Colista con un punto. El Valencia vive de nuevo al borde del abismo demostrando que la holgura con la que logró la salvación la temporada pasada, e incluso el sueño de volver a Europa, fueron un espejismo en el desierto. No es la primera vez que el equipo es último, pero sólo en siete temporadas de las 92 que encadena en Primera División ha llegado a la sexta jornada al fondo de la tabla. La mirada lejana hacia Mestalla advierte que aún es pronto, que la temporada acaba de arrancar y hay margen de mejora -«es un poco dramático hablar ya de finales», advertía Baraja de cara al duelo ante Girona-, pero el valencianismo sabe quién le ha puesto el tobogán al equipo para que resbale y que el riesgo de descenso vuelve a estar muy presente.
El Valencia no gana desde el 15 de abril, 12 partidos en el tránsito de dos temporadas y una racha que no encadenaba desde aquella que le llevó a Segunda en 1986. Son los síntomas de una enfermedad que desde 2020 hace que el 40,8% de sus partidos sean derrotas. La razón es el abandono de Peter Lim.
El máximo accionista no quiere seguir sosteniendo al club. En diciembre de 2022 hizo su última aportación: otro crédito de 35 millones que se suman un total de 190 desque que compró la mayoría accionarial en 2014, y que ha ido capitalizando. Sin asistencia, con un 60% de la cifra de negocio destinada a pagar deuda y un déficit de 24 millones para arrancar cada año, la inversión deportiva casi ha desaparecido y eso se refleja en el campo. Estranguladas las cuentas, el equipo se ha jibarizado.
El Valencia es el club de LaLiga con mayor balance entre ventas y compras en los últimos cinco años: 162,90 millones de beneficio. Le sigue a mucha distancia el Betis con 99,95. Si bien el valor de su plantilla es el sexto por la irrupción de canteranos como Javi Guerra, Diego López o Mosquera y el crecimiento de apuestas como Mamardashvili, es cada año más barata en costes y se ajusta escrupulosamente a los ingresos por televisión: de los 84,6 de la temporada 20/21, ya sin Europa, se ha pasado a los 60 actuales. Aún así, es insostenible.
Mientras históricos rivales como el Atlético de Madrid se catapultan gracias a encadenar participaciones en Champions y a ampliaciones de capitales que suscriben sus máximos accionistas, el Valencia sólo ha jugado tres veces la máxima competición desde que llegó Peter Lim: en la 2015/16 con Nuno y las dos a las que le llevó Marcelino García Toral, la 17/18 y la 18/19. Ambas fueron las de presupuestos más altos y plantillas más caras.
Ahora el club no puede ni acercarse a aquellas cifras, ni siquiera soñar con firmar futbolistas como aquellos. Su realidad le debería llevar a moverse entre el noveno y el undécimo, pero si resbala el precipicio se acerca.
La pregunta que el pueblo de Mestalla se hace es ¿cuánto durará este "plan de contingencia"? Lo que Peter Lim tarde en encontrar un comprador a su paquete mayoritario o, en el caso de continuar al frente, sus ejecutivos en Valencia calculan que sólo se podrá incrementar la inversión dos años después de inaugurado el nuevo estadio.
Si el Valencia pone en marcha las obras del campo el próximo 12 de enero, como tiene comprometido con el Ayuntamiento para no perder las licencias y los beneficios urbanísticos, serán 30 meses de construcción y podría estar operativo para la temporada 27/28.
Antes el club debe conseguir 120 millones de financiación para reestructurar su deuda y hacer frente a los costes de la obras. Para ello se ha puesto en manos, como el Barça, el Betis o el Sevilla, de Goldman Sachs.
El grifo de Singapur está cerrado y se sobrevive a base de ventas que el mercado no pone fáciles. Eso se traduce en que no hay fichajes. Esta temporada se ha cerrado la venta en diferido de Mamardashvili al Liverpool, pero se ha vendido como un logro retener a Mosquera o a Javi Guerra, pese a que tuvo un pie en el Atlético de Madrid.
Por eso sólo se ha invertido en Luis Rioja (alrededor de dos millones) y en las cesiones del extremo Germán Valera (Atlético), el medio argentino Barrenechea (Aston Villa) y el desconocido central belga Maximiliano Caufriez (Clermont Foot).
La incorporación estrella, por perseguida y deseada por Rubén Baraja, fue la de Rafa Mir, cuya detención por presuntos abusos sexuales ha sacudido al vestuario en el peor momento posible.
Respaldo a Baraja
Los pobres números y el riesgo se que avecina no merma la confianza en Baraja. Por convicción y por pura necesidad. El técnico renovó por dos temporadas el pasado mes de junio y en las cuentas del club no cabe un despido. Además, como leyenda valencianista, Mestalla cree en el técnico y eso sirve de escudo. Baraja es la principal voz que se escucha y, aunque es realista, no se alza nunca contra la propiedad.
El reto que afronta es el más complicado desde que se sienta en un banquillo. Necesita conseguir que sus futbolistas, una plantilla muy joven y poco vareada, recuperen la confianza para empezar a sumar puntos. Hace dos años obró el milagro, ahora tiene dos oportunidades en una semana ante Girona y Osasuna para empezar a enderezar el camino ante de la que la grada tiemble más.