Mundial de atletismo
Entrevista
Siempre en busca de un centímetro más, el plusmarquista mundial de pértiga atiende a EL MUNDO antes del Mundial de Budapest
Armand Duplantis (Lafayette, Estados Unidos, 1999) perdió. Hace menos de un mes, en Mónaco, perdió. El mejor pertiguista de todos los tiempos perdió mucho tiempo después. ¿Y qué? «Mi cuerpo no reaccionaba, estaba cansado. Fue desafortunado. Perdí un poco el orden y necesité un tiempo para recuperarlo. Pero he hecho muy buenos entrenamientos desde entonces y mi confianza está en su sitio», comenta a EL MUNDO por videollamada, mientras le llevan en coche del entrenamiento a su hotel en Budapest.
En el Mundial que empieza mañana volverá a ser una de las estrellas, junto a Noah Lyles, Yulimar Rojas, Faith Kipyegon, Jakob Ingebrigtsen o Shelly-Ann Fraser-Pryce. Pese a la reciente derrota, su título en el salto con pértiga se da por descontado. El récord del mundo es otra cosa. Un centímetro más, otra vez busca un centímetro más. La ascensión que empezó Sergei Bubka sigue en las piernas y en los brazos de Duplantis hasta colocar el listón en el cielo.
- ¿Después de Mónaco qué hizo para recuperar ese orden?
- Descansar, centrarme en mi cuerpo, ver que todo estaba bien… A los pocos días ya volví a mi plan de entrenamientos habitual. En realidad, la derrota llegó en un buen momento, me despertó, me hizo concentrarme de nuevo. Como decía, la confianza sigue ahí.
- La mayoría de deportistas se acostumbra a perder, pero usted ha ganado 56 de sus últimas 60 competiciones. ¿Cómo lo vive?
- Con el tiempo he aprendido a llevarlo de manera sana. Hace dos años sentía que la pértiga era mi vida y si tenía una mala competición, todo perdía el sentido. Ahora no es así. Puedo tener un mal día y seguir siendo un buen amigo o un buen novio. He encontrado el equilibrio.
- Habla sobre su confianza. ¿Cómo la ha ido construyendo?
- En el instituto también me sentía juzgado y la pértiga me hizo la persona confiada que soy. Entonces podía volver a casa, colocarme en el pasillo de saltos [lo construyó su padre, Greg, también saltador] y empezar a ser yo, encontrarme, sentirme libre. Después fui traspasando esa confianza al resto de cosas.
- La casa familiar es esencial en su carrera.
- Lo es. Mi padre sigue siendo mi entrenador, lo es desde que era pequeño, y mi madre es mi preparadora. Mi familia es esencial para mí. También mis hermanos mayores han sido una gran influencia. De hecho, ahora veo que mi hermano mayor [Andreas, también saltador, retirado tras ser internacional en categorías inferiores] entendió en un momento dado que lo importante es hacerlo lo mejor posible. Que hay que disfrutar de buscar el límite, sea el que sea.
- ¿Ha encontrado ya su límite?
- Sé que puedo saltar más alto, que es algo que tengo dentro. Es parte de mi evolución natural, de la evolución de mi manera de saltar. Si me encuentro bien y se dan las condiciones óptimas, puedo volver a batir el récord del mundo.
- ¿Antes de batir el récord siente que lo va a lograr ese día?
- Siento que va a ser un buen día, pero evidentemente no siempre es posible batir el récord. Al aire libre influyen muchas cosas, el viento o la temperatura, también es importante que la pista sea rápida, pero al final lo más importante es que yo me sienta fuerte, rápido, con confianza.
- Y después de batir el récord del mundo. ¿Qué ocurre?
- Todo parece irreal, sientes una locura, vives un subidón… Es difícil de explicar. Sólo con el tiempo lo entiendes, cuando descansas y lo pones en perspectiva.
- ¿Ve diferente la primera vez que superó el récord que la última, la sexta, el pasado febrero?
- Todas las veces han sido distintas y algunas celebraciones han sido más eufóricas, pero la primera fue la que cambió mi vida. Fue cuando aprecié el camino, entendí que todo lo que había hecho era para eso, cuando alcancé un nuevo nivel de confianza. Había pasado muchos años observando a Sergei Bubka y Renaud [Lavillenie] y ya era yo el plusmarquista mundial. Igualmente no me paré. Esa primera vez fue importante, pero batí el récord por segunda vez la semana siguiente.
- Empezó a los tres años con la pértiga. ¿Después de tantísimo tiempo, en qué puede mejorar?
- Mi obsesión es la carrera. Técnicamente mis movimientos han cambiado poco, pero cada vez intento ser más rápido. En los últimos dos o tres años me he centrado mucho en el trabajo de velocidad y creo que con buenos resultados.
- Hablaba de Bubka o Lavillenie. ¿Hasta qué punto le importa ser o no ser el mejor de la historia?
- Es una buena pregunta. Quiero ser el mejor pertiguista de siempre, pero ahora estoy disfrutando del camino. Como explicaba, antes estaba obsesionado con la pértiga. Desde pequeño me encantaba ver vídeos de Youtube, conocer a los saltadores, observar sus movimientos, estudiarlos al detalle… Tengo mucho respeto por los que vinieron antes de mí y sé que estoy donde estoy gracias a ellos. Me importa la historia, pero ahora estoy centrado en ganar lo máximo posible y saltar lo más alto posible.
- ¿Aún se pone nervioso antes de un Mundial como éste?
- Siempre hay nervios, es algo natural. En la última competición quedó demostrado que puede pasar cualquier cosa. Para ganar tengo que saltar. Pero en la pista es donde saco toda mi confianza. Quizá dudo más en casa, cuando estoy tranquilo y pienso en la competición, que en el momento preciso de saltar.