En una de esas notas de prensa que nadie mira, el pasado martes, la FIFA anunciaba la sesión número 25 de su Consejo, máximo órgano entre Congresos, a celebrarse, por videoconferencia, este miércoles a las 15.00 horas. En dos folios, y una vez tratados los graves problemas de las Federaciones de Zimbabue y Sri Lanka (punto 2 del orden del día), ahí, discretamente, casi sin hacer ruido, se podía leer: “4.6: Procesos de presentación de candidaturas y organización de la Copa Mundial de la FIFA”.
La FIFA decidía, a través de ese aséptico punto 4.6 del orden del día, entregar la organización del Mundial de fútbol de 2030 a España. Bueno, a España y a Portugal, y a Marruecos, pero también a Uruguay, y a Paraguay, y a Argentina.
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En una situación sin precedentes (que fue pública antes de lo previsto por la indiscreción del presidente de la CONMEBOL, Alejandro Domingo), el organismo rector del fútbol mundial hacía pública la sede de su gran evento sin terminar el proceso previo que debía concluir con una decisión en diciembre de 2024, en un Congreso Extraordinario. Detrás de esa sorpresa había una extraña mezcla, cocinados los ingredientes (la necesidad de un mensaje global del fútbol, la ausencia de un proyecto potente económicamente, el centenario del Mundial y algún otro) en unas semanas intensas de conversaciones discretísimas.
Antes de saltar todo por los aires en la final del Mundial femenino, la Federación Española ya había entablado negociaciones para que su candidatura fuera única. Con Arabia Saudí retirada de la carrera, sólo quedaba el escollo de Uruguay, Paraguay y Argentina, cuya propuesta contaba con el aval de ser, Uruguay, la sede del primer Mundial, el de 1930, y por tanto con un evidente atractivo sentimental (a cambio tenía serios problemas de financiación).
Durante el verano, surgió la opción de contentar a la CONMEBOL (Confederación Suramericana de Fútbol) con un torneo ad hoc, a disputar en 2029 entre las ocho selecciones que son campeonas del mundo (Brasil, Argentina, Uruguay, España, Italia, Alemania, Inglaterra y Francia).
Esa idea no cuajó, pero fue el germen sobre el cual se ha trabajado en las últimas semanas, ya con el caso Rubiales encima de la mesa. El beso a Jenni Hermoso supuso en un principio un golpe a la candidatura de España, pero superado el primer impacto, y con la FIFA como organismo que había eliminado del tablero al entonces presidente, se iniciaron una serie de conversaciones entre las comisiones técnicas de las dos opciones, aderezadas al más alto nivel por los Gobiernos, que cambiaron ese torneo extraño en 2029 por la cesión, por parte de la candidatura española, marroquí y portuguesa, de los tres primeros partidos del torneo, incluido, claro, el inaugural, a disputar en el Estadio Centenario de Montevideo, donde tuvo lugar el primer partido de la historia de los Mundiales. Eso a cambio de que la candidatura suramericana no siguiera adelante.
“Es una gran noticia y un gran orgullo la designación […]. Demostraremos la fuerza del fútbol de nuestro país como campeones y campeonas mundiales, y defenderemos los valores de igualdad, solidaridad y competencia sana que deben acompañar al deporte. ¡A por ello!!”, dijo Pedro Sánchez en sus redes sociales, un mensaje similar al que emitió el Consejo Superior de Deportes, que mostró su “orgullo” por la designación.
“En un mundo dividido, FIFA y el fútbol envían un mensaje de unidad”, afirmó Gianni Infantino, y ese mensaje de unidad, en un mundo agitado por la guerra de Ucrania, también ha sido clave. Eso y el hecho de que ninguna de las dos candidaturas tenía demasiado músculo económico. La europea y africana porque sus motores, España y Portugal, afrontan un horizonte complejo en lo económico, con la UE exigiendo ajustes que equilibren durante los próximos años lo que la pandemia obligó a gastar, y la candidatura suramericana porque ninguno de los tres países presenta una buena situación.
La edición centenaria del torneo tendrá lugar, pues, en tres continentes y en seis países. Eso, cuando “concluya con éxito” el proceso que, paradojas de este fútbol, sigue abierto. Es decir, FIFA ha anunciado quién organizará el Mundial de 2030, pero será a partir de ahora cuando se asegure de que los países elegidos cumplen los criterios. Ha sido tan sorprendente el modo de elección que, de momento, no hay fechas exactas ni sedes concretas para los partidos.
La final sí será en el Bernabéu, y el tercer y cuarto puesto en el Camp Nou, siendo las semifinales en Marruecos, aunque nada es oficial. En España, por ejemplo,hay 15 estadios que quieren ser sede: Balaídos, El Molinón, Riazor, San Mamés, Anoeta, La Romareda, Camp Nou, Rcde Stadium, Santiago Bernabéu, Metropolitano, Nuevo Mestalla, Nueva Condomina, La Cartuja, La Rosaleda y Gran Canaria. De ellos, probablemente no se llegue ni a una decena. Será con los requisitos que pide FIFA (aforos de 40.000 para las fases iniciales, de 60.000 para semifinales y de 80.000 para la final, accesos, capacidad hotelera, etc…) como se decida quién se lleva el honor de acoger partidos de un torneo que disputarán un total de 48 selecciones.
“Dos continentes, África y Europa, unidos no sólo para celebrar el fútbol, sino también para proporcionar una cohesión social y cultural única. Qué gran mensaje de paz, tolerancia e inclusión”, proseguía Infantino, que pretende, con una decisión novedosa, cambiar el paso del fútbol, al menos en España, encelado en Negreira y Rubiales.