Carapaz salda cuentas con el Tour y Pogacar y Evenepoel castigan a Vingegaard en Superdévoluy

Actualizado Miércoles, 17 julio 2024 - 18:15

"En una caída de mierda se fue todo al carajo". El pasado Tour le duró a Richard Caparaz un suspiro, accidentando en la bajada al Vivero junto a Enric Mas, fractura de rótula y adiós en la primera etapa del País Vasco. Ha ganado en cada rincón, un palmarés asombroso el del ecuatoriano, un fuori classe que al fin se estrenó en la Grande Boucle, en solitario en la estación de Superdévoluy tras un ataque de los suyos, sin mirar atrás, en el ascenso anterior al Col du Noyer. [Narración y clasificaciones]

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Si este año se vio de amarillo por primera vez en el arranque en Italia, Carapaz rompió su maldición particular en estos últimos días, cuando el Tour se aproxima a ese final inédito con la crono de Niza. Inédito era Superdévoluy, una etapa trampa con 3.000 metros de desnivel acumulado y tres puertos seguidos para terminar. Ideal para el del Education First, cada vez más pleno -una caída en la Vuelta a Suiza le hizo no llegar al 100%-, que lanzó su ofensiva en la subida más dura, la antepenúltima, atrapó a Simon Yates, le superó y ya no miró atrás hasta la meta. Aventajó al británico en 37 segundos y a un Enric Mas que reaccionó tarde, en 58.

«Esto es lo máximo. Veníamos intentando pelear por una victoria de etapa desde el principio del Tour. De hecho, era nuestro principal objetivo. Este triunfo es una representación de toda América. Me siento muy orgulloso de estar aquí para representarla de la mejor manera», admitió el primer ecuatoriano en ganar en el Tour.

Por atrás parecía todo en calma. Había sido un amanecer tenso desde Saint Paul Troix Chateaux, el viento primero, los intentos de fuga después. El desorden hasta la primera ascensión, cuando un cuarteto hizo camino y después un grupo de 47 ciclistas entre los que había tres españoles, Mas y Aranburu del Movistar y Christian Rodríguez del Arkea. Ahí estaba el triunfo y la paz parecía firmada hasta que Carlos Verona aceleró para posicionar a Ciccone. Y todo saltó por los aires también entre los favoritos.

Porque no se detiene el espectáculo en el Tour, que eleva su temperatura en los Alpes pese a que Tadej Pogacar parezca tener el asunto controlado. Y aún así, lo vuelve a intentar, al ataque de amarillo, así será recordado el esloveno. "A veces, ni yo mismo sé para qué ataco. Supongo que estaba disfrutando mucho del puerto, que era muy empinado y muy bonito, y me apeteció arrancar para probar cómo llegan mis piernas a esta tercera semana de competición", dijo después con media sonrisa. Cuando Vingegaard se quedó alarmantemente solo (Jorgenson no resistió y Laporte y Van Aert iban por delante), el del UAE soltó su zarpazo y llegó con 7 segundos sobre Evenepoel y 11 a Vingegaard en la cima del Col du Noyer. En el descenso, con la ayuda de Laporte, se volvieron a unir, pero Remco también había intuido la debilidad de quien le antecede en la general y volvió a atacar en la subida final.

Fueron diferencias pequeñas (dos segundos más con Pogacar, 12 con Remco), pero Vingegaard comprobó la ambición de sus rivales. Quedan dos etapas durísimas el viernes y el sábado y la reconquista de Tadej parece un hecho (3:11 de ventaja ya). Ahora parece que también la segunda plaza peligra para el danés, pues la crono final es terreno Remco.

Joxean Fernández Matxin: “Pogacar siempre te pide por favor y acaba con un gracias”

Actualizado Martes, 16 julio 2024 - 23:56

"Matxo esto, matxo lo otro, así me llama. Pero nos entendemos con la mirada", cuenta el cerebro que está detrás de Tadej Pogacar, un español de Basauri que fue ciclista amateur y ahora es director del UAE Emirates, pero, sobre todo, es y será un descubridor de estrellas. Joxean Fernández Matxin responde a EL MUNDO con calma en el hall del hotel del equipo del líder del Tour y presume de una memoria prodigiosa: recuerda como si fuera ayer la primera vez que vio en persona a aquel niño rubio, tras una carrera en la ciudad croata de Motovun en la que no ganó a los profesionales porque se le salió el pie del pedal. "Era supertímido, sólo miraba al suelo".

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¿Estáis donde queréis?
Hemos ejecutado el plan de manera precisa. Nunca se analiza cuántos minutos de ventaja quieres, aunque obviamente ser líderes esta semana sí era un objetivo. En amarillo-rojo estaban marcadas las etapas en las que queríamos victoria. La crono la queríamos al máximo. Y el Macizo Central. Trabajamos para intentar ganar esa etapa, pero Vingegaard fue mejor. Analizando a posteriori, Tadej arrancó un puerto antes de lo que queríamos. Los dos días de Pirineos también estaban marcados.
Llegan los Alpes, donde Vingegaard ganó los dos últimos Tours.
Tadej no tiene una espina clavada con los Alpes, para nada. Mira, en Marie Blanque ganó su primera etapa del Tour y al año siguiente perdió un minuto, por ejemplo. Las estadísticas en ciclismo no funcionan. El estado de forma de cada momento las rompe. Es como cuando comparan con Pantani, con Armstrong... No corremos contra ellos. Son efemérides que están bien para la gente, pero nosotros pensamos en el rival, en las condiciones, en el rendimiento, en el esfuerzo y en la recuperación. Somos más científicos y realistas. Ahora las condiciones de Tadej no son las mismas que el año pasado, así que que corra en Alpes o en una etapa u otra, no altera para nada ni la táctica ni la actitud.
¿Qué ha cambiado este año?
Cuando ganas te sientes poderoso e imbatible. Y cuando te ganan sientes necesidad de mejorar. Hemos asumido y reconocido la superioridad del año pasado de Jonas y del Visma y hemos valorado táctica y técnicamente donde teníamos que mejorar. Esa necesidad ha hecho que se profesionalice absolutamente más todo el trabajo, los detalles, la preparación, entrenar cosas que sean menos visibles. Por ejemplo, antes y después de cada etapa del Giro, Tadej siempre entrenaba en la bicicleta de crono.
¿Cómo plantearon lo de Giro y Tour?
Fue una idea mía. Se lo explique en octubre, en el primer pre stage en Abu Dhabi. Le dije: 'Giro y Tour, pero déjame que acabe'. Hay tres aspectos. Primero, porque es uno de los pocos años en los que hay cinco semanas entre Giro y Tour. Una semana para la recuperación, tres de trabajo y una pre Tour. Es la perfección. Segundo: el Giro eran 11.000 metros menos de altitud que el anterior. Que son muchos, un desgaste mucho menor. Y tercero: para hacerlo, sólo tuvo 10 días de competición pre Giro, sólo cuatro carreras. Strade Bianche, Milan-San Remo, Volta a Cataluña, la única por etapas, y Lieja. Desde Lombardía 2023 tuvo casi cinco meses sin competir, un descanso más que razonable. Llegó al Giro en un 80% y al Tour al 100%. También vimos que la participación en el Giro no era brutal. Y minimizamos esfuerzos.
Un reto de otra época.
En el 2019, cuando llegó al equipo, pensamos que en el 2020 hiciera el Giro. Y posiblemente el 2021 Vuelta. Y en su cuarto año el Tour. Pero su proceso ha sido tan prematuro... Ganó en Algarve, en California, en País Vasco podía haber ganado... Allí, en Eibar, en el hotel, le dije de cambiar el programa. Estaba listo para la Vuelta. Lo vio perfecto. Fue nuestra primera conversación seria. Recuerdo que me dijo que si las cosas no iban bien en la Vuelta, la tercera semana se retiraba. Yo le dije: 'No, tú eres un campeón y los campeones no se pueden retirar'. Prefería que bajara el pistón. Las conversaciones de planificación con él son fáciles. Le conozco, sé lo que él quiere. Y él a mí. Es el mejor del mundo, cómo no voy a escucharle.
Matxin, con Pogacar y Soler, en el Tour del 2023.

Matxin, con Pogacar y Soler, en el Tour del 2023.MARCO BERTORELLOMUNDO

Es casi una relación paterno filial.
Cuando él empezó, había mucha más relación, porque estaba aprendiendo todo, me preguntaba. Él ya ha aprendido. Pero sigue consultándome cosas más técnicas. Lo bueno que tiene Tadej es que siempre te pide por favor y siempre acaba por un gracias. Trabajar con alguien así es muy fácil. Tenemos una relación de confianza. A veces ni me pide las cosas, si me mira mal ya se por dónde va. Y se ríe cuando le hago algún gesto.
¿Cuándo fue la primera vez que escuchas de él?
La primera persona que me habló de él fue Andrej Hauptman, que ahora forma parte de los técnicos del UAE. Fue corredor mío con el Coldirola. Entonces vi una de las carreras más importantes júniors, el Giro della Lunigiana. Me asombró, tenía 16 años y ya hizo lo que hace aquí, yendo líder atacó. Ese tío tenía carácter y talento, eso no se entrena ni se compra. Eso me marcó. Eso sólo me ha pasado con Freire, el único corredor en el mundo del que yo he hecho de manager personal. Tenía un don, hacía las cosas por inercia, perfectas. Eso lo tenía Tadej.
Siga.
En 2017, fue al Istrian Spring Trophy en Croacia, que él corría con el Ljubjana Radenska, iban de negro y rosa. Él otro día le enseñé un vídeo y se reía. Competía con dos profesionales de 30 años y el chavalito arranca antes del pavé final, se le sale el pedal y no gana. Yo estaba allí y vi que era el más fuerte, el chico de 18 años con profesionales expertos. Les había vacilado. Ahí fue la primera vez que hablé con él. Supertímido. Miraba para abajo. Entonces le invito a hacer un test de esfuerzo a Bélgica con el Quick Step, pero hubo una confusión, saltaron las alarmas y el viejo Lampre le firma, el UAE de ahora. Esa casualidad aceleró el proceso. Una historia bastante curiosa. Yo entré un año después al UAE y bromeamos sobre la situación. Tuve algo que ver en su fichaje, pero no directamente.
¿Qué le sorprendería a la gente de la personalidad de Tadej?
Que es normal. Va al bus y si se tiene que sentar en el tercer asiento, pues se sienta. No quiere ser el primero en el masaje, si le toca el último, pues el último. Tiene gestos de compañero. En el Giro vino un buen amigo que le quería regalar una cosa especial. Me dijo, que no me lo regale a mí, que se lo regale a todo el equipo. No pretende que le des privilegios. Y luego hay momentos difíciles. Llegas al autobús y hay 500 personas. Y él siempre se quiere parar a hacer fotos y firmar. Pero ante eso... Y tampoco lo puede hacer sólo con unos pocos. No podemos perder una hora en cada salida. Necesita recuperación y tranquilidad mental. Le agradecemos a la afición y les pedimos perdón.
¿Le costó recuperarse psicológicamente de los dos Tours perdidos?
No, todo lo contrario, fue la motivación suficiente para ser mejor. Van der Poel y Van Aert, su rivalidad, les ha hecho mejores a ambos. En el caso de Vingegaard y Pogacar es igual.
¿Te cuesta contenerle en carrera?
Todo lo contrario, porque a mí me gusta su carácter ofensivo. En Gredos, en la Vuelta de 2019, venía de ganar dos etapas y era quinto en la general. Le dije, tienes 20 años y no pierdes nada. El último puerto era muy Valverde, pero había uno que se llamaba Peñas Blancas a 41 de meta. Le ordené que atacará ahí, un plan muy agresivo. Me dijo, 'perfecto'. Eso un chico de 20 años. O todo o nada. Lo hizo, ganó la etapa, hizo podio, consiguió el maillot blanco...

Philipsen completa su triplete el día que Pogacar se hizo centenario

Actualizado Martes, 16 julio 2024 - 18:09

Son 100 días de Tadej Pogacar en el Tour, la carrera que vino a honrar hace ya cinco veranos. Dos victorias, dos derrotas. Tan asombroso todo con 25 años. Busca la reconquista, la tiene en la mano aunque los Alpes amenacen al fondo. Es centenario el esloveno, un triturador de récords: 34 días de amarillo, 14 victorias de etapa, 89 veces en el podio. Lo estuvo de nuevo en Nimes, líder ahora de la carrera y también de la montaña. El último día para los sprinters comprobó el triplete de Jasper Philipsen, al que su compañero Van der Poel dejó en bandeja una victoria a la que no pudo opositar Biniam Girmay. [Narración y clasificaciones]

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Se fue al suelo el eritreo junto a dos ciclistas del Education First en una de las últimas curvas, ya en Nimes, y tuvo que entrar en meta herido y ayudado por sus compañeros del Intermarché-Wanty. El africano opositaba a su cuarto triunfo precisamente donde su continente fue historia. El 27 de julio de 1950, el argelino Marcel Molinès triunfó en solitario en la taurina ciudad, culminando una escapada en la que tuvo de aventurero a otro norteafricano, Abdel-Kader Zaaf.

Fue una jornada plácida tras el descanso del lunes, en la que al pelotón apenas le inquietó el intento en solitario de Gachignard, atrapado a 25 kilómetros del final.

Se le complica a Girmay también el maillot verde de la regularidad, pues Philipsen, que entró muy por delante de Phil Bauhaus y Alexander Kristoff, le restó 100 puntos de una tacada y ya está a sólo 31. Es la octava victoria parcial para el belga del Alpecin, siete en los dos últimos Tours. Quizá sea el tipo más rápido del planeta, pero seguro tiene a los mejores preparadores con Van der Poel, Van Poppel...

El martes, el Tour avanza hasta Superdévoluy, casi 180 kilómetros in crescendo y tres puertos para acabar, el penúltimo el Col de Noyer (7,6 kilómetros a casi el 8% de pendiente media).

800 toneladas, 10 km. de vallas, 47 ‘trenes carretera’ y un casting de conductores… Así es la “aventura diaria” de montar (y desmontar) una etapa en el Tour

Actualizado Lunes, 15 julio 2024 - 23:41

Baja el Tour de los Pirineos en estado de shock por las exhibiciones con aroma de revancha de Tadej Pogacar y se encamina hacia los Alpes, con Niza al fondo como final inédito el próximo domingo. Y descansa el pueblo en movimiento que es la Grande Boucle, con sus casi 5.000 personas, en los alrededores de la medieval Carcassone, donde el UAE Emirates y el Movistar vieron juntos el domingo la final de la Eurocopa y sólo Adam Yates no acabó festejando. Tras el lunes de tregua, la salida de Gruissan y la meta en Nimes, última oportunidad para sprinters. Pero, ¿cómo se monta (y desmonta) todo esto?

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Es el Tour una caravana andante, etapa a etapa por toda la orografía francesa. Más de tres semanas de salidas y llegadas, con sus podios, sus aparcamientos, sus zonas vips, sus arcos... Son cunetas engalanadas, montañas abarrotadas de aficionados, de equipos, seguridad, periodistas... Un rompecabezas logístico diario que lleva solucionando 44 años en la sombra XPO. "Nuestra labor es que nadie nos perciba", cuenta a EL MUNDO su presidente en Europa, el español Luis Gómez.

"Es un reto cada día, pero un desafío muy bonito", que incluye una flota de 47 camiones que trasladan 800 toneladas de material (vallas, pinturas, podios, arcos...). Un equipo compuesto por 65 trabajadores divididos en tres equipos con tres misiones concretas. Aunque... "Cada día, cada tarde, puede cambiar la cosa. La planificación se puede venir abajo porque haya cambios meteorológicos, porque se estropea un camión, acude más público de lo normal o se cambia el recorrido por algún motivo de última hora", explica Gómez.

El equipo de las salidas acude el día antes a la ciudad de la que partirá la etapa y trabaja en el montaje durante cuatro o cinco horas. El de las metas, el mismo día de la etapa por la mañana para que a mediodía esté todo preparado. Y el de los puntos intermedios también el día antes en la medida de lo posible. Todos en consonancia con la organización, las autoridades locales y la gendarmería. Y luego, claro, el desmontaje. "Es una aventura diaria", dice el directivo español, que destaca "la pasión" que mueve a XPO y a sus empleados, clave junto a la experiencia de que todo salga bien.

Uno de los camiones del Tour de XPO Logistics.

Uno de los camiones del Tour de XPO Logistics.XPO

"La planificación no es sólo los 21 días que sucede el Tour. Empezamos a trabajar a partir de octubre, cuando se definen los recorridos. Analizamos físicamente, vemos los puntos con dificultades para prevenir de antemano o adaptarnos", explica. Los principales retos ocurren en las etapas especiales, las de montaña, las contrarrelojs con salida y llegada en puntos cercanos o, por ejemplo, la que transcurrió por los caminos blancos de Troyes. "Fue espectacular, pero para nuestros camiones de gran tonelaje...", cuenta Gómez que detalla los vehículos especiales que manejan, "trenes carretera", con un segundo remolque añadido. "Dependiendo de la etapa, este segundo remolque no se utiliza. Las de montaña son más difíciles, pero más bonitas. Maniobrar en carreteras estrechas. Nuestros conductores lo asumen como un reto personal".

"Como los pilotos de rallies"

Esos más de 60 conductores trabajan en XPO, una logística con más de 200 centros y 14.000 empleados sólo en Europa (39.000 en todo el mundo). Y pasan una especie de casting, pues se presentan voluntarios muchos más. "La mayoría son franceses y se sienten orgullosos. Pasan tres semanas fuera de casa, trabajando casi las 24 horas, lejos de sus familias... Y son como los pilotos de rallies, ellos suben los puertos antes del Tour, toman anotaciones de las curvas... La preparación es exhaustiva, porque los tiempos son limitados".

Aunque ninguna dificultad como el año del covid, cuando el Tour se retraso a septiembre de 2020 para celebrarse con medidas sanitarias que obligaron a testar continuamente a los conductores, a desinfectar el vallado a diario y a instalar una doble protección para que la gente no se agolpase y guardase las distancias de seguridad. Hay que destacar que, en una etapa normal del Tour, si se pusieran en fila, las barreras ocuparían 10 kilómetros.

Gómez y su equipo no se olvidan de la sostenibilidad, de la responsabilidad de contribuir al cuidado del medio ambiente por esos parajes tan bellos que atraviesa el Tour. "Las bicicletas no van con motor, pero nuestros camiones es inevitable. Así que intentamos que el C02 que emiten sea el menos posible (usan biocombustible HVO). Este año como novedad hemos introducido un camión totalmente eléctrico. Estamos muy sensibilizados con la descarbonización", concluye el presidente en Europa de XPO.

El récord de Pantani triturado por Pogacar en Plateau de Beille y el lamento de Vingegaard: “Si mantiene este nivel…”

Actualizado Domingo, 14 julio 2024 - 22:44

Cuando Mark Cavendish, bien arropado por cinco de sus compañeros del Astana, cruzó la línea de meta de Plateau de Beille, a casi 1.800 metros de altitud, habían transcurrido 51 minutos y 35 segundos desde que lo hiciera Tadej Pogacar. El británico no fue el último. Poco después entraba Fernando Gaviria y a 52:37, al mismo límite del fuera de control que no superó Bran Welten, acudía, completamente quebrado, el último sprinter, Arnaud Démare.

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Eran los restos del naufragio de una jornada para el recuerdo, de una ascensión memorable. El esloveno, al que su compañero Adam Yates había avisado de que esa subida, "es la más dura que ha hecho en su vida" (más de 15 kilómetros a casi el 8% de desnivel medio, después de los cuatro puertos anteriores), destrozó todos los registros. Aprovechando la rueda de Jonas Vingegaard primero, en solitario después. Paró el crono en 39:58, tres minutos y medio más rápido de cómo subió Marco Pantani en 1998 (43:28). En 2007, Alberto Contador lo hizo en 44:08.

Como Pantani y como Eddy Merckx, ganador Tadej de etapa en el Giro con la maglia rosa (cinco veces) y en el Tour con el maillot amarillo (dos), algo nunca visto en el siglo XXI.

Sus queridos Pirineos, como las montañas verdes de su Eslovenia natal. Es la 14ª victoria de etapa de Pogacar en el Tour (alcanzó a Marcel Kittel) y más de la mitad de ellas han llegado en estas cimas. Desde aquella iniciática en Laruns en 2020, por delante de Roglic, a las dos del fin de semana en el que dejó el Tour prácticamente visto para sentencia. "He ganado muchas etapas en los Pirineos. De algún modo, adoro estas montañas... ¡y es recíproco!", expresaba el líder, que afronta la etapa de descanso con una renta de 3:09 sobre Vingegaard.

El danés no pudo ser más valiente. Fue con todo, arriesgando quizá demasiado con los Alpes en el horizonte aún. "Si mantiene este nivel, no tengo nada que hacer. Está muy difícil el Tour", confesaba en la cima, ya con la mascarilla, obligatoria para todo el pelotón, puesta. "Sufrí bastante en su primer ataque, pero después noté que era él quien lo pasaba mal. Intentó descolgarme una última vez y vi que no tenía piernas para ello, así que decidí arrancar yo pese al riesgo de reventar. Por suerte, me salió bien", admitió Pogacar.

La jornada tuvo noticias positivas y negativas para los españoles. Al fin se vio a Enric Mas, presente en la escapada del día junto a sus compañeros Oier Lazkano y Javier Romo. El balear aguantó con los cinco elegidos, pero fue engullido por Pogacar y Vingegaard en Plateau de Beille. "He podido disfrutar. Conocía bastante la etapa, al ser cerca de donde residimos, y lo he pasado como un niño pequeño. Ha sido 'un mundo nuevo' para mí. Esta no es ni mucho menos la mejor versión de Enric Mas, y las sensaciones no son muy buenas, pero vamos a seguir intentándolo", admitió.

También se comprobó a un gran Mikel Landa, que entró cuarto en meta, a 3:54 de Pogacar. Aventajó en casi un minuto a Joao Almeida y más a Adam Yates y un Carlos Rodríguez al que arrebató el quinto puesto en la general. El del Ineos sufrió "muchísimo". "Me he cebado y lo he pagado", admitió.

Pogacar destroza el Tour en Plateau de Beille en una respuesta mortal al ataque de Vingegaard

Actualizado Domingo, 14 julio 2024 - 18:28

Fue la mirada atrás la sentencia, el golpe de gracia a un Tour que, salvo sorpresa mayúscula, quedó sentenciado en las rampas de Plateau de Beille, a una semana del final inédito en Niza y con los Alpes todavía por recorrer. Fue valiente Jonas Vingegaard porque no le quedaba más remedio y murió con las botas puestas, al ataque ante quien no admite comparación. Tadej Pogacar es, indudablemente, el más fuerte. Alzó los brazos por tercera vez y supo que la reconquista es un hecho. [Narración y clasificaciones]

Los rostros esconden el sufrimiento, aunque son tantas las batallas, que Tadej y Jonas desentrañan cada gesto del rival. No hay secretos ya para ellos. Incapaz de contener los arreones finales del esloveno, cada vez más lejos en la general, Vingegaard optó por cambiar de estrategia, por mostrar todas sus cartas. A riesgo de perderlo todo, como así fue después. Maduró la etapa con su equipo, asumiendo por primera vez la responsabilidad en los cuatro puertos precedentes al desenlace, de salida el Col de Peyresourde bajo el calor de los Pirineos que obligaba a los ciclistas a marchar ya en la meta de Loundeville con los característicos chalecos de hielo.

Y atacó salvajemente bien temprano el danés, a más de 10 kilómetros de la cima de Plateau de Beille, para propiciar el mano a mano, para comprobar si la alta montaña, los esfuerzos acumulados y el sopor eran su baza ante Pogacar. Para explorar todos los límites posibles. Pero no cedió su Némesis, que buscaba agua y alivio a su rueda, que afilaba su hacha mortal, que sabía que resistir era ya un triunfo pero quería más. No dudó el líder, también desde bien lejos, para protagonizar una auténtica desolación.

Miró atrás Vingegaard tras su postrero acelerón y ahí supo Tadej que era su momento. Restaban casi cinco kilómetros y medio y se lanzó el del UAE, imparable hasta la meta, voraz. Hundiendo psicológicamente a su contrario. La aventajó en 1:08, una distancia nunca antes vista y le deja a más de tres en la general. El resto fue una carnicería: Evenepoel a 2:51, Landa a 3:54, Almeida, Yates y Carlos Rodríguez todavía mucho más lejos.

Una etapa para el recuerdo. Porque es un duelo jamás visto antes en la historia del ciclismo. No hay precedentes de dos tipos con semejante amor propio, con tanta superioridad, con esa capacidad de encajar los golpes y prepararse para el siguiente asalto. Es un combate diario en el que todo influye. Las fuerzas propias, el coraje del equipo, el clima, la orografía y hasta el paso de los días.

Enric Mas, seguido de De Plus, durante la etapa en los Pirineos.

Enric Mas, seguido de De Plus, durante la etapa en los Pirineos.MARCO BERTORELLOAFP

Una jornada en la que apareción, al fin, Enric Mas, en un Tour que no le sonreía, que le vio fuera de la nobleza desde bien temprano, que alargo su mal fario con él. Ya sin opciones en esa general que hasta hace nada era su objetivo (siempre frustrado), eligió la etapa más dura hasta el momento para dar la cara, para colarse en la escapada del día y para ser parte del quinteto que aguantó hasta la ascensión final. En las faldas de Plateau de Beille (casi 16 kilómetros con una media del 7,9% de desnivel), llegó el balear junto a De Plus, Hindley, Carapaz y Jonannessen con una ventaja que superaba los dos minutos y medio.

Pero lo que venía por atrás era un huracán.

Un espectador “imbécil”, el “instinto” de Pogacar y la calma de Vingegaard: “No está perdido”

Actualizado Sábado, 13 julio 2024 - 23:49

La imagen del día fue la felicidad pletórica de Tadej Pogacar en la cumbre de Pla d'Adet, siempre su inseparable Joseba al quite con el primer auxilio en meta. Pero la alegría no era sólo por el triunfo, ni siquiera por la dentellada a Jonas Vingegaard en la general. Pogi lo había hecho a su manera y que no le vengan con lo de jugar a la defensiva. "Me cuesta contenerme", había avisado por la mañana en la salida de Pau. De las palabras a los hechos, de los planes al "instinto".

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Porque... "La idea era ganar la etapa esprintando en la parte final para rascar unos segundos de bonificación", admitió sin rubor cuando todos imaginaban que lo de Saint Lary Soulain había sido una oda a la estrategia del UAE. "Pero ganar así es mucho mejor. Este Tour debe estar siendo divertidísimo por televisión...", bromeaba quien tiró de improvisación, quien pensó con frialdad con las pulsaciones a mil.

Curiosamente, fue la ausencia de Juan Ayuso, retirado el día previo a causa del covid, lo que desencadenó los acontecimientos. Tras el asombroso trabajo del gigante Politt -"es increíble", alabó a uno de sus grandes fichajes, 'robado' al Bora, el esloveno-, a Tadej le faltaban piezas en la ascensión final. "Me sentía súper bien. Joao [Almeida] estaba tirando a tope ya a ocho kilómetros de meta. Vi la oportunidad de que Adam [Yates] atacara en busca de la victoria de etapa, liberándonos del deber de tirar del grupo. Viendo que ningún hombre de la general se movía, vi la ocasión de atacar yo mismo siguiendo mi instinto, enlazar con Adam y conseguir una buena ventaja para la general además de la victoria de etapa. Quiero insistir en mi agradecimiento a Adam por su trabajo", explicó al detalle Pogacar.

A Tadej le mueve la pasión, las ganas de exprimir su potencia, la diversión de ganar. No piensa en lo que viene después, en la etapa del domingo, cinco puertos y casi 5.000 metros de desnivel acumulado hasta Plateau de Beille. Ni tampoco en los Alpes de la próxima semana, allí donde perdió sus dos últimos Tour. Ni en el cansancio que pudiera aparecer tras su alarde en el Giro. Ni siquiera piensa en la revancha contra su Némesis, un Vingegaard que lució amenazante en el Macizo Central, como si ya no hubiera rastro de esa brutal caída en la Itzulia hace tres meses que le tuvo hospitalizado y trastocó todos sus planes. "Esto no es una venganza. El ciclismo no es una guerra, es el juego al que jugamos. A veces pierdes y a veces ganas...", despejaba.

En la misma línea se explicó Yates, tan sorprendido como el que más por los acontecimientos de otra jornada para el recuerdo. "Fue un poco de improvisación. Estaba listo para seguir el ritmo con normalidad y él me dijo que atacara. '¿De qué estás hablando?' Así que ataqué y miré hacia atrás un par de veces para ver dónde estaba", dijo el británico a Eurosport.

Pero, pasada la euforia, los asombrosos datos de Pogacar en la subida (mucho más rápida que la de Armstrong años atrás) queda lo que viene. Y, pese a los casi dos minutos de ventaja, todavía nadie da por sentenciado el Tour. Ni el propio Vingegaard. "Perder tiempo nunca es positivo, pero tuve una buena actuación", reflexionó el del Visma. "En los momentos en los que la pendiente era más dura, recortaba, pero en los tramos más llanos le favorecían a él. La diferencia es importante, pero no está perdido. Creo que estaba más decepcionado en la etapa del Galibier", puntualizó.

Una sensación que corroboró Mikel Landa, recordando los precedentes. "Hay que ser cautos. El pasado año Vingegaard sacó siete minutos a Pogacar en dos días. Vemos que ambos están un paso por encima que Remco en la montaña, así que intentaremos defender el podio y luchar por alguna etapa", dijo a los medios españoles en meta. Su labor al lado de Evenepoel está resultado asombrosa para quien copó todos los titulares. El belga, en su primer Tour, sigue en la lucha por el podio. "El cuarto está a cuatro minutos de mí, lo cual es una buena renta. En cuanto a Tadej y Jonas, tienen más experiencia y más potencia que yo. Voy a seguir luchando por el podio. Con Jonas, nunca se sabe; él no está muy lejos de mí y ha debido darse cuenta de que Tadej está fortísimo. Puede ser que empiece a correr a la defensiva y eso me permita aspirar a más", razonó el del Soudal.

Una jornada que tuvo su lado negativo. En los últimos kilómetros, un espectador se dedicó a jugar con la integridad de los favoritos. Primero con Pogacar (le molestó con una bolsa de patatas), después con Vingegaard, llegando a tocarles el rostro en pleno esfuerzo. La cuenta oficial del Tour en X fue contundente -"en un mundo en el que puedes ser lo que quieras, eliges ser imbécil"-. También el presidente de la Asociación de Corredores, Adam Hansen, que declaró que la organización se personará en la justicia contra este espectador.

Entre la estrategia y la valentía, otro mordisco de Pogacar al Tour: vence en Pla d’Adet y deja a Vingegaard a casi dos minutos

Actualizado Sábado, 13 julio 2024 - 17:51

El aperitivo fueron fuegos artificiales. La primera etapa pirenaica fue la rabia de Tadej Pogacar, tan determinado a reconquistar el cielo del Tour, a saldar tantas deudas pendientes con Jonas Vingegaard. Si en el Macizo Central pareció que las tornas cambiaban, camino de Pla d'Adet, donde hace 50 años Poulidor inauguró esta ascensión por delante del español López Carril, el esloveno despejó dudas y siguió cabalgando como él solo sabe, ambicioso, valiente, táctico también esta vez, para dar otro mordisco a este Tour que, sin embargo, todavía guarda sus platos fuertes. [Narración y clasificaciones]

Fue el triunfo número 13 en la Grande Boucle para este genio de 25 años, el 79 de una carrera que ya es leyenda. Fueron 39 segundos de ventaja en la cima (más los seis de bonificación) sobre Vingegaard, los que le disparan ya en la general con casi dos minutos de renta (1:57). Pero, sobre todo, fueron las sensaciones, la fortaleza del líder y de su equipo, que no echó de menos a Juan Ayuso, que tomó la responsabilidad y sorprendió con el ataque de Adam Yates como preludio de la sinfonía de Tadej.

La temperatura de la etapa fue en aumento como la del día, nuboso y fresco en el amanecer, el sol reinante ya a primera hora de la tarde, cuando se empezaron a amontonar los puertos pirenaicos, tres el sábado que serán hasta ocho en un fin de semana para despejar incógnitas. Y el primero de todos nada menos que el Tourmalet, donde se cumplían 70 años de la primera vez que Bahamontes lo coronó en cabeza, donde Oier Lazkano le rindió homenaje. El vitoriano inagotable, siempre bravo en este Tour que le da la bienvenida a su correr en agonía, a sus piernas de pura potencia; pasó en cabeza por el coloso, otro español poniendo su nombre ahí.

Pero la escapada, cada vez más exigua a medida que avanzaba la jornada (el debutante García Pierna fue integrante al comienzo), tenía las horas contadas. "No soy yo el que tiene que ir a la ofensiva", había avisado Pogacar, en ese juego de intenciones, de esconder o mostrar, de mentiras y verdades. Pero fue el UAE Emirates el que agarró por la pechera la carrera, especialmente en la ascensión a Hourquette d'Ancizan, cuando Politt dio paso a Marc Soler y todos se pusieron en fila (fueron cayendo Hindley, Enric Mas, Haig...), aunque el director del Visma Lease a Bike, el siempre socarrón Grischa Niermann, también se refugiara en la ironía en sus conversaciones (públicas) por radio: "UAE rueda a un ritmo decente, es bueno para nosotros, es bueno para Jonas".

Esta vez Josean Fernández Matxin barajó bien sus cartas. La estrategia llevada a la perfección. Como el ritmo de Sivakov no parecía lo suficientemente exigente camino a Saint Lary Soulan, pronto mandó a su pretoriano Almeida, que subió la marcha. Y Tadej le susurró a Adam Yates el momento del zarpazo, de mandarle por delante para que Jorgenson, el único compañero de Vingegaard, pronto se quemara.

Oier Lazkano y Magnus Cort, en el ascenso del Tourmalet.

Oier Lazkano y Magnus Cort, en el ascenso del Tourmalet.GUILLAUME HORCAJUELOEFE

Fue a falta de 4,6 kilómetros cuando el líder soltó su furia, un ataque de esos que nadie puede seguir. Encontró pronto a Yates como aliado, un relevo vital, segundos de oxígeno y a seguir hasta la cima. Se acercó Jonas, pero no cerró el hueco. Y la distancia se hizo importante, más segundos a sumar a una desventaja que ya es preocupante para él. Poco después llegó Remco Evenepoel y no muy lejos un Carlos Rodríguez que parece recuperado, listo para luchar por el podio hasta Niza.

Pogacar y Vingegaard, un fin de semana en los Pirineos para salir de dudas: “Son subidas que me gustan”

Actualizado Viernes, 12 julio 2024 - 23:06

Camino de Le Lioran, en pleno Macizo Central, cuando Tadej Pogacar atacó en los últimos metros del Pas de Peyrol, el Tour temió. Más aún cuando en el descenso su distancia con Jonas Vingegaard, que no había podido agarrar la rueda del salvaje arreón anterior, se empezó a disparar rozando los 40 segundos. Restaban dos cotas y 30 kilómetros y no hay en el pelotón mundial nadie como el esloveno en los 'solos', esas cabalgadas sin compañía hasta la meta. Lo que hubiera podido parecer una sentencia a falta de la mitad de la carrera, unos minutos después devino en todo lo contrario: la Grande Boucle, que este sábado inaugura los Pirineos, late más viva que nunca dispuesta a otro combate épico entre los dos tipos que la han copado en el último lustro.

Para saber más

La resurrección de Vingegaard -corroborada el viernes, al frente él mismo del agresivo Visma Lease a Bike en los abanicos de la etapa con final en Pau, la octava más rápida en la historia del Tour (48,8 kilómetros por hora)- y los cinco centímetros que le dieron el triunfo en el mano a mano final, fueron un golpe psicológico, «un antes y un después» en palabras del emocionado danés, que se reconoció a sí mismo tres meses después de la espeluznante caída en la Itzulia en la que «podría haber muerto». Una confirmación, incluso antes de lo previsto. «Está en la mejor forma de su vida», en palabras de un Pogacar (luego Jonas renegó: «Es imposible que lo esté con un mes y medio de entrenamiento») asombrado cuando el danés le atrapó en la subida al Col de Petrus -miró insistentemente hacia atrás-, ya sin Roglic.

Serán los Pirineos primero y los Alpes después, sin mucha solución de continuidad (apenas el día de descanso del lunes y la aproximación del martes con final en Nîmes), los que resuelvan la batalla eterna, los que desnivelen también la balanza entre dos ciclistas para la historia, que presumen de dos Tour cada uno. Esta vez con un asterisco en medio aún, un fouri classe como Remco Evenepoel al que se le presupone flaqueza en las grandes cumbres... «La carrera está en manos de Visma y UAE. Por mi parte, si las piernas funcionan trataré de recuperar tiempo. Pero el plan es seguir a los demás y mantenerme concentrado y paciente», avisaba ayer. Y ya sin el desafortunado Roglic, otro que prometía giros de guion, gafado un año más: abandonó (como en 2021 y 2022) tras sufrir dos caídas consecutivas en los días previos.

UAE

Tras la victoria de Philipsen en Pau, el Tour visita el siempre mítico Tourmalet, primer puerto de una jornada eléctrica con final en Saint Lary Soulan, con el desenlace por primera vez en medio siglo en Pla D'Adet, donde ganó Poulidor. Dos puertos Hors Categorie -más Hourquette d'Ancizan, de segunda- antes del plato fuerte de los Pirineos. Una jornada que recuerda a la del año pasado con final en Cauterets, ganada por Pogacar en la primera semana todavía. El domingo, casi 200 kilómetros con 4.800 de desnivel acumulado. Cinco puertos, cuatro de Primera y el final en Plateau de Beille. Si no es la etapa reina...

«Me gustan las etapas de los Pirineos. Antes del Tour no había revisado qué puertos concretos íbamos a hacer, pero ahora sí lo he mirado y la verdad es que son subidas que conozco y me gustan. La manera en que hemos competido los últimos tres días va a afectar al desarrollo de las próximas dos etapas, porque han sido jornadas durísimas. En todo caso, lo que importa es que nos encontramos en un gran estado de forma», admitía un Pogacar que sufrió la contrariedad de la pérdida de Juan Ayuso (se bajó de la bicicleta al poco de comenzar, afectado por el Covid y es duda para la contrarreloj de los Juegos en la que iba a ser el único representante español) y ante el que se abren todo tipo de incógnitas ahora.

Porque, con 1:14 de ventaja sobre Vingegaard en la general, gran parte obtenida en las bonificaciones, la duda es si seguirá al ataque, seleccionando la carrera como ha hecho hasta ahora con sus pretorianos del UAE y atacando de lejos, o pasará a la expectativa, a intentar morder segundos en esos finales explosivos en alto en los que es único. Sobre eso mismo se pronunció en Pau, aunque de las palabras a los hechos... "Creo que ahora podemos calmarnos un poco, tenemos una buena renta en la general y yo me siento bien físicamente. Llegamos al final de la segunda semana y mi condición es buena, el objetivo es mantener esta ventaja. No soy yo el que tiene que ir a la ofensiva", despejó el líder.

Y otro tanto de incógnitas su rival, cada vez más pleno con el paso de los días. ¿Está ya listo Jonas para doblegar en las montañas a Tadej, como en años anteriores? ¿Aguardará a los Alpes, donde ganó sus dos Tours? Porque, además de las consecuencias de sus lesiones tras el accidente en el País Vasco, la gran diferencia se encuentra en la compañía. Esta vez Vingegaard no cuenta a priori con compañeros tan potentes en las subidas como Sepp Kuss o el propio Roglic, ángeles de la guarda de los últimos tiempos.

Philipsen vuelve a vencer antes de los Pirineos y el Tour se queda sin Roglic ni Ayuso

Actualizado Viernes, 12 julio 2024 - 17:35

No perdona el Tour, ni flaquezas ni despistes ni accidentes. En vísperas de sus platos fuertes, primero los Pirineos y después los Alpes, una jornada sólo en teoría de calma hasta Pau dejó los titulares en forma de despedidas. De un plumazo, la Grande Boucle se queda sin dos de los que estaban llamados a animarla, a ser elementos de atrezzo entre el mano a mano inevitable de Pogacar y Vingegaard, el veterano Primoz Roglic, el novel Juan Ayuso.

Ganó al sprint Jasper Philipsen (segunda etapa en su cuenta, otra batalla a dos contra Girmay por el trono al velocista), en un día que amaneció ventoso y eléctrico. Y siguió juguetón hasta el mismísimo desenlace, con una espeluznante caída a 600 metros. De salida, el Visma Lease a Bike, como si hubiera recuperado toda su confianza después de un año plagado de infortunios, como si la victoria de Jonas Vingegaard en Lioran les hubiera transportado un año atrás, cuando nadie les tosía en el Tour, animó el pelotón en mitad de los abanicos, un ataque en formación, con el propio Vingegaard al comando, al que apenas pudieron unirse, bien atentos, Tadej Pogacar y Remco Evenepoel.

Luego llegó algo de calma y la lógica, con la numerosísima escapada del día echada abajo -no favoreció la extraña presencia de Adam Yates-, y la mente puesta en las montañas que amenazan en el horizonte. Aunque los equipos de los sprinters no las tuvieron todas consigo hasta el final, primero Carapaz y el imparable Abrahamsen y después otro puñado de ataques más. Philipsen, ganador de cuatro etapas en la pasada edición, sumó ya su segunda por delante de Van Aert.

Pero las noticias se habían producido antes. La confirmación de la fatalidad, de los virus que asolan al pelotón, especialmente al Bahrein y al Cofidis. Fue Jesús Herrada el tercer corredor de la formación francesa que abandonó, otro español fuera del Tour, como Ion Izagirre y Pello Bilbao en los días previos. Poco después lo hizo Ayuso, que intentó completar la etapa, pero que pronto mostró debilidad, incapaz si quiera de seguir al pelotón en el desperezar de la etapa. Su equipo, el UAE, confirmó su retirada por Covid.

Roglic, magullado tras su caída en Villeneuve.

Roglic, magullado tras su caída en Villeneuve.AFP

Amargo debut para el de Jávea, tan ambicioso siempre. Su primer Tour quedará marcado por el abandono antes de enfrentarse a los colosos de los Pirineos y los Alpes, pero también por la polémica de su engranaje en el Dream Team del UAE al servicio de Pogacar. Por los gestos "innecesarios" de su compañero Almeida en la ascensión al Galibier, cuando el español parecía reticente a entrar en la rueda de relevos del UAE. A Ayuso le quedan cuentas pendientes con el Tour.

Esas que Roglic parece incapaz de saldar, siempre perseguido por su mal fario. Dos caídas consecutivas han acabado, otra vez, con las opciones del esloveno. Es la tercera vez tras 2021 y 2022 que tiene que decir adiós antes de tiempo a ese Tour que nunca ha logrado vencer. Y no fue sin polémica por la mala señalización de un bordillo camino de Villeneueve sur Lot, arrasado por la caída de Lutsenko y tan magullado que apenas pudo llegar a la meta, casi dos minutos y medio después que el vencedor Girmay. "Esta caída es 100% culpa de la organización. El pelotón no puede pasar por una carretera así. Es muy irresponsable", criticó duramente su ex director en el Visma Merijn Zeeman declaraciones al medio neerlandés NU.