Julen Lopetegui, destituido el miércoles como entrenador del Sevilla, se despidió este jueves del club hispalense sin “ningún sentimiento de rencor”, mostrando también su “orgullo y satisfacción” por ser “parte de la historia” de la entidad, con la que le unirá un “vínculo emocional muy grande”.
“No tengo ningún sentimiento de rencor, es de agradecimiento tras tres años bonitos. El resto de sentimientos los dejo a un lado. Soy un hombre de fútbol y entiendo muchas cosas, tengo mi opinión, pero adapto mi respuesta a lo que está bajo mi responsabilidad“, afirmó el de Asteasu en su acto de despedida, donde estaba presente el presidente, Pepe Castro, y el director deportivo, Monchi, pero ningún jugador de la plantilla.
“Hemos entregado una parte de nuestra vida, sí es nuestra profesión. Eso desgasta, pero deja huellas en el corazón, huellas imborrables de recuerdos bonitos, de momentos complicados que hemos sido capaces de superar. Hemos tenido la suerte de liderar un club como el Sevilla, es extraordinario. Me llevo el respeto de mis jugadores y la afición”. Lopetegui confesó que su etapa al frente del banquillo del Sevilla ha sido “la que ha calado” en su “corazón” de toda su carrera. “Siento cariño y agradecimiento, un vínculo emocional muy grande. Ha habido muchas más cosas positivas, y me quedo con eso”, manifestó, sin cerrar la puerta a un regreso al conjunto hispalense.
Mientras todo esto ocurría, su sustituto, Jorge Sampaoli, ya trabajaba para dirigir esta misma tarde su primer entrenamiento. Antes que el técnico de Casilda, ya han llegado a Sevilla integrantes del que será su cuerpo técnico, que se encuentran en un hotel vecino del Ramón Sánchez Pizjuán, entre ellos quien será su segundo, Jorge Desio, hermano de Hermes, quien fue jugador del Alavés.
Ésta será la segunda etapa de Jorge Sampaoli en el Sevilla, al que llegó en junio de 2016 y abandonó una vez terminada la temporada para hacerse cargo de la selección argentina.
No recuerdan las nuevas generaciones aquellos otros tiempos, cuando una medalla era una rareza, cuando los cuartos también eran maldición entre canastas y cuando tantos miraban a España por encima del hombro. No hay memoria de la mediocridad porque ya hace mucho de aquello. Llegaron nuestros superhéroes para hacernos sentir pletóricos, para acumular proezas y dominar el mundo. Para 'estar' siempre. La nueva realidad de la selección pelea contra su destino y, por ahora, casi siempre gana. En Lille, con las 12 mejores selecciones del planeta, allá estará España, fiel a una cita olímpica, desde Sidney 2000 sin falta. Lo logró tras un Preolímpico que resultó todo un ejercicio de competitividad, la memoria ganadora en los genes de los que aprendieron de Gasol y compañía. Si el sábado desplumó a Finlandia en la pura agonía, en la final contra Bahamas resultó el mejor trampolín posible hacia París. [Narración y estadísticas: 86-78]
Dicen adiós las leyendas y ya no va quedando casi nadie de aquellos. Sobrevive Rudy, un capitán que pide a sus jóvenes compañeros que no lo hagan por él, que vayan a unos Juegos por ellos mismos. Serán sus sextos. Y los cuartos para Llull. Líderes con el ejemplo, los que pasan el testigo aunque todos sepan que la edad dorada nunca podrá ser igual. Pero el mago Scariolo no baja el pistón de la exigencia. Lo que antes eran alardes ahora son duelos muchas veces desde la inferioridad, resueltos por una mezcla de destreza y de amor propio. Así fue en una Fonteta rendida a su España, enamorada del talento de Lorenzo Brown, que logra hacer de Willy Hernangómez ese pívot que tantos imaginaron, de la clase de Aldama, de la fiereza de Alberto Díaz, López-Arostegui o Garuba... Todos fundamentales ante la amenaza caribeña, un rival derrotado de principio a fin.
Era Bahamas una trampa total, tipos con tanto peligro como poca tradición que defender. Viven sus NBA la experiencia como un regalo y así lograron finiquitar a Argentina en casa el pasado verano. Y quedarse a un milímetro de disputar unos Juegos. Esta vez, en una Fonteta magnífica, España no les dio opción de desatar sus armas.
Desde el amanecer el encuentro tuvo la electricidad de las finales. Cada microacción era un desafío. Un juego de contrapesos con una igualdad insoportable. Willy, alargando el idilio ofensivo de la noche anterior contra Finlandia, era el hombre buscado por España en la pintura. Buddy Hield pronto mostró la soltura de sus lanzamientos, que contrastaban con el agarrotado Lorenzo. Se luchaba punto a punto.
Fue en el segundo round cuando las inercias se impusieron, con la selección más segura de sí misma. Principalmente por la influencia en el juego de Garuba, un muro en defensa. España se levantó de un triple de Eric Gordon con un 7-0 y poco después el ex madridista puso un tapón colosal al saltarín Edgecombe, un jovencísimo proyecto de estrella. Ese esfuerzo era el ejemplo a seguir. Usman contagió a todos. Entonces devolvió Scariolo a la primera unidad y Lorenzo paró el reloj con tres triples consecutivos que, junto a uno más de Llull, encendieron Valencia como un ninot (42-31).
El gran problema de la selección había sido el rebote ofensivo (hasta 11 segundas jugadas al descanso concedió desesperadamente), una sangría. Cuando lograban controlarlo, todo se ponía cuesta abajo. Había sido una gran primera mitad.
Y la vuelta de vestuarios prolongó las buenas vibraciones. López-Arostegui desquiciaba a Hield y el metrónomo Brown tomaba las riendas. Y los nervios caribeños empezaban a aparecer en la pista, elevando a la desesperada su listón físico. Pero la concentración española parecía a prueba de bombas, la confianza elevándose a la vez que la ventaja. Apareció la segunda unidad con nuevos bríos, con ese Garuba capitán de la energía, batallando con DeAndre Ayton, y con la osadía y los puntos de Brizuela que pusieron la máxima (61-47).
Pero todavía tenía que remar España ante un rival sin red, consciente de que se le escapaba una oportunidad histórica, sus primeros Juegos. Y el retorno de los titulares fue la puntilla de los caribeños. Porque España había hecho presa, coral y efectiva, siguiendo a pies juntillas ese plan de Scariolo que pocas veces falla. Si se arrimaba Bahamas, el triple de Aldama. El balón a Lorenzo, los tiros libres de Rudy... "¡Sí, sí, sí, nos vamos a París!".
De guión de película, pero de película mala. La andadura de Argentina en los Juegos Olímpicos se ha visto truncada por un pie más adelantado de lo debido y un gol anulado por el VAR una hora y cuarto después del supuesto final del partido entre la albiceleste y Marruecos. Pero empecemos por el principio.
En un mal partido por parte de la selección que dirige Javier Mascherano, que perdía por 2-0 en el minuto 50, el gol de Giuliano Simeone en el 67' dio alas a los sudamericanos que buscaron la portería marroquí con insistencia.
Entonces, la ininterrumpida salida de espontáneos, algo poco habitual en una cita tan importante y controlada como la olímpica, obligó al árbitro del encuentro, el sueco Glenn Nyberg, ha decretar una prologanción de 16 minutos.
En el descuento, concretamente en el 106', Medina, tras una jugada con hasta tres largueros, metió el tanto del empate para delirio de los jugadores argentinos. En la celebración del tanto, un petardo cayó cerca de los futbolistas y luego se produjo una invasión de campo que obligó al colegiado a meter a los deportistas en los vestuarios.
Ya a puerta cerrada, y tras volver los jugadores de ambos conjuntos a realizar ejercicios de calentamiento, se reanudó el partido. Lo hizo con la revisión del tanto por parte del VAR que decretó fuera de juego por la punta de la bota de un futbolista argentino en medio de esa jugada embarullada.
Si hubiera sido gol válido, varios medios argentinos informan de que se hubiera terminado ahí el partido. Como resultó invalidado, se disputaron los últimos tres minutos del encuentro correpondientes a la revisión por parte del videoarbitraje.
Finalmente, Argentina no consiguió empatar y terminó cediendo los tres puntos al conjunto africano. "Es el circo más grande que he visto en mi vida", cuentan que se escuchó decir a Javier Mascherano. "Escándalo" se leía de la boca de varios futbolistas argentinos.
Mal inicio para los chicos de Mascherano en el grupo B, aunque aún les queda el enfrentamiento ante Irak o Ucrania para intentar enderezar su camino. No obstante, el primer sainete de los Juegos Olímpicos no se los quita nadie.