Las medallas eran muy importantes. Pero más la triple opción de obtenerlas. Aunque se trata de un Europeo y no de un Mundial, tres finalistas en los 60 metros vallas suponían un hito y suscitaban una optimista reflexión acerca de los 110 metros al aire libre. La lesión de Quique Llopis en el calentamiento volcó un jarro de agua helada sobre la delegación española. Pero el hecho debe interpretarse como un contratiempo puntual que no cambia la trascendencia del momento y su importancia futura. No quiebra una proyección. Que Abel Jordán, el neófito, fuera cuarto justifica aún más un optimismo necesario y compensador.
La temporada “indoor” es una estación de paso hacia el atletismo largo y ancho en estadios de 400 metros de cuerda. Pero Quique Llopis y Asier Martínez no son vallistas de alto vuelo sólo en escenarios reducidos. Abel Jordán, de padres cubanos y bisabuelos emigrados a la Gran Antilla, de genes de “acá” y no de allá”, tiene 21 años, tres menos que sus también jóvenes colegas y apunta, por edad y maneras, a formar con ellos un cuerpo tricéfalo con miras a bajar de los 13 segundos, la puerta de acceso a la gran clase mundial, en los 110 metros.
Puede que lo consigan los tres. Puede que dos. Puede que uno. Puede que ninguno. Pero la sola posibilidad conjunta es un regalo. Lástima que no hayan coincidido con la plenitud de Orlando Ortega, plusmarquista nacional con 13.04 y que, como cubano, corrió en 12.94.
No obstante, tres nombres agregan uno más al brillante y referencial dúo que formaron, a últimos de los años 70 y durante gran parte de los 80, Javier Moracho y Carlos Sala, de los que se descolgó Juan Lloveras. Crearon expectación y elevaron las vallas al máximo grado de popularidad e interés. Curiosamente, Sala nunca fue plusmarquista nacional, pero sus marcas y carisma lo asocian plenamente a Moracho. Fueron, por así decirlo, los últimos españoles de rancio abolengo. Moracho, en 1987, dejó el récord en 13.42. Felipe Vivancos, talentoso y frágil, fue una breve secuela del dúo. Corrió en 2004 en 13.41, pero el registro no fue homologado por la incorrecta alineación de la foto-finish. Y dio paso, en tiempos ya sociológicamente distintos, de emigración e integración a los primados de Jackson Quiñónez, nacido en Ecuador, y de Orlando Ortega.
Hoy, pese a todo, Quique y, por encima de todo Asier y Abel rescatan la historia por el procedimiento de repetirla. Y no precisamente como farsa. En todo caso, en este momento, como amargura pasajera.