Otra historia
La ilerdense, de 32 años, superó los 200 km/h meses después de una caída que la dejó “hecha trizas”.
En la cabeza, un casco de extraterrestre, estrecho en la frente y ancho en el cuello. Todo el cuerpo se embute dentro de un traje rojo de látex. Detrás de los gemelos, dos alerones listos para surcar el viento. Unos bastones rarísimos, muy muy curvos decoran sus manos. Y de sus pies nacen unos esquís infinitos y tan anchos como una tabla de surf. Ya está. Coge aire. Lo suelta… ¡Y se lanza montaña abajo! Con la única ayuda de la pendiente y una posición fija, muy fija, Marta Visa alcanza los 100 km/h, luego los 120, los 150, los 170 km/h y al final, después de más de 600 metros con una pendiente de hasta el 78%, registra 203,24 km/h de velocidad máxima, nuevo récord de España, la quinta mejor marca mundial de la historia.
Un hito que ocurrió el pasado marzo en Vars, en Francia, contra todos los elementos. Porque Visa (Bellver de Cerdanya, 1981) tendría que haber abandonado mucho antes su deporte, el esquí de velocidad. Con su historial, cualquiera lo hubiera dejado, sería lo lógico. Antes de su plusmarca tuvo dos ocasiones para hacerlo y nada, siguió, siguió, siguió. “Es que soy muy competitiva y esto engancha”, admite en conversación telefónica con EL MUNDO.
La primera vez no había ni siquiera empezado, pero es que se le puso el mundo en contra: la pandemia, ya saben. Visa, nacida en la Cerdanya, en los Pirineos catalanes, había competido de joven en esquí de baches, una especialidad ya extraña, y un día recibió la llamada de su federación, la Federación Española de Deportes de Invierno (RFEDI).
“Iban a organizar el Mundial de velocidad en Formigal y buscaban alguna española que compitiera porque no había ninguna. Como me conocían, me invitaron a probar y me encantó. Me fui a comprar todo el material y, al día siguiente, se decretó el confinamiento por el coronavirus. Era marzo de 2020. Me quedé con el gusanillo y el armario lleno hasta el año siguiente”, recuerda Visa que en realidad es la mejor española de la historia en lo suyo porque es prácticamente la única.
“Un error de novata”
Alguna otra lo probó antes, pero nadie se atrevió a competir. El esquí de velocidad es sencillo, encaramarse a lo alto de una rampa, tirarse hacia abajo e intentar ser la más rápida frente al radar, pero el riesgo es exagerado. La propia Visa lo descubrió en su segundo desencuentro con el deporte.
Aquel sí fue grave. Si aquella vez no abandonó ya no lo hará nunca. “Fue en enero de 2022, un error de novata al fin y al cabo. Cuanto más arriba subes en la pista, más velocidad coges y hubo un momento en el que ya me veía preparada para tirarme desde el inicio. Así que no lo dudé. Durante el descenso no te das mucha cuenta de la velocidad que llevas y cuando pasé la zona de marcaje me levanté como había hecho en mis bajadas anteriores. Pero, en lugar de ir a 110 o a 120, había alcanzado los 180 km/h. Y perdí el control de los esquís. Me fui contra las vallas. Me hice trizas. Me seccioné la arteria braquial del brazo, me arranqué el pectoral, me destrocé el omóplato, el hombro… Fue terrible”, recuerda la esquiadora que estuvo recuperándose durante meses y que, pese a todo, no dejó la velocidad.
“Me dio rabia haberme equivocado, pude recuperar bien del brazo y me puso como reto volver a la Copa del Mundo. Lo hice a pelo, sin psicólogo ni nada, por pura cabezonería. Quería superar los 200 km/h en 2023 y lo conseguí”, celebra Visa que este inicio de 2024 si la nieve lo permite tendrá tres competiciones entre España, Francia y Andorra.
- Entonces, al final, gana la más atrevida.
- Un poco sí. Es un deporte de riesgo, nunca será un deporte de masas, hay que ser diferente, un poco especial. Te tienes que tirar de un barranco varias veces al día. No te diré que estamos locas, pero casi. El problema es que todas las que competimos somos iguales (Ríe). Es fundamental la posición y el material, especialmente la preparación de los esquíes. Hay varios tipos de ceras y si aciertas la que toca por la temperatura y la humedad tienes mucho ganado.
Visa, que trabaja como responsable de promoción del Consell Comarcal del Alt Urgell, ha llegado a analizar su postura de descenso en el único túnel del viento específico que hay en el mundo, en Suiza, y ha completado el look que la debe llevar al éxito: un traje de unos 1.200 euros de la marca francesa Jonathan & Fletcher; un casco a medida que cuesta unos 1.600 euros y le hacen en Suiza; los esquís especiales, de 1.100 euros; los bastones Leki hechos a medida en Italia por otros 100 euros; y los alerones caseros, inventados en casa por su padre ingeniero. Todo para subir a algún podio en la Copa del Mundo y, a ser posible, en el Mundial. Visa tendría que haber abandonado el esquí de velocidad y nada, sigue, sigue, sigue.