Alcaraz desempolva su golpe más demoledor ante Norrie para llegar a las semifinales de Wimbledon

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Carlos Alcaraz ha alcanzado el nirvana. Está en su ‘prime’, que dirían los chavales, pero hay algo más. Desde la final de Roland Garros siente la confianza absoluta que anhelan todos los deportistas. Ganará si lo hace bien, se ponga quien se ponga delante. Hace un par de años que es así, al menos en hierba o en tierra batida, pero ahora lo tiene interiorizado. En sus partidos anteriores en Wimbledon, no se le movía ni una ceja pese a ciertos errores y este miércoles en cuartos de final ante Cameron Norrie, con la inspiración de su lado, se confirmó el tenista seguro en sí mismo que merece ser. Fue una victoria rápida en una hora y 40 minutos, pero sobre todo fue una victoria inmaculada. [Narración y estadísticas (6-2, 6-3, 6-3)]

Cada vez que tenía una bola de break en contra, como las cuatro que defendió en su primer juego al saque, Alcaraz se vestía de Alcaraz y resolvía con el golpe preciso y los movimientos idóneos. En semifinales, el viernes, se medirá a Taylor Fritz, que derrotó a Karen Khachanov (6-3, 6-4, 1-6, 7-6 [4]), pero a este nivel… ¿Quién lo puede parar?

Desde el día anterior, de hecho, quedó claro que Alcaraz ya no se preocupa tanto de los rivales, sólo de sí mismo. En Wimbledon los tenistas tienen la intimidad que les falta en otros Grand Slam porque las pistas de entrenamiento están en una zona anexa, el Aorangi Park, y allí no puede acceder el público. Si acaso pueden intentar ver algo desde lejos. Por eso en sus sesiones Alcaraz siempre juguetea, se inventa retos para sus equipos -una variación de la petanca, un golf usando las raquetas…- y por eso puede estar más a su aire.

Detonaciones con la derecha

En años anteriores, incluso en el último Roland Garros, por sus entrenamientos pasaban sparrings para simular las condiciones de su siguiente rival y ensayar una respuesta. Pero antes de medirse a Norrie no apareció nadie. El lunes, Alcaraz se centró durante una hora en trabajar su derecha, desafinada hasta el momento, y olvidó al británico, pese a que es zurdo, normalmente un incordio.

GLYN KIRKAFP

El efecto se lee en las estadísticas: 37 winners, la mayoría con sus drive. El efecto se escuchaba en la pista central. Más allá de su excelencia en el saque -esta vez 13 aces-, con la llegada de los partidos decisivos apareció el golpe más demoledor de Alcaraz. ¡Boom! De la nada su raqueta explotaba contra la bola y la enviaba al otro lado a una velocidad incontestable. El sonido de esa derecha era distinto a los demás, sonaba a detonación, realmente algo violento. Ante Fabio Fognini, Oliver Tarvet, Jan-Lennard Struff y Andrey Rublev, el español apenas utilizó esa arma secreta, pero ante Norrie la desempolvó. Vendrán días de uso intensivo.

El británico tampoco tenía manera de contestar. Más inseguro en el servicio que otros días, fue espectador de un espectáculo que le era ajeno. En el tercer set, con el apoyo del público, de su público, lo intentó todo, pero sus recursos eran los que eran. Apenas consiguió salvar una bola de partido y alargar el encuentro unos minutos. Alcaraz ha alcanzado el nirvana y eso es mucho.

kpd