Real Madrid 98 Partizan 94
El Partizan, que dominaba por 18 al comienzo de la segunda parte, se derrite ante la magia del Chacho, que firmó 16 puntos y cuatro asistencias en el tramo final y contagió a sus compañeros. Habrá clásico en semifinales.
No podía acabar de otra manera esta eliminatoria ya para la historia de la Euroliga, para la colección de noches inolvidables del Real Madrid. El último giro de guion tenía reservado la épica de las grandes remontadas, esta vez con indiscutible nombre propio. Sergio Rodríguez, aquel genio al que tantos daban por acabado, guardó lo mejor de su magia para el abismo, para conducir a los blancos hacia la Final Four de Kaunas, donde el viernes de la semana que viene se las verán con el Barça. [98-94: Narración y estadísticas]
La Euroliga, el motor de todas las emociones del Real Madrid, exige gestas de semejante magnitud. Duelos de frotarse los ojos que hasta humanizan al maestro Obradovic. Comenzada la segunda parte, su Partizan volvía a pasearse por el WiZink, 18 arriba (41-59), Kevin Punter estratosférico y la batalla controlada. Y, sin embargo, todo se iba a ir al traste, la segunda vez en su carrera que perdía una eliminatoria. 16 puntos y cuatro asistencias del Chacho y el puro éxtasis.
Para saber más
Sergio Rodríguez agarró por la solapa la serie de los triples sobre la bocina, la de las peleas infames y los castigos a la carta, la de la lesión y la recuperación decisiva de Tavares, la de la emoción en el Stark Arenas tras el tiroteo en Belgrado… Porque, llegados a este punto, poco importa ya lo anterior. La batalla táctica, los ausentes y los presentes, lo que pudo ser y no fue. Es la hora de los héroes, de lo emocional. De los que labraron en estas noches de la verdad su leyenda.
De entrada, las sorpresas, como si lo entrenadores fueran a encontrar en el fondo de sus chisteras el truco final. Sin Deck (lesionado) ni Yabusele (sancionado), Mateo introdujo en el cuatro a Eli Ndiaye, el voraz canterano, energía y físico para el desgaste del rival. No había disputado ni un minuto en la serie, pero cumplió, especialmente en la defensa sobre Leday, coronada con un estupendo tapón. Fue un acto inicial en el filo, marcado por las 15 faltas y los pocos triples: el único lo atinó Papapetrou para el Partizan.
Punter
Fue Sergio Rodríguez ya en el segundo cuarto el que inauguró el perímetro blanco, un aviso, justo antes de la primera mini crisis. Sin Tavares (y sin su suplente Poirier), la vida no es nada sencilla. Con dos faltas y Randolph en pista, el Partizan se sentía cómodo. Porque apareció Punter, el elemento que tanto había echado en falta Obradovic, no sólo su mejor jugador, también el tipo al que él ha convertido en su líder. Se iba a marchar al descanso con 16 puntos, reinando en el lugar que había abandonado 10 días antes como protagonista de la tangana.
Su equipo sólo había perdido un balón en toda la primera mitad, tenía a su ogro Tavares anulado con tres faltas, al entrenador rival desquiciado y una ventaja de 16 puntos, con 55 anotados, 32 en el segundo parcial. El escenario soñado.
En este punto, al Madrid sólo le restaba tocar a rebato, buscar la remontada a lomos del ambiente del Palacio, como tantas veces funcionó en el pasado. Además, Mateo retomó la zona que tan bien le funcionó en el Stark Arena… Aunque allí no estaba Punter. Cada triple del neoyorquino era una daga en el corazón de la remontada. No temblaban los de negro, pese a que también apareció el perímetro blanco. El rebote ofensivo les ayudaba y Tavares, apagado, cometió la cuarta con 16 minutos todavía por delante. Empujaba el Madrid y resistía como podía el Partizan, al que Sergio Rodríguez, líder total, logró desestabilizar, un parcial de 11-1 para poder creer. Ahí estuvo la clave.
Llull
Porque lo mejor estaba por llegar, el colofón merecido a todo lo anterior. Aún le restan balas de épica a estos ganadores, corazones gigantes. El Chacho fue el único que supo que era posible. Rejuvenecido, eléctrico, imparable. Cuando entró, todo estaba oscuro. Una de sus grandes noches todavía estaba por firmarse. No sólo fueron sus triples, sus 16 puntos finales (19 en total), penetrando como en sus mejores tiempos, sus pases templados. Él contagió al resto. Un renacimiento para no olvidar.
El Partizan se fue haciendo pequeño, atónito ante las diabluras del Chacho, que en unas semanas cumple 37. Se acercaba poco a poco el Madrid, rugía el WiZink y el pavor les derrotaba. La igualada llegó a falta de seis minutos y entonces Llull se sumó a la fiesta y acudieron triples absolutamente imposibles, porque los blancos cabalgaban sobre la pasión. Quedaban dos minutos y ya casi habían sacado el billete para una Final Four que hace nada era imposible. Leday puso algo de emoción, pero nada podía detener a la épica. Nadie jamás levantó un 0-2. Hasta ayer en el lugar de los imposibles.