Mundial de atletismo
Después de un duro proceso de reconstrucción, la marchadora vence en los 20 kilómetros de Budapest como hizo Álvaro Martín el día anterior
Una vida huérfana de sobresaltos fácilmente será feliz, pero a veces hay derrumbes y reconstrucciones y la felicidad espera igualmente después. Que se lo digan a María Pérez. En 2018, cuando era una niña, fue campeona de Europa y el futuro era suyo. La marcha, a sus pies. Las medallas, los contratos, incluso la fama. Pero luego vinieron los problemas estomacales, el cáncer de su mujer y varias descalificaciones porque su técnica ya no le valía a los jueces. Y tuvo que reinventarse. Hasta este domingo. Cinco años después de su primer éxito, Pérez se proclamó campeona del mundo de los 20 kilómetros marcha y entregó a España su segundo oro en Budapest.
Sus lágrimas sobre la mismísima línea de meta mostraban que el proceso fue duro, también que tuvo sentido. Tan rotunda fue su superioridad que Pérez pudo dedicar los últimos 500 metros a celebrar; a chocar la mano de todo el público; a escoger qué bandera española ondear; a besar a su mujer, Noe Morillas, presente en Budapest; a dar las gracias a su entrenador, Jacinto Garzón; a entrenar en meta lenta, muy lenta. Una gozada. Luego rompió a llorar como una niña, tanto que había pasado. Sólo cuando ya entraron la australiana Jemima Montag, plata, y la italiana Antonella Palmisano, amiga suya, la española se recuperó y cumplió con el protocolo: las fotos, las preguntas.