Una vida huérfana de sobresaltos fácilmente será feliz, pero a veces hay derrumbes y reconstrucciones y la felicidad espera igualmente después. Que se lo digan a María Pérez. En 2018, cuando era una niña, fue campeona de Europa y el futuro era suyo. La marcha, a sus pies. Las medallas, los contratos, incluso la fama. Pero luego vinieron los problemas estomacales, el cáncer de su mujer y varias descalificaciones porque su técnica ya no le valía a los jueces. Y tuvo que reinventarse. Hasta este domingo. Cinco años después de su primer éxito, Pérez se proclamó campeona del mundo de los 20 kilómetros marcha y entregó a España su segundo oro en Budapest.
Sus lágrimas sobre la mismísima línea de meta mostraban que el proceso fue duro, también que tuvo sentido. Tan rotunda fue su superioridad que Pérez pudo dedicar los últimos 500 metros a celebrar; a chocar la mano de todo el público; a escoger qué bandera española ondear; a besar a su mujer, Noe Morillas, presente en Budapest; a dar las gracias a su entrenador, Jacinto Garzón; a entrenar en meta lenta, muy lenta. Una gozada. Luego rompió a llorar como una niña, tanto que había pasado. Sólo cuando ya entraron la australiana Jemima Montag, plata, y la italiana Antonella Palmisano, amiga suya, la española se recuperó y cumplió con el protocolo: las fotos, las preguntas.
«Esto ya es como en el colegio: estoy todo el rato esperando el recreo», reconoce Carlos Alcaraz después de haber jugado. Al tenis, sí, pero también a otros juegos. Para ser campeón de Wimbledon por tercera vez necesita frescura y, con la experiencia de otros años, su equipo ha encontrado la solución: se divierten. En sus entrenamientos al mediodía en las pistas del Aorangi Park, Alcaraz hace lo que tiene que hacer, derechas, reveses, saques, y cuando ya se ha acabado el trabajo empieza lo mejor.
El número dos del mundo y sus siete ayudantes -sus dos entrenadores, su fisioterapeuta, su preparador físico, su médico, su representante y su hermano- se inventan retos y explotan las risas. A lo largo del torneo ha habido variaciones, pero lo más hilarante siempre es el final: el perdedor o los perdedores deben hacer la croqueta sobre la hierba en mitad del resto o exponerse a recibir un pelotazo del ganador o los ganadores desde la otra pista.
Este miércoles, antes de las semifinales ante Taylor Fritz de este viernes (en principio a las 14.30 horas, Movistar+), hubo dos desafíos. El primero fue individual: Alcaraz retó a su hermano Álvaro a hacerle un saque directo, un ace, y cómo éste lo consiguió le tocó marcarse una croqueta. Y el segundo fue conjunto: todos los miembros debían coger una pelota y desde lejos aproximarse a un agujero que había en un lateral de la pista. Alcaraz no lo hizo mal, pero nuevamente Álvaro y el fisioterapeuta Juanjo Moreno triunfaron: embocaron de pleno. Al tenista y al resto de su equipo les tocó ponerse de espalda al fondo y exponerse a un pelotazo de sus dos compañeros.
Sin polémica con Fritz
«Estos momentos son importantes. Las giras son largas y estamos mucho tiempo fuera de casa. Mantener un buen ambiente es fundamental», comentó después el segundo técnico de Alcaraz, Samuel López, que atendió a la prensa española junto al primero, Juan Carlos Ferrero.
Joanna ChanAP
En el grupo el éxito se ha convertido en rutina. Si el domingo hay otra celebración, la sexta de Grand Slam, no será nada excepcional. Y si no tampoco pasará nada. De hecho, ayer Ferrero incidía en ello para rebajar la presión hacia su pupilo antes de los dos partidos decisivos. «Toda la temporada que lleva es excepcional. Hay que darle muchísimo mérito, mucho valor a lo que ya ha hecho, torneo tras torneo. Parece fácil, pero sabemos lo difícil que es, hay que quitarse el sombrero», reclamó el entrenador que subrayó la mejoría de Alcaraz en su saque y su evolución partido a partido durante el torneo.
«Ha ido de menos a más desde el partido ante Fognini, mejorando poco a poco. Desde Queen's necesitó un poco de adaptación porque las condiciones son distintas y con el paso de las rondas está dando cada vez más nivel. Está con muchas ganas, disfrutando mucho», valoró Ferrero y López, más tímido, añadió: «Hasta ahora se merece un sobresaliente».
En el entorno de otro jugador las últimas declaraciones del rival, Fritz, quizá hubieran supuesto cierto malestar, pero en el equipo de Alcaraz nadie arqueó ni una ceja. Después de vencer a Karen Khachanov en cuartos de final, el estadounidense se vino arriba y se declaró invencible. «Jugando como lo hice los dos primeros sets, nadie puede hacer demasiado contra mí», aseguró y los entrenadores de Alcaraz ayer respondieron que sí, que muy bien, que perfecto.
Joanna ChanAP
«Hombre, es que está jugando un huevo», contestó Ferrero, que luego siguió: «Esos comentarios ayudan a mantener la motivación de cara al enfrentamiento. Carlos ya lo dice, que vamos a verlo en pista, que es ahí donde debe demostrar el nivel». Después todos los miembros del equipo se fueron a comer juntos en el pabellón del Aorangi Park y, también juntos, se marcharon a la casa que tienen alquilada a ver la victoria de Jannik Sinner ante Ben Shelton (7-6 [2], 6-4, 6-4) y la de Novak Djokovic frente a Flavio Cobolli (6-7 [6], 6-2, 7-5, 6-4). Hoy no habrá entrenamiento y el grupo se marchará de excursión. Pero seguro que seguirá habiendo diversión.
Quedaba menos de una hora para que cerraran las inscripciones del Mutua Madrid Open del pasado mayo cuando Sara Sorribes recibió una llamada de su habitual compañera de dobles, la checa Marie Bouzkova. Sufría problemas físicos, no podía jugar. Sorribes, que ya entonces aspiraba a compaginar individuales y dobles en los Juegos Olímpicos de París vería cómo se le complicaba el camino. Tenía que jugar, necesitaba dominar la especialidad, disputar cada torneo. Pero no tenía pareja.
Y así empezó a buscar un reemplazo por las instalaciones de la Caja Mágica, en el gimnasio de los tenistas, en el comedor, por todos los lados. Hasta que se encontró a Ion Bucsa, olímpico por Moldavia en biatlón en Nagano 1998 y Salt Lake City 2002, y padre de Cristina Bucsa. "¿Cristina puede jugar el dobles?", le preguntó Sorribes, la respuesta fue afirmativa, se apuntaron "a ultimísima hora" y ganaron el torneo. A partir de ahí, ya se sabía: iban a ser la pareja española en los Juegos, tenían posibilidades de medalla.
Y este domingo lo confirmaron. Después de ganar a la pareja checa formada por Karolina Muchova y Linda Noskova por 6-2 y 6-2 se colgaron el bronce, la sexta medalla de España en estos Juegos Olímpicos. Si en las semifinales habían sido dominadas por Mirra Andreeva y Diana Shnaider, la dupla rusa, en la lucha por el bronce mandaron ellas. Con el juego desde el fondo de Sorribes y la velocidad de Bucsa en la red, completaron un partido en el que no hubo competencia. Desde el primer juego, break para las españolas, el dominio fue absoluto. El encuentro, de hecho, sólo duró una hora y 12 minutos, un suspiro. Al acabar escalaron a las gradas para abrazar a su familia y unirse a Anabel Medina, la capitana del equipo femenino, eufórica. Felicidad suya y felicidad para dos tenistas que han pasado dificultades.
La lesión de Sorribes, la Psicología de Bucsa
Sorribes, de 27 años, nacida en Vall d'Uixò, en Castellón, se rompió hace dos años el escafoides y estuvo seis meses sin jugar. Currante del tenis -y amante de la escritura-, llegó a caer más allá del Top 100 del ranking WTA, pero el sufrimiento le cambió la mentalidad. A partir de entonces, más profesional, cosechó sus mejores resultados, como unos octavos de final en Roland Garros, ascendió en la lista -este año fue decimoséptima- y enfiló el camino para estos Juegos Olímpicos, donde ha vivido un sueño. Fan de David Ferrer desde pequeña, estos días han compartido entrenamientos y comidas con él, capitán del equipo masculino español. Esa convivencia y el bronce han sido sus recompensas a tanto trabajo.
La misma recompensa que ha recibido Bucsa. Nacida hace 26 años en Chisinau, en Moldavia, cuando era un bebé sus padres se mudaron a Torrelavega, desde pequeña tuvo a su padre como entrenador raqueta en mano y en los torneos pequeños fue creciendo, fue creciendo hasta alcanzar, también este año el Top 20 del ranking WTA -fue decimonovena-. Estudiante de Psicología a distancia, una de las pocas deportistas que no tiene redes sociales, todavía está construyendo su camino, para lo que le ayudará el bronce.