Abrines, a la derecha, en una jugada con Peter Girgoorian.AFP
Bien sabían Sergio Scariolo y todos sus jugadores que Irán, su último rival de grupo, había perdido hasta con la modesta Costa de Marfil, y no se puede culpar al seleccionador por haber planteado algún experimento y a sus hombres de sentirse más rela
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España va a perder algún partido, seguro. Y España, igual que puede ganar el Mundial, puede dejarlo escapar en cualquier mal día. Pero España es, hoy, probablemente la mejor selección del mundo. Selección entendida, casi, como un equipo que, por ejemplo, es capaz de hacer 20 minutos de fútbol maravilloso para después dedicarse a dejar pasar los minutos sin demasiados agobios. Es un equipo brillante cuando acelera y sólido cuando frena, y todo sin varios de sus presuntos titulares: el portero, un lateral derecho, un central, un mediocentro y los tres de arriba, es decir, Unai Simón, Carvajal, Le Normand, Rodri, Lamine, Nico y Morata. De la Fuente ha creado un monstruo al que alimentan no menos de 30 futbolistas. España estará en los cuartos de la Liga de Naciones en marzo, por cierto, y como primera de grupo, que era a lo que había venido al mítico Parken. [1-2: Narración y estadísticas]
Lo de los 30 jugadores viene a cuento porque tipos como Pedro Porro, o Vivian, o Ayoze, o Baena, meritorios hasta hace nada, exhibieron un fútbol que les sitúa en cualquier momento en un once inicial. Ayer sin ir más lejos. Es Dinamarca un equipo de la clase media alta europea, y en su casa no es fácil ganar. Cierto que un empate firmaba el objetivo, pero al margen de los lesionados conocidos, De la Fuente optó por dejar a Pedri en el banquillo y jugar con Olmo por detrás de Ayoze, con Baena a la izquierda y Oyarzabal a la derecha. Salvo los primeros cinco minutos, en los que Dinamarca propuso una presión suicida, hombre a hombre a todo el campo, España se sintió cómoda en ese escenario, igual de cómoda que en todos los escenarios últimamente.
Sufrió un poco en ese arranque, pero la primera vez que logró enlazar tres pases seguidos no llegó el gol de milagro. La jugada terminó en córner, y ahí Ayoze la despejó en lugar de empujarla a medio metro de la línea. Después, el mismo protagonista envió un balón al larguero y después, dio el pase a Oyarzabal para el gol tras una jugada maravillosa de todo el ataque. Ayoze, pues, se convirtió en el mejor del equipo tirando de un principio bastante sencillo. Si resulta que a los centrales daneses lo que mejor les viene es cuerpear con un delantero grandote, lo que peor les viene, habrá que concluir, es andar detrás de un tipo pequeño y escurridizo que aparece por donde menos te lo esperas. El jugador del Villarreal fue indetectable para los defensores locales, y desde ahí construyó España esos 20 minutos para el recuerdo.
Fue la fase divertida de la selección, que dio paso, en la segunda parte de la primera parte, a la versión más práctica, esa que también enseñó durante muchos momentos en la Eurocopa del pasado verano. Algo incómoda por el entusiasmo danés, tardó en volver a acercarse a un Schmeichel al que sus mejores años le abandonaron hace mucho. Pero tampoco pasó apuros la selección salvo algún balón parado, algún barullo. Dejó pasar los minutos hasta el descanso. A la vuelta... Pues a la vuelta, cuando el rival está cansado, todo es más fácil. Más que cansado, el rival está desmoralizado, que para el caso es lo mismo.
Oyarzabal marca el primer gol.EFE
Tuvo más dominio, todavía, España, y pudo trazar ese fútbol bonito del principio, culminado con una jugada, la del segundo gol, donde la pelota partió por la mitad a Dinamarca, con los pases por el suelo, en el trayecto Laporte, Zubimendi, Olmo y Ayoze, que la cruzó muy despacito, muy bien, muy suave, despejando así la única incertidumbre que había en el partido: el marcador. Fue tiempo entonces para ver a los titulares. En el campo fueron apareciendo Fabián Ruiz, Morata, Pedri o Nico Williams, pero también hubo tiempo para otro debut, el de Marc Casadó. Da igual, sean titulares o recién llegados, este equipo funciona, va en moto, y se gusta tanto que se permite despistes como el del gol danés, cuando de puro aburrimiento, una mala entrega de Fabián le dio algo de emoción al último tramo, donde Raya hizo una parada de mérito y vio cómo Schmeichel subía a rematar. Fue una anécdota. Ahora mismo parece difícil pensar en un rival a la altura de esta España, que jugará en marzo los cuartos de final de la Liga de Naciones. Y será la favorita sea quien sea el rival.
Pide un poco de tiempo, porque es el momento de romper el ayuno del ramadán. La luz se apaga en el estadio del Rayo Majadahonda, donde algunos padres esperan al entrenamiento de sus hijos. Cheikh Kane Sarr (Dakar, 2000) entra en las oficinas del club. Es un joven con cara de asustado. Habla con pausas, pero con claridad y la mirada limpia. Sólo después de los primeros minutos, sonríe. Todavía no ha digerido el hecho de ser una de las personas más buscadas por los medios de comunicación, cuando hace apenas 72 horas era un futbolista anónimo, que empezaba a encontrar la titularidad en su equipo después de una diáspora por clubes modestos en busca de la gloria. Entonces escuchó algo como un estallido en su cabeza, justo cuando se agachaba a coger una botella, en el estadio de Las Llanas, en Sestao. Se sienta y accede a explicar por primera vez, para EL MUNDO, los hechos que vivió y quiere ya olvidar, y el sufrimiento que anida bajo su piel.
En la segunda parte cuando cambiamos de campo, ya empecé a notar algunos gritos. En el minuto 50 empezaron a hacer los sonidos del mono, del simio. En el 82, después de recibir el segundo gol, fui a coger agua para beber. Entonces escuché de todo: "Negro de mierda, puto negro". Antes de esto había mucha otra gente que insultaba, no sólo a mí, también insultaban a los españoles, mucha gente. Pero entonces escuché a este señor.
Y saltó a la grada.
Sí. No podía más. Estaba muy nervioso. Había escuchado los gritos. Estoy en ramadán... Quería preguntarle por qué me trataba así, si tenía o no familia y podía comprenderme. No tenía intención de agredirle para nada, en absoluto. Por eso le agarré por la bufanda. ¿Cómo iba yo a pegarle? Jamás he agredido a nadie. Si me sancionan, ésta será la primera sanción que tenga en mi vida.
Entonces llegaron sus compañeros, el capitán...
Sí, y les agradezco que lo hicieran, aunque no habría pegado a nadie.
¿La gente quería agredirle a usted?
Cuando intentaba hablar con este señor que me había insultado, llegaron y me empujaron. Entonces fue cuando llegaron mis compañeros. Han hecho mucho por mí estos días y me han tratado con cariño, también en el club, todos.
El árbitro [García Riesco] escribió en el acta que usted se acercó con intención de agredirle.
Por favor. Lo que quería era pedirle explicaciones. Preguntarle por qué me sacaba una tarjeta roja. La verdad, no puede ser que al que insultan y sufre, además lo sancionen. No se qué pasará con la decisión del Comité de Competición, pero me gustaría que pensaran en esto. A nadie al que insulten se puede sancionar por reaccionar. Insisto. No fue violencia, fue querer dialogar. Además, el árbitro ni siquiera se acercó a preguntarme a mí qué había pasado. ¿Cómo puede ser eso? La verdad, pensé que lo primero que iba a hacer era protegerme a mí, pero no. Lo que hizo fue expulsarme.
"Se necesitan más micrófonos, más cámaras y sanciones más duras"
Se le observa muy excitado cuando ve la roja.
Pues claro, ¿cómo no voy a estarlo? Pero para nada intento agredirle, sólo quiero una explicación. Estoy seguro de que si hubiera sido un partido de LaLiga, de Primera, habría actuado de otra manera.
Usted llegó a España a los 18 años, cuando era casi un juvenil, y ha pasado por muchos equipos antes de llegar al Rayo Majadahonda [Nàstic, Recreativo Granada, Castellón, Vetusta de Oviedo]. ¿Le había sucedido más veces?
La verdad es que sólo recuerdo una vez, creo que en el campo del Socuéllamos, que decían algunas cosas, pero no tuvo nada que ver con lo de esta vez.
Vinicius dijo que España es un país racista. ¿Lo cree usted también?
Creo que hay racismo en todos los países, pero no eso no significa que los países lo sean en su conjunto. Es a esas personas a quienes hay que sacar de los campos y castigar en la sociedad y proteger a quienes lo hemos podido sufrir.
¿Qué cree que debería hacerse para erradicar las conductas racistas de los campos?
Más micrófonos, más cámaras, más medios y sanciones más duras. Creo que desde las federaciones y la Liga se pueden hacer más cosas.
"Me llamaban desde Senegal asustados. '¿Qué ha pasado?'"
Cuando salió de Senegal y perseguía el sueño de su vida, triunfar en Europa, ¿pensaba que podía pasar por una situación como ésta?
La verdad es que cuando vives en África y decides salir sabes que debes estar preparado para todo. Pero hasta que no vives el racismo no sabes cuánto se padece.
Ha habido muchas personas importantes que le han mostrado su apoyo, uno de los primeros Vinicius...
No soy muy de redes, la verdad, y menos en un día como hoy. Pero lo agradezco y creo que si las personas importantes con nuestra piel reaccionan y se muestran firmes, eso ayudará mucho en la lucha y nos dará fuerza.
¿La noticia ha llegado a su país?
A toda África. Era una de las cosas que más me preocupaba, por mi madre, por mi hija, a la que tengo que proteger de todo esto, del racismo. Mis sobrinos son los que se enteraron primero. Me llamaban desde Senegal asustados. "¿Qué ha pasado?", me preguntaban. He intentado tranquilizarlos, claro, pero me ha dolido por ellos. Sufren conmigo.