Mundial de Baloncesto
España 94 Costa de Marfil 64
La selección no se complicó ante la débil Costa de Marfil en su arranque en la Copa del Mundo. Los Hernangómez, especialmente el pívot, lideraron al equipo de Scariolo en el que Juan Núñez repartió ocho asistencias.
Cuatro años después del oro de Pekín, España se reencontró en el Indonesia Arena con otro Mundial con el que soñar, otra vez en ese continente que tan buenos recuerdos trae, aunque la última vez en los Juegos de Tokio no pudiera alcanzar las medallas. Un amanecer extraño en Yakarta ante un rival desconcertante del que cuesta sacar conclusiones. Una victoria holgada, con varias luces y alguna sombra ante Costa de Marfil. [Narración y estadísticas: 94-64]
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El foco se posa en la novedad, en la perla a la que le llega responsabilidad antes de tiempo, aunque para eso están las hojas de ruta, para hacerlas pedazos. Dice Llull que Juan Núñez juega y se desenvuelve como un “veterano” y el chico debuta en un Mundial con 19 años tras el último recordatorio de Luis Guil antes del bocinazo, pronto la corrección de Scariolo desde la banda. Todos encima. Pero con su timón, España funciona de inicio, un 16-4 para dejar las cosas claras a Costa de Marfil. No iba a flaquear: acabó repartiendo ocho asistencias y el parcial con él en pista fue de +34 para la selección.
A Santi Aldama sí le ha llegado la hora y se le observa con exigencia, la del tipo que ya luce en la NBA, la versatilidad, el talento, el tamaño y el pedigrí. Y, sin embargo, los nervios empañan el comienzo del que será una larga historia con la selección. La primera acción es un corte mal ejecutado que propicia la pérdida ajena. Después, en 10 minutos, acumulará tres más y tres lanzamientos fallados. Despistes, concentración diluida y un rival que se arrima (30-26).
14 puntos en cuatro minutos
Pero para eso están los veteranos, que hace no tanto eran noveles y un día los focos se posaban en ellos. El gran zarpazo de España llegó con la vuelta de los hermanos Hernangómez a cancha. La selección, el patio de su recreo, el lugar donde olvidar los meses de desengaño en la NBA. Willy regresa a pista y enlaza siete canastas sin fallo y sin respuesta africana, cuatro minutos de clínic al poste bajo. Y España, aliñada con los triples de Abrines y Claver, se marcha al descanso con la ventaja que pretende (53-34), con el rival prácticamente rendido.
Si había alguna duda, el partido ya estaba quebrado. Más con el 19-5 de vuelta de vestuarios, España pisando un poquito más el acelerador ante un rival con poco fuste y sin referentes: ninguno de sus nacionalizados (ni Deon Thompson, ni Matt Costello ni Alex Poythress) se presentó en la Copa del Mundo. El máximo anotador del subcampeón de África fue su base, Bazoumaná Kone, que juega en la segunda división alemana. El susto de Abrines tras un golpe en su pierna le recuerda que en dos días aguarda Brasil, el único oponente de verdad de esta primera fase, que en su triunfo ante Irán un rato antes perdió a Raulzinho Neto tras una espeluznante lesión de rodilla.
En la sólida España, que sigue sin perder un partido mundialista desde 2014 -aquel de infausto recuerdo contra Francia en el Palacio-, y que tuvo algún momento de sesteo en el último cuarto que no gustó demasiado a Scariolo, hubo otros apuntes para el optimismo. Aldama recuperó algo el tono en esos minutos de la basura. Mejor antes las pinceladas de Abrines hasta que se retiró dolorido y el despliegue del eterno Claver: triples, asistencias y defensa de una pareja de secundarios de esos que resultan clave. El colmillo de Garuba, el liderazgo de Juancho… De Rudy y Llull, seguro, ya habrá ocasiones de hablar.