El pueblo de Mykola Shaparenko fue completamente destruido. De los 6.000 ciudadanos que había sólo quedan 300 y no hay electricidad ni agua. La misma situación que la aldea de Serhii Sydorchuk. La ciudad de Lunin y Mudryk, Krasnohrad, está siendo bombardeada por el ejército ruso desde el inicio de la guerra y el seleccionador Serhiy Rebrov lleva diez años sin pisar su casa en Donetsk. Es la realidad de los hombres ucranianos, también futbolistas, que están disputando la Eurocopa de Alemania a miles de kilómetros de su hogar, si es que siguen teniendo uno.
Ucrania sufrió una dolorosísima derrota ante Rumanía (3-0) en su debut en un torneo que es mucho más que fútbol para ellos. Cómo no. "Sólo puedo decir que lo siento", admitía Lunin, emocionado. "Disculpas a nuestro país, pero tenemos que mantener la cabeza alta", pedía Sudakov. El fútbol es parte de la guerra, influye directamente en el ánimo de un país devastado.
Cada mañana y cada tarde, antes de cada entrenamiento, la plantilla se pone en fila, se lleva la mano al corazón y escucha el himno de su país. "Queremos mostrarle a Europa el carácter de nuestra nación", dice Rebrov. Es más una cuestión de orgullo que de triunfo. Una forma de devolverles a los soldados del frente todos los mensajes que les envían cada día.
Una selección sin hogar
Los 26 futbolistas y el cuerpo técnico de la selección llevan tres años siendo "nómadas". Así se definen ellos mismos: "el equipo nómada". Como el Shakhtar Donetsk, el club más importante del país, su casa ha sido todo el continente. Durante los últimos meses, Ucrania ha sido local en Praga, Varsovia, Eslovaquia, Polonia y Alemania, pidiendo hueco en los campos de otras federaciones, siendo animada por nacionalidades que no eran la suya y pisando un suelo que nunca pensaron en llamar 'hogar'. "Viajar es duro, pero nada comparado con lo que sufren nuestros soldados en el frente", admite con honestidad Rebrov.
Los móviles, obligados
En la concentración ucraniana nadie se atreve a hablar más de fútbol que de guerra porque nadie ha hablado más de fútbol que de guerra en los últimos años. No se lo pueden permitir. Estos días, a raíz de la decisión de Luciano Spaletti, técnico de Italia, de prohibir los teléfonos móviles en las salas de fisioterapia o en las comidas, este periódico preguntó en la expedición de Ucrania. "No nos lo podemos permitir", fue la respuesta. No hay tiempo para bromas.
Cada futbolista tiene en su móvil la aplicación de alertas de los misiles que llegan al país. La realidad es la que es. "Llevan bombardeando mi ciudad día y noche desde el inicio. Aún así, mi familia sigue en Krasnograd porque mis padres quieren seguir construyendo su vida en su hogar. Creen en la victoria de Ucrania", responde, contundente, Mudryk, estrella del Chelsea.
Aunque el resto de Europa se pueda haber acostumbrado, la realidad en el país es todavía más dura que antes. Según el último informe de Naciones Unidas, el número de civiles muertos en mayo fue un 31% superior al de abril. Y ese dato también llega a la selección.
Rebrov, lejos de darle importancia al fútbol, ha decidido que la guerra también entre al vestuario. Cómo no va a entrar. Antes del partido contra Rumanía, durante la charla motivacional, repetirá algo tan duro como necesario: enseñará a sus 26 futbolistas un vídeo de niños ucranianos hablando sobre lo que están sufriendo en la guerra, a qué país han tenido que escapar, a qué familiares han tenido que dejar atrás... Las imágenes provocan lágrimas, admiten en la concentración, pero también rabia. "Cuando ves estos vídeos entras al césped de otra manera. Es una motivación extra", ha reconocido estos días el entrenador. A veces, incluso, provoca demasiada excitación, demasiado sentimiento.
Después de la derrota contra Rumania, los jugadores pidieron al seleccionador que les dejara solos en el vestuario. Querían hablar, recomponerse. "Sí, me lo pidieron. Querían hablar entre ellos", confesó el técnico tras el duelo. La emoción es gigante en la plantilla, que tiene contacto directo con los soldados del frente. "Son conscientes de lo importante que es esto para el país", añade Rebrov.
En Alemania, la selección se reencuentra con más de un millón de refugiados ucranianos, la cifra más alta de toda la Unión Europea. Son niños y madres los que aparezcan en las gradas del Dusseldorf Arena esta tarde. Los demás seguirán en el frente, consultando en sus móviles o preguntando a sus compañeros si su país ha ganado un partido de fútbol. Una selección en guerra.