El central de la selección, que desde esta semana disputa el Mundial, iba a vivir en Bielorrusia su primera experiencia en el extranjero cuando Rusia invadió Ucrania. La sanción al club que le había fichado le obligó a replantarse su destino y acabó mejor: en la Bundesliga
Era el contrato de su vida. Al menos, por el momento. Hace poco más de un año, en diciembre de 2021, Agustín Casado, un “loco del balonmano” que había recorrido media España para ser profesional, se hizo un hueco por fin, a sus 25 años, en un equipo de Champions, el Meshkov Brest bielorruso. Tocaba emigrar, pero en su deporte eso no es opción: es obligación. El verano de 2022 llegaría a un club que había ganado al multimillonario PSG en la fase de grupos y había alcanzado los octavos de final de la mejor competición europea. Lo dicho: era el contrato de su vida. Pero en febrero, Rusia decidió invadir Ucrania, las bombas empezaron a caer sobre Kiev y, en un extraño efecto mariposa, Casado perdió su oportunidad. La Federación Europea de balonmano (EHF) expulsó a los equipos rusos y bielorrusos: se acabó.
“Cuando estalló la guerra me quedé medio colgado. Tenía que buscar un nuevo proyecto, pero no quería precipitarme: quería que me sirviera para seguir mejorando, para competir al máximo nivel”, rememora quien se pasó semanas decidiendo su nuevo destino. Una incertidumbre delicada, un momento crucial . Y una lluvia de ofertas sin igual. Porque la historia de Casado, en realidad, tiene truco. Al contrario de lo que pueda parecer, el conflicto en Ucrania no frenó su carrera; la mejoró. De aquel Meshkov Brest bielorruso pasó a jugar en la potente Bundesliga y, a partir del año que viene, en el Veszprem húngaro, un equipo habitual de la Final Four de la Champions. El motivo de tan curioso ascenso es sólo uno y se llama España.
Y es que, después de firmar aquel contrato de su vida, Casado completó un Europeo fabuloso, fue referente de la selección que se colgó la plata, y, cuando se quedó sin equipo su teléfono no dejó de sonar. “Está claro que un torneo así te abre muchas puertas, te da a conocer a mucha gente. Aunque lo que te lleva a ir a la selección y a recibir ofertas es tu trabajo”, subraya en conversación con EL MUNDO antes de empezar un Mundial en el que ya tendrá otro caché. Antes era muy poco conocido en la élite, apenas había sido internacional, no había disputado la Champions; ahora ya no. Los rivales de la selección en la fase de grupos, por ejemplo, Montenegro (jueves 12), Chile (sábado 14) e Irán (lunes 16) ya saben que, después de Raúl Entrerríos y junto a Joan Cañellas, España tiene otro central de garantías. Cosas del milagro que dirige Jordi Ribera: se retira el mejor de la historia y quien entra en su lugar es capaz de mantener el nivel.
“Una de las claves es el trabajo que está haciendo el staff técnico con todos los jugadores que podemos entrar en la convocatoria. Cuando no venía ya me sentía implicado, me sentía dentro. Por suerte en España tenemos un muy buen nivel de jugadores y creo que el staff técnico está consiguiendo que el cambio generacional sea lo menos traumático posible. Además en la selección siempre ha primado el grupo por encima de todo y eso sigue siendo así”, analiza Casado, que nació en Carboneras, en Almería, al lado de la playa tristemente célebre por el hotel El Algarrobico y tuvo que construir una trayectoria de manera lenta, en equipos andaluces como el Pozoblanco, en las categorías inferiores del Huesca, en la División de Honor Plata con el Palma del Río o el Nava y finalmente en Asobal con el Logroño, donde asomó la cabeza. De familia de balonmano, sobrino de otro profesional, Alex Marcelo, lateral del Huesca, después de mucho ya está donde merece. “Siempre he visto mucho balonmano, es mi deporte, es mi pasión. Cuando empecé me fijaba mucho en Raúl Entrerríos y por eso hoy estoy aún más orgulloso de estar aquí”, finaliza Casado, el jugador de balonmano al que una guerra le cambió la carrera. Para mejor.
El Mundial más importante
Cosas del balonmano: siempre hay un Mundial que cuenta más. El que suele celebrarse el año después de unos Juegos Olímpicos invita a la relajación, es el torneo en el que muchos países convocan a jugadores jóvenes para que descubran la élite. Éste, el que se celebra el año antes de unos Juegos es el importante. El campeón tendrá plaza fija para París 2024, pero, además, habrá seis plazas para el Preolímpico en juego. España, que mantiene reciente el recuerdo de su ausencia en los Juegos de Río 2016, se ha planteado los cuartos de final como objetivo para entrar en la lucha por esos billetes. En primera fase sólo debería inquietarle Montenegro, pero después se topará muy posiblemente con Francia, Polonia y Eslovenia. Ahí, los obstáculos.