Del "chico que acaba de llegar" y se la juega a una leyenda mucho más allá de las medallas, el adiós de Llull a la selección: "Prefiero tener el balón y sólo seis segundos por jugar"

Del “chico que acaba de llegar” y se la juega a una leyenda mucho más allá de las medallas, el adiós de Llull a la selección: “Prefiero tener el balón y sólo seis segundos por jugar”

Fueron 173 partidos, uno más que Alberto Herreros, uno menos que Fernando Romay, el 15ª en la lista de históricos de la selección española. El primero, un 14 de agosto de 2009, en Las Palmas contra Cuba, un amistoso en el que llevó el dorsal 18 a la espalda. El último, el pasado verano en el Pierre Mauroy de Lille, uno de los escenarios icónicos de su periplo con España (allí, en 2015, fue parte de la histórica semifinal contra Francia), en la derrota contra Canadá en los Juegos de París. Camino de los 38 años, Sergio Llull, sin rastro de decadencia en su baloncesto, dice adiós a la camiseta que jamás rechazó, la que formó parte de su leyenda y en la que deja un legado que va mucho más allá de canastas imposibles y medallas.

Lo hizo este lunes en Madrid, acompañado por la presidenta Elisa Aguilar y por varios de los tipos con los que acumuló éxitos, su familia de cada verano, el patio de su recreo. Allí, en el Museo de la FEB en Alcobendas, estaban Jorge Garbajosa,Ricky Rubio, Felipe Reyes,Rudy Fernández, Sergio Rodríguez, Juan Carlos Navarro, Willy Hernangómez, Víctor Claver, Santi Aldama... y, por supuesto, Sergio Scariolo, el que le hizo debutar y con el que jugó su último partido. "Nunca podré devolverla la confianza que me dio", le dijo un Llull emocionado.

Que abrió su discurso con un guiño a su condición mágica, a ese don para resolver partidos con el corazón en un puño: "Estoy nervioso, prefería tener el balón en las manos y solo seis segundos por jugar". Con la selección Llull vivió momentos únicos y conquistó hasta siete medallas en 13 torneos, entre ellas el oro Mundial de China en 2019. También tres cetros continentales (2009, 2011 y 2015), la plata olímpica de Londres 2012, el bronce de Río 2016 y el del Eurobasket de Eslovenia en 2013. Pero también experimentó sinsabores, deportivos (como la eliminación en el Mundial patrio de 2014 o los dos últimos veranos sin medalla en el Mundial de 2023 y en los Juegos de París) y físicos. Con España, en un partido amistoso de preparación para el Eurobasket 2017 en Tenerife, el balear sufrió la peor lesión de su carrera, la rotura de los ligamentos de su rodilla. En 16 años sólo se perdió ese verano y el del Eurobasket 2022, lesionado también antes de empezar. "Me he dejado el alma... y alguna parte de mi cuerpo".

Llull, rodeado por los históricos de la selección, en su despedida.

Llull, rodeado por los históricos de la selección, en su despedida.Eduardo Candel Reviejo / FEBEFE

Llull, al que costó encontrar hueco y protagonismo en el colectivo que venía de ganar el Mundial de 2006, amaneció con la osadía que siempre ha caracterizado su carrera. En ese Eurobasket 2009 protagonizó un momento iniciático e inolvidable, jugándose la última posesión del partido contra Turquía y recibiendo la recriminación pública de Marc Gasol, con el tiempo su compañero inseparable. "Teniendo a Pau en el campo, jugársela con el chico que acaba de llegar... Pasan estas cosas", explotó el gigante. España acabaría ganando ese oro, en pleno apogeo de la edad dorada. Tras el Mundial 2010, llegó el oro en el Eurobasket de Lituania, la plata en Londres, el bronce con Orenga en Eslovenia... Y el cielo del oro Mundial en Pekín, donde Llull dejó una de sus mejores noches con la selección. En el angustioso partido de semifinales contra Australia, con dos prórrogas, anotó 17 puntos (cuatro triples) y repartió seis asistencias.

Llull, con la Copa del Mundo en 2019.

Llull, con la Copa del Mundo en 2019.EM

"Ha sido un honor y un auténtico privilegio defender la camiseta de la Selección. He tenido la suerte de coincidir con una generación irrepetible de jugadores, auténticos ídolos para mí, y espero haber ayudado a trasmitir los valores de La Familia a las nuevas generaciones", concluyó Llull, irrepetible.

"Me siento un privilegiado por cada campeonato, por cada paso", reconocía el menorquín (que, curiosamente, se va sin afrontar un torneo como capitán) en una entrevista con EL MUNDO durante el pasado Preolímpico de Valencia, al que acudió como garante del legado, justo los días que nacía su tercera hija, Almudena.

Sergio Llull anuncia su retirada de la selección española: "He intentado dejarme el alma... Y alguna parte de mi cuerpo"

Sergio Llull anuncia su retirada de la selección española: “He intentado dejarme el alma… Y alguna parte de mi cuerpo”

Otra leyenda que se va. Después de despedir hace unos meses a Rudy Fernández, la selección española de baloncesto dice adiós ahora a Sergio Llull. El base del Real Madrid ha anunciado hoy su retirada definitiva del combinado nacional tras ganar un Mundial, tres Eurobasket, un bronce continental, una plata en los Juegos de Londres 2012 y un bronce en los de Río 2016.

"Cierro mi etapa como jugador de la selección. Ha sido un honor y un privilegio, un viaje increíble en el que he intentado dejarme el alma. También me he dejado alguna parte de mi cuerpo", aseguró, en referencia a su grave lesión de rodilla. "Estoy un poco nervioso. Preferiría tener el balón en la mano con seis segundos por jugar y uno abajo", bromeó.

Llull ha sido una leyenda de la selección española. Ha disputado 173 encuentros oficiales. Debutó el 14 de agosto de 2009 en un partido de preparación del Eurobasket de ese verano ante Cuba, con siete puntos, y desde entonces ha sido un fijo para todos los entrenadores. Levantó ese torneo en septiembre y ha repetido en todos los veranos que su cuerpo le ha permitido.

El Mundial 2010, donde España cayó en cuartos, el Eurobasket ganado en 2011, los la plata de los Juegos de Londres 2012, el bronce en el Eurobasket de 2013, la decepción de los cuartos del Mundial de España 2014, el título en el Eurobasket de 2015, el bronce olímpico en Río 2016, el Mundial conquistado en 2019, el sexto puesto en los Juegos de Tokio 2021, el noveno del Mundial 2023 y el décimo de los Juegos de París 2024. Sólo se ha perdido, y ambos por lesión, el Eurobasket de 2017 y el Eurobasket de 2022.

16 años de servicio a 'La Familia' del baloncesto español que terminan ahora, con 37 años y después de una carrera de títulos con el Madrid y la selección. En su despedida han estado varios de los que han compartido trofeos con él: Rudy, Marc Gasol, Ricky, Navarro, Felipe Reyes, Garbajosa, Scariolo... Y destacó en alto un mensaje: "Mi deseo es seguir jugando con mi club". Adiós a la selección, pero todavía con pilas para dar alegrías al madridismo.

Jasikevicius vuelve a hacer al Fenerbahçe rey de Europa

Jasikevicius vuelve a hacer al Fenerbahçe rey de Europa

Ocho años después vuelve a ser campeón de Europa el Fenerbahçe, el primer equipo turco que reinó, de Zeljko Obradovic a Sarunas Jasikevicius, el pupilo aventajado. Tuvo que ser a la sexta del técnico lituano, como maldito en las Final Four, ahora todopoderoso. Derrotó al Mónaco de Spanoulis tras un último cuarto con la determinación de los que no están dispuestos a dejar pasar la oportunidad, Marko Guduric en modo héroe y Abu Dabi como extraño e inédito escenario. [70-81: Narración y estadísticas]

Lloraba Jasikevicius, tanta frustración pasada con el Barça, en el Etihad Arena. Rugían las tribunas amarillas y por el fondo se marchaba el perdedor, el que fue su compañero, otro tipo que será mago de los banquillos. Spanoulis era debutante en la cita y estuvo tan cerca como años atrás Saras, todos hijos de Zeljko. Fue una final de nervio e igualdad, resuelta por una recta de meta en la que la experiencia resultó determinante. Un mal comienzo del acto final, más de cuatro minutos sin anotar, le costó la vida a Mike James y compañía.

Que habían avanzado con solvencia toda la tarde, especialmente al comienzo. Porque los focos no estaban sólo en los banquillos. Había en el Etihad Arena tipos dispuestos a adueñarse de toda una final de la Euroliga. Bien lo sabe Mike James, a sus casi 35 años, uno de los talentos más grandes que jamás conoció la competición, dispuesto a levantar el trofeo por primera vez. De ahí la salida fulgurante del Mónaco, el nuevo rico por el que pocos daban un duro como campeón.

Devon Hall, defendido por Diallo, durante la final.

Devon Hall, defendido por Diallo, durante la final.FADEL SENNAAFP

Era el año de los griegos, decían. O del Fenerbahçe. Proyectos de puro lujo, sin un resquicio en sus plantillas. Pero la Roca Team, un recién llegado como quien dice (en los 70 llegó a disputar la Copa Korac, pero no volvió a la primera francesa hasta 2015), ya sobrevivió a un tiro final de Kevin Punter en cuartos. El invitado sorpresa que dominó el primer acto de toda una final, cuatro triples de cinco intentos, sin rastro de la presión del escenario. Más lejos todavía en el segundo cuarto, con el poderío de Alpha Diallo y los rebotes de Jaiteh. Justo ahí (32-23 tras un 12-2 de parcial), despertó el Fenerbahçe.

Devolvió el parcial (1-12) y cerró la primera mitad adueñándose de las sensaciones. El martillo de Hayes-Davis (nombrado MVP de la final, 23 puntos, 14 tiros libres sin fallo) y dos acciones de físico y talento de Devon Hall para que las tribunas, repletas del amarillo de los turcos, estallaran.

Guduric celebra una de las canastas clave, en la final ante el Mónaco.

Guduric celebra una de las canastas clave, en la final ante el Mónaco.RYAN LIMEFE

Después del descanso acudió un precioso intercambio y más igualdad. Ya Guduric había asomado, pero nadie parecía quebrarse. Y, sin embargo, cuando el Fenerbahçe intuyó la presa, ya no la soltó. Amaneció en el parcial final con un triple de Baldwin, con un dos más uno de McCollum. Una ventaja a su favor que por primera vez se disparaba. Intentó reaccionar el Mónaco, aunque Diallo, su mejor hombre, había sido eliminado por faltas. Y ahí estaba Guduric, un canastón, otro triple de Hall. Cada vez más cerca de Estambul la gloria. El último intento monegasco lo resolvió, quién si no, Guduric.

Es la segunda Euroliga en la historia del Fenerbahçe, con la que iguala al Efes, la cuarta de un equipo turco en las últimas ocho ediciones. Es la Euroliga de Jasikevicius, que une su nombre a leyendas. Sólo Lolo Sainz (Real Madrid), Armenak Alachachian (CSKA), Svetislav Pesic (Bosna y Barça) y el propio Saras saben los que es ganar la Copa de Europa como jugador y como entrenador.

Luka Doncic presencia en primera fila las lágrimas del descenso del Granada

Luka Doncic presencia en primera fila las lágrimas del descenso del Granada

Luka Doncic hizo bajar del palco a Florentino Pérez. No es para menos. En primera fila del Palacio, sentado entre el presidente del Real Madrid y su amigo esloveno Luka Rupnik (tras el descanso ya subieron al palco), la estrella de los Lakers se dio un inesperado baño de multitudes en la que fuera su casa y, de paso, fue testigo de la parte más cruel del deporte: el triunfo blanco, el 21 seguido en ACB (el 26º de carrerilla en casa), supuso el descenso matemático del Covirán Granada.

A falta de una jornada, los de Pablo Pin han certificado su retorno, cuatro años después, a lo que ahora se llama Primera FEB (antes, LEB Oro), acompañando al Leyma Coruña. Pelearon el partido en el Palacio como llevan haciendo todo el curso en ACB, con amor propio. Pero no fue suficiente ante un Madrid sin Dzanan Musa ni Gaby Deck y sin Final Four, que toma temperatura para unos playoffs en los que le va la temporada. Mario Hezonja (21 puntos) y Edy Tavares (11 puntos y 10 rebotes) fueron demasiado para el colectivo nazarí, que no pudo contener las lágrimas.

El Real Madrid mira ya a los cuartos de final. Ahí, en primera ronda se las verá contra el Baskonia de Pablo Laso, y se juega evitar lo que no recuerda, una temporada sin títulos. De momento, sigue sin perder en todo el año en Liga, exactamente desde el 22 de diciembre en su visita al Valencia. El Barça, que también ganó, se cruzará con el Unicaja sin factor cancha.

Tragedia griega en Abu Dabi: Fenerbahçe y Mónaco disputarán una final inédita de la Euroliga

Tragedia griega en Abu Dabi: Fenerbahçe y Mónaco disputarán una final inédita de la Euroliga

Los dos proyectos más millonarios y ambiciosos de la temporada, el primero y dominador de la liga regular y el defensor del título, los enemigos irreconciliables que esperaban que el Etihad Arena de Abu Dabi se convirtiera en el escenario de una final histórica, vivieron sin embargo una tragedia ayer. Una tragedia griega en dos actos. Panathinaikos primero y Olympiacos después dijeron cruelmente adiós en semifinales, eliminados por Fenerbahçe y Mónaco, que disputarán el domingo un desenlace inédito. [68-78: Narración y estadísticas]

La Final Four es siempre escenario de asombros. Si en la primera semifinal el poderío del Fenerbahçe despedazó a todo el talento del Panathinaikos, en la segunda, la determinación de ese glamouroso recién llegado llamado Mónaco acabó con el colectivo más trabajado y efectivo de la competición, el Olympiacos de Bartzokas, de Vezenkov y Fournier, otra vez en la trampa de quien dominó el curso, de nuevo frustrado tan cerca del título que no gana desde 2013. Quien, para más inri, este año celebra su centenario.

Desde el amanecer, con un despliegue estruendoso de Mike James (17 puntos, siete rebotes y siete asistencias), hasta la recta de meta, cuando Evan Fournier (31 puntos) se echó el equipo a la espalda para tratar de remontar a la desesperada. Alpha Diallo (20 puntos, cinco rebotes), Mam Jaiteh (11-6) y Blossomgame (12-5), al igual que en la serie de cuartos contra el Barça, pusieron el físico y el talento para desactivar a un Olympiacos sin acierto y sin capacidad de pase. Sin corazón.

Fue una semifinal similar a la anterior, un querer y no poder del equipo ateniense. Con la ventaja en sus manos, Mike James manejó los tiempos para un triunfo que, al segundo intento en una Final Four, llevó Mónaco a la final. Vezenkov, uno de los jugadores más determinantes de Europa, estuvo desaparecido: después de 24 partidos seguidos metiendo al menos un triple, se quedó seco desde el perímetro (seis fallos).

Será una batalla con dos focos evidentes en el banquillo, dos bases que dominaron la competición hace no tanto, dos leyendas. Jasikevicius con los turcos y Spanoulis, debutante en la competición, con los monegascos, siendo el griego verdugo del equipo en el que lo fue todo.

Jasikevicius elimina al campeón y lleva al Fenerbahçe, siete años después, a la final de la Euroliga

Jasikevicius elimina al campeón y lleva al Fenerbahçe, siete años después, a la final de la Euroliga

Habrá nuevo campeón de Europa y no habrá derbi de Atenas en la final del domingo en Abu Dabi. Por la Euroliga de Oriente pujará precisamente un equipo oriental, el Fenerbahçe de Estambul, siete años después en la lucha por el título, llevado hasta allí por su líder en el banquillo, Sarunas Jasikevicius. En una semifinal que dominó y mereció, los turcos pasaron por encima del campeón, un Panathinaikos lejísimos de lo que requería la ocasión. (84-76: Narración y estadísticas)

Para saber más

Fue con Obradovic cuando el Fenerbahçe culminó su proceso de éxito en 2017 (un año después perdió la final contra el Madrid en Belgrado) y desde entonces vuelve a buscar el camino. Ya está en la cima, tras una temporada en la que siempre mostró solidez. En el Etihad Arena, ni una duda, dueño de principio a fin. Una labor colectiva para pisar el talento del Panathinaikos, desde los puntos clave de Devon Hall y Errick McCollum, a los triples de Biberovic y el poderío interior de Melli. Ni siquiera hizo falta la mejor versión de su referente, Nigel Hayes-Davis.

Un año después de idéntica semifinal en Berlín, el Fenerbahçe se plantó con decisión, con la energía, agresividad y concentración que exige el escenario. Es la determinación de Jasikevicius para no dejar pasar otra Final Four más en su trayectoria, cinco de carrerilla (sólo Zeljko Obradovic y Dimitris Itoudis pueden presumir de lo mismo), aunque en su caso todas saldadas con derrota. Su equipo fue un bloque de cemento ante el campeón, ni una fisura, dominando el tempo y las sensaciones.

Nada le desviaba de su hoja de ruta, ni los intentos del MVP Kendrick Nunn, al que ensombreció de inicio, ni la vuelta al baloncesto de Mathias Lessort después de la grave lesión de rodilla que sufrió hace cinco meses ante el Baskonia. Al comienzo del segundo acto, sabiendo manejar el alto nivel físico de la batalla, con los triples de un inspiradísimo Biberovic, los de Estambul se vieron 13 arriba (31-18).

A esas alturas el Panathinaikos ya era consciente de que debía acudir al lado emocional de la cita. Ergin Ataman, que maneja como nadie esos terrenos, comenzó su presión a los árbitros (entre ellos el español Peruga), con la ayuda desde la primera final de Gianakopoulos, su presidente. En el momento de recibir la técnica por protestar supo su equipo que había que reaccionar. Y así fue. Entre Jerian Grant y Juancho, y con un canaston final sobre la bocina de Nunn, los griegos se fueron al descanso con sólo 33 puntos, pero mucho más cerca de lo que hubieran imaginado.

Los jugadores del Fenerbahçe celebran el triunfo.

Los jugadores del Fenerbahçe celebran el triunfo.FADEL SENNAAFP

Tan cerca que acarició la remontada a la vuelta de vestuarios en un par de ocasiones, cuando ya Nunn era principio y final. Era la igualdad de los que aguardan un desenlace agónico, pero de nuevo el Fenerbahçe encontró resquicio para dominar, esta vez apoyado en la experiencia y la dureza en la pintura de Melli y en Errick McCollum, uno de esos refuerzos (por la lesión de Wilbekin) de perfil bajo que acaban revolucionando al equipo.

Estiró tanto la cuerda que se sintió ganador. A la vez que Nunn cometía su cuarta falta, un triple de Melli ponía otra alarmante distancia (59-48). Y, más difícil todavía, con la quinta de su estrella (más técnica por protestarla), en ataque, cuando ya restaban menos de cinco minutos (67-56).

Pero no iba a haber forma, ni si quiera ante el empeño de Cedi Osman. Cuando más caliente estaba la tarde, Hall asestó un tripl a falta de menos de tres minutos que, seguido por otro dificilísimo de McCollum, acabó de enterrar a un Panathinaikos que buscaba su octava Copa de Europa.

El 'tío Juancho' o cómo Hernangómez encontró su casa en el Panathinaikos: el favorito del OAKA, "paciencia" con Ataman y el "alma del vestuario"

El ‘tío Juancho’ o cómo Hernangómez encontró su casa en el Panathinaikos: el favorito del OAKA, “paciencia” con Ataman y el “alma del vestuario”

El 'tío Juancho' (así le conocen ya en el vestuario) juguetea durante cada calentamiento con el hijo de Matthias Lessort -el compañero al que quiere como "un hermano"- y con los de Jerian Grant. Va a la playa con ellos, los carga en brazos en las celebraciones del Panathinaikos. También comparte confidencias con el polémico y disparatado presidente del club, Dimitrios Giannakopoulos, quien el día de su renovación hasta 2027 le escribió un mensaje público, toda una declaración de amor: «Un verdadero caballero. Un gran atleta. Un líder tranquilo. Una persona divertida. Un corazón amoroso. Y un cerebro de los que no se encuentran a menudo». «He encontrado mi casa. Estoy feliz», asegura el menor de los Hernangómez, quien halló en la improbable Atenas el refugio donde asentar su existencia e impulsar su carrera.

Para saber más

A partir de este viernes -primera semifinal ante el Fenerbahçe- en el Etihad Arena de Abu Dabi, Juancho busca seguir ampliando un palmarés ya asombroso, conseguir su segunda Euroliga de carrerilla (algo que no logra un jugador español desde hace 57 años, aquel Real Madrid de 1968 de Emiliano, Luyk...). Lo hace como pilar fundamental del Panathinaikos, aunque quien lo hubiera dicho. «Es el jugador que más ha mejorado esta temporada. Es el Juancho que los aficionados soñaban cuando firmó en el verano de 2023. Pero, sobre todo, es uno de los favoritos de la afición. El favorito de todos. Aquel que siempre está ahí para los demás. El que tiende la mano para ayudar, el que nunca falta cuando alguien necesita apoyo. El alma del grupo», cuenta a EL MUNDO un periodista griego cercano al día a día del campeón de Europa.

Aunque hace exactamente un año... También en la semi de la Final Four ante el Fenerbahçe, Hernangómez apareció en el segundo cuarto en el Uber Arena de Berlín -ese lugar tan mágico para él en el que una noche de verano asestó siete triples para ganar todo un Eurobasket con la selección-, clavó otra canasta de tres, pero a continuación cometió dos fallos, recibió una bronca de Ergin Ataman y ya no volvió a pisar la pista. Parecía prolongar su mediocre temporada de vuelta de la NBA, que había discurrido entre críticas por su alto salario, rendimiento irregular y hasta mala fortuna: una operación en el dedo al poco de comenzar y después, una sinusitis, le mandó al hospital en plena eliminatoria de cuartos contra el Maccabi. Y, sin embargo, sólo dos días después todo iba a cambiar para el español.

Nadie en Atenas había dudado de su esfuerzo y su compromiso, ni el propio Ataman. Pero en la final contra el Real Madrid, tocado por esa varita mágica que se posa sobre los elegidos, Juancho volvió a reescribir su historia. Esta vez salió y apenas volvió a pisar el banquillo, merced a su excelente labor de contención sobre Yabusele. Los verdes, 13 años después, eran campeones de Europa. El madrileño, en el lugar más insospechado, iba a encontrar los días más felices de su carrera.

Juancho Hernangómez, durante un partido contra el Real Madrid.

Juancho Hernangómez, durante un partido contra el Real Madrid.Panagiotis MoschandreouMUNDO

En una reciente entrevista en el podcast GBL, el ex colegial hablaba del proceso. ¿Cómo consiguió enderezar su relación con Ataman? «Con mucha paciencia». Hoy Juancho, con permiso del fenómeno Kendrick Nunn, es el rey del OAKA. Le corean los enfervorecidos aficionados griegos -«es la primera vez que me ha pasado en toda mi carrera, que un pabellón entero coreé mi nombre»-, le rodean los niños de sus compañeros y su inefable entrenador se entrega a él, el jugador sobre el que posa el equilibrio: ha promediado más de 27 minutos por partido (sólo por detrás de Nunn, MVP de la Euroliga). Y Juancho, tan madrileño que nunca fue de ningún sitio -en siete años en la NBA vistió seis camisetas-, es más feliz que nunca en Atenas.

Nunca el español encontró tal estabilidad. Seguro de sí mismo, ya no bascula sus sensaciones a través del acierto. Ahora es la defensa lo que impulsa su pujanza. Ha disputado los 39 partidos de la Euroliga del Panathinaikos, doblando sus números en anotación, rebotes y valoración. Elegido en el segundo mejor quinteto de la temporada. Y desatando su talento en momentos clave. Como en la final de Copa contra el Olympiacos -el derbi de Atenas, la final con la que todo el mundo sueña para el domingo en el Etihad-, donde aportó 11 puntos y 17 rebotes en la victoria del PAO. O hace unas semanas en la serie ante el Efes, donde dejó una actuación para la historia, el tope de valoración (40) de cualquier jugador español en Euroliga: 20 puntos, 16 rebotes... «Me siento genial. Es una guerra, un partido y la final. Estoy listo», desafiaba el tío Juancho a su llegada a Abu Dabi.

El infatigable Carapaz sorprende a los favoritos y vuelve a ganar en el Giro seis años después

El infatigable Carapaz sorprende a los favoritos y vuelve a ganar en el Giro seis años después

Como si el Giro fuera una enorme partida de póquer que se disputa entre montañas, los protagonistas esconden en sus pedaladas lo que su físico y sus sensaciones afirman, para bien o para mal. Conscientes todos que todavía son balas de fogueo, que todo se va a decidir en el encadenado dolomita de la próxima semana, cinco etapas tan exigentes, tanto desnivel acumulado, que nadie podrá disimular nada ya. Tras la lluviosa contrarreloj de Pisa que poco aclaró, los Apeninos fueron de nuevo caldo de especulación. Y en esas aguas revueltas, poco ciclistas con más colmillo que el infatigable Richard Carapaz.

El ecuatoriano volvió a pescar, su octava victoria de etapa en una gran vuelta, la cuarta en el Giro que ya lograra conquistar en 2022, seis años después de la última en Courmayeur. Un palmarés que será legendario, incluido también el oro olímpico de Tokio. "Elegí el momento adecuado", explicó, como tantas veces hizo en su carrera, ese punch imbatible que puso entre la espada y la pared a los que pretenden ser triunfadores en Roma. Cuando atacó Carapaz, en la última subida del día, Pietra di Bismantova, todos se miraron y lucieron la mejor de sus caretas.

Carapaz, del Education First, en el podio.

Carapaz, del Education First, en el podio.LUCA BETTINIAFP

Primoz Roglic pareció flaquear, como unos cuantos kilómetros antes, en el poderoso San Pellegrino, uno de los puertos más duros que va a subir esta Corsa Rosa (14 kilómetros casi al 9%), cuando probó Egan Bernal. Tampoco Juan Ayuso realizó ningún alarde. Fue su amenazante compañero, el líder Isaac del Toro, el que amagó con reaccionar al mazazo de Carapaz, pero al poco echó el freno. Después, Mauro Gianetti, el director del UAE Team Emirates, hablaba bajito con el mexicano. Todos son incógnitas y diferencias tan cortas todavía que el ecuatoriano, que aventajó finalmente en 10 segundos al primer grupo (encabezado por Del Toro, que rascó seis con una bonificación que no pelearon ni Roglic ni Ayuso), es ya sexto a no demasiado de los mejores.

"Tenemos las piernas, podemos seguir luchando, quiero intentarlo", pronunciaba el de Carchi, acordándose del cumpleaños de su hijo, una muesca más en su carrera camino de los 32 años, otro zarpazo del veterano entre los jóvenes osados que le rodean. En una jornada que avanzó con las piernas aún entumecidas por la crono del martes por las rampas de San Pellegrino, donde la escapada del día no pudo abrir el hueco. Y eran cinco corredores notables, con Pello Bilbao, Nairo Quintana, Plapp, Fortunato y Wout Poels. El Lidl, con el voraz Mads Pedersen tirando en primera persona, fue el más empeñado en que no hicieran camino.

La supervivencia de Juan Ayuso para asaltar la maglia rosa: caídas, puntos de sutura, rivales inesperados y hasta el diluvio

La supervivencia de Juan Ayuso para asaltar la maglia rosa: caídas, puntos de sutura, rivales inesperados y hasta el diluvio

El Giro son detalles, jornadas tachadas en el calendario, pruebas de resistencia, rasguños que no vayan más allá. En la fugaz contrarreloj de Tirana (menos de 14 kilómetros) del segundo día, Juan Ayuso perdió a las primeras de cambio el bidón en un bache. Una anécdota no tan intrascendente, pues es parte aerodinámica de la bicicleta y estudiado (y demostrado) está que beneficia en esa pelea tecnológica de milímetros por arañar segundos al cronómetro. El día antes se había ido al suelo, en la inauguración de la Corsa Rosa en Albania. Como durante el sterrato hacia Siena del domingo, una gymkhana, lo que le costó un feo corte en su rodilla derecha con tres puntos de sutura.

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Inconvenientes intrínsecos a una gran vuelta de tantos días y vicisitudes. Se trata de resistir. Como el martes en la crono de la Toscana, ya casi 30 kilómetros, donde únicamente el diluvio impidió que, tres años después, un español volviera a vestir de rosa (entonces Juanpe López tras la etapa del Etna, tanto tiempo después de Alberto Contador). Ayuso, que ya rozó la maglia tras su victoria en Tagliacozzo del viernes, acabó sonriendo a medias. Se supo el más fuerte, mandó un mensaje al resto, pero acabó perdiendo casi 20 segundos con Primoz Roglic cuando entró como pudo sobre los charcos de la plaza del Duomo de Pisa, a orillas de la torre inclinada. En el anterior punto intermedio le aventajaba claramente, pero el desenlace, peligroso bajo el manto de agua, le acabó por penalizar. «El balance sigue siendo positivo de cara a lo que resta de Giro», aseguraba un rato después, ya desde el autobús del UAE Team Emirates.

Roglic tampoco es que pueda presumir de fortuna, ni en este Giro ni en su extensa carrera en general. Ayer le salió cara y se confirma como su gran oponente. Por veteranía, por palmarés y porque es el único de todos que sabe lo que es ganar una cita así (el Giro del 2023 y cuatro Vueltas). Porque también es capaz de sobrevivir a la mala suerte, a los golpes, más duro el suyo el domingo en los caminos blancos de tierra (y pinchazo después), hasta ayer mismo besó el asfalto mojado en el reconocimiento matinal de la contrarreloj. Por ver está si será el único rival, pues a este Giro 2025 le faltan por escribir todos sus capítulos trascendentes, la gran mayoría a partir del próximo martes, cuando acudan de golpe los Dolomitas, el Mortirolo, el Colle delle Finestre... Antes, hoy, un aperitivo en los Apeninos, con el imponente San Pellegrino in Alpe, casi 14 kilómetros al 9% y temibles picos de casi el 20, eso sí, muy lejos de la meta de Castelnovo.

Isaac del Toro, con la maglia rosa del Giro.

Isaac del Toro, con la maglia rosa del Giro.LUCA BETTINIAFP

Ayuso acecha el rosa mientras salva obstáculos, es de lo que se trata. El último fue el diluvio de ayer, del que no sólo sobrevivió. Menos Roglic -al que sigue sin derrotar en una crono y ya van siete con ambos en liza-, todos los demás favoritos en la general cedieron tiempo ante el español (Carapaz, Ciccone, Bernal, Storer...). Incluido Isaac del Toro, quien por momentos temió hasta por su liderato. Bien es cierto que era la contrarreloj más larga que afrontaba en su precoz carrera profesional, que es un melón por abrir el mexicano de 21 años, pero se dejó casi 50 segundos con su (en teoría) líder. Y gracias: eran 30 en el primer punto intermedio, donde volaban las piernas, los sueños y las expectativas de Ayuso. «No quería arriesgarme, pero el objetivo era terminar de rosa. Tenía un poco de miedo en las curvas. Ahora, jugaremos con todas las piezas», festejaba el Torito, mejor sin embargo que la otra baza del UAE, un Adam Yates que sí parece más alejado de la pelea por la general en la que también hay que contar con Antonio Tiberi y con el otro Yates, Simon (como líder del Visma).

«La rodilla me dolía bastante, pero he podido tirar bien. He tenido un poco mala suerte con el tiempo. Tanto en la salida, porque justo cuando he salido yo [20 minutos después que Roglic] ha empezado a llover, como meta, donde otros rivales han llegado en seco y yo en mojado. Pero lo bueno es que había muchas rectas y ahí por lo menos la lluvia no me ha afectado tanto», resumió el ciclista de Jávea, todavía con tantas incógnitas por despejar, a 25 segundos de su compañero (y en teoría gregario) Del Toro y con 53 de ventaja a su rival.

Juan Ayuso sobrevive a la lluvia en la contrarreloj de Pisa y acecha la maglia rosa

Juan Ayuso sobrevive a la lluvia en la contrarreloj de Pisa y acecha la maglia rosa

Se encapotó el cielo sobre la Toscana e irrumpió la lluvia anunciada a la vez que los favoritos de la general tomaban la rampa de salida en la bella Lucca. Una tormenta en aumento cuando se vuela a casi 50 kilómetros por hora. Tiempo de valientes y nadie como Juan Ayuso, un ciclón, perjudicado sin embargo, especialmente en el tramo final, pues diluviaba en la meta de Pisa. [Narración y clasificaciones]

El español, de blanco y gris sobre su cabra Colnago, con susto en la primera curva, soñó en esas primeras pedaladas hasta con la maglia rosa, en volver a recuperar ese trono que fue hace tres años de Juanpe López por un día, el último nacional. Golpeaba entonces a todos los favoritos, al osado Isaac del Toro, incluso a Primoz Roglic, que había salido un rato antes, cuando todavía la lluvia era tímida. Pero los últimos kilómetros acabaron siendo premio inesperado para el esloveno, finalmente el más beneficiado. Todo se dio la vuelta y lo que era desventaja se quedó en 19 segundos a favor, un mordisco que le acerca en la general y minimiza los efectos de su caída camino de Siena (también se cayó este lunes, en el reconocimiento de la crono).

Daan Hoole, durante la crono de Pisa.

Daan Hoole, durante la crono de Pisa.LUCA BETTINIAFP

El final, tromba de agua, se le hizo eterno a Ayuso (22º, 34:04), entre la cautela y el viento, quien no pareció sentir demasiado el dolor en su rodilla derecha tras la caída en el sterrato del domingo. Aun así, dejó claro ante sus dos compañeros quien manda en el UAE Team Emirates. Arrebató 48 segundos a Del Toro y 53 a Adam Yates. El mexicano, sin embargo, conservó el rosa por 25.

El triunfo fue para el gigante Daan Hoole (32:30), el primero de su vida, labrado antes de que la lluvia hiciera presencia. Fue una batalla ante otro especialista, pero Joshua Tarling se vino abajo en la segunda parte de la crono, allá donde voló el neerlandés del Lidl. Xavier Mikel Azparren fue el mejor español, también en seco, 10º a 54 segundos.