La pugna entre el heroísmo y el sadismo se decantó por el heroísmo, personalizado por Romain Bardet (francés, 33 años) y Frank van den Broek (neerlandés, 23), ambos del equipo DSM-Firmenich. El sadismo lo representaba la ferocidad de un pelotón siempre al borde de atrapar a la pareja y convertirla en un común pingajo sudoroso, acuoso, licuado derretido por el esfuerzo, en la delgada frontera de la meta. En la mismísima orilla, donde caer derrotado penetra hasta el tuétano y duele infinitamente más.
Pero a Bardet, finalmente vencedor, y a su camarada, les sobraron cinco escuetos pero inmensos segundos. En su júbilo común, en la fraternidad de su compañerismo triunfal, quizás llegaron a escuchar a su espalda el rugido frustrado de la bestia impotente, encabezada por Van Aert, Pogacar, Van Gils, Aramburu, Pedersen, Evenepoel, Bilbao y Bettiol, en un rabioso sprint inútil.
Van den Broek, un coloso superviviente de la difuminada escapada del día (con Ion Izaguirre), cristalizada en el kilómetro 17, y Bardet, que dejó al pelotón para unirse a sus restos a falta de 50 kms. para la llegada, culminaron una gesta admirable. Casi conmovedora. Bardet, por añadidura, está corriendo su último Tour. Hoy es un líder recién nacido y, a la vez, póstumo. Agradeció a su joven compañero su ímprobo trabajo, sin el cual su victoria no se hubiera producido.
Etapa tremenda. Según Cecil B. DeMille, una película tenía que empezar por un terremoto y, a partir de ahí, ir creciendo. Algo parecido debieron de pensar los organizadores del “italiano” Tour2024 al colocar siete puertos en la primera etapa, entre Florencia y Rimini. Es verdad que ninguno de 1ª (tres de 2ª y cuatro de 3ª), pero con un recorrido de 206 kms. y 3.600 metros de desnivel acumulado. La etapa inicial más dura en la historia del Tour. Más que media montaña y menos que alta. Media y tres cuartos.
Difícil, incierta prueba para Jonas Vingegaard, que llega fresco, pero corto de forma. Presumiblemente, la irá cogiendo a medida que transcurran los días para estar a tope a la hora de la traca final. No hubiera deseado verse exigido tan pronto. Aguantó, no obstante, sin aparente erosión. Lo mismo que los demás máximos favoritos y el resto de nobleza de diferentes alcurnias, con sus distintas apetencias y posibilidades (excepto Van der Poel).
La dureza, la distancia y el calor hicieron estragos. Pero no entre los aristócratas, que no se atacaron, aunque en muchos momentos de la carrera, los equipos más fuertes parecieron anunciar un propósito en ese sentido de sus líderes. Quizás se iban tanteando como los boxeadores en el primer asalto. Pero nadie acusó debilidad ni nadie pretendió averiguar si las apariencias respondían a la realidad. Lo cierto es que algunos planos cercanos de Vingegaard, Pogacar, Evenepoel y Roglic mostraron unos rostros sin el menor signo de fatiga o tensión.
Estas etapas iniciales no son precisamente un prólogo. La segunda, también larga (199 kms.), volverá a encadenar unos cuantos puertos, media docena, no muy duros, pero sí paulatinamente desgastadores. ¿Los acusará alguno después de la paliza inaugural? El lunes, un reposo de dureza, pero de 230 kms. Y, el martes, el Galibier y un par de escoltas de 2º en un trayecto corto, 140 kms., pero concentrado.
El Tour rinde homenaje a Pantani. Ha recalado en Rimini, donde Marco fue encontrado muerto en la soledad de un hotel, y este domingo sale de Cesenatico, donde nació “El Pirata”, último vencedor, en 1998, del Giro y el Tour en la misma temporada.