdote: “Mis rivales pensarán que es imposible que ahora sea cura porque era lo peor”

Un cura al que llaman 'Litus', empezamos bien. En la parroquia de la Bonanova, en plena zona alta de Barcelona, Carlos Ballbé, 'Litus', se presenta con un hábito clerical bastante 'urban', un stick de hockey hierba y mucho, mucho humor. Explica que este año ha empezado a entrenar con los veteranos de su club de siempre, el Atlètic Terrassa, y que ya teme el día que le toque jugar porque él en el campo siempre fue «tremendo» y a ver si va a blasfemar. «Estoy acojonando con el debut, a ver si me comporto. Por suerte, los domingos trabajo», bromea en conversación con EL MUNDO.

Ballbé combinó el hockey hierba con el seminario y llegó a disputar los Juegos Olímpicos de Londres 2012 con España, pero después se retiró, se ordenó sacerdote y hasta hace poco no había vuelto a tocar un stick. Ahora, a los 40 años, además de jugar de nuevo, es vicario en la parroquia de la Bonanova y coordina la Pastoral del Deporte, una comisión de la Conferencia Episcopal Española que busca mezclar goles con fe.

No es habitual que un deportista español admita que cree en Dios. Que uno se meta a cura ya es una rareza absoluta.
Pero en otros países es lo más normal del mundo. En Estados Unidos, hay deportistas de la NBA o la NFL que hacen retiros religiosos; en Brasil, muchísimos futbolistas muestran su fe abiertamente; en los países balcánicos, también es muy habitual. En España cuesta más, es verdad. Hay más deportistas creyentes de los que se piensa, pero hay pocos que lo expresen, quizá por vergüenza. Lo comprendo, por supuesto.
¿A usted le avergonzaba?
Ser creyente nunca me dio vergüenza y tampoco ir a misa. Si viajaba con el Atlètic o con la selección española, preguntaba en la recepción de los hoteles por la iglesia más cercana y me iba a misa los domingos por la mañana antes de los partidos. Mis entrenadores y mis compañeros siempre me lo pusieron fácil, aunque me caían todas las bromas del mundo. Cuando volvía de misa, le decían al míster que ya no hacía falta charla técnica porque Dios iba con nosotros. Yo me reía, siempre era de buen rollo.
Pero cuando entró al seminario se lo comunicó a sus compañeros del Atlètic por email.
No era por vergüenza, era por miedo al rechazo. Un cura me lo dijo: «Prepárate porque puede haber quien lo acepte y puede haber quien no lo acepte». Pensaban que algunos compañeros me rechazarían por friki y que los más íntimos me rechazarían por no habérselo explicado antes. Pero no pasó ni una cosa ni la otra. Todos me aceptaron y fue un regalo para mí. Alguno, de cachondeo, me preguntó qué estaba fumando y por qué no lo compartía. Pero siempre me mostraron su apoyo. Empecé en el seminario cerca de Pamplona y a jugar en el Atlético San Sebastián.

David RamírezAraba Press

¿Por qué quería ser sacerdote?
Siempre fui creyente, como mi familia, también iba a un colegio religioso [Viaró de Sant Cugat], pero aquel año sentí que ése era mi camino. Coincidió con el fallecimiento de mi abuela y con una peregrinación a Medjugorje, en Bosnia, que me marcó mucho.
Sus excompañeros cuentan que antes era un fiestero de manual.
Salía de fiesta, no te lo voy a negar. De hecho, algún domingo fui a misa con resaca. Si ahora entrase en la iglesia un chaval como yo le pediría que se fuese a casa, que para estar así mejor no estar. Recuerdo una vez que ganamos la Liga con el Atlètic y mientras todos mis compañeros seguían de celebración, yo me fui a misa. Para mí no era una obligación, iba porque quería. Era consciente de mis debilidades, nunca me he visto como un buen cristiando, pero siempre quería ir a misa porque me ayudaba.
¿Sus compañeros le cuestionaban sobre su fe?
Constantemente y yo lo agradecía, incluso lo incentivaba. Compaginé el hockey hierba con el seminario durante cuatro años, algunos en San Sebastián y otros de vuelta a Terrassa, y en ese tiempo mantuve conversaciones realmente interesantes en los vestuarios, en los hoteles y en los desplazamientos. Había coñas, pero también preguntas existenciales, mucha curiosidad. Me ayudó a ahondar en mi fe.
Al escribir «Carlos Ballbé hockey», Google sugiere «expulsado». ¿Realmente era tan peleón en el campo?
Algunos rivales pensarán que es imposible que ahora sea cura porque yo era lo peor. Me encantaría decir que fui un ejemplo en el campo, pero no fue así. Era muy pillo, protestaba mucho, era tremendo. Aunque cuando entré en el seminario ya cambié un poco. Empecé a pensar en el deporte como filosofía, en mi crecimiento como persona, en la solidaridad, en el trabajo en equipo... muchos conceptos relacionados con la fe.
Ballbé, en acción, durante los Juegos de Londres 2012.

Ballbé, en acción, durante los Juegos de Londres 2012.EFE

Para prepararse los Juegos Olímpicos de Londres 2012 aparcó el seminario y se fue a Bélgica a jugar. ¿Por qué?
Necesitaba coger aire. Había crecido en el Atlètic, había jugado en San Sebastián, había vuelto al Atlètic y, antes de los Juegos de Londres, quería alejarme un poco de todo y decidir realmente qué hacer con mi vida. Estuve una temporada en Bélgica, pero a finales me costaba entrenar, ya pensaba que realmente quería acabar el seminario, que tendría que estar en la iglesia, que quería ayudar a los demás. Así que poco después de los Juegos Olímpicos colgué el stick.
Entre los deportistas creyentes hay muchos que piden ayuda a Dios para ganar o incluso para jugar bien o marcar. ¿Cómo lo ve?
Para ganar un partido no hay que rezar, hay que entrenar. Igual que para aprobar los exámenes no hay que rezar, hay que estudiar. Dios te ayuda, te acompaña, te hace mejor persona, pero tiene cosas más importantes que hacer que seguir un partido. Cuando jugaba recuerdo que antes de los partidos rezaba para portarme bien, para no liarla, para no montar algún número, pero Dios no siempre me hacía caso.
¿Ha conseguido que alguno de sus ex compañeros de equipo se haga creyente y vaya a misa?
Qué va, ni uno. Pero desde que era niño mis padres me enseñaron la fe y la libertad. Yo era libre para creer y ellos, por supuesto, también lo son. Me consuelan dos cosas. La primera, que muchos me han acompañado en misas largas, misas importantes para mí que igual duraban dos horas y media. Eso es un tesoro que guardo. Y la segunda que, aunque no vayan a misa, quizá reflexionan más sobre determinadas cosas y ahondan en su bondad gracias a conversaciones que mantuvimos durante aquellos años.