El número 1 del mundo espera rival del duelo entre Gregor Dimitrov y Fabio Fognini
Hace ahora un año Carlos Alcaraz buscó amparo en una toalla. Fue el primer cobijo que encontró en un pabellón que se le había venido encima. Después de haber manejado una ventaja de 5-0 en el segundo set, el francés Hugo Gaston y la euforia del público francés con su tenista se lo habían llevado por delante. Y en el paréntesis antes del último juego, con la certeza de que solo cuatro puntos lo separaban de la derrota, Alcaraz se quebró, y entre lágrimas buscó amparo en una toalla. Que esta semana, sobre esa misma pista del Masters 1.000 de París, haya recogido el trofeo de número uno del mundo, ilustra cuánto creció bajo esa toalla. Tanto como que volver a octavos tras vencer al japonés Yoshihito Nishioka (doble 6-4 en 71 minutos) sepa a trámite y no a aplauso.
Alcaraz ha vuelto a París con dos objetivos que van de la mano: recuperar la regularidad que ha perdido desde el US Open, y sumar un botín que lo acerque a cerrar el año en lo más alto. Y en ese sentido, el primer vistazo fue positivo. El murciano controló el partido ante un rival que en el circuito tiene merecida fama de correoso, eligió los momentos en los que acelerar y el único recuerdo de esas molestias que arrastra en la rodilla izquierda fue un vendaje cruzado que no llevó en Basilea. Un triunfo sólido para volver a octavos, donde se medirá al ganador del duelo entre Grigor Dimitrov y Fabio Fognini.
El murciano ha hablado mucho estos días de cuánto ha aprendido a manejar la presión. Ya demostró ese crecimiento en el US Open, donde dejó un rosario de golpeos geniales en momentos calientes. Contra Nishioka, aún no había roto el hielo cuando sorprendió con un tweener que descolocó al japonés en el quinto juego. Aquel tenista que hace un año se escondía bajo la toalla, ahora miraba al público sabiendo que lo tenía en la mano. Después llegó una brutal derecha ganadora, un fulminante revés cruzado a dos manos, y la inevitable rotura en la red.
El único momento de debilidad fue el octavo juego, donde la derecha se le desconectó y Nishioka, siempre al acecho, pasó por caja para llevarse el ‘break’. Pero no hubo pánico esta vez, y Alcaraz, dueño del escenario, le devolvió el quiebro en el siguiente juego. El japonés pecó de prudente: reservó en exceso en los segundos saques (Alcaraz se llevó el 56% de los puntos al resto del segundo servicio) y en los golpeos. Firmó tan solo siete ganadores por los 30 del murciano, al que bastó una sola rotura en el noveno juego del segundo set para encaminar la victoria.
Justo en el turno previo de esa central, a Carlos Alcaraz se le había despejado un poco el cuadro después de que Daniil Medvedev cayera contra Alex De Miñaur (4-6, 6-2, 7-5) en casi tres horas de partido. El ruso, campeón en 2020 y finalista en 2021, acabó reventando la raqueta contra el suelo.