El mundo Indurain

El mundo Indurain

El 23 de octubre de 1989, seis días antes de las elecciones generales que renovarían la mayoría del PSOE felipista, las páginas de EL MUNDO del siglo XXI (nombre completo de la cabecera) se abrían a la luz. El mundo mundial, al que se incorporaban con declaración bautismal de universalidad y duración, era reconocible. Permanecía, en cierto modo, estable en sus grandes magnitudes. Incluso llegó a parecer incólume. Muy pronto iba a cambiar de modo radical, acelerando prematuramente el final de la centuria a partir de la década de los 90.
También el deporte español iba a variar simultánea y drásticamente. En 1988, un año antes del alborear del diario, España obtenía en los Juegos Olímpicos de Seúl un raquítico balance de cuatro medallas (una de oro, otra de plata y dos de bronce). Cuatro años más tarde, en los de Barcelona, la cifra ascendía a una insuperada 22, con una cosecha de oros (13) que duplicaba, sumadas, todas las anteriores. EL MUNDO, cercano a cumplir tres años apasionantes, debutaba olímpicamente del mejor modo posible. Había enviado a cubrir los Juegos a una nutrida remesa de redactores. Reconocía así la importancia del deporte en el desenvolvimiento del país.

Para saber más

En aquel octubre de 1989, Miguel Indurain, un ciclista español, navarro, tenía 25 años. Ya había participado en cuatro Tours, con resultados discretos, aunque en ese mismo 89 ganaría una etapa. Estaba aprendiendo y transformando, aligerándolo, un corpachón poco apto para subir los grandes puertos. En 1990 ganó otra etapa y ya fue décimo, a pesar de sacrificarse para un Pedro Delgado que sólo pudo ser cuarto. En 1991 inició la relación de sus cinco triunfos consecutivos, únicos en la historia de la bicicleta, los más importantes del casi centenar, entre ellos un oro olímpico en la contrarreloj de Atlanta?96, que acabarían adornando su historial. Cinco redactores de EL MUNDO lo acompañamos en su quinto Tour triunfal. Miguel era algo muy nuestro, amén de muy de todos.
Una España distinta descubría en él a un deportista diferente, exportable a la transformada Europa en la que el país seguía integrándose de la manera más homologable posible. Una España de la que EL MUNDO levantaba acta y daba fe, y a la que, desde la mejor tradición del periodismo más activo, riguroso y creíble, estaba contribuyendo a cambiar.

Más allá del ciclismo, que había formado con el fútbol y el boxeo el tríptico de deportes de la España inmóvil, Indurain, persona e imagen, era el deportista metafórico de la España nueva y, por así decirlo, moderna, internacional. Expresaba seguridad sin arrogancia. Superioridad sin alardes. Tranquilo hasta casi la impasibilidad, respetuoso, parco, cerebral, generoso, metódico, rompía con los arquetipos ciclistas de la cepa hispana: escaladores enjutos, intuitivos, irreflexivos. Ofrecía a todos los demás deportistas, a los que representaba desde su talla profesional y su trazo humano, un ejemplo de madurez innata e irrompible.
Luis Ocaña se le habría parecido. Pero, si bien residente en Francia, emigrante en su niñez, era conquense de nacimiento y muy español por genética. Por su interior vagaba errante no la sombra de Caín, pero sí la del 'unamuniano' sentimiento trágico de la vida. Era, en suma, opuesto a Miguelón. Le podían los impulsos y, por añadidura, había nacido en 1945, en la posguerra.

Indurain no la había conocido ni padecido sus secuelas. No arrastraba taras ni complejos. En su prestigiosa individualidad que personificaba el equilibrio y la naturalidad sin concesiones a la galería, encarnaba una especie de ideal de presencia, convivencia, competencia e influencia. Ciudadano y campeón, héroe sin evitarlo y símbolo sin pretenderlo, podría haber compartido un eslogan fundacional del periódico.

Los resultados no mienten: Pogacar, mejor que Hinault y el más cercano a Merckx

Los resultados no mienten: Pogacar, mejor que Hinault y el más cercano a Merckx

Olvidémonos de Eddy Merckx. La verdadera unidad actual de medida de Tadej Pogacar (26 años) es Bernard Hinault. Los tiempos son siempre distintos, ya se sabe. Pero de algún modo hay que establecer las comparaciones. Y, después de todo, el programa y el calendario son básicamente los mismos. Y todos los ciclistas, los de ahora y los de siempre, tienen un corazón, dos pulmones, dos piernas y deben dar pedales encima de la mejor bicicleta del momento.

Para saber más

Incluso así, es difícil llegar a conclusiones absolutas. Las relativas son admisibles como tabla de cálculo. Fechas por fechas, existen matices. Merckx nació en junio de 1945. La temporada de sus 26 años pillaba a caballo entre dos saltos temporales. Hinault es de noviembre de 1954. Hacía toda la campaña con la misma edad. Pogacar acaba de cumplir, el 21 de septiembre, 26 años. Es decir, ha hecho casi todo el curso con 25. Pero ya con los 26 ganó el Mundial, el Giro de Emilia y el Giro de Lombardía.

Por lo tanto, para no complicar en exceso el cotejo por unos meses más o menos, para concretar, pensemos en un Merckx de 26 años en 1971. En un Hinault de esa misma edad en 1981. Y en el Pogacar de 2024. Para centrar, acotándolas, las comparaciones debemos referirnos a las cumbres referenciales de las carreras ciclistas: las tres grandes rondas, los cinco Monumentos y el Mundial.

A sus 26 celebrados años, Pogacar lleva 88 triunfos, entre ellos hay cuatro grandes rondas, siete Monumentos y un Mundial. A esa edad, Hinault acumulaba 85 (tres menos que Pogacar), cinco grandes rondas (una más), cuatro Monumentos (tres menos) y un Mundial (empate). Trayectorias, en conjunto, parejas, homologables. Parece claro que Hinault es el hombre a batir por Pogacar en el futuro. Obviamente, no será fácil. Pero el esloveno se halla en disposición de superar las 10 grandes rondas del francés.

Pogacar y Eddie Merckx.

Pogacar y Eddie Merckx.MUNDO

No así en lo referente a Eddy Merckx, que a los 26 años había ganado, en la más comedida de las distintas estimaciones, 119 carreras, en las cuales figuraban cinco grandes rondas, 10 Monumentos y dos Mundiales. Acabará su trayectoria con 11 grandes rondas, 19 Monumentos y tres Mundiales.

Pogacar, por mucho que se apresure, no tiene tiempo material para superar semejante palmarés. Es verdad que ha hecho cosas inéditas, como ganar un Mundial escapándose a 100 kms. de la llegada y ganar en la misma temporada el Tour, el Giro, el Mundial y un par de Monumentos. Pero todos los grandes han protagonizado hazañas exclusivas. Hinault (dejemos aparte a Merckx), sin ir más lejos, otro gigante habitualmente solitario, ganó en Lieja en 1980 tras 80 kms. de escapada bajo un temporal de nieve y temperaturas bajo cero que hizo que llegasen a la meta sólo 21 hombres de los 174 que partieron. Dejó al segundo, Hennie Kuiper, a 9.24.

Merckx, critériums aparte, y arrollador en el campo amateur, obtuvo profesionalmente, según diversas fuentes que quizás añaden otro tipo de galardones e incluso el récord de la hora, 286 o 249 victorias. En la cifra más restrictiva, 220. Hinault, que es quien realmente nos incumbe, y por las mismas razones, 146 o 136. A Merckx, suprema jerarquía, ni siquiera se le acercan no sólo Hinault, sino los sprinters y/o los rodadores, que acumulan numerosos éxitos parciales en las pruebas por etapas o de un día. Ni Mario Cipollini, ni Roger de Vlaeminck, ni Rik van Looy, ni André Greipel, ni Alessando Petacchi, ni Freddy Maertens, ni Mark Cavendish. Ni, con virtudes complementarias, Sean Kelly, Francesco Moser, Laurent Jalabert o Giuseppe Saronni. Ni, entre nosotros, Alejandro Valverde.

Pogacar no está «en la estela de Merckx», sino en la de Hinault, que se interpone entre ambos. Es probable, pero no seguro, que Pogacar alcance a Hinault. Es prácticamente imposible que se eleve por encima de Merckx. Pese a ello, estamos ante un campeón no de época, sino de épocas. En averiguar cuáles son sus límites reside el mayor atractivo del ciclismo actual.

Luka no ‘caduka’

Actualizado Domingo, 20 octubre 2024 - 17:40

Espléndido en su asistencia victoriosa a Vinicius, abarcando mucho campo y poniendo orden en sus filas, Luka Modric, a los 39 años y 40 días, se convirtió ante el Celta en el futbolista más veterano en vestir la camiseta del Real Madrid. Su antecesor estadístico, un Puskas ya esférico, disputó su último encuentro de blanco, una eliminatoria copera contra el Betis, con 39 años y 36 días. El croata accede así a uno de esos exclusivos laureles indiv

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Nadal, Gasol, Iniesta, Rudy Fernández, Gómez Noya... el adiós de la generación dorada del deporte español y la difícil búsqueda de herederos

Nadal, Gasol, Iniesta, Rudy Fernández, Gómez Noya… el adiós de la generación dorada del deporte español y la difícil búsqueda de herederos

En el deporte, como en la vida, unos se van y otros llegan. Una ley más que una regla. La despedida en el deporte es igual de irremediable, pero menos trágica que en la vida. En la vida se llama fallecimiento. En el deporte, retirada.

Para saber más

Para saber más

El deporte español ha sufrido en los últimos tiempos una plaga de retiradas. Más que en unas épocas y menos que en otras, y de diverso calibre, como siempre desde que el mundo es mundo. Pero, en cualquier caso, muchas y muy significadas. Remontémonos sólo tres años atrás, con el adiós, en 2021, de Pau Gasol. En 2022, de Alejandro Valverde y Sandra Sánchez. En 2023, Julen Aginagalde, Cesc Fábregas, David Silva, Lydia Valentín, Ona Carbonell...

En los últimos días se han producido dos despedidas prácticamente simultáneas: las de Rafa Nadal y Andrés Iniesta. Les habían precedido en el trance Álvaro Martín, Gómez Noya, Rudy Fernández, Sergio Rodríguez, Marc Gasol, Víctor Claver, Jesús Navas, Joan Cañellas, Viran Morros, Cristian Toro, Cristian Ugalde, Pablo Herrera, Sete Benavides, Garbiñe Muguruza, Melani Costa, Nerea Perea... Todos campeones mundiales, europeos y/o medallistas olímpicos. O, como en el caso de la recién casada Muguruza, ex número uno de la WTA. El deporte español se ha debilitado con tantas renuncias.

Mireia Belmonte

Mireia Belmonte no está oficialmente retirada. Pero a sus 34 años en noviembre y después de varios prácticamente incapacitada a causa de las molestias en sus hombros, el anuncio de su marcha puede llegar en cualquier momento, aunque, según sus palabras, siga entrenándose y pensando (soñando) en un regreso en 2025. Un caso parecido al de Nadal y, nos tememos, con un mismo inevitable desenlace. Tampoco inspira optimismo Carolina Marín. A los 31 años, tras su grave lesión en los Juegos de París, incidiendo en sus rodillas ya muy castigadas por percances anteriores, su regreso se antoja dudoso.

De algún modo, París certificó un retroceso. O, al menos, un estancamiento. Quizás sólo una transición, una estación de paso. Para quienes siguen en activo el reto consiste en estar a la altura de sí mismos. Para quienes, con mayor o menor actualidad, velocidad o consistencia, acuden al relevo generacional, al recate, no se trata tanto de igualar o superar a sus predecesores como de alcanzar una elevada cota internacional, sin comparaciones presionantes ni exigencias reflejas. A Alcaraz, por ejemplo, no se le pide que sea el segundo Nadal, su reproducción murciana, sino el primer Alcaraz, el original. Con su categoría, eso sería suficiente para mantener el tenis español en el vértice de la pirámide.

No estamos por completo huérfanos o desnudos, claro. Ayudan los nacidos en España de padres inmigrantes y los nacionalizados. Pero, en general, no avanzamos y en algunos deportes, como el esquí, de una cierta historia, y no sólo con los Fernández Ochoa, prácticamente no existimos. No es el único. El fútbol se los está comiendo a todos. En datos de 2023, hay casi 4.300.000 licencias deportivas en España. El fútbol agrupa el 29,2%. Le sigue el baloncesto (9,6%). Existe una licencia femenina por cada tres masculinas. Y, en números redondos, las femeninas de fútbol han pasado en tres años de 67.000 a 108.000. Sólo el baloncesto, apoyado en una larga y fructífera tradición, reúne más: 138.500. Pero, probablemente, será sobrepasado ya en el mismo 2025. La visibilidad y la repercusión que aquí ofrece el fútbol a las chicas no las otorga ningún otro deporte. El fútbol crea o desvía vocaciones.

Con independencia de las apariciones inopinadas, que casi nunca faltan en un ámbito no regido por la ciencia, un viejo axioma deportivo sostiene que de la cantidad sale la calidad. Y, añadiríamos, la densidad a buenos niveles, no únicamente a los más punteros. Al paso que vamos nos sobrarán futbolistas y nos faltará de todo lo demás. Los años sucesivos amenazan con un panorama aún más desequilibrado que el actual.

De Dinamarca a Dinamarca

Actualizado Domingo, 13 octubre 2024 - 16:32

Dinamarca, nuestro último rival (por ahora), fue también (por siempre) el primero. Hace 104 años, en otro sábado y con otro 1-0, nació la Selección española. Corría el 28 de septiembre de 1920 y transcurrían los Juegos Olímpicos de Amberes. Nació simultáneamente 'la furia', nuestra orgullosa seña de identidad durante tanto tiempo: el choque. Curiosamente, también ante Dinamarca, cambió para ser sustituida por otro estilo: el toque. Se dio, en Aar

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No hay nadie por arriba. No puede haberlo

No hay nadie por arriba. No puede haberlo

Es el tiempo y lo que comporta. Es el tiempo y lo que nos hace. Como Nadal no podía retirar al tiempo, el tiempo ha retirado a Nadal. Se ha resistido Rafa, siempre con entereza, con sacrificio y, últimamente, con tozudez y un punto de ceguera que hemos sido incapaces de censurar porque era más atribuible al entusiasmo que a la inconsciencia. Llegamos a comprenderla, incluso a apoyarla, a través de la gratitud, la empatía y el contagio. Y el egoís

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El equipo del pueblo

El equipo del pueblo

El Atlético de Madrid experimentará en los próximos tres partidos en su estadio una mutilación: el cierre de siete sectores del Fondo Sur, ese gueto donde acampa una tribu de salvajes con denominación de origen que avergüenza a la mayoritariamente sensata grey rojiblanca.

Simeone, adulador demagógico, definió en una ocasión al Atleti como «el equipo del pueblo», dejando al barrial Rayo y a los periféricos Geta y Lega sin representación popular alg

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Pogacar, en el Giro de Emilia, vuelve a exhibir su grandeza portando por primera vez el maillot arcoíris

Pogacar, en el Giro de Emilia, vuelve a exhibir su grandeza portando por primera vez el maillot arcoíris

Tadej Pogacar continuó engrandeciendo su figura y rindiendo homenaje al ciclismo obteniendo, en el boloñés Giro de Emilia, su victoria número 87 y la 24ª de la temporada. Una menos que, en 2005, Alessandro Petacchi, "sólo" un sprinter, sin ánimo de ofender, récord de lo que llevamos de siglo. En su estreno con el jersey arcoíris, al que también honró de modo sumo,Poggy ofreció al mundo su enésima demostración de poderío y ambición con un triunfo que nadie discutió, al que nadie osó oponerse, del que nadie podía dudar.

Esta vez, "modestamente", Tadej no atacó a falta de 100 kms. para la llegada, sino a 37. Pero donde podía y debía hacer daño. En la primera de las cuatro subidas al Santuario de San Luca (1,8 kms. al 11% de pendiente media y una máxima del 19%), demarró, como de costumbre, sin levantarse del sillín, a pura potencia sin descomponer el gesto ni desbaratar la postura. Y se acabó la carrera. "Finito". Cuando puso pies en polvorosa, estaban a su lado o a su espalda, Evenepoel, Roglic, Mas, Tiberi, Pidcock, Yates, Woods, Jorgenson, Healy, Gaudu y compañía. Dio igual. Ellos sabían que, en esa subida, tarde o temprano, atacaría el esloveno. ¿Y qué? Bajaron la cabeza, doblaron la rodilla y se dedicaron a tratar de ser segundos.

Pogacar, segundo a su vez en 2022 tras Enric Mas y en 2023 tras Roglic en sus dos anteriores participaciones, ataca desde tan lejos que los demás no se atreven a seguirle. Ni lo intentan, aunque sólo fuera para salvar la cara. Temen una humillación que, de todas formas, se produce. Tal vez si Poggy arrancara desde más cerca, tratarían de resistirse porque aún les durarían las energías. Pero a esas distancias asumen la convicción de que aguantarle la rueda es una tarea destinada al fracaso. Así que para qué esforzarse. Eso se llama impotencia física e inferioridad psicológica. No importa la longitud o la dureza del trazado, Pogacar vuela; otros, los mejores, andan. El resto repta.

Llovía, pero el arcoíris no desteñía. Había niebla, pero la figura de Pogacar no se desdibujaba. Sólo una caída podía privarle de la victoria. No se cayó, porque, además, Pogacar no se cae nunca, o poco menos. Fue aumentando paulatinamente la ventaja. Después de él, a, prácticamente dos minutos, llegaron, para hacer podio, Tom Pidcock y Davide Piganzoli, con Enric Mas en octavo lugar.

Quien diga que Poggy ha matado la emoción en el ciclismo, no tiene razón. Para empezar, ni siquiera el esloveno puede ganar todas las carreras. Para seguir, la incertidumbre queda sometida a la admiración. ¿Desde cuándo las exhibiciones de un campeón excepcional, se llame como se llame, son aburridas? ¿Desde cuándo no se disfruta del placer de ver elevarse hasta el divino cielo de la bicicleta a un humano designado para la inmortalidad deportiva? En otros deportes individuales, ¿aburría Usain Bolt? ¿Aburría Michael Phelps?

Pogacar correrá todavía, completando el tríptico lombardo, los Tres Valles Varesinos (martes) y el Giro de Lombardia, el Quinto Monumento (sábado). Su victoria en San Luca hace la número 78 del UAE esta temporada. Su figura grandiosa contribuye al éxito colectivo del equipo. No quedan ya palabras para exaltar las hazañas de este muchacho de 26 recientes años. Pero habrá que inventarlas. Esto no ha acabado ni aquí ni aún.

El automovilismo cuántico

Actualizado Domingo, 22 septiembre 2024 - 16:24

En los deportes de motor lo instrumental importa más que lo personal. Más la máquina y quien la diseña y reforma que el piloto que la maneja. La noticia más relevante de los últimos meses en la Fórmula 1 no ha sido el trasiego de pilotos y escuderías (por ejemplo, el salto de Lewis Hamilton a Ferrari y el de Carlos Sainz a Williams), sino el fichaje por Aston Martin del ingeniero británico Adrian Newey. Una esperanza para Fernando Alonso, que, a

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Bajo el paraguas de Mas: el futuro incierto de Movistar tras el tercer puesto del español en la Vuelta

Bajo el paraguas de Mas: el futuro incierto de Movistar tras el tercer puesto del español en la Vuelta

El tercer puesto de Enric Mas en la Vuelta salvó la cara fotográfica del Movistar. Con un patrocinador único. Con una sola palabra y una reconocible eme gigante de color azul marino resaltando sobre el fondo azul claro, casi blanco del maillot, el equipo ha recibido mucha publicidad visual.

En el jersey rojo de Primoz Roglic se acumulaban las marcas: Bora-Red Bull-Carrefour (patrocinador del maillot del líder). En el de azules degradados, poco contrastables, del segundo clasificado, Ben O'Connor, se amontonaban 22 letras y un número: Decathlon-Ag2R-La Mondiale.

En su papel de líder, Enric en el podio, aunque fuera en el tercer escalón, evitó un drama en Movistar. Con la etapa empezando en la nueva sede de Telefónica y acabando en la antigua, la ausencia de una imagen fija o hubiera supuesto un desastre publicitario para el único conjunto español de categoría UCI World Team.

El éxito real del Movistar no oculta su relativismo e insuficiencia. Enric Mas, la punta de lanza del grupo, es un corredor excelente, pero no una gran estrella. El Movistar, heredero desde 2011 de los patrocinios de Reynolds, Banesto, Illes Balears y Caisse dÉpargne, es una institución decana en el ciclismo mundial. Y no está a la altura de su pasado ni se le presenta un futuro halagüeño en este nuevo ciclismo de campeones precoces e inversiones caudalosas.

Necesita una gran figura, a ser posible nacional con la que identificarnos más estrechamente, para mantener el pabellón ciclista español en un lugar acorde con su historia. Mientras aguantó un Alejandro Valverde cuarentón, todavía asombroso ganador en algunas carreras de segundo orden, pero ya imposibilitado para pensar en hazañas, gozó de un espejismo de resplandor que no se correspondía con la realidad ni auguraba un futuro brillante.

No podía pensar en los años 80 y 90 de la época de Reynolds y Banesto con Miguel Indurain y Pedro Delgado. O en la época dorada de Valverde y Nairo Quintana. Pero se iba difuminando. Movistar ha sido el número uno en la clasificación mundial de escuadras de la Unión Ciclista Internacional (UCI) en 1992, 1993, 2008, 2013, 2014, 2015 y 2016. Y cuando no era el uno, se le acercaba casi siempre. En 2016 igualó, con 14 corredores diferentes, el récord de victorias, 36, del Banesto de 1998.

A partir de ese año fue descendiendo en el escalafón. Tocó suelo en 2020 y 2021 con una 18ª posición y la posibilidad de bajar de categoría. En 2022, año de la retirada de Valverde, subió, sin embargo, hasta la undécima. En 2023 perdió un puesto. Y por ahí anda. Por sus filas ha pasado en un momento u otro gran parte de lo más granado del elenco español. Pero, en los últimos tiempos, reclamados por equipos con presupuestos muy superiores y capaces de ofrecer salarios irresistibles, se le han escapado algunos de los mejores y de los más prometedores mimbres, como Juan Ayuso y Carlos Rodríguez. Consciente del problema, se movió rápido para hacerse con Oier Lazkano, Pelayo Sánchez, Carlos Canal, Iván Romeo o Javier Romo. Jóvenes, todos menores de 25 años y con hechuras. Pero no con las de Ayuso y Rodríguez, que están en su misma franja de edad. Por otra parte, Lazkano ya está haciendo las maletas camino del Bora de Roglic.

Con Rodríguez hubo un intento de traerlo a casa. Estaba prácticamente hecho. Pero Ineos contraatacó con la chequera, y Carlos no se movió. Hoy los chavales españoles más descollantes, como Pablo Torres y Markel Beloki, ambos sub-20, están ya fichados por los sponsors extranjeros (Emirates y Education First, respectivamente) y se están fogueando en sus equipos de desarrollo.

El dinero no lo es todo, o no todo es dinero. Pero casi. Movistar deberá replantearse qué hacer con el suyo respecto al ciclismo. A su ciclismo en particular. Y, de paso, al español en general.