Mundial de Baloncesto
España 85 Canadá 88
La selección, que recuperó su competitividad ante los NBA de Jordi Fernández y llegó a cerrar el tercer cuarto 12 arriba, eliminada. El triple agónico de Abrines para forzar la prórroga no entró
Hay algo que resulta difícil de explicar en esta selección, incluso para los que forman parte de ella. Esa capacidad de crecerse y sacar lo que nadie espera ya cuando asoma el precipicio. España fue de nuevo España en Yakarta y ni siquiera eso le valió para seguir con vida en el Mundial en el que defendía oro. Pese al esfuerzo casi heroico, no fue suficiente ante la poderosa Canadá en un duelo de poder a poder, de rachas y corazón, en el que la selección se volvió a quedar sin aliento ofensivo en la hora de la verdad, en otro último cuarto como condena, la lección a aprender. Y, sin embargo, poco le faltó al triple agónico de Abrines para llevar el estupendo choque a la prórroga. [85-88: Narración y estadísticas]
Si ante Letonia el viernes fue una caricatura, ante Canadá el domingo recuperó su versión mordaz. Competidores voraces, lobos hambrientos que, sin embargo, hacen las maletas y tendrán que buscar el billete a los Juegos en el Preolímpico del próximo verano. La Canadá de Jordi Fernández, que sufrió de lo lindo, que se vio desbordada por momentos por el amor propio español, ya está camino de Manila, donde se enfrentarán en cuartos de final a Eslovenia el miércoles.
La labor era complicadísima, derribar un muro como el canadiense, físicos NBA, talentos de primer nivel mundial como ese diablo llamado Shai Gilgeous-Alexander al que no le iba a temblar el pulso en los tiros libres del desenlace, culminando una obra maravillosa. En el Indonesia Arena España rescató gestas insospechadas, hizo honor a la historia de un equipo legendario, dibujó a su referente del futuro, enorme Santi Aldama, pero acabó derramando lágrimas, exhausta y paralizada en un último acto en el que no apareció el héroe necesario, Llull (tocado) y Juancho, en el banquillo.
Desde bien pronto fue otra España. No podía ser de otra forma. Si había que morir, sería con la cabeza alta. Es el ADN, lo que nos hizo únicos, respetados y temibles. Era el colmillo de los grandes días, el nervio, la dureza, la concentración. Y un plan. Abrines sobre Shai, defensas zonales, trampas FIBA contra los talentos canadienses.
Los puntos de Willy
Eso en defensa. En ataque tocaba la osadía, deshacer el bloqueo mental mostrado por muchos contra Letonia. Y buscar a Willy, de nuevo el centro de todo, gigantesco pese a tener dos rivales de esa NBA que no terminó por aceptarle intentando pararle. Pese al nivel de dureza, terrible, España aguantaba el envite canadiense. Willy hizo daño pronto y Aldama, al fin, soltó su talento, lanzó sin pensar y mostró la dimensión que puede alcanzar. El rebote ofensivo, síntoma de deseo, era oxígeno.
Esa igualdad ponía nerviosos a los de Jordi Fernández, demasiado impetuosos, faltas constantes, superando el límite de lo físico tipos tan rudos como Dillon Brooks. Y eso que sus referentes ofensivos anotaban, cómo no, pese la vigilancia española. Barret hizo 11 puntos en el primer acto y Shai era ya un demonio. Cuando lograban correr, eran como un torrente imparable.
España pronto se iba a adueñar de las sensaciones y del marcador, un enorme segundo acto. Los triples de Abrines, que dibujaba una noche para el recuerdo, y los puntos en la pintura de Willy hacían mella en Canadá, que se vio en el descanso 10 abajo (48-38) tras una bonita canasta de Brizuela.
Los árbitros
Pero Canadá aún podía elevar más el listón de la agresividad y así regresó del vestuario, imponiendo su atleticismo y haciendo perder el paso a una España que se enredó, además, en las inverosímiles decisiones arbitrales. En dos minutos había cometido cinco faltas, penalizando a Juancho (3, no iba a regresar a pista) y Abrines (4), tirando por tierra todo el trabajo anterior y posibilitando la remontada de los norteamericanos, que se vieron mucho tiempo después mandando en el marcador (52-55), con técnicas a Scariolo y Rudy por el camino.
En ese momento de crisis total apareció de nuevo el corazón español. Fue Rudy y esos pequeños detalles que cambian el curso de las batallas. Un triple, una falta de ataque forzada. El desparpajo de Brizuela, tan necesario. Y la irrupción poderosísima de Santi Aldama, dos triples y un mate de esos que recordará toda la vida. Y los fuegos artificiales de un final de tercer cuarto demoledor, resurgiendo de nuevo la España mortal, un 21-6 de parcial para la máxima (73-61). Coronado todo con una jugada que es marca España, una defensa prodigiosa, torpedeando cada pase rival hasta convertirlo en pesadilla, robando, corriendo y rematando Garuba con un alley oop poderosísimo.
Y ni siquiera con esa sucesión de golpes Canadá dobló las rodillas. Elevó la puja de la angustia con un 8-0 de vuelta, dos triples y algunos golpes de Dillon Brooks, que se iba a convertir en el protagonista inesperado. Todo estaba abocado a la agonía. Y el atasco ofensivo iba a ser una pesadilla para España.
Porque, de repente, se quedó paralizada, encogida ante la defensa rival. Canadá escalaba otra remontada punto a punto, sin concesiones. La última canasta en juego del partido la había anotado Aldama a falta de seis largos minutos, cuando aún soñaba España con los cuartos. Otro triple de Brooks y un canastón ‘jordanesco’ de Gilgeous-Alexander devolvieron la ventaja a una Canadá que ya no iba a soltar la presa, pese a la canasta de Núñez y el triple de Aldama. España murió en la orilla de otro último cuarto para olvidar.